Este capítulo es dedicado a Maria Luisa Chable, gracias por tus recomendaciones...
Samara observó la taza caliente que estaba en sus manos, unas horas después de haber llegado a esta enrome casa. Tenía una manta en sus hombros, y sabía que su rostro se veía tan deplorable como se sentía por dentro. Había llorado durante horas. Simplemente, no pudo dejar de hacerlo, y en medio de esto, Sophie le había aconsejado tomarse unas pastillas, que ella le aseguró no le harían daño. Su cuerpo ahora se sentía más liviano. Tenía una venda en su tobillo que hizo un médico que la revisó por petición de los Walton, y el mentol, aún penetraba su pie. Podía notar como sus pies estaban algo sucios, o como parte de sus nudillos estaban raspados por la caída. Sus ojos estaban demasiado hinchados, pero el sonido de las llamas quemarse en la chimenea de la gran sala, hicieron que su mirada se situara en ese rojo ardiente, y su corazón se volviera a estrujar. El que las lágrimas volvieran a aparecer, hizo que el ardor en sus parpados, fuera profundo. —Sé que no quieres hablar de nada
Fue por la noche cuando Sophie llevó, con ayuda, a Samara hacia el jardín para que tomara un poco de aire, porque estaba un poco preocupada por ella. Había comido muy poco, y la mayor parte del día en que se escurrió para ver su estado, la escuchó sollozando como si su alma se apagara cada vez. Sophie no había salido de su casa, pero supo por Michael que por la mañana, cuando Samara aún dormía, André Roussel lo había llamado para exigir entrar para buscar a su esposa. Lo amenazó con demandas y todo tipo de juegos sucios con lo que sabían, el hombre se manejaba, pero Michael no se doblegó a su voluntad, y cedió a la petición de Sophie en dejar que la misma Samara saliera de la casa, por su propia cuenta. Ella mandó a preparar chocolate y unos dulces esta vez, para ver si Samara se animaba un poco, y justo cuando se sentaron en la mesa del jardín, mientras la noche era estrellada, Michael se unió a ellas, aunque Sophie no sabía si ella se iba a incomodar con su presencia. Le parecía
«Su corazón es demasiado fuerte, porque este fue otro infarto… No puedo darles muchas esperanzas, el señor Pierre… está muy débil… solo podemos esperar…» La frase se repetía en la mente de André desde ayer en la noche, entre tanto, una noche después, aún seguía pegado a la puerta de la UCI, con las mismas noticias desesperanzadoras. Recostó su cabeza, mientras sus ojos ardieron, lo hicieron tanto que los restregó de inmediato. —Si mi padre… —Francois apretó las palabras en su cara, pero André caminó dejándolo solo en el instante—. Te juro que dejarás de ser mi hijo, André… lo juro… Se alejó del pasillo, y se fue a la terraza de la clínica para sumergirse en la oscuridad de la noche. En su mente solo pudo recordar los susurros de Samara, cuando rezaba todas las noches, y pedía por una familia que no era la de ella, en especial por el abuelo. «¿Por qué no podía escucharlo? ¿Por qué no quería?», si lo conocía lo suficiente, se daría cuenta de que dijo todo eso por no parecer débil d
Había un silencio angustiante cuando Samara comenzó. Sophie se quedó en silencio esperando todo lo que ella tenía por decir, y ambas se miraron directamente a los ojos cuando la frase salió: —Mi virginidad iba a ser subastada, cuando André apareció en aquel lugar… —Los labios de Sophie temblaron, estaba segura de que había oído bien, pero quería preguntar, necesitaba escucharlo de nuevo. —Samara… ¿Qué? —Ella asintió a punto de reafirmarlo, cuando Michael llegó un poco impaciente al jardín. Las dos mujeres levantaron la vista hacia su lugar, mientras Michael miró a Sophie de una manera singular, que le dijo que debía hablar con ella al privado. —Samara… ¿Me permites? —ella asintió rápido, pero Michael intervino. —Sophie, creo que es mejor que la llevemos a la habitación, tal vez demoremos un poco… Sophie asintió rápido, y luego ordenó que el personal capacitado llevara a Samara a su habitación sin refutar la decisión de Michael. Ella se despidió rápido, entrando a su habitación, y
—Deberías ir a descansar… Ya han pasado dos días, y no te has movido de aquí… No has comido nada decente, André… Realmente estoy preocupada por ti… —André se giró hacia su madre y negó. No podía dejar a su abuelo hasta que abriera los ojos, no podía descansar, o comer, o hacer alguna cosa hasta que él no lo mirará de nuevo. —Tranquila, estoy bien… René se contuvo, estaba desesperada por ver a su hijo literalmente como un muerto, y no sabía interpretar tanto silencio. Había discutido tanto con su esposo que incluso lo obligó a irse de la clínica para que tomada un baño y descansara, y ahora estaban aquí Albert y Armand llegando a la ciudad, que sumaban más tensión a su hijo. El pasillo estaba solo, eran las once de la noche cuando vio que André volvió a mirar su celular y supo lo que estaba esperando. Una contestación de Samara, pero todo parecía en vano. Y ahora que Connor le explicó que habían tenido una fuerte discusión, aún no sabía por qué ella no estaba aquí, apoyando al abu
Los días de espera culminaron, Samara estaba ansiosa por la llegada de Sophie, y ese día se levantó muy temprano, para colocarse un vestido de flores, bonito, y una sandalia estilo romano, ya que su pie aún estaba recuperándose. Aunque ya podía caminar. A pesar del ansia de Samara, y de la magnitud en como extrañaba al abuelo, prefirió silenciar su teléfono, y dejarlo hasta que se descargara, ya que Sophie se había comunicado los últimos días por el teléfono local de la casa. Aunque le parecía extraño que el día de ayer, no lo hubiese hecho en todo el día. Básicamente, se había cumplido los tres días de espera, y ella solo deseaba saber, qué iba a hacer a continuación con su vida, o si Sophie la ayudaría a irse de este país cuando antes. Ella bajó a desayunar, y compartió alguna información con Marta, con respecto a que los Walton ya estaban de camino a casa. Eran las diez de la mañana cuando las puertas se abrieron por el mayordomo, y Samara se levantó del sofá con un libro en la
Samara se preocupó mucho cuando la palidez de Sophie fue tan evidente que incluso se levantó con la intención de ir a buscar ayuda, pero su brazo tomado de forma repentina, devolvió su cuerpo, haciendo que mirara a Sophie de forma aterrada. —No te vayas… —ella le dijo más como una orden, entonces Samara trató de acompasar su respiración. —¿Usted se encuentra bien? Su color es… preocupante… —Sophie tosió un poco, pero asintió. —No es nada… se me ha bajado la tensión en el viaje… ha sido… ha sido lleno de angustias, pero es solo eso, la presión. —¿Quiere que llame a su esposo? Puedo traerle su medicación, cualquier cosa… Sophie negó rápidamente. —No, Samara, aunque no puedo negar que estoy un poco… impresionada con tu historia… —Samara bajó la mirada con un poco de vergüenza, pero si necesitaba ayuda de Sophie, precisaba decirle la verdad. —Mi historia es vergonzosa, y si se puso así con el comienzo, no puedo imaginar cuando… —No… —Sophie cortó—. Te prometo que no… no habrá nada
Samara estaba en la puerta de la habitación cuando Sophie la despidió y deseó buenas noches, y por alguna razón extraña, la sonrisa no desaparecía de la boca de la mujer que había encontrado desecha en su habitación hace unas horas antes. Cerró la puerta y luego giró por toda la habitación, y aunque allí en la conversación literalmente había desahogado un poco su alma, y aunque se sentía una poco más liviana de que alguien por primera vez escuchara toda su verdad, todavía sentía que deseaba volver a su casa. Y no, no decía “casa” por referirse a la residencia de André. Decía casa, a los únicos brazos que cubrieron su cuerpo, a la única boca que la besó; a esos ojos que a pesar de todo estaban en su mente mirándola todo el tiempo, y a la protección que desde el primer día encontró en él. Y así era todos los días, se levantaba pensando que este sería un mejor día, que sería fuerte, y que iba a salir de esta situación. Pero cuando llegaba la noche, se sentía más vacía, más seca, y sobr