Emma caminó de un lado a otro en el reducido espacio de su oficina, tenía una mano sobre su cintura en jarra y mordisqueando la uña de su otra mano, se detuvo para mirar el celular que estaba sobre la superficie del escritorio. Tenía un sentimiento extraño arremolinándose contra su pecho, intentó deducir que era lo que le estaba pasando, ¿Por qué sentía ese temor de que algo cambiara entre Max y ella? ¿Por qué a estas alturas eso estaba inquietándole? Ella aceptó el pasado de Max, ella aceptó estar con él aunque había mucha posibilidad de que el hijo que esperaba su ex prometida, fuese de él. Ella lo aceptó. Además, ella estaba dándose cuenta de que era algo más que solo sexo, ella estaba empezando a involucrarse y era nuevo para poder manejarlo. Dio un respingo en su lugar cuando el celular vibró de manera ruidosa sobre el escritorio, estiró su cuello para mirar quién era, y era Max. Dudó por un momento en contestar, no quería escuchar una mala noticia, nadie merecía tener que pasar p
Emma al escuchar esas palabras cargadas de un sentimiento negativo de la boca de su ex prometido, la hizo enfurecer, lo menos que quería era que él metiera a Max en un asunto que ya estaba según zanjado y retirado de raíz, pero al parecer, aún había algo de parte de Jamie.—No metas a Maximiliano en esto. Esto es entre los dos. Déjalo a un lado. —replicó Emma con una furia que estaba conteniendo en su interior.—Hubiera dado mucho por ver que me defendieras de esa manera. —el gesto de Jamie cambió drásticamente.—Jamie. Sal ahora que tienes tiempo. —Emma le ordenó en un tono de voz que podría para cualquiera no tener una réplica, pero él deseaba con fervor lastimarla para que se sintiera como él se estaba sintiendo en ese momento. La forma en que él miró a Emma, le hizo entender que no tenía que llegar a tanto, pero, no se iría con las manos vacías. —AHORA. —remarcó con firmeza cuando Emma tomó el picaporte de la puerta de la habitación.—NO. —replicó Jamie. —Aunque sea, recordemos vi
Irina despertó de su breve sueño mientras posó su mano en su vientre, miró detenidamente por la habitación para ver si encontraba a Max, debía de estar ahí esperando por ella, pero lo único que encontró fue a Horacio, tenía la cabeza de lado, sus labios entreabiertos, tenía el rostro tan tranquilo cuando dormía, que hizo que ella lo contemplara un momento más. Tenía que seguir con su plan de seguir en la vida de Max, necesitaba darle lo mejor a su hijo, pero sus pensamientos fueron interrumpidos cuando escucho voces discutiendo fuera de la habitación. Entonces la puerta se abrió y apareció el padre de Max, ella alzó sus cejas con sorpresa, realmente era una sorpresa verlo ahí, Horacio se había despertado y se levantó para ser un escudo humano cerca de la cama de Irina e impedir que el señor Müller hiciese algo, pero lo único que hizo fue darle una abofeteada a Horacio, a todos había tomado por sorpresa. —Eso es por la confianza destruida. Por las puertas abiertas de mi casa para que
Lenox Hill Hospital Emma estaba sentada en la orilla de una camilla en el área de urgencias del hospital Lenox Hill, era el más cercano a su departamento. La enfermera terminó de poner un vendaje después de la limpieza para descartar que no había fractura, pero estaría muy inflamada los siguientes días. La cortina fue corrida de un movimiento y apareció Max con un gesto intenso de preocupación. —¿Cómo te encuentras?—Emma estuvo a punto de decirle por cuarta vez que se encontraba bien, con el mismo dolor o un poco más intenso de hace unos minutos. —Señor Müller, ya le he informado que ya ha tomado el medicamento para el dolor. —la enfermera sonrió al ver el gesto de aquel hombre alto, fornido y que olía endemoniadamente exquisito, ya le habían atendido su mano por los golpes que le había propinado a Jamie, otro que estaba siendo revisado por el doctor de turno de urgencias. —Bien, bien, —Max miró a Emma. —Jamie está bien, solo tendrá un par de moretones en todo su rostro y no ha
Durante breves momentos, Emma dormitó camino a su edificio, la pastilla estaba haciendo efecto finalmente. Cuando por cuarta vez, abrió sus ojos, notó que la ruta a su departamento, era distinta, se enderezó lentamente en su asiento y miró por la ventanilla, luego, miró a Max.—Esta ruta no nos llevará a mi departamento. —Max sonrió sin retirar la mirada del tráfico frente a él. —Lo sé, pero he decidido llevarte a mi nuevo departamento. —el auto se detuvo frente al semáforo que acababa de ponerse en rojo. Max giró hacia ella para mirar su reacción. —Oh, —susurró Emma. —¿No tienes que regresar al hospital? —él se tensó por un momento. —Iré por la mañana, esta noche es de nosotros, quiero cuidarte, por mi culpa estás así. —También es mi culpa por haberme metido. —regresó Emma la mirada hacia el frente, —Realmente, deseaba estar contigo esta noche, no importa el lugar. —Emma giró de nuevo su mirada hacia él, Max estaba sorprendido, se aclaró la garganta y cuando tuvo intención de res
Jamie se removió de un lado a otro cuando el dolor comenzó a llegar de nueva cuenta, al abrir sus ojos, la luz de la ventana bañaba su rostro, negó, volvió a negar, se sentó en la orilla de aquel sofá de segunda mano, luego un par de maldiciones entre dientes llegaron, haciendo que una señora no mayor a sesenta años, apareciera entrando a la sala. —¿Y? ¿Valió la pena el estar así?—preguntó en un tono irritado, Jamie torció sus labios y se quejó de nuevo por el dolor. —No le importó que según murieras. —la mujer robusta cerró sus ojos y negó. —Pensé que se compadecería de ti y te daría dinero, ¿Sabes que la renta de este departamento se vence en una semana? Sin un sueldo fijo, sin un lugar propio, nos iremos a la ruina en un chasquido. —¿«Nos iremos?» Ya lo estamos madre. ¿No lo ves?—se quejó al mismo tiempo que señaló el pequeño departamento en mal estado.—Si tan solo hubieses tenido total cuidado en que no te pillara Emma con esa recepcionista en su cama, no estaríamos así. Es t
Max había aprendido a hacer un buen desayuno muchos años atrás cuando había tomado su total independencia. Y eran los panqueques su mejor carta. Cortó a la perfección cada fresa, durazno y melón, lo acomodó de forma elegante alrededor del plato, para terminar con la jarra de jugo de naranja y leche fresca. Había madrugado para poder hacer ese desayuno, se sacudió las manos a los costados sobre su chándal y luego se dirigió desde la terraza hacia la segunda planta que era donde se encontraba Emma. Mientras caminó hacia ella, imaginó que aún seguiría dormida, ya que los medicamentos la habían noqueado desde ayer, el dolor finalmente había cedido para dejarla dormir placidamente, con un poco de quejidos al moverse. Max había puesto total atención en Emma para que no se lastimara más de lo que ya estaba. Al entrar a la habitación, no vio a Emma sobre la cama envuelta en las sábanas de seda, arrugó su ceño y entonces escuchó el agua de la ducha. Se encaminó, y abrió un poco la puerta para
El motor del auto de Max se detuvo en el estacionamiento privado de la mansión de su padre. En el camino había preparado en su mente todas las posibles escenas que podrían ocurrir, pero lo que sí no recordaba era si había mencionado a una mujer que no era Irina, tenía que pensar bien antes de abrir la boca. —Vamos a salir de esto de una vez. —murmuró entre dientes y luego bajó de su auto para dirigirse a la puerta principal. La mujer del servicio abrió la puerta, señal de que ya lo habían visto llegar hace unos minutos y lo estaba espiando sutilmente a través de la cortina de la sala. —Su señor padre lo espera en el jardín. —anunció la mujer. Max asintió y por primera vez con su padre, se sintió inquieto. Al llegar a las puertas dobles estilo alemanas, cruzó hacia el pasto verde y cortado a la perfección, a lo lejos visualizó a su padre y a su hermana, Eda. Al parecer tenía una espectadora de lo que se avecinaba y en primera fila. —Ya he llegado. —anunció, su padre le señaló un