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El desconocido que quiero conocer

Capítulo 2

El día en la escuela fue extraño, ese chico no salía de mi cabeza, y me incomodaba porque no tenía idea si él sabía que yo me encontraba pensándolo. Hice lo imposible, pero fue en vano, quizás tenía un tipo de poder especial para meterse en mi cabeza, cosa que me generó curiosidad dándome la idea de que yo iba a averiguar si eso era cierto.

Me concentré como papá, me enseñó, no quería estar vulnerable ante aquel desconocido, yo no tuve la posibilidad de descubrir siquiera su nombre y eso me ponía en desventaja, a esas alturas suponía que hasta debía saber quién era yo y no me daba tranquilidad porque se trataba de un extraño, él no era de la manada quizás era un nómada los cuales eran profundamente enemigos de nosotros.

Esa historia ya la sabía, mis padres se habían encargado de contarme que hace muchos años, antes de que yo naciera existió un lobo malvado que tenía aterrorizado al pueblo, asesinaba sin piedad a todo el lobo que iba en contra de sus ideales, hasta que lograron derrotarlo, sin embargo, dejó una semilla llamado Jonathan, el cobarde escapó cuando se desató la guerra y desde entonces no se ha sabido nada de su existencia, nadie sabe si sigue con vida, sin embargo, algunos lobos que también escaparon se volvieron nómadas y de vez en cuando aparecen para intentar atacar nuestra manada.

Papá ha dicho que pueden ser mandados por Jonathan, pero no tiene la certeza debido a que nunca hallaron rastro alguno de ese sujeto.

Y ese era mi mayor miedo, sabía que los nómadas no eran de fiar, todos mantenían un odio intenso por nuestra manda y es que fueron amaestrados por Diamond Block, quien tenía un corazón oscuro lleno de perversidad consumido por ese deseo insaciable de ser el Alpha.

La clase terminó y me hallaba tan distraída que no noté, aquel joven que se puso frente a mí sonriendo… Alcé la vista dando un respingo y me percaté que se trataba de Sam, aquel chico que no se apartaba de mí en la escuela y que tampoco podía sacarme de encima porque era parte de la manada, además de ser el hijo de Kitsune nuestro Beta (segundo al mando después de mi padre)

—Hola, Fle, ¿qué tal?—saludó alegremente, y es que ese chico no había un momento que no estuviera sonriendo y me parecía lindo, sin embargo, me generaba curiosidad verlo enojado al menos una vez.

—Hola, Sam, llegaste a tiempo, ¿eh?—indiqué porque siempre que terminaba la clase él pasaba por mí para almorzar juntos, ya se había vuelto una costumbre entre nosotros.

—Sí, la verdad salí antes porque el profesor de lingüística no pudo asistir y la suplente fue un poco más considerada—explicó y asentí prestando atención al tiempo que me ponía de pie y recogía los libros para salir del aula.

Ambos caminamos por el pasillo mientras él hablaba de forma amena sobre los planes para el día de su cumpleaños, estaba emocionado porque sería la primera vez que yo los podría acompañar al grupo de noche, ya que papá y mamá eran extremadamente estrictos conmigo, no tenía la libertad que deseaba. Sin embargo, como yo estaba cerca de los 18 años y Sam le suplicó a papá darme el permiso y hacerse responsable en traerme a casa, solamente así se pudo obtener un día en el que no estuviera en la cárcel que yo llamaba hogar.

A veces me molestaba que fueran tan sobrepeotectores, no era como que yo fuera una chica común quien no podía defenderse, todos estaban al tanto de mi fuerza y habilidades para pelear, ya que fui entrenada desde niña por el hecho de que mi destino iba a ser convertirme en Alpha después de papá.

—Sam, ¿has notado algo diferente esta mañana?—pregunté recordando al chico de cabello blanco. Él encogió los hombros negando con la cabeza.

—Pues no, ¿debería?

—Eh, no, la verdad solo tenía curiosidad—esquivé para no hablar sobre ese tema, me ponía nerviosa que Sam fuera a dar aviso y mis padres me encerraran por temor a un ataque de nómadas.

—Bien, como te decía la fiesta estará genial, solo seremos los miembros jóvenes de la manada y elegí el lago de Telluride porque es genial, podemos darnos un buen chapuzón, ¿qué te parece?—interpeló mientras caminábamos hasta la cafetería, yo la verdad no estaba muy emocionada por eso, no obstante trataba de parecer feliz únicamente porque quería a Sam, él era especial para mí algo así como un hermano, nos habíamos criado juntos y desde que yo tenía memoria lo conocía.

—Es genial, me gusta la idea —correspondí fingiendo lo mejor posible, y aunque él podía leer mis pensamientos si lo deseaba, yo tenía controlado eso, nadie podría entrar sin mi permiso, y lo único que encontrarían sería una pared como barrera en mi mente. A pesar de que los dos llegamos al acuerdo de no leer nuestras mentes, para respetar la privacidad del otro. (Algo así como una promesa de amigos)

—Ya verás que será divertido —dijo dándome un golpecito en el hombro—. Además, es la primera vez que te dejan salir de noche —agregó en una sonrisa pícara.

—Sí, creo que lo voy a aprovechar —contesté tomando una charola mientras pasábamos a recoger nuestro almuerzo, de pronto sentí una corriente en mi columna que me forzó a girar el cuello, y ahí se encontraba. Ese chico tan extraño y misterioso, el cual no salía de mi cabeza, de pronto me encontré embelesada y únicamente pude reaccionar con una sacudida de hombro que me dio Sam.

—Hey, ¿todo bien? —preguntó y reaccioné de inmediato viéndolo al rostro.

—Sí, lo siento, pensé haber visto algo —manifesté yendo a una mesa que se encontrara vacía, me senté por inercia, ya que mi cuerpo estaba tenso y en alerta, había algo que no me cuadraba de ese muchacho, o quizás era tan guapo que yo únicamente me ponía nerviosa de su presencia.

—¿Fle, te encuentras bien? Pareces distraída —señaló Sam un poco preocupado. Yo miré mi charola para no levantar la cabeza y removí la sopa con una cuchara respondiendo lo más tranquila posible.

—Sí, yo solo… —iba a responder y aquella voz suave y delicada retumbó en mis oídos.

—Hola, ¿qué tal chicos? —nos saludó el joven de cabello blanco.

—¿Quién eres tú? —se tensó Sam enseguida, y la verdad era primera vez que lo notaba de esa forma, su cuerpo rígido, con las manos empuñadas, así que tuve que reaccionar al instante.

—Sam, yo… Eh, yo lo conozco, digo, lo conocí esta mañana —aclaré para evitar una pelea que terminaría mal, él me miró con el ceño fruncido y luego al de pelo blanco.

—¿Qué rayos quieres?

—Lo siento, no es mi intención molestar, soy nuevo y no conozco a nadie, pensé que como conozco a Fleur y se portó tan amable esta mañana, podría sentarme con ustedes —nos pidió de forma amable, y en realidad yo no tenía la más mínima idea de como responder.

Por un lado, estaba Sam actuando como si quisiera matarlo, por el otro ese chico cínico y osado viniendo a nuestra mesa sin ser invitado y yo de estúpida paralizada, es que ni siquiera sabía su nombre.

—Amets —dijo estirando la mano para estrechar la de Sam, quien dudó, pero la apretó por cortesía.

Yo sentí que había leído mis pensamientos, porque justamente cuando pensé lo de su nombre, él lo dijo e hice la barrera que papá me enseñó para no estar vulnerable.

—Sam —contestó tajante.

—Es un placer, ¿entonces puedo sentarme? —preguntó y Sam me miró como si eso dependiera de mí, yo abrí los ojos viéndolos a ambos y encogí los hombros totalmente incómodos. Gracias, son amables los dos, me agrada que haya gente con buenos modales en estos tiempos —confesó metiendo el tenedor en su ensalada para llevarla a la boca.

—¿Y de dónde eres Amets? No pareces haberte criado en este pueblo, además de que tienes un acento muy europeo —indicó Sam con los brazos cruzados.

Así que yo aproveché para jugar el mismo juego, si había algo que mi padre me enseñó bien, era a contraatacar con la misma fuerza.

—Vivió en Italia, sus padres eran de ahí —agregué y Amets amplió los ojos, sin embargo, no se inmutó y solo se limitó a esbozar una sonrisa.

—Sí, como menciono Fleur, mis padres son italianos, pero tengo familia en este pueblo, por eso estoy aquí, ambos siempre vengo de visita —explicó dando otro bocado a su comida.

—Debí imaginarlo, además que solo los europeos son tan delicados —bromeó Sam. Pero para mí sorpresa, Amets le siguió la broma como si fueran los más grandes amigos, dándome la impresión de que todo eso no era algo más que un plan raro, no sabía qué rayos quería ese chico, pero iba a averiguarlo.

Al terminar el almuerzo, Sam se levantó para que nos fuéramos, pero Amets intervino de inmediato.

—Eh, Sam, ¿no te molesta si hablo un instante con Fleur? Yo la llevaré a su aula sana y salva —bromeó y el interpelado arrugó las cejas.

—No lo creo, yo siempre la dejo en su aula y… —quiso explicarse y no me quedó de otra que intervenir una vez más para evitar un encuentro desagradable.

—Sam —empecé tocando su brazo con suavidad—estaré bien, no te preocupes, te veo al terminar las clases para qué nos vamos juntos —prometí y expandió una sonrisa de alegría.

—Bien, pero si necesitas algo ya sabes, solo tienes que llamarme —indicó con cierto tono de amenaza para Amets, luego antes de irse le echó un último vistazo con una mirada penetrante y se fue, dejándonos solos.

Cuando estuve segura de que Sam se había marchado y no iba a escuchar nuestra conversación, entonces lo confronte.

—Ahora dime, ¿qué rayos quieres de mí? —exigí sería, él levantó la comisura de su labio derecho formando una sonrisa traviesa.

—¿Siempre eres así de amable? —apuntó y torcí los ojos.

—Eso no es de tu incumbencia, pero será mejor que me digas ya, de otra manera tendrás problemas.

—¿Amenazas?

—Tómalo como quieras.

Volvió a sonreír y se acercó un poco más para acortar nuestra distancia, yo retrocedí por instinto y afinqué un poco más mi mirada penetrante.

—No tengas miedo, yo no te haré daño, solo me generas mucha curiosidad Fleur, jamás había visto a una chica tan osada como tú, desde que llegué a este pueblo, únicamente encontré gente aburrida, pero me pareció interesante esa joven en su casillero totalmente pensativa tratando de no atraer la atención de nadie —confesó

—¿Cómo es que puedes leer mis pensamientos?

—Es un truco que desarrollé, soy especial como tú, pero diría que un nivel más avanzado, de hecho tengo más habilidades que nacieron conmigo, algo como esto —dijo y en un momento todo se oscureció, sin embargo, nadie alrededor parecía estar asustado por esa penumbra que nos rodeaba, al parecer podía meterse en mi cabeza y hacerme ver lo que él deseara.

—¿Cómo hiciste eso? —pregunté fascinada y se volvió a inclinar.

—¿Deseas aprender?—interpeló y asentí sin pensarlo dos veces, su sonrisa se volvió a curvar—Bien, te enseñaré con una condición —sugirió con esa voz suave y delicada que parecía un poema en sus labios.

—¿Cuál sería?

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