Han pasado dos semanas desde la última vez que Ava vio a Omar. Desde entonces, se ha sumergido por completo en su trabajo en la empresa y en el cuidado de su hijo, Bastián. Cada día era una rutina meticulosa de responsabilidades, reuniones y decisiones, que la mantenían ocupada desde el amanecer hasta la noche. En su tiempo libre, se dedicaba a sus sesiones con Antony, su psicólogo, buscando la estabilidad emocional que tanto necesitaba.A pesar de su determinación, había momentos en los que la tentación de preguntar por Omar era casi insoportable. Su mente volvía constantemente al hombre que se parecía tanto a su difunto esposo, pero Ava había decidido ser fuerte y tratar de olvidarlo. Sabía que aferrarse a una fantasía no la ayudaría a avanzar.—¿Vamos a almorzar? —preguntó Sara, desde el umbral de la puerta. —Tengo una reunión con mi psicólogo. —respondió mientras recogía algunos papeles de su escritorio. —¿Sesión o cita? —dijo con sorna Sara.—Es una sesión, como siempre. No dig
Omar se encontraba recostado en la cama, con la mente enmarañada por un torbellino de pensamientos. Las últimas semanas junto a Ammy habían sido una prueba constante de su paciencia y cordura. A pesar de todos los esfuerzos de Ammy por convencerlo de que él era su verdadero esposo, algo dentro de él seguía rebelándose. Su corazón, su mente, todo su ser le decía que había algo terriblemente equivocado en toda la situación.Miró a su lado y observó a Ammy dormir plácidamente. Su rostro, relajado y sereno, contrastaba con la agitación interna que él sentía. Recordó las palabras de Ava, la forma en que sus ojos brillaban con una mezcla de esperanza y desesperación cuando lo había besado. Aunque intentaba resistirse a esos sentimientos, no podía negar que Ava despertaba en él emociones profundas, sensaciones que ninguna otra mujer, ni siquiera Ammy, había logrado provocar.Decidido, se levantó con cuidado para no despertarla. Se movió en silencio por la habitación, abriendo el armario y s
Ava estaba sentada en la mesa de una acogedora cafetería, removiendo distraídamente su café mientras observaba a través del ventanal. La mañana había traído consigo una ligera llovizna, y las gotas de agua corrían por el vidrio, creando una sinfonía suave y relajante. Antony llegó unos minutos tarde, sacudiéndose el agua de su chaqueta antes de sentarse frente a ella.—Gracias por venir, Antony —dijo Ava, ofreciendo una sonrisa que no alcanzaba sus ojos—. Necesitaba hablar con alguien.Antony le devolvió la sonrisa, tratando de ignorar el nudo en su estómago. Se sentía culpable por lo que sabía, pero también aliviado de poder estar allí para ella.—Siempre tengo tiempo para ti, Ava. Cuéntame, ¿cómo te está yendo en la empresa? —preguntó, intentando mantener su tono ligero y despreocupado.Ava suspiró, apoyando su barbilla en una mano mientras revolvía su café.—Ha sido... interesante. Siento que estoy volviendo a encontrarme a mí misma en este nuevo rol. He dejado de lado mis diseños,
Bastián miró a su madre con sus grandes ojos llenos de esperanza, su pequeño rostro iluminado por la expectativa.—Mamá, ¿cuándo volveré a ver a papá? —preguntó con una inocencia desgarradora.Ava sintió un nudo en la garganta, sabiendo que tenía que romper el corazón de su hijo una vez más. Se arrodilló frente a él, tomando sus pequeñas manos entre las suyas.—Cariño, papá no va a regresar —dijo con suavidad—. Está en el cielo, cuidándonos desde allí. Ya no podemos verlo, pero siempre estará con nosotros en nuestros corazones.Bastián frunció el ceño, tratando de entender las palabras de su madre. Finalmente, asintió lentamente, aunque Ava podía ver la confusión y el dolor en sus ojos.Después de consolar a su hijo, Ava salió de la casa, sintiéndose emocionalmente agotada. Se dirigió a la empresa, necesitando concentrarse en algo que no fuera la tristeza que había en su hogar. En el camino, decidió pasar por su cafetería favorita para tomar un café.Recibió su café y caminó hasta el
Ava estaba sentada en su oficina, la mirada perdida en la pantalla de su computadora. Sus pensamientos eran un torbellino, girando incesantemente alrededor del beso apasionado que había compartido con Omar. No podía sacarlo de su mente, cada vez que cerraba los ojos, revivía la intensidad de ese momento, la conexión innegable que había sentido.El día pasó rápidamente, en un borrón de reuniones y tareas, pero su mente seguía atrapada en ese instante. Cada vez que intentaba concentrarse en el trabajo, su mente volvía a Omar y a la propuesta de encontrarse en el parque esa noche. Sabía que era una mala idea, que solo traería más complicaciones, pero su corazón latía con fuerza ante la posibilidad de verlo de nuevo.Finalmente, al caer la tarde, Ava se rindió ante la presión interna. Tomó su teléfono y marcó el número de Martha.—Martha, soy Ava —dijo, tratando de sonar casual—. Voy a llegar tarde a casa esta noche. Por favor, cuida de Bastián hasta que regrese.Martha, siempre comprensi
Ava estaba sentada en su oficina, su mirada perdida en la pantalla de su computadora. Los números y gráficos que normalmente captaban toda su atención parecían ahora borrosos y sin importancia. Su mente no podía dejar de regresar al parque, a la intensidad del beso de Omar y a la promesa de amor que le había hecho. Revivir esos momentos era como volver a sentir la presencia de Sebastián, una sensación que había pensado perdida para siempre.El sonido de unos suaves toques en la puerta la sacó de sus pensamientos. La puerta se abrió y una recepcionista entró con un ramo de flores. Ava suspiró, esperando que fueran otro intento de Alejandro para impresionarla.—Señorita Montenegro, estas flores son para usted —dijo la recepcionista, colocando el ramo sobre su escritorio.Ava asintió, agradecida, pero con la certeza de que se trataba de otro gesto de Alejandro. Sin embargo, al tomar la tarjeta entre sus dedos, sus ojos se abrieron con sorpresa al leer el nombre que la firmaba."Tus ojos,
Omar se encontraba recostado en su cama, la luz tenue de la luna se filtraba a través de las cortinas, creando sombras suaves en las paredes. Sus pensamientos giraban en torno a Ava, a la intensidad de ese momento compartido la noche anterior. Aún podía sentir la suavidad de sus labios, el calor de su cuerpo y la pasión que habían compartido. Cada detalle de ese encuentro estaba grabado en su mente, resonando con una extraña familiaridad.Cuando ella había susurrado "Sebastián" en medio de su beso, lejos de sentirse ofendido, una oleada de comprensión había recorrido su ser. Ese nombre, aunque extraño, no le resultaba ajeno. Era como si una parte de él reconociera algo en Ava, algo que iba más allá de la memoria consciente.Se incorporó ligeramente, apoyándose en los codos y mirando fijamente al techo. Su mente intentaba desentrañar el misterio que lo rodeaba. ¿Quién era realmente? ¿Por qué el cuerpo de Ava le resultaba tan conocido? Cada vez que la recordaba, sentía una conexión que
La tarde se encontraba en su punto álgido cuando Jazmín irrumpió en las oficinas Montenegro. Su presencia imponía, y sus pasos resonaban firmes contra el mármol del vestíbulo. La recepcionista intentó detenerla, pero fue inútil; la determinación en sus ojos no dejaba espacio para objeciones.Ava estaba sentada en su nueva oficina, revisando unos documentos, cuando la puerta se abrió de golpe. Levantó la mirada y se encontró con el rostro furioso de Jazmín.—¿Qué demonios crees que estás haciendo, Ava? —le espetó Jazmín, cerrando la puerta detrás de ella.Ava se levantó de su silla con calma, intentando mantener la compostura.—Buenas tardes, Jazmín. ¿A qué te refieres?—Sabes perfectamente a qué me refiero —replicó Jazmín, acercándose al escritorio—. A la reunión de los socios. Quiero saber cuáles son tus intenciones.Ava respiró hondo, preparándose para lo que sabía sería una confrontación inevitable.—Quiero convertirme en la nueva presidenta de las empresas Montenegro —dijo, miránd