—¡Felicidades! —gritaron al unísono. El sol comenzaba a ocultarse en el horizonte, bañando el campo de graduación con una cálida luz dorada. Ava y Sebastián observaban con orgullo desde la multitud, sus corazones llenos de emoción y nostalgia. Valentina y Valeria, sus adoradas mellizas, acababan de lanzar sus gorros de graduación al cielo, celebrando el fin de una etapa y el comienzo de otra.Las chicas, con sus rostros radiantes de felicidad, corrieron hacia sus padres, abrazándolos con fuerza.—¡Lo logramos, mamá! ¡Papá! —exclamó Valentina, sus ojos brillando de alegría.—¡No puedo creer que la preparatoria haya terminado! —añadió Valeria, con una sonrisa que iluminaba su rostro.Ava y Sebastián las abrazaron, compartiendo la emoción del momento. Habían pasado ya dieciocho años desde que tenían a sus pequeñas en brazos y ahora eran ya unas señoritas que celebraban su graduación de la preparatoria. —Estamos tan orgullosos de ustedes —dijo Ava, con lágrimas de felicidad en sus ojos—
El sol de la tarde brillaba intensamente sobre la piscina, creando reflejos resplandecientes en el agua cristalina. Valentina y Valeria estaban tumbadas en sus sillas reclinables, disfrutando del calor y del relajante sonido del agua. Ambas llevaban gafas de sol y trajes de baño, aprovechando cada momento de paz después de los eventos tumultuosos de los últimos días.De repente, Angela apareció frente a ellas, con los brazos cruzados y una expresión severa en el rostro. La primogénita de Angelo y Sara era toda una mujer, se encontraba en la universidad cursando la carrera de psicología, era una chica madura y centrada en sus estudios. —¿Puedo saber qué demonios pasó en el bar la otra noche? —demandó, mirándolas fijamente.Valeria y Valentina intercambiaron una rápida mirada, tratando de fingir inocencia.—¿De qué hablas, Angela? No pasó nada —respondió Valeria, tratando de sonar convincente.—Sí, solo fuimos a una fiesta de graduación —añadió Valentina, aunque su voz traicionaba un l
La casa de la familia Montenegro y Huntington estaba llena de risas y conversaciones animadas mientras todos se reunían para la cena. La ocasión era especial: las mellizas, Valeria y Valentina, estaban a punto de iniciar la universidad.Sebastián levantó su copa, sonriendo con orgullo a sus hijas.—Estoy muy agradecido de que mis niñas se queden cerca de casa para la universidad —dijo con una sonrisa cálida—. A diferencia de Bastian, que ni siquiera nos visitó en vacaciones porque está terminando su último año. Pero sé que pronto estará trabajando a mi lado en las empresas Montenegro.Todos rieron y brindaron, disfrutando del ambiente festivo. —En realidad yo sí quería irme. —habló Valeria—. Pero la universidad de mi elección decidió negarme la entrada. Aun así, estoy feliz de quedarme en casa. Todos rieron, realmente las mellizas se sentían feliz de quedarse en casa. —Yo tengo a la maestra en casa, no veo necesario ir a la universidad. —mencionó Valentina. Ella había elegido conve
Angela caminaba por el campus universitario, su mente revuelta con pensamientos sobre Bastián y la nueva chica que había traído a casa. El sol brillaba intensamente, pero no lograba disipar la sombra de tristeza que la envolvía. Al llegar al aparcamiento, divisó a Alexandre cerca de su coche, el mismo lugar donde lo había conocido meses atrás cuando él la ayudó con un neumático pinchado.—¡Alexandre! —llamó, apresurando el paso para alcanzarlo.Alexandre levantó la vista y sonrió al verla, pero su expresión cambió al notar su semblante preocupado.—Angela, ¿qué pasa? —preguntó, cerrando la puerta de su coche y acercándose a ella.—Bastián está de regreso —dijo Angela, su voz cargada de emoción—. Pero ha traído una nueva novia, y eso me hace sentir fatal.Alexandre la miró con compasión, entendiendo el dolor detrás de sus palabras. Habían hablado muchas veces sobre sus sentimientos por Bastián, un amor no correspondido que la había atormentado durante años.—Angela, tal vez sea momento
Ava caminaba por los elegantes pasillos de las Empresas Montenegro, admirando las obras de arte y las decoraciones modernas que adornaban el edificio. Había decidido sorprender a Sebastián con una visita inesperada. Al llegar a la oficina de su esposo, una joven hermosa, de cabello castaño y ojos brillantes, la recibió con una sonrisa.—Buenos días —dijo la joven—. ¿En qué puedo ayudarla?—Buenos días. Soy Ava Montenegro, la esposa de Sebastián. Vengo a verlo.Ella miró a la chica: hermosa, con un toque de elegancia y sobre todo joven, le calculaba unos veinticuatro años. Sabía que su esposo buscaba una nueva asistente, Antonio el esposo de Lili estaba muy enfermo y tuvo que abandonar el trabajo de años a lado de Sebastián. —¡Ava! La joven asistente se iluminó al escuchar su nombre—. ¡Es un honor conocerla, señora Montenegro! Soy Marta, la nueva asistente de su esposo. Admiro mucho sus diseños, son realmente inspiradores.Ava sonrió, sintiendo que sus inseguridades se disipaban un po
Valentina llegó a la casa con la respiración entrecortada, el corazón aún latiendo con fuerza tras el encuentro inesperado. Ava, que estaba en la cocina, levantó la vista al ver a su hija entrar empapada y con una expresión de confusión en su rostro.—Valentina, ¿qué te ha pasado? ¿Por qué estás mojada? —preguntó Ava, preocupada.Valentina apenas la miró, dejando las bolsas de golosinas en la mesa antes de subir corriendo las escaleras hacia su habitación.—Estoy bien, mamá. Sólo... un accidente. —respondió rápidamente, desapareciendo en el pasillo.Una vez en su habitación, cerró la puerta con fuerza y se dejó caer sobre la cama, tratando de calmar su respiración y su mente. El recuerdo del hombre adulto la dejó sin aliento, su figura y su voz resonando en su cabeza. Mientras se cambiaba de ropa, intentaba procesar lo que había ocurrido, aún sin poder creer lo que había sentido en ese breve encuentro.De repente, la puerta de su habitación se abrió y Valeria entró, con una expresión
—Hola, amor. ¿Cómo va todo en la oficina?La voz de Sebastián, aunque calmada, tenía un tono de disculpa.—Hola, querida. Solo quería avisarte que esta noche llegaré tarde. Tengo mucho trabajo atrasado que necesito adelantar, y Marta me va a acompañar para ayudarme.Ava sintió una punzada en el estómago. Intentó mantener su voz serena.—Claro, Sebastián. No te preocupes. Cuida que no trabajes demasiado. Te esperaré en casa.—Gracias, Ava. Eres la mejor. Te amo.—También te amo —respondió ella antes de colgar.Ava dejó el teléfono en la mesa con un suspiro, su sonrisa desapareciendo lentamente. Justo en ese momento, Lili, su amiga de toda la vida, entró en la habitación con dos tazas de té caliente. Al ver la expresión en el rostro de Ava, frunció el ceño con preocupación.—¿Todo bien? —preguntó Lili, entregándole una taza a Ava.Ava tomó el té y se acomodó en el sofá, intentando encontrar las palabras adecuadas.—Sebastián va a llegar tarde esta noche. Tiene que adelantar trabajo y su
Era la última noche de vacaciones y las mellizas, Valeria y Valentina, estaban decididas a disfrutar hasta el último momento. Habían oído hablar de una fiesta universitaria que prometía ser el evento del verano, y no querían perdérselo. En su habitación, las dos hermanas se preparaban con entusiasmo, probándose vestidos y arreglándose el cabello mientras la música resonaba suavemente en el fondo.—Esto va a ser increíble, Val —dijo Valeria, ajustándose un pendiente y lanzando una mirada cómplice a su hermana.Valentina asintió, una sonrisa ansiosa en sus labios.—Definitivamente. Pero, ¿seguro que Bastián y su novia tienen que venir? Quiero decir, no es que no los quiera allí, pero...Valeria rió suavemente, sacudiendo la cabeza.—Lo sé, pero Bastián insistió en acompañarnos. Supongo que quiere asegurarse de que estemos a salvo.Minutos después, Bastián y su novia, Isabel, llamaron a la puerta, listos para partir. Bastián, en su papel de hermano mayor protector, se aseguró de que las