Tan cerca de ella, de manera que podía inhalar su fresco aliento, sintió como si los años no hubiesen transcurrido. Las imágenes de aquel beso inocente que, se tornó en uno pasional y que le erizó todos los vellos del cuerpo, regresaron a él para recordarle que era un hombre con pasiones carnales y deseos inhibidos.Porque sí, había reprimido esa parte de él o, más bien, las circunstancias se encargaron de que se olvidara de sí mismo para poder sobrevivir junto a su hija, en un mundo que se tornó en su contra desde aquel día en el que falló el salto que lo llevaría al éxito.Ella, por su parte, temblaba por la anticipación de sentir los labios sensuales de él sobre los suyos, como aquella última vez, donde aprendió a besar.A un roce de tirar los miedos y complejos a la borda, ellos abrieron sus bocas para unirlas; sin embargo, los pasos rápidos de la niña los hizo separarse con gran espanto.—¿Qué hacen? —preguntó ella con recelo mientras los observaba con cara seria.—N-Nada —tartam
PasadoDespués de la derrota, Franco regresó al país con el peso de aquel fallo sobre sus hombros. No solo fue el hecho de que defraudó a todos, en especial a su padre, también que sufrió una lesión del ligamento que requería cirugía, si quería seguir practicando el atletismo.Estuvo en reposo un par de meses, donde recibía la presión de Erika para que este la mudara en su casa.—No sé qué voy a hacer. Los patrocinadores declinaron las ofertas y yo me gasté todos los ahorros que teníamos en el viaje. Mi sueldo no me es suficiente para cubrir esa cirugía, Franco —se lamentó su padre.—No tienes que costear la cirugía, papá. Me buscaré un empleo y te pagaré lo que invertiste en mí —respondió él.—¡¿De qué mierdas estás hablando, Franco?! —interpeló alterado—. No he hecho tanto sacrificio para que al primer obstáculo te rindas. Buscaré la manera de pagar esa operación y tú volverás a entrenar.—Papá, no tienes dinero para volver a invertirlo en mí. Además, no quiero ser atleta. Voy a tra
Dos días después...Daniela salió de la escuela y, a poca distancia de la salida, visualizó a Ashley con su nueva niñera. Se trataba de una joven de unos veintitantos; delgada, con cabello lacio y gestos coquetos.Ashley y su niñera se devolvieron en dirección a Daniela, al escuchar sus llamados.—¿Sí, profe? —preguntó la pequeña antes de que la joven lo hiciera.—Es que me gustaría llevarlas a casa —dijo un poco nerviosa—. Tengo un regalo para Franco y me gustaría dárselo en persona.La joven frente a ella agrandó los ojos por la sorpresa, puesto que no se esperaba que la maestra de Ashley tuviera esos detalles con el papá de una alumna.Luego recordó lo atractivo que era él y la conmoción que provocaba entre las mujeres del barrio; quienes se la pasaban hablando de Franco, suspirando a distancia y buscando la manera de acercársele.Pero en torno a él había muchos rumores, debido a que no era común que un hombre tan apuesto estuviera solo y viviendo en esas condiciones paupérrimas. B
Franco, después de que contempló el refrigerador por varios minutos, donde sus lágrimas salían sin ser reprimidas; cerró la puerta de este y se secó el rostro con las manos, antes de encarar a su amiga y agradecerle por el detalle.Meses atrás, aquello hubiera sido vergonzoso para él y su orgullo de hombre; pero en ese momento, le pareció un milagro del cielo y Daniela un ángel, que llegó a su vida para bendecirlo.—Gracias... —repitió por tercera vez y se le lanzó encima, con un abrazo lleno de sentimientos.Las lágrimas de él mojaron la fina tela de la blusa de seda, que ella se puso en la habitación de la niña, porque no quería recibir a Franco con la camisa de la escuela.Ella también ayudó a Ashley con su baño y hacer la tarea, todo bajo la atenta observación de la niñera, quien no se le despegó ni un momento debido a que aquello era parte de su trabajo.—No tienes que agradecerme nada, para eso son los amigos. —Daniela le pasó las manos por el cabello y por la espalda, como mane
Franco no daba crédito a lo que estaba sucediendo; sin embargo, no perdería la oportunidad de saborear los bellos labios de su amiga, aunque aquello no fuera real.La textura suave y humectada con el sabor a chocolate del labial, lo hizo flotar en el aire por el deleite. Había pasado tanto tiempo desde que se besó con alguien, que ya no recordaba lo bien que se sentía.Aunque, a decir verdad, ninguna de las bocas que saboreó en el pasado podría compararse con los labios gruesos, dulces y habilidosos de Daniela. No solo por la delicia de aquel beso pausado, pero intenso al mismo tiempo, también por todas las emociones que este le despertaba.El sonido de labios en movimiento, le puso la piel de gallina y un escalofrío aterrador, pero placentero a la vez, le recorrió el cuerpo, mientras que su corazón saltaba con frenesí dentro de su pecho.—Ahora lo recuerdo... —susurró ella sobre los labios de él—. Mi primer beso. Fue tan delicioso, pero único, que me he sentido frustrada al no encont
Daniela se quedó helada en su lugar al escucharlo, en un trance, donde los latidos rápidos e intensos de su corazón estallaron en su oído de manera tortuosa.Sus ojos avellanedos se encontraban enfocados en el rostro nervioso y sonrojado de él, pero ella no se sentía capaz de contestarle porque el cuerpo no le respondía.Le fue inevitable viajar al pasado y sentir la frustración de la Daniela adolescente, quien nunca escuchó esa pregunta con la que tanto soñó, pero que, en ese momento, casi siete años adelante, se volvía una realidad.—Dime algo, por favor —imploró Franco con voz trémula y los nervios de punta. Por un leve momento, se arrepintió de haberle pedido aquello y la vergüenza se tornó insoportable.Por su parte, Daniela se aclaró la garganta y tragó saliva, puesto que la resequedad le era impedimento para articular las palabras que él necesitaba escuchar.—¿No estoy soñando, Franco? ¿De verdad me estás pidiendo que sea tu novia? —Las lágrimas le nublaron la vista.—Sí, si qu
PasadoFranco llegó muy tarde en la noche, exhausto, con dolor de cabeza y muy estresado. Trabajar y estudiar al mismo tiempo era una tarea difícil, pero no tenía otra opción.A sus veinte años, llevaba una vida demasiado cargada y con responsabilidades fuertes; además de sufrida y con muchos problemas. Ya no había más salidas con sus amigos, ni siquiera de esos tenía; tampoco momentos de ocio ni ningún tipo de diversión. En realidad, la única que podía sacarle una sonrisa era su bebé, puesto que la tristeza era su pan de cada día.De un momento a otro, tuvo que dejar de ser el chiquillo soñador e inmaduro, para convertirse en un adulto con mucho peso sobre sus hombros.—¿Hay algo de comer? —preguntó a su esposa, quien estaba viendo la televisión.—Si no comiste nada en donde estabas te tocará cocinar, porque yo no soy tu sirvienta —espetó Erika con indiferencia.—Por lo menos espero que hayas comprado comida. Ayer no había nada en la despensa —dijo él mientras se dirigía a la cocina,
La situación de Franco empezó a mejorar debido al empleo que consiguió en la escuela. Ya tenía un mes allí, por lo tanto, pudo cobrar su primer sueldo.Hacía mucho tiempo que este no veía esa cantidad de dinero en sus manos que, aunque para la mayoría de personas era una miseria, para él representaba el poder suplir las necesidades básicas de su hija.—Hola... —Franco jaló a Daniela por la cintura y la acercó a él, entonces se adueñó de sus labios.—Ummm... —susurró ella sobre la boca de su novio—. ¡Qué buen recibimiento! —le agarró el rostro y empezó a saborear esos labios que tanto le gustaban.—Exquisito... —musitó Franco extasiado.Después de unos minutos de disfrute, Daniela miró a todos los lados y arrugó el rostro.—¿Dónde está Ashley? —preguntó.—La vecina se la llevó para la fiesta de un cumpleaños que queda a dos casas de aquí. Cada cierto tiempo me paso por allí para echarle un ojo —respondió mientras le llenaba el rostro de besos.—Entonces estamos solos... —musitó sonroja