El motor del auto de Max se detuvo en el estacionamiento privado de la mansión de su padre. En el camino había preparado en su mente todas las posibles escenas que podrían ocurrir, pero lo que sí no recordaba era si había mencionado a una mujer que no era Irina, tenía que pensar bien antes de abrir la boca. —Vamos a salir de esto de una vez. —murmuró entre dientes y luego bajó de su auto para dirigirse a la puerta principal. La mujer del servicio abrió la puerta, señal de que ya lo habían visto llegar hace unos minutos y lo estaba espiando sutilmente a través de la cortina de la sala. —Su señor padre lo espera en el jardín. —anunció la mujer. Max asintió y por primera vez con su padre, se sintió inquieto. Al llegar a las puertas dobles estilo alemanas, cruzó hacia el pasto verde y cortado a la perfección, a lo lejos visualizó a su padre y a su hermana, Eda. Al parecer tenía una espectadora de lo que se avecinaba y en primera fila. —Ya he llegado. —anunció, su padre le señaló un
Las palabras que habían salido de la boca de Max, seguían dejando boca abierta a su hermana y a su padre, ambos no pudieron decir algo después de escucharlo. —Bien, —se aclaró la garganta—Emma y Jamie eran pareja, pero él le fue infiel con una empleada a mando de él, ella ahora está embarazada, Emma al enterarse a días de casarse, terminó su compromiso y lo sacó de su departamento. Adelantó su viaje de luna de miel a Hawái…—su hermana lo interrumpió aún en estado de sorpresa. —Y tu despedida la tuviste en Hawái. —Eda alzó sus cejas de nuevo, Max asintió a sus palabras. —Así es, para eso, yo me había enterado de que Horacio e Irina me estaban traicionando, realmente quería llevar esta venganza hasta el altar, tenía planes de desenmascararlos, así que fingí ir a mi despedida de soltero, pero dejé de hacerlo cuando en el bar, tropecé con una mujer, ella habló acerca del destino y solo con eso, me atrapó por unos segundos, perdí de vista mi venganza y tuve algo de magia con esa mujer…—
Emma se miró en aquel espejo del baño de la habitación principal que había compartido con Max la noche anterior, se miró el color de los motes del golpe alrededor de su nariz, y debajo de los ojos, como si fuesen ojeras de muchas desveladas, pero exageradamente remarcadas, tomó las pastillas que había dejado sobre el lavamanos y se las llevó a la boca. Las pasó con facilidad, luego se recogió su cabello rubio y ondulado en una coleta en lo alto, se puso una camisa de vestir de Max que le quedaba bastante holgada, ya que él era bastante alto y fornido. Las remangó las mangas y bajó descalza en busca de algo dulce, ya tenía un par de días con ganas de comer algo así, pero no sabía que, así que se aventuró a buscar en la alacena, al llegar, empujó la puerta de vaivén para entrar a la cocina y se detuvo bruscamente acompañado de un jadeo, una mujer mayor estaba en la cocina, al verse ambas, dieron un respingo en su lugar. —Lo siento, señorita Spencer, no era mi intención asustarla, soy e
Emma siguió callada, con el corazón latiendo a toda prisa, y entonces, sin verlo venir, el nudo en su garganta comenzó a crecer, era una sensación que nunca había tenido, o siquiera recordar algo similar, pero no lo encontró familiar el sentimiento. Emma no lloraba. Tenía años sin derramar una lágrima. Inclusive con el asunto de Jamie, no pudo sentir algo que le hiciera llorar. Pero ahora, sintió algo en su pecho al escuchar las palabras de Max. ¿Y ella? ¿Ella lo amaba? ¿Tenía un sentimiento por él así de fuerte? Entonces lo admitió en su interior. Max le daba algo que nadie más le había dado: Seguridad. Confianza. Y sobre todo, el mejor sexo. ¿Pero algo más? Ella asintió lentamente. Tenía un sentimiento mutuo, y era ese, esas cosquillas que sentía recorrerle cuando la miraba, la besaba y el imaginar que podría dejarla en cualquier momento, le inquietaba, por única razón, pensar que él podría botarla cuando quisiera, no le gustó, de hecho, descubrió que podría aceptarlo, pero no si su
Emma terminó de cambiarse para poder estar presentable para los amigos que habían recién llegado al ático, quería causar buena impresión y es cuando se quedó fija en el espejo mirando su semblante. Las yemas de sus dedos acariciaron las marcas de los aún visibles restos de aquel golpe contra su nariz, se sintió fea, demacrada y decidió no bajar. —Ya necesitábamos una reunión de estas. Quiero presentarte a mis mejores amigos y socios. —dijo Max saliendo del gran armario, se empezó a abotonar la camisa de vestir, y se detuvo al ver a Emma con un semblante inquieto. — ¿Qué pasa? ¿Te sientes mal?—preguntó al mismo tiempo que se acercó a ella. —Quisiera quedarme en la habitación. —confesó. Eso le tomó por sorpresa a Max. — ¿Qué pasa, pervertida?—ella hizo una mueca y se tocó el vendaje de su nariz. —Oh, es por las marcas. —afirmó en sus palabras y Emma asintió. Tomó los hombros de ella para girarla por completo con ternura hacia él, luego levantó la mirada a Max. —Eres hermosa. Si nece
Durante un par de horas, Emma se la pasó muy bien en la convivencia con los amigos de Max, todos eran amables, educados y la hicieron reír bastante con sus ocurrencias, hasta que llegó el momento del tema del viaje que estaban evitando. — ¿Y cuándo saldremos a Las Vegas?—preguntó Alex, antes de dar un sorbo a su bebida, todos miraron los unos a los otros, esperando ver quién contestaba. —Bueno, debemos de organizar nuestros horarios y…—comenzó a decir Viktor. — ¿Qué les parece el siguiente fin de semana?—preguntó Max, luego sonrió guiñando el ojo en dirección a Emma, ella se sonrojó. — ¿Nos acompañarás, Emma?—preguntó Sasha. —No, no, no, no, —levantó las manos y negó. —Es un viaje de amigos, además, merecen tener tiempo entre ustedes. —sonrió Emma, los demás se sorprendieron, era la primera vez que conocían a una mujer que no le hacía conflicto a Max por tener amigos y un viaje. —Podrías unirte a nosotros sin problemas, —comenzó a decir Gustavo, pero Emma negó con otra sonris
Irina se quedó mirando por el ventanal de su habitación VIP de aquel hospital, desvió la mirada a la pantalla de su celular, era una foto de Max y a su lado, ella. Sonreían ambos, pero quien realmente lo hacía, era Irina. Max solo estiró las comisuras de sus labios, sin mostrar su dentadura. —¿En este tiempo aún me amabas? ¿En qué momento te me fuiste de las manos? —Irina preguntó en un tono bajo. Luego rememoró todos los años que habían pasado juntos, así como aquella pedida de matrimonio. Cerró los ojos y la furia llegó a ella como un tsunami dispuesto a destruir todo sentimiento por él. Al abrirlos, estaba decidida a tener a ese bebé, así como el pelear a Max de las garras de aquella mujer que había visto en las Islas Canarias. «¿Cómo se atrevió a llevar a otra mujer?» Max no era así. Él no actuaría de esa manera y lo pensó por qué según ella… Lo conocía a la perfección. Y la puerta se abrió, sacando a Irina de sus pensamientos tormentosos. Era Horacio, tenía un ramo de rosas bl
Emma revisó su nariz en el espejo de la habitación, pensó detenidamente por un momento lo que había pasado los últimos días. Desde que estaba con Max, él cuidando de ella, había dado un giro inesperado en los planes de ella. Se repitió una y otra vez que tenía que tener los pies sobre la tierra, él era alguien que le estaba dando tanta tranquilidad y empezaba a nacerle, hacer cosas que nunca imaginó que podría hacer. Y realmente eso le inquietaba muy en su interior.“El decidir mudarse con él cuando ha pasado tan poco tiempo” era la primera y la más importante en ese momento. Soltó un largo suspiro y miró las amenidades que había comprado para hacer su estancia más placentera, pero notó algo que no había. Entonces arrugó su ceño, intentó recordar la fecha en la que se encontraba, pero negó.—Imposible—murmuró entre dientes, salió de la habitación, Max estaba completamente dormido y desnudo, envuelto en las sábanas de seda, habían tenido una ardiente e intensa sesión de sexo. Emma se h