Ava estaba sentada en su oficina, su mirada perdida en la pantalla de su computadora. Los números y gráficos que normalmente captaban toda su atención parecían ahora borrosos y sin importancia. Su mente no podía dejar de regresar al parque, a la intensidad del beso de Omar y a la promesa de amor que le había hecho. Revivir esos momentos era como volver a sentir la presencia de Sebastián, una sensación que había pensado perdida para siempre.El sonido de unos suaves toques en la puerta la sacó de sus pensamientos. La puerta se abrió y una recepcionista entró con un ramo de flores. Ava suspiró, esperando que fueran otro intento de Alejandro para impresionarla.—Señorita Montenegro, estas flores son para usted —dijo la recepcionista, colocando el ramo sobre su escritorio.Ava asintió, agradecida, pero con la certeza de que se trataba de otro gesto de Alejandro. Sin embargo, al tomar la tarjeta entre sus dedos, sus ojos se abrieron con sorpresa al leer el nombre que la firmaba."Tus ojos,
Omar se encontraba recostado en su cama, la luz tenue de la luna se filtraba a través de las cortinas, creando sombras suaves en las paredes. Sus pensamientos giraban en torno a Ava, a la intensidad de ese momento compartido la noche anterior. Aún podía sentir la suavidad de sus labios, el calor de su cuerpo y la pasión que habían compartido. Cada detalle de ese encuentro estaba grabado en su mente, resonando con una extraña familiaridad.Cuando ella había susurrado "Sebastián" en medio de su beso, lejos de sentirse ofendido, una oleada de comprensión había recorrido su ser. Ese nombre, aunque extraño, no le resultaba ajeno. Era como si una parte de él reconociera algo en Ava, algo que iba más allá de la memoria consciente.Se incorporó ligeramente, apoyándose en los codos y mirando fijamente al techo. Su mente intentaba desentrañar el misterio que lo rodeaba. ¿Quién era realmente? ¿Por qué el cuerpo de Ava le resultaba tan conocido? Cada vez que la recordaba, sentía una conexión que
La tarde se encontraba en su punto álgido cuando Jazmín irrumpió en las oficinas Montenegro. Su presencia imponía, y sus pasos resonaban firmes contra el mármol del vestíbulo. La recepcionista intentó detenerla, pero fue inútil; la determinación en sus ojos no dejaba espacio para objeciones.Ava estaba sentada en su nueva oficina, revisando unos documentos, cuando la puerta se abrió de golpe. Levantó la mirada y se encontró con el rostro furioso de Jazmín.—¿Qué demonios crees que estás haciendo, Ava? —le espetó Jazmín, cerrando la puerta detrás de ella.Ava se levantó de su silla con calma, intentando mantener la compostura.—Buenas tardes, Jazmín. ¿A qué te refieres?—Sabes perfectamente a qué me refiero —replicó Jazmín, acercándose al escritorio—. A la reunión de los socios. Quiero saber cuáles son tus intenciones.Ava respiró hondo, preparándose para lo que sabía sería una confrontación inevitable.—Quiero convertirme en la nueva presidenta de las empresas Montenegro —dijo, miránd
Alejandro caminaba con determinación por los pasillos de las oficinas Montenegro, su mente centrada en la inesperada propuesta de Ava para ser presidenta. Quería respuestas y las quería ya. Llegó a la oficina de Ava y abrió la puerta sin molestarse en golpear, solo para encontrar la habitación vacía. Frunció el ceño, sintiendo una punzada de frustración.Sus ojos recorrieron la habitación y se detuvieron en un ramo de flores frescas sobre el escritorio. Se acercó y vio la tarjeta adjunta. La leyó con creciente enojo, reconociendo inmediatamente el nombre de Omar. Un sentimiento de celos ardió en su interior. ¿Quién era este hombre que intentaba conquistar a Ava?Decidido a averiguar más, Alejandro salió de la oficina y se dirigió hacia la recepción. Al ver a la secretaria de Ava, le lanzó una mirada interrogante.—¿Dónde está Ava? Necesito hablar con ella.La secretaria levantó la vista, sorprendida por el tono urgente de Alejandro.—Señor Alejandro, la señora Ava tuvo una emergencia
El amanecer apenas rompía en el horizonte cuando Omar, con determinación, terminaba de empacar su maleta. Mientras el eco de sus pasos resonaba en el amplio vestíbulo. La decisión estaba tomada: iba a abandonar a Ammy.Al bajar por las escaleras, sus pasos firmes y su rostro imperturbable, se encontró con Ammy, quien estaba de pie en medio del vestíbulo, claramente sorprendida por su decisión. Su rostro reflejaba una mezcla de incredulidad y desesperación.—¿A dónde crees que vas, Omar? —preguntó, su voz quebrándose levemente.Él se detuvo, sin querer enfrentarse a una confrontación, pero sabiendo que era inevitable y era mejor salir diciendo la verdad. —Me voy —respondió, su voz firme y resoluta—. No puedo seguir viviendo esta mentira.Ammy avanzó hacia él, sus ojos llenos de súplica y rabia.—No puedes hacer esto. Nosotros… tú y yo… —empezó, pero su voz se quebró por completo cuando vio la determinación en los ojos de Omar—. No puedes irte. No te dejaré ir, Omar. —La voz de Ammy er
Sebastián despertó con un dolor punzante en la cabeza, como si miles de agujas perforaran su cráneo al unísono. Parpadeó varias veces, tratando de enfocar su visión borrosa, pero al intentar masajear su cabeza, se dio cuenta de que sus manos estaban firmemente atadas. El pánico lo invadió de inmediato, su respiración se aceleró y empezó a tirar de las ataduras con desesperación.Miró a su alrededor, observando las paredes grises y frías que lo rodeaban. El cuarto estaba vacío, sin ventanas y con una sola puerta de metal. La luz parpadeante del techo le daba un aire aún más siniestro a la habitación. Fue entonces cuando escuchó una voz familiar, una que le revolvió el estómago.—¿Finalmente despertaste? —dijo Ammy con una frialdad que le heló la sangre.Sebastián giró la cabeza hacia la puerta, donde Ammy estaba de pie, mirándolo con una mezcla de lástima y determinación.—¡Suéltame! —le exigió, su voz resonando en la habitación vacía.Ammy negó con la cabeza, dando un paso más hacia é
Ava estaba sentada en su oficina, mirando sin ver los documentos esparcidos sobre su escritorio. La visita de Antony el día anterior la había dejado intranquila. Su comportamiento había sido extraño, y aunque parecía desesperado por decirle algo, no se había atrevido. Desde entonces, había intentado comunicarse con él, pero su teléfono seguía apagado y en la clínica no sabían nada de su paradero.Unos golpes suaves en la puerta la sacaron de sus pensamientos. Levantó la vista para ver a su hermana Sara asomarse.—Hola ava. —Ah… Sara…—Ava, ¿todo bien? Pareces preocupada —dijo Sara mientras entraba en la oficina.Ava suspiró, sintiendo el peso de su preocupación.—Es Antony. Ayer vino a verme y estaba muy extraño. Quería decirme algo, pero no se atrevió. Hoy fui a buscarlo a la clínica, pero no estaba, y su teléfono sigue apagado —explicó, su voz cargada de ansiedad.Sara frunció el ceño, preocupada también.—Eso no suena bien. ¿Has intentado llamar a alguien más, algún conocido de él
Ava conducía con determinación, sus manos apretando el volante con fuerza mientras se dirigía hacia la casa de Ammy. A su lado, Sara observaba con preocupación, notando la intensidad en el rostro de su hermana.—Ava, esto es una locura. No sabemos qué podría pasar. Necesitamos más pruebas antes de hacer algo tan drástico —le dijo Sara, intentando razonar con ella.—Lo sé, Sara. Pero tengo que verlo. Tengo que saber si el hombre que he conocido como Omar es en verdad Sebastián. No puedo seguir viviendo con esta duda —respondió Ava, su voz firme pero cargada de emoción.Se estacionaron unos metros antes de la mansión de Ammy, ambas mujeres observando desde el interior del auto. El corazón de Ava latía con fuerza mientras escudriñaba la entrada de la casa. De repente, vieron la figura de Alejandro salir de la mansión, su expresión seria y pensativa.—¿Qué hace Alejandro aquí? —murmuró Ava, frunciendo el ceño.—No lo sé, pero esto se está poniendo más complicado de lo que pensábamos —resp