Los cuerpos de Ava y Sebastián entrelazados en la calidez suavemente iluminada de su dormitorio, sus movimientos los llevaban a la cima de la pasión que tanto habían anhelado. Cada toque, cada palabra susurrada entre ellos era un testimonio del fuego que aún ardía dentro de sus corazones. La cicatriz en su rostro, un recordatorio de las dificultades que habían soportado, sólo parecía avivar las llamas de su deseo.Las manos de Ava trazaron suavemente los contornos de su rostro, acariciando la cicatriz que una vez había sido un cruel recordatorio del pasado. Ahora era un símbolo de su resiliencia, una insignia de honor que marcaba las pruebas que habían superado juntos. Su toque fue suave, amoroso, como diciendo que vio más allá del tejido cicatricial y en las profundidades de su alma.Los brazos de Sebastián la envolvieron en un abrazo protector, sus cuerpos moviéndose en síncopa, sus corazones latiendo en armonía. El mundo que los rodeaba se desvaneció, dejándolos solo a ellos dos, p
Mientras la celebración del primer año de Valentina y Valeria continuaba en el jardín de la casa de Ava y Sebastián, la atmósfera se llenaba de risas y alegría. Todos los invitados se deleitaban con los bocadillos y los juegos organizados para los niños. Ava y Sebastián, con sus mellizas en brazos, eran el centro de la atención, irradiando felicidad y amor.A la distancia, escondida entre los árboles que rodeaban la propiedad, Marie observaba la escena con ojos llenos de ira y resentimiento. Sus manos temblaban mientras apretaba un arma contra su pecho. Cada risa, cada muestra de felicidad, cada mirada amorosa entre Ava y Sebastián, avivaba su deseo de venganza. No le importaba nada más en este momento, solo quería acabar con ellos, hacerles pagar por la muerte de Alejandro.—Ellos no merecen ser felices —murmuraba entre dientes, mientras las lágrimas se acumulaban en sus ojos—. Alejandro murió por su culpa, y ahora ellos ríen y celebran mientras yo lloro su pérdida.Justo cuando esta
El sol de la mañana se filtraba a través de las ventanas del amplio estudio de diseño, iluminando los bocetos y telas que Ava tenía esparcidos sobre su mesa de trabajo. Después de años de ausencia, había decidido volver a su pasión: la moda. Esta vez, sin embargo, su inspiración venía directamente de sus hijos. Había trabajado incansablemente en una nueva línea de ropa para niños y niñas, cada prenda reflejando el amor y la alegría que sus pequeños le habían traído.Su madre había sido un apoyo inestimable durante todos estos años, manejando el negocio familiar mientras Ava se dedicaba a su familia. Ahora, con nuevas fuerzas y renovada creatividad, estaba lista para lanzar su colección al mercado. Los diseños eran frescos, coloridos y llenos de vida, capturando la esencia de la infancia.Ava estaba absorta en sus pensamientos, revisando los detalles de uno de los vestidos, cuando el sonido del timbre la sacó de su concentración. Se dirigió a la puerta, extrañada por la visita inesper
—¡Felicidades! —gritaron al unísono. El sol comenzaba a ocultarse en el horizonte, bañando el campo de graduación con una cálida luz dorada. Ava y Sebastián observaban con orgullo desde la multitud, sus corazones llenos de emoción y nostalgia. Valentina y Valeria, sus adoradas mellizas, acababan de lanzar sus gorros de graduación al cielo, celebrando el fin de una etapa y el comienzo de otra.Las chicas, con sus rostros radiantes de felicidad, corrieron hacia sus padres, abrazándolos con fuerza.—¡Lo logramos, mamá! ¡Papá! —exclamó Valentina, sus ojos brillando de alegría.—¡No puedo creer que la preparatoria haya terminado! —añadió Valeria, con una sonrisa que iluminaba su rostro.Ava y Sebastián las abrazaron, compartiendo la emoción del momento. Habían pasado ya dieciocho años desde que tenían a sus pequeñas en brazos y ahora eran ya unas señoritas que celebraban su graduación de la preparatoria. —Estamos tan orgullosos de ustedes —dijo Ava, con lágrimas de felicidad en sus ojos—
El sol de la tarde brillaba intensamente sobre la piscina, creando reflejos resplandecientes en el agua cristalina. Valentina y Valeria estaban tumbadas en sus sillas reclinables, disfrutando del calor y del relajante sonido del agua. Ambas llevaban gafas de sol y trajes de baño, aprovechando cada momento de paz después de los eventos tumultuosos de los últimos días.De repente, Angela apareció frente a ellas, con los brazos cruzados y una expresión severa en el rostro. La primogénita de Angelo y Sara era toda una mujer, se encontraba en la universidad cursando la carrera de psicología, era una chica madura y centrada en sus estudios. —¿Puedo saber qué demonios pasó en el bar la otra noche? —demandó, mirándolas fijamente.Valeria y Valentina intercambiaron una rápida mirada, tratando de fingir inocencia.—¿De qué hablas, Angela? No pasó nada —respondió Valeria, tratando de sonar convincente.—Sí, solo fuimos a una fiesta de graduación —añadió Valentina, aunque su voz traicionaba un l
La casa de la familia Montenegro y Huntington estaba llena de risas y conversaciones animadas mientras todos se reunían para la cena. La ocasión era especial: las mellizas, Valeria y Valentina, estaban a punto de iniciar la universidad.Sebastián levantó su copa, sonriendo con orgullo a sus hijas.—Estoy muy agradecido de que mis niñas se queden cerca de casa para la universidad —dijo con una sonrisa cálida—. A diferencia de Bastian, que ni siquiera nos visitó en vacaciones porque está terminando su último año. Pero sé que pronto estará trabajando a mi lado en las empresas Montenegro.Todos rieron y brindaron, disfrutando del ambiente festivo. —En realidad yo sí quería irme. —habló Valeria—. Pero la universidad de mi elección decidió negarme la entrada. Aun así, estoy feliz de quedarme en casa. Todos rieron, realmente las mellizas se sentían feliz de quedarse en casa. —Yo tengo a la maestra en casa, no veo necesario ir a la universidad. —mencionó Valentina. Ella había elegido conve
Angela caminaba por el campus universitario, su mente revuelta con pensamientos sobre Bastián y la nueva chica que había traído a casa. El sol brillaba intensamente, pero no lograba disipar la sombra de tristeza que la envolvía. Al llegar al aparcamiento, divisó a Alexandre cerca de su coche, el mismo lugar donde lo había conocido meses atrás cuando él la ayudó con un neumático pinchado.—¡Alexandre! —llamó, apresurando el paso para alcanzarlo.Alexandre levantó la vista y sonrió al verla, pero su expresión cambió al notar su semblante preocupado.—Angela, ¿qué pasa? —preguntó, cerrando la puerta de su coche y acercándose a ella.—Bastián está de regreso —dijo Angela, su voz cargada de emoción—. Pero ha traído una nueva novia, y eso me hace sentir fatal.Alexandre la miró con compasión, entendiendo el dolor detrás de sus palabras. Habían hablado muchas veces sobre sus sentimientos por Bastián, un amor no correspondido que la había atormentado durante años.—Angela, tal vez sea momento
Ava caminaba por los elegantes pasillos de las Empresas Montenegro, admirando las obras de arte y las decoraciones modernas que adornaban el edificio. Había decidido sorprender a Sebastián con una visita inesperada. Al llegar a la oficina de su esposo, una joven hermosa, de cabello castaño y ojos brillantes, la recibió con una sonrisa.—Buenos días —dijo la joven—. ¿En qué puedo ayudarla?—Buenos días. Soy Ava Montenegro, la esposa de Sebastián. Vengo a verlo.Ella miró a la chica: hermosa, con un toque de elegancia y sobre todo joven, le calculaba unos veinticuatro años. Sabía que su esposo buscaba una nueva asistente, Antonio el esposo de Lili estaba muy enfermo y tuvo que abandonar el trabajo de años a lado de Sebastián. —¡Ava! La joven asistente se iluminó al escuchar su nombre—. ¡Es un honor conocerla, señora Montenegro! Soy Marta, la nueva asistente de su esposo. Admiro mucho sus diseños, son realmente inspiradores.Ava sonrió, sintiendo que sus inseguridades se disipaban un po