Gabriel no se conformó con el “descansa que todo está bien” de Aisha y exigió que le dijese lo que había ocurrido. Se quedó de piedra al ver las fotografías. ―Ahora entiendo cómo se siente una mujer abusada, me siento violado, ver esas fotos me ha dejado con un sabor amargo en la boca ―dijo Gabriel ―ella nunca me atrajo en lo más mínimo, nunca le presté atención a lo que pensé que era un tonto enamoramiento. Pasa que se enamoran de ti por la imagen que proyectas de poder y riqueza. ―Lo sé, amor. Gabriel, cerró las fotos, abrió la pantalla de inicio para hacer una llamada y marcó un número que conocía de memoria, el de su jefe de seguridad. ―Quiero que averigües como entró Venus a mi casa y como logró drogarme. Aisha lo miró mientras él escuchaba lo que le decía su jefe de seguridad. La cara de su esposo era de asombro. ―Ella tuvo una copia de la llave hace tiempo porque hizo una remodelación en el apartamento, pero me la devolvió hace meses, quizás un año. Gabriel calló durante
Isabella llegó al aeropuerto de Londres en el primer vuelo de la mañana y de inmediato tomó un taxi hasta el hospital. Al llegar ya su padre había llegado y Gabriel estaba refunfuñando porque no lo dejarían marchar hasta el final de la tarde cuando se cumplieran las veinticuatro horas del incidente. ―Vamos, doctor, cuando llegue a casa mis bebés estarán dormidos y serán dos días sin verlos. ―Está bien, le dejaré ir, pero deberá tener reposo el resto del día y si siente migraña, problemas de visión, puntos negros o sombras en su visión periférica o taquicardia regrese de inmediato. ―Me acostaré al llegar a casa se lo prometo. ―Le aseguro que no lo dejaré levantar de la cama ―aseguro Aisha. Isabella carraspeó ante las palabras y los demás sonrieron, incluyendo al médico. ―Iré a llenar sus informes para el alta ―dijo el médico saliendo de la habitación. ―¡Isa! ¿Qué haces aquí? ―preguntó Gabriel. ―Hola, hija ―dijo Ángelo. ―Hola, papá ―respondió Isabella ―He venido porque estás hos
Muchas cosas habían pasado en el transcurso de esos dos años. Isabella había tenido un hijo al que llamaron Claudio que tenía dieciocho meses. Un año atrás el consorcio Khan e industrias Lombardi habían lanzado el móvil Halo 360. Un teléfono inteligente de alta gama, con el cual cuando si se hacía una video llamada a otro móvil con tecnología compatible, podías ver a la persona con la que hablabas en un holograma de tamaño real, y no solo eso, también podías ver todo lo que había alrededor de esa persona con visión periférica de 360 grados. Era tan asombroso que las personas sentían que se teletransportabas al otro lado de la pantalla. El éxito fue rotundo y lanzó a ambas industrias a la cabeza del mercado mundial. Y Aisha se hizo tan famosa como Steven Jobs. A todos lados la seguían toda clases de personas, desde paparazis, pasando por inversionistas hasta gente común que le hacía peticiones, algunas tan absurdas que eran claramente una e****a. Todos querían un poco del éxito de Ais
Aisha miró a la mujer y entendió porque le parecía conocida, hace unos meses Isabella le había mostrado una foto de su madre. La había encontrado hacía muchos años y la guardaba como un tesoro, además de que Gabriel se parecía mucho a su mamá a diferencia de Isa que se parecía a Ángelo. ―Hazla pasar al estudio y que espere allí en compañía de uno de los hombres, voy a buscar a mi suegro ―ordenó a Aisha. ―Sí, señora. Aisha esperaba encontrar a Ángelo solo y no en compañía de Gabriel porque su esposo le guardaba mucho resentimiento a su madre. Ángelo hablaba con el abuelo Khan y Gabriel no estaba a la vista. ―Abuelo, me permites robar a Ángelo, quiero mostrarle algo. ―Váyanse, iré a buscar a tu esposo, seguro está fuera del castillo mirando a tus hijos saltar ―respondió Brahman. ―¿Qué me quería mostrar? ―le preguntó su suegro. ―Hace un momento llegó una mujer preguntando por ti, dice que es tu esposa. Ángelo se puso pálido antes de apresurar su paso. ―¿Dónde está? ―preguntó vol
Aisha miró a Gabriel y se sorprendió al ver que su rabia estaba dirigida a ella, pensó que estaría furioso, sí, pero con su madre, no con ella y menos que se comportaría de un modo tan irracional. Se levantó en toda su estatura para enfrentarlo. ―Invite a mí suegra a entrar en mí casa, ¿Hay algún problema con eso, Thor? ―preguntó con arrogancia. ―Sabes lo que mi madre nos hizo, lo que sufrimos por su culpa y cuanto la desprecio, por lo que no entiendo que, apenas llega de improviso y no me avisas a mí, sino que vas en buscas de mi padre para que ella pueda embaucarlo con alguna historia triste ―replicó con furia. Rosalía lo miró con ojos llorosos y Gabriel miraba a Aisha con rabia ignorando a sus padres. Ángelo dio dos pasos hacía su hijo, Aisha siempre había visto a su suegro como un hombre tranquilo y apacible por lo que el fuego en su mirada la desconcertó un poco ―Soy un hombre adulto, Gabriel, no necesito que nadie me proteja, ni me restrinja las visitas, si crees que, porque
―Ángelo, es preferible que vuelva a Roma, no quiero que Gabriel se altere más... ―No, mamá, no te vayas, quiero que conozcas a mi esposo y a mis hijos, por favor, si no quieres quedarte aquí, ven conmigo a mi casa y mañana temprano nos iremos a Roma, tenemos una casa allá que nos servirá de base mientras te curas ―pidió Isabella. ―No quiero que piensen que he vuelto por interés ―respondió Rosalía ruborizada. ―Yo también quiero que conozcas a mis hijos, Lía, esta no es solo la casa de Gabriel, sino también la mía y te aseguro que eres bienvenida. Ven, únete a la fiesta porque mis trillizos están de cumpleaños ―dijo Aisha. ―No te vayas, Lía, si no quieres quedarte conmigo ve con Isabella, yo no quiero que vuelvas a desaparecer. ―No volveré a desaparecer, Ángelo, si hay alguna manera de que nuevamente pueda ser parte de la familia, me quedaré y haré todo lo posible por ganarme un lugar Lía salió acompañada de Ángelo e Isabella a conocer a su yerno y nietos, Aisha fue en busca de Ga
Aisha y Gabriel llegaron a Roma en la tarde y se dirigieron a la casa que Ángelo tenía en esa ciudad, cuando vendió su granja de Inglaterra lo hizo con la condición de tener una casa en su país, un lugar donde marcharse si lo deseaba y escogió esa ciudad porque allí tenía familia y amigos. Indira y Brahma se habían marchado a Londres y Paloma y Charles se quedaron unos días en el viñedo para hacer un poco de turismo. Su amiga entendió la situación y le dijo que no se preocupara por ellos, tenían la suficiente confianza como para dejarlos en su casa. ―Estamos a tiempo de llegar a la consulta, Gabriel, llamé a Isa y me dijo que han pasado toda la mañana haciéndole exámenes y él médico la verá en un rato. ―Está bien, iremos a la consulta, los niños se quedaran con Susan, ya seguridad está al pendiente ―respondió Gabriel. Cuando llegaron a la clínica privada, Ángelo, Rosalía e Isa estaban sentados en la sala de espera. Las caras de Ángelo e Isa eran de preocupación, en cambio Rosalía pr
El restaurante estaba tal como Rosalía lo recordaba, Gabriel fue recibido por el jefe de camareros como el cliente habitual que era, les dieron una mesa junto a la ventada desde donde se podía ver parte de la ciudad. Gabriel miró a su madre y pensó en lo fuerte que era, había pasado por mucho, en dos días se enfrentaría a una operación y en los meses siguientes a un tratamiento agresivo contra el cáncer y aun así le sonreía con dulzura. Por primera vez, Gabriel le devolvió una sonrisa sincera y vio los ojos de Rosalía llenarse de lágrimas no derramadas a pesar de que mantenía su sonrisa. ―¿Qué ocurre mamma[1]? ―preguntó Gabriel preocupado. ―Es por esa sonrisa, hijo mío, no la veía desde que eras un niño. Gabriel extendió la mano y apretó la suya. A su lado Aisha tomó su otra mano por debajo de la mesa en una caricia reconfortante, él se giró hacía ella, se inclinó y le dio un suave beso en los labios. ―Gracias, mi valquiria, por pararme los pies, hacerme escuchar y no dejar que se