Franco arrastraba dos carritos de los grandes, uno con cada mano, ambos repletos de productos empacados en bolsas plásticas. Llegó al estacionamiento que se encontraba en el sótano, seguido por una mujer de unos cuarenta y tantos años, quien no le quitaba los ojos de encima.Ella presionó el beeper del carro para poder abrir el baúl, entonces Franco se apresuró a meter las bolsas allí. Cuando terminó, él unió los dos carros para transportarlos con más facilidad.La clienta se le acercó con una sonrisa coqueta mientras lo miraba de arriba abajo con lujuria.—Oye, chico, ¿cómo te llamas?—Franco —respondió con una sonrisa amigable.—Mi nombre es Lourdes, pero puedes llamarme Lo. —Sonrió coqueta—. Toma, para que te compres un refresco. Y, gracias, eh. —Entró en el vehículo y se marchó. Franco se quedó estático en su lugar, mirando el billete ensimismado.Ella le había dado mucho dinero, más del que él se podía ganar en un día. Con una sonrisa maravillada, Franco se dirigió a una de las c
Daniela trabajaba con cada niño en el salón por turnos, para poder dedicarles tiempo exclusivo a todos. Aquello era una tarea difícil, debido a que en el aula había casi cuarenta alumnos.Era la primera vez que ella impartía docencia en una institución pública, por lo que apenas se estaba adaptando a las irregularidades de la escuela, las carencias de materiales y el tener que enseñar a tantos niños al mismo tiempo.—Si tengo cinco bolitas y tú me quitas dos, ¿cuántas me quedan? —le preguntó a Ashley mientras ponía cinco pelotas pequeñas, en la mesa donde estaba sentada la niña.—Tresss... —arrastró la palabra. Daniela se quedó viéndola con el ceño fruncido, debido a que la piel le lucía rojiza y sus ojitos estaban adormilados.—¿Te sientes bien, pollita? —inquirió preocupada.—Tengo sueño. —Bostezó. Daniela le puso la mano en la frente y notó que su piel estaba caliente. Deprisa, se dirigió a su escritorio y buscó un termómetro para medirle la temperatura.Después de unos minutos, el
Daniela se encargó de hacer todos los trámites en la caja, mientras que Franco acompañaba a su niña en la sala de emergencia y estaba pendiente de todo lo que le hacían.Se sorprendió de la manera tan profesional en que los trataban y de lo amable que fueron con ellos, a diferencia del primer hospital al que se dirigieron.—Parece que esa princesa se durmió —comentó Daniela, quien se acercó a él y le acarició el hombro.—Sí. Así dormida parece un angelito. —Franco río divertido.—Pero ¡si eso es! —exclamó Daniela con una sonrisa que le provocó fuertes latidos a él—. ¿Qué te han dicho?—Al parecer tiene una infección en la garganta, por eso le estaba dando toda esa fiebre. El doctor me dijo que mientras tenga la infección le dará calentura, es por esto que le pusieron antibióticos y me dieron una receta para seguir tratándola en casa.Franco suspiró.—Déjame verla —pidió ella mientras le extendía la mano. Él se la pasó y enfocó su atención en la niña, que al parecer se estaba despertan
Tan cerca de ella, de manera que podía inhalar su fresco aliento, sintió como si los años no hubiesen transcurrido. Las imágenes de aquel beso inocente que, se tornó en uno pasional y que le erizó todos los vellos del cuerpo, regresaron a él para recordarle que era un hombre con pasiones carnales y deseos inhibidos.Porque sí, había reprimido esa parte de él o, más bien, las circunstancias se encargaron de que se olvidara de sí mismo para poder sobrevivir junto a su hija, en un mundo que se tornó en su contra desde aquel día en el que falló el salto que lo llevaría al éxito.Ella, por su parte, temblaba por la anticipación de sentir los labios sensuales de él sobre los suyos, como aquella última vez, donde aprendió a besar.A un roce de tirar los miedos y complejos a la borda, ellos abrieron sus bocas para unirlas; sin embargo, los pasos rápidos de la niña los hizo separarse con gran espanto.—¿Qué hacen? —preguntó ella con recelo mientras los observaba con cara seria.—N-Nada —tartam
PasadoDespués de la derrota, Franco regresó al país con el peso de aquel fallo sobre sus hombros. No solo fue el hecho de que defraudó a todos, en especial a su padre, también que sufrió una lesión del ligamento que requería cirugía, si quería seguir practicando el atletismo.Estuvo en reposo un par de meses, donde recibía la presión de Erika para que este la mudara en su casa.—No sé qué voy a hacer. Los patrocinadores declinaron las ofertas y yo me gasté todos los ahorros que teníamos en el viaje. Mi sueldo no me es suficiente para cubrir esa cirugía, Franco —se lamentó su padre.—No tienes que costear la cirugía, papá. Me buscaré un empleo y te pagaré lo que invertiste en mí —respondió él.—¡¿De qué mierdas estás hablando, Franco?! —interpeló alterado—. No he hecho tanto sacrificio para que al primer obstáculo te rindas. Buscaré la manera de pagar esa operación y tú volverás a entrenar.—Papá, no tienes dinero para volver a invertirlo en mí. Además, no quiero ser atleta. Voy a tra
Dos días después...Daniela salió de la escuela y, a poca distancia de la salida, visualizó a Ashley con su nueva niñera. Se trataba de una joven de unos veintitantos; delgada, con cabello lacio y gestos coquetos.Ashley y su niñera se devolvieron en dirección a Daniela, al escuchar sus llamados.—¿Sí, profe? —preguntó la pequeña antes de que la joven lo hiciera.—Es que me gustaría llevarlas a casa —dijo un poco nerviosa—. Tengo un regalo para Franco y me gustaría dárselo en persona.La joven frente a ella agrandó los ojos por la sorpresa, puesto que no se esperaba que la maestra de Ashley tuviera esos detalles con el papá de una alumna.Luego recordó lo atractivo que era él y la conmoción que provocaba entre las mujeres del barrio; quienes se la pasaban hablando de Franco, suspirando a distancia y buscando la manera de acercársele.Pero en torno a él había muchos rumores, debido a que no era común que un hombre tan apuesto estuviera solo y viviendo en esas condiciones paupérrimas. B
Franco, después de que contempló el refrigerador por varios minutos, donde sus lágrimas salían sin ser reprimidas; cerró la puerta de este y se secó el rostro con las manos, antes de encarar a su amiga y agradecerle por el detalle.Meses atrás, aquello hubiera sido vergonzoso para él y su orgullo de hombre; pero en ese momento, le pareció un milagro del cielo y Daniela un ángel, que llegó a su vida para bendecirlo.—Gracias... —repitió por tercera vez y se le lanzó encima, con un abrazo lleno de sentimientos.Las lágrimas de él mojaron la fina tela de la blusa de seda, que ella se puso en la habitación de la niña, porque no quería recibir a Franco con la camisa de la escuela.Ella también ayudó a Ashley con su baño y hacer la tarea, todo bajo la atenta observación de la niñera, quien no se le despegó ni un momento debido a que aquello era parte de su trabajo.—No tienes que agradecerme nada, para eso son los amigos. —Daniela le pasó las manos por el cabello y por la espalda, como mane
Franco no daba crédito a lo que estaba sucediendo; sin embargo, no perdería la oportunidad de saborear los bellos labios de su amiga, aunque aquello no fuera real.La textura suave y humectada con el sabor a chocolate del labial, lo hizo flotar en el aire por el deleite. Había pasado tanto tiempo desde que se besó con alguien, que ya no recordaba lo bien que se sentía.Aunque, a decir verdad, ninguna de las bocas que saboreó en el pasado podría compararse con los labios gruesos, dulces y habilidosos de Daniela. No solo por la delicia de aquel beso pausado, pero intenso al mismo tiempo, también por todas las emociones que este le despertaba.El sonido de labios en movimiento, le puso la piel de gallina y un escalofrío aterrador, pero placentero a la vez, le recorrió el cuerpo, mientras que su corazón saltaba con frenesí dentro de su pecho.—Ahora lo recuerdo... —susurró ella sobre los labios de él—. Mi primer beso. Fue tan delicioso, pero único, que me he sentido frustrada al no encont