DANIEL CARNELUTTINo sé ni cuánto tiempo hemos pasado sentados en la camioneta que Carlos nos envió.Calculo que más de dieciséis horas, pero ¿quién le atina al tiempo cuando siente un terrible desespero por no haber llegado al destino?Pablo y Jaspe están súper contentos, hablando de Lucas y lo que piensan hacer.Los escucho hablar de trabajos, boda, auto, emprender, viajes… invertir y otros temas más saltan del uno al otro mientras a mí se me antoja cada vez más claustrofóbico el interior de la camioneta.¿Estoy de malhumorado yo o es que los demás no entienden que me muero por abrazar a mi esposa e hija?Cuando llegamos a Nueva York, lo primero que me sorprende es el clima.He leído acerca del clima neoyorquino, aún no ha llegado navidad (de hecho falta un mes para navidad) pero ya se siente el declive de la temperatura.Miro por la ventana y sonrío un poco.Las personas están usando abrigos, sobretodos y jerseys de pieles bastante llamativos, pero lo que más me sorprende es la can
Me quedo en silencio, procesando cómo debo de reaccionar.El idiota está abrazándola, sus manos están a milímetros de su trasero… que es MI trasero.Es decir, no está tocándole el trasero, pero vamos, está abrazándola bastante apretadito.Y ni hablar del hecho que no la deja ir, mientras está diciéndole cosas al oído.Escucho un gruñido y tardo en darme cuenta que salió de mí.Carlos levanta el rostro y me mira a los ojos, para luego dejar ir a Dina lentamente.Ella al notar que Carlos mira algo detrás de ella, se gira.Quiero mantenerme molesto, con cara de pitbull.Pero es imposible al ver a Dina simplemente me quedo pasmado.Madre mía, pero qué esposa más hermosa tengo.Dina está usando un vestido bastante ajustado al cuerpo, con un escote en la espalda en forma de gota. Es color vinotinto y de pronto, dejando de lado mi enojo… me siento muy pasional.VI-NO-TIN-TO.Jamás pensé que un color fuera tan sexi.—¡¿Amor?!— pregunta Dina sonando asombrada y en segundos está entre mis brazo
— ¡Vendida!, ha sido un placer…— dice el agente de bienes raíces y yo suelto un quejido fuertemente, al tiempo que mis esposa me abraza por la espalda.Nos acercamos a la casa de al lado, olvidando nuestro momento romántico.Ya comienzo a sentir en mis huesos lo que se viene.Las imágenes de Lucas y su vocecita molesta diciéndome “suegro” para aquí y “suegro” para allá. Y ni hablar de mi hermano molestándome a cada rato y Jaspe amenazando mi vida y salud cada vez que intente alejar a Daniela de Lucas.Merde.¿Qué hice mal para merecer esto?—Amor, contrólate. — dice Dina en mi oído y yo trago grueso.—Lo dices porque a ti te encanta tener cerca a esa pequeña sabandija. — refunfuño dándole una mirada rápida a Lucas que sonríe contento con todo lo que está sucediendo.—¿Qué te parece, hijo?—me pregunta papá sonriente. —Se me ocurrió comprarles esta casa a tu hermano y Jaspe, con parte del dinero que tenemos de la empresa.—me explica y yo gimoteo como si me hubiese atropellado un carro.
Salgo de la casa con la mente positiva, pensando en lo distinto que es todo aquí.— ¡Daniel!—me llama la voz de mi hermano.Me giro sobre mis talones, consciente de que el idiota ahora vivirá al lado de mi casa.— ¿Qué?—respondo de mal humor.— ¿Y Dina? ¡Queríamos invitarlos a cenar en casa!—exclama, pero mira hacia los lados, buscando a Dina.—Tuvo que regresar al trabajo. — respondo secamente.— ¿Por qué?—pregunta con curiosidad, acercándose más a mí.—Pues, porque la llamó su jefe. —digo.— ¿Pero no era su amigo? ¡Debió darle el día para que pudiera recibirte!—indica Pablo y yo me encojo de hombros, viendo aparecer a Jaspe a mi lado.— ¿Y tú de dónde saliste?—pregunto, desviando la conversación.—Daniel, ¿dónde está Dina?—pregunta ella igual de extrañada que mi hermano.—Tuvo que regresar al trabajo, Jaspe. —le digo, intentando esconder mi mal humor.— ¿Al trabajo?—repite ella y le da una mirada extraña a Pablo.Mi hermano asiente, observándola con seriedad.—Nos da mala espina, Da
— ¡¿Está bien?!—pregunta una voz que se me hace conocida.La luz me ciega durante un par de minutos y yo siento cómo algo se interpone entre la luz y yo, haciéndome sombra.—Señor, debe decirme cómo se siente… Llamaré a emergencias una vez que me diga…—repite la voz, sonando preocupada.—Estoy bien, sólo siento mucho dolor en la cabeza. —murmuro y escucho que alguien suspira.— ¿Cómo no va a sentir dolor con semejante golpe?—pregunta otra voz.— ¡Abran paso, que traigo el botiquín!—grita una voz que suena más adulta.Me siento un poco desmayado, así que a pesar del dolor que me causan los movimientos, soporto porque no tengo fuerzas para luchar con nada ni nadie.Escucho palabras de aquí a allá mientras recibo la atención de las que parecen ser las manos de un hombre rudo, por la forma brusca en la que manipula y me aplica las cosas.Me dan algo de beber que es dulce y yo gustoso lo ingiero todo.—Creo que con esto vas a reponerte un poco. —dice y abro los ojos suavemente, acostumbrán
Mis dedos duelen por el constante y repetitivo uso de las agujas.He pasado la tarde entera adelantando un trabajo que según Carlos está “atrasado”.No dejo de pensar en que las cosas no eran así cuando llegué.Carlos siempre me hizo sentir cómoda.Yo me empeñaba en cumplir con un horario y con mis trabajos mucho antes de la fecha estipulada y él siempre me decía que estuviera más relajada, que no había apuro.¿Por qué ahora sale con esto?¿Por qué se comporta de esa manera?¿Está errado él o la que no acepta la corrección soy yo?¿Estoy pasando por lo que pasan todos cuando no sucede lo que esperaban?— ¡Jodido hilo!—gruño molesta al intentar cocer de nuevo.Ya casi se hace la hora de salida. No puedo esperar a largarme de aquí.— ¿Dina?—me llama la voz de Carlos desde la puerta.— ¿Sí?—respondo sin mirarlo.—Es hora de retirarnos… Cierra el taller y te espero abajo para llevarte a tu casa. —dice y yo no le respondo.Escucho cómo cierra la puerta y suspiro para luego ponerme de pie.
Van diez minutos, calculo mirando el reloj.Dina tiene diez minutos en el baño y sigo tan empalmado como cuando entró.La puerta del baño se abre y yo sonrío abiertamente al ver a mi esposa salir con la bata de baño.— ¿Estás listo?—pregunta ella y la veo subir una pierna dramáticamente, apoyando su pie sobre el colchón.Su movimiento me permite ver un poco del encaje rojo que envuelve mi regalito y yo sonrío, asintiendo efusivamente; pues temo que si hablo, note la ronquera causada por la excitación que siento en este momento.Dina sube a la cama de un salto y el movimiento envía una pequeña punzada a mi herida, pero la ignoro.—Quiero hacerte un… Pequeño regalo, amor. —dice mi esposa y sin quitarse la bata pone sus manos en mis caderas y me ayuda a salir del jogger de algodón.—Tú también tienes que quitarte la ropa. —indico sintiéndome terriblemente impaciente.—Ya te dije que yo mando, Daniel. —dice ella mandona y yo gimoteo.—Amor. —pido casi rogando y ella suspira poniendo los o
— ¡Son las nueve, Daniel!—grito desesperada. — ¿Por qué no me llamaste? ¡No puedes hacerme llegar tarde al trabajo a propósito!—le pregunto entrando al baño y él no responde. — ¡Daniel!—exclamo esperando una respuesta.Él se mantiene en silencio.Cierro la puerta con seguro al entrar porque lo conozco.De seguro que viene a tentarme para otra ronda de sexo en el baño… ¡No pienso llegar más tarde de lo que ya voy al trabajo!Estoy segura de que se molestó porque no acepté quedarme en la cama, pero no me importa.¡Él sabe lo delicada que está mi situación con Carlos y el trabajo!¿Lo hizo a propósito?Salgo aseada y lista del baño, pensando en todas las cosas que debo hablar con Daniel.Y me quedo pasmada allí, porque lo primero que veo es a mi esposo, deliciosamente desnudo como vino al mundo, y cruzado de brazos en la cama.Su amigo está ahí, al aire libre y a él parece no importarle.Está mirándome ceñudo.—Daniel. —le digo con seriedad.Él se encoge de hombros, demostrando que está