CAPÍTULO 119

Omar llegó al parque, su respiración aún agitada por la carrera frenética que lo había traído hasta allí. La brisa fresca de la tarde intentaba calmar el torbellino de pensamientos en su mente, pero la confusión y el miedo seguían presentes.

Necesitaba claridad, un momento de paz para poder ordenar sus pensamientos. Miró a su alrededor, observando los árboles y los bancos, y entonces, en medio de todo, sus ojos encontraron a Bastián jugando con su niñera.

El corazón de Omar se aceleró al ver al pequeño. Había algo en la presencia de ese niño que le daba una extraña y reconfortante felicidad, una conexión inexplicable. Bastián lo vio y su rostro se iluminó con una sonrisa radiante. Soltó la mano de la niñera y corrió hacia él, sus pasos pequeños pero decididos.

—¡Papá! —gritó Bastián con una voz llena de alegría y emoción.

Las palabras del niño golpearon a Omar como una ola de calidez y reconocimiento. La alegría que sintió en ese momento era abrumadora, llenando su corazón de una man
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