— ¡Vendida!, ha sido un placer…— dice el agente de bienes raíces y yo suelto un quejido fuertemente, al tiempo que mis esposa me abraza por la espalda.Nos acercamos a la casa de al lado, olvidando nuestro momento romántico.Ya comienzo a sentir en mis huesos lo que se viene.Las imágenes de Lucas y su vocecita molesta diciéndome “suegro” para aquí y “suegro” para allá. Y ni hablar de mi hermano molestándome a cada rato y Jaspe amenazando mi vida y salud cada vez que intente alejar a Daniela de Lucas.Merde.¿Qué hice mal para merecer esto?—Amor, contrólate. — dice Dina en mi oído y yo trago grueso.—Lo dices porque a ti te encanta tener cerca a esa pequeña sabandija. — refunfuño dándole una mirada rápida a Lucas que sonríe contento con todo lo que está sucediendo.—¿Qué te parece, hijo?—me pregunta papá sonriente. —Se me ocurrió comprarles esta casa a tu hermano y Jaspe, con parte del dinero que tenemos de la empresa.—me explica y yo gimoteo como si me hubiese atropellado un carro.
Salgo de la casa con la mente positiva, pensando en lo distinto que es todo aquí.— ¡Daniel!—me llama la voz de mi hermano.Me giro sobre mis talones, consciente de que el idiota ahora vivirá al lado de mi casa.— ¿Qué?—respondo de mal humor.— ¿Y Dina? ¡Queríamos invitarlos a cenar en casa!—exclama, pero mira hacia los lados, buscando a Dina.—Tuvo que regresar al trabajo. — respondo secamente.— ¿Por qué?—pregunta con curiosidad, acercándose más a mí.—Pues, porque la llamó su jefe. —digo.— ¿Pero no era su amigo? ¡Debió darle el día para que pudiera recibirte!—indica Pablo y yo me encojo de hombros, viendo aparecer a Jaspe a mi lado.— ¿Y tú de dónde saliste?—pregunto, desviando la conversación.—Daniel, ¿dónde está Dina?—pregunta ella igual de extrañada que mi hermano.—Tuvo que regresar al trabajo, Jaspe. —le digo, intentando esconder mi mal humor.— ¿Al trabajo?—repite ella y le da una mirada extraña a Pablo.Mi hermano asiente, observándola con seriedad.—Nos da mala espina, Da
— ¡¿Está bien?!—pregunta una voz que se me hace conocida.La luz me ciega durante un par de minutos y yo siento cómo algo se interpone entre la luz y yo, haciéndome sombra.—Señor, debe decirme cómo se siente… Llamaré a emergencias una vez que me diga…—repite la voz, sonando preocupada.—Estoy bien, sólo siento mucho dolor en la cabeza. —murmuro y escucho que alguien suspira.— ¿Cómo no va a sentir dolor con semejante golpe?—pregunta otra voz.— ¡Abran paso, que traigo el botiquín!—grita una voz que suena más adulta.Me siento un poco desmayado, así que a pesar del dolor que me causan los movimientos, soporto porque no tengo fuerzas para luchar con nada ni nadie.Escucho palabras de aquí a allá mientras recibo la atención de las que parecen ser las manos de un hombre rudo, por la forma brusca en la que manipula y me aplica las cosas.Me dan algo de beber que es dulce y yo gustoso lo ingiero todo.—Creo que con esto vas a reponerte un poco. —dice y abro los ojos suavemente, acostumbrán
Mis dedos duelen por el constante y repetitivo uso de las agujas.He pasado la tarde entera adelantando un trabajo que según Carlos está “atrasado”.No dejo de pensar en que las cosas no eran así cuando llegué.Carlos siempre me hizo sentir cómoda.Yo me empeñaba en cumplir con un horario y con mis trabajos mucho antes de la fecha estipulada y él siempre me decía que estuviera más relajada, que no había apuro.¿Por qué ahora sale con esto?¿Por qué se comporta de esa manera?¿Está errado él o la que no acepta la corrección soy yo?¿Estoy pasando por lo que pasan todos cuando no sucede lo que esperaban?— ¡Jodido hilo!—gruño molesta al intentar cocer de nuevo.Ya casi se hace la hora de salida. No puedo esperar a largarme de aquí.— ¿Dina?—me llama la voz de Carlos desde la puerta.— ¿Sí?—respondo sin mirarlo.—Es hora de retirarnos… Cierra el taller y te espero abajo para llevarte a tu casa. —dice y yo no le respondo.Escucho cómo cierra la puerta y suspiro para luego ponerme de pie.
Van diez minutos, calculo mirando el reloj.Dina tiene diez minutos en el baño y sigo tan empalmado como cuando entró.La puerta del baño se abre y yo sonrío abiertamente al ver a mi esposa salir con la bata de baño.— ¿Estás listo?—pregunta ella y la veo subir una pierna dramáticamente, apoyando su pie sobre el colchón.Su movimiento me permite ver un poco del encaje rojo que envuelve mi regalito y yo sonrío, asintiendo efusivamente; pues temo que si hablo, note la ronquera causada por la excitación que siento en este momento.Dina sube a la cama de un salto y el movimiento envía una pequeña punzada a mi herida, pero la ignoro.—Quiero hacerte un… Pequeño regalo, amor. —dice mi esposa y sin quitarse la bata pone sus manos en mis caderas y me ayuda a salir del jogger de algodón.—Tú también tienes que quitarte la ropa. —indico sintiéndome terriblemente impaciente.—Ya te dije que yo mando, Daniel. —dice ella mandona y yo gimoteo.—Amor. —pido casi rogando y ella suspira poniendo los o
— ¡Son las nueve, Daniel!—grito desesperada. — ¿Por qué no me llamaste? ¡No puedes hacerme llegar tarde al trabajo a propósito!—le pregunto entrando al baño y él no responde. — ¡Daniel!—exclamo esperando una respuesta.Él se mantiene en silencio.Cierro la puerta con seguro al entrar porque lo conozco.De seguro que viene a tentarme para otra ronda de sexo en el baño… ¡No pienso llegar más tarde de lo que ya voy al trabajo!Estoy segura de que se molestó porque no acepté quedarme en la cama, pero no me importa.¡Él sabe lo delicada que está mi situación con Carlos y el trabajo!¿Lo hizo a propósito?Salgo aseada y lista del baño, pensando en todas las cosas que debo hablar con Daniel.Y me quedo pasmada allí, porque lo primero que veo es a mi esposo, deliciosamente desnudo como vino al mundo, y cruzado de brazos en la cama.Su amigo está ahí, al aire libre y a él parece no importarle.Está mirándome ceñudo.—Daniel. —le digo con seriedad.Él se encoge de hombros, demostrando que está
Jodida mierda.¿Qué acabo de ver?¿Lucas acaba de… regañar a mi hija?Y más importante aún, ¿mi hija no lloró, sino que simplemente le obedeció en mi propia cara?—Joder con el enano y su carácter. —susurro, más para mí que para alguien más, sintiendo que extrañamente puedo estar tranquilo.Con ése carácter, éste niño tendrá a mi hija controlada en caso de que yo no esté.Porque como que me llamo Daniel Carnelutti que mi hija es fuego puro.Su actitud de niña buena es sólo una faceta suya, los Carnelutti somos fuego que no se extingue.—Iré a la entrevista, papá. —informo, a mi padre al tiempo que Lucas regresa a darle toda su atención a Daniela.—Está bien, ¿Tienes todo listo? Es una naviera de San Francisco que tiene una oficina departamentaria acá. —explica y yo asiento al tiempo que él verifica que mi corbata esté en orden.Me da un abrazo rápido.—Me hacen muy orgulloso, ambos. Tu hermano y tú, a pesar de que he cometido muchos errores, me siguen amando y demostrando que no impor
Veo pasar un taxi vacío y le saco la mano.Pasa de largo.Es de noche, ya tengo hambre, estoy cansado y encima ningún taxi se detiene.Veo otro taxi, el hombre también me está mirando, así que le saco la mano, llamándolo.El taxista me mira y parece que va a detenerse, pero lo veo mirar a algo detrás de mí y en lugar de detener el auto, acelera.Miro hacia atrás y me doy cuenta de que fue un gran error.— ¿Perdido?—pregunta uno de los hombres.Dios mío… ¿La inseguridad jamás se acaba?Continúo caminando y sus pasos siguen escuchándose detrás de mí.Mis nervios aumentan a niveles asombrosos.— ¡Ríndete de una vez, amigo!— grita uno de ellos, detrás de mí y siento cómo me ponen una mano en el hombro, sobre el saco.—Detente y no te golpearemos. —ofrece el otro y automáticamente, detengo mis pasos.Al detenerme, siento cómo me toman de los brazos y comienzan hurgar en mi traje, revisando los bolsillos.Uno de ellos me arranca el maletín de la mano y yo me enojo.—Yo te lo podía entregar