Sebastián sostenía a su hija recién nacida en sus brazos, con los ojos llenos de lágrimas de alegría. La pequeña se movía suavemente, acurrucada contra su pecho, y él no podía dejar de mirarla con amor y asombro. Cada diminuto dedo, cada pequeño suspiro lo llenaba de una emoción indescriptible.Una enfermera, con una sonrisa amable, se acercó a él.—Es una niña hermosa, señor Montenegro —le dijo suavemente, antes de retirarse para darles un momento a solas.Sebastián acariciaba la cabecita de su hija, sintiendo una conexión instantánea y profunda. En esos instantes, todas las dificultades y el caos de los últimos meses parecían desvanecerse, dejando solo el amor puro y la esperanza de un futuro mejor.Sin embargo, su momento de felicidad se vio interrumpido por la llegada de un médico con una expresión grave en el rostro. Sebastián sintió un nudo en el estómago mientras el médico se acercaba.—Señor Montenegro, necesito hablar con usted sobre Ammy —dijo el médico, su voz baja y seria.
El tiempo se alargó interminablemente. Cada segundo era una eternidad mientras Sebastián esperaba noticias. Finalmente, el médico salió del quirófano, con una expresión más relajada.—Señor Montenegro, la operación ha sido un éxito. Su esposa y su bebé están bien. El bebé es prematuro y necesitará cuidados especiales, pero esperamos que ambos se recuperen completamente.—Gracias doctor. —Sebastián sintió un gran alivio. —Puede pasar a ver a su hija. Sebastián caminó por el pasillo del hospital hacia el área de cunas, su corazón latiendo con una mezcla de emoción y nerviosismo. Cuando llegó, una enfermera lo guio hasta una pequeña incubadora donde descansaba su hija. Era diminuta, con la piel rosada y frágil, pero a sus ojos, era perfecta.—Es una niña hermosa, señor Montenegro —dijo la enfermera con una sonrisa.Sebastián se inclinó sobre la incubadora, sus ojos llenándose de lágrimas de alegría y promesa.—Hola, pequeña —susurró, tocando suavemente el cristal—. Soy tu papá. Te prom
Ava entró en la habitación de hospital donde su amigo Antony yacía en coma desde hacía meses. El lugar estaba en penumbra, con solo la luz suave de la tarde filtrándose a través de las cortinas. A pesar del ambiente tranquilo, su corazón latía con fuerza al recordar los momentos compartidos con Antony y lo mucho que había significado para ella. Durante su ausencia, Sebastián y Sara lo habían visitado con frecuencia, manteniéndola informada de cualquier cambio, por mínimo que fuera.Se acercó a la cama de Antony y se sentó a su lado, tomando suavemente su mano.—Hola, Antony —susurró Ava—. Ha pasado mucho tiempo. Quieto contarte que ha nacido mi hija y…—se silenció. No se atrevía a contarle su secreto, que la hija de Ammy ahora era parte de su familia como una niña Montenegro—. Y para mi sorpresa no fue solo una niña, sino dos, son mellizas: Valeria y Valentina. Ella acarició su mano, durante todo este tiempo, nadie se atrevió a confesarle el vestido de su medio hermana Ammy. Dio un
Los cuerpos de Ava y Sebastián entrelazados en la calidez suavemente iluminada de su dormitorio, sus movimientos los llevaban a la cima de la pasión que tanto habían anhelado. Cada toque, cada palabra susurrada entre ellos era un testimonio del fuego que aún ardía dentro de sus corazones. La cicatriz en su rostro, un recordatorio de las dificultades que habían soportado, sólo parecía avivar las llamas de su deseo.Las manos de Ava trazaron suavemente los contornos de su rostro, acariciando la cicatriz que una vez había sido un cruel recordatorio del pasado. Ahora era un símbolo de su resiliencia, una insignia de honor que marcaba las pruebas que habían superado juntos. Su toque fue suave, amoroso, como diciendo que vio más allá del tejido cicatricial y en las profundidades de su alma.Los brazos de Sebastián la envolvieron en un abrazo protector, sus cuerpos moviéndose en síncopa, sus corazones latiendo en armonía. El mundo que los rodeaba se desvaneció, dejándolos solo a ellos dos, p
Mientras la celebración del primer año de Valentina y Valeria continuaba en el jardín de la casa de Ava y Sebastián, la atmósfera se llenaba de risas y alegría. Todos los invitados se deleitaban con los bocadillos y los juegos organizados para los niños. Ava y Sebastián, con sus mellizas en brazos, eran el centro de la atención, irradiando felicidad y amor.A la distancia, escondida entre los árboles que rodeaban la propiedad, Marie observaba la escena con ojos llenos de ira y resentimiento. Sus manos temblaban mientras apretaba un arma contra su pecho. Cada risa, cada muestra de felicidad, cada mirada amorosa entre Ava y Sebastián, avivaba su deseo de venganza. No le importaba nada más en este momento, solo quería acabar con ellos, hacerles pagar por la muerte de Alejandro.—Ellos no merecen ser felices —murmuraba entre dientes, mientras las lágrimas se acumulaban en sus ojos—. Alejandro murió por su culpa, y ahora ellos ríen y celebran mientras yo lloro su pérdida.Justo cuando esta
El sol de la mañana se filtraba a través de las ventanas del amplio estudio de diseño, iluminando los bocetos y telas que Ava tenía esparcidos sobre su mesa de trabajo. Después de años de ausencia, había decidido volver a su pasión: la moda. Esta vez, sin embargo, su inspiración venía directamente de sus hijos. Había trabajado incansablemente en una nueva línea de ropa para niños y niñas, cada prenda reflejando el amor y la alegría que sus pequeños le habían traído.Su madre había sido un apoyo inestimable durante todos estos años, manejando el negocio familiar mientras Ava se dedicaba a su familia. Ahora, con nuevas fuerzas y renovada creatividad, estaba lista para lanzar su colección al mercado. Los diseños eran frescos, coloridos y llenos de vida, capturando la esencia de la infancia.Ava estaba absorta en sus pensamientos, revisando los detalles de uno de los vestidos, cuando el sonido del timbre la sacó de su concentración. Se dirigió a la puerta, extrañada por la visita inesper
—¡Felicidades! —gritaron al unísono. El sol comenzaba a ocultarse en el horizonte, bañando el campo de graduación con una cálida luz dorada. Ava y Sebastián observaban con orgullo desde la multitud, sus corazones llenos de emoción y nostalgia. Valentina y Valeria, sus adoradas mellizas, acababan de lanzar sus gorros de graduación al cielo, celebrando el fin de una etapa y el comienzo de otra.Las chicas, con sus rostros radiantes de felicidad, corrieron hacia sus padres, abrazándolos con fuerza.—¡Lo logramos, mamá! ¡Papá! —exclamó Valentina, sus ojos brillando de alegría.—¡No puedo creer que la preparatoria haya terminado! —añadió Valeria, con una sonrisa que iluminaba su rostro.Ava y Sebastián las abrazaron, compartiendo la emoción del momento. Habían pasado ya dieciocho años desde que tenían a sus pequeñas en brazos y ahora eran ya unas señoritas que celebraban su graduación de la preparatoria. —Estamos tan orgullosos de ustedes —dijo Ava, con lágrimas de felicidad en sus ojos—
El sol de la tarde brillaba intensamente sobre la piscina, creando reflejos resplandecientes en el agua cristalina. Valentina y Valeria estaban tumbadas en sus sillas reclinables, disfrutando del calor y del relajante sonido del agua. Ambas llevaban gafas de sol y trajes de baño, aprovechando cada momento de paz después de los eventos tumultuosos de los últimos días.De repente, Angela apareció frente a ellas, con los brazos cruzados y una expresión severa en el rostro. La primogénita de Angelo y Sara era toda una mujer, se encontraba en la universidad cursando la carrera de psicología, era una chica madura y centrada en sus estudios. —¿Puedo saber qué demonios pasó en el bar la otra noche? —demandó, mirándolas fijamente.Valeria y Valentina intercambiaron una rápida mirada, tratando de fingir inocencia.—¿De qué hablas, Angela? No pasó nada —respondió Valeria, tratando de sonar convincente.—Sí, solo fuimos a una fiesta de graduación —añadió Valentina, aunque su voz traicionaba un l