CAPÍTULO 121

—¡Papá! —el pequeño Bastián gritó con fuerza al notar la presencia de Omar.

Corrió con entusiasmo por el parque, su risa resonaba en el aire. Al ver a Omar, sus ojos se iluminaron y gritó con alegría: —¡Papá! —Corrió hacia él, sus pequeños brazos extendidos.

Omar se agachó para recibir al niño, pero al escuchar esa palabra, sintió un dolor punzante en el pecho. —Bastián. —dijo suavemente, lo levantó del suelo y lo abrazó con fuerza—. No soy tu papá, desearía ser ese padre que perdiste pero…pero puedes llamarme así si quieres.

Bastián frunció el ceño, su expresión firme. —Eres mi papá. Lo sé.

Omar sintió un fuerte dolor de cabeza, como si algo en su mente estuviera tratando de salir a la superficie. El dolor se intensificó y cayó de rodillas, sus manos agarrándose la cabeza. Antes de que pudiera decir algo más, todo se volvió negro y se desplomó en el suelo.

Martha, la niñera, vio todo desde una distancia y corrió hacia ellos, su rostro pálido de preocupación. —¡Omar! ¡Bastián, aléjat
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