CAPÍTULO 133

Sebastián despertó con un dolor punzante en la cabeza, como si miles de agujas perforaran su cráneo al unísono. Parpadeó varias veces, tratando de enfocar su visión borrosa, pero al intentar masajear su cabeza, se dio cuenta de que sus manos estaban firmemente atadas. El pánico lo invadió de inmediato, su respiración se aceleró y empezó a tirar de las ataduras con desesperación.

Miró a su alrededor, observando las paredes grises y frías que lo rodeaban. El cuarto estaba vacío, sin ventanas y con una sola puerta de metal. La luz parpadeante del techo le daba un aire aún más siniestro a la habitación. Fue entonces cuando escuchó una voz familiar, una que le revolvió el estómago.

—¿Finalmente despertaste? —dijo Ammy con una frialdad que le heló la sangre.

Sebastián giró la cabeza hacia la puerta, donde Ammy estaba de pie, mirándolo con una mezcla de lástima y determinación.

—¡Suéltame! —le exigió, su voz resonando en la habitación vacía.

Ammy negó con la cabeza, dando un paso más hacia é
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