—¿Puedo cargar a mi pequeña Catalina? —preguntó con los ojos llenos de felicidad, el reflejo de la felicidad que llevaba en el corazón.
Enzo levantó la mirada de su pequeña hija para ver a Chiara y sonreírle con amor. El amor más sublime que jamás había experimentado. Había amado a su difunta esposa, lo había hecho sinceramente, pero con Chiara los sentimientos eran incontrolables, la miraba y veía en ella todo lo soñado, se adueñaba de su alma y de su cuerpo.
—Claro amor —se acercó a ella con Catalina dormida entre los brazos.
>>Eres quien se lleva todo el crédito por esta hermosura de hija que me has dado, sin duda ha heredado tu belleza —Chiara se sonrojo, ante las palabras de Enzo. Extendió sus brazos para recibir a la pequeña bebé.
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Dante Russo hizo acto de presencia en el hospital después de dejar a Bianca en su antiguo departamento donde Tommaso vivía ahora. Camino por los pasillos con un pequeño cesto de frutas y un oso para la pequeña Catalina. Llamó a la puerta, antes de entrar.—Chiara —ella levantó la mirada al ver a Dante parado en la puerta, había creído que se trataba de Enzo, jugandole una broma.—Dante, por favor pasa —sonrió al ver al imponente hombre de negocios con una cesta y un oso en la mano.—Te traje esto —dejó las cosas sobre la mesa y tomó asiento.<
Chiara observó su imagen en el espejo de su habitación. Su rostro reflejaba toda la felicidad que sentía dentro de su corazón. Su vida había cambiado desde el día que conoció a Catalina Lombardi. Nunca creyó que un día ocuparía su lugar, no había sido esa su intención, pero tras su muerte y su petición por medio de una carta. Se dio cuenta de que los sentimientos por Enzo, eran grandes, verdaderos, sus lazos eran irrompibles ahora.—Me preguntó ¿En qué piensa la mujer más hermosa de Génova? —Enzo la abrazó por la espalda, colocó su mentón sobre el hombro de Chiara. Quien sonrió con alegría—Quizás en su amante, el hombre más guapo de toda Génova, mejor aún de toda Italia —se giró entre los brazos de su amante para quedar fren
Los papeles cayeron sobre el escritorio, por mucho que tratara de centrarse en el trabajo, era imposible, su problema no eran los negocios, sino su vida privada. En quince años de casado, nunca pensó estar en esa situación, escuchar a Catalina la noche anterior, había sido revelador. Era consciente, desde el momento en que su vida se había cruzado con ella, que no sería miel sobre hojuelas. Había creído estar completamente resignado a no ser padre. —Busquemos un vientre, Enzo, quiero un hijo tuyo entre mis brazos —había pedido la noche anterior, después de hacer el amor. Pasó la mano sobre sus cabellos con frustración, nunca en quince años le había negado nada, había vivido y vivía para amarla y complacerla. ¿Pero esto? Superaba todo lo que él estaba dispuesto a hacer por ella. Bianca observó en silencio, por un largo momento antes de atreverse a preguntar. —¿Qué te pasa?
—¿Cómo fue todo? —Dante, su abogado y mejor amigo era el único que sabía sobre la cita a la clínica privada del día anterior, y como era de suponer. Había esperado en la oficina para saber los detalles de dicha cita. —Mal, Catalina es estéril, no hay óvulos que fecundar —Enzo se sirvió un whisky doble, no bebía, pero sentía que esta vez lo necesitaba con urgencia después de la pequeña discusión que había tenido con Catalina por la mañana, cuando le manifestó que no iba a renunciar a su deseo de ser madre. —Lo siento por ti y Catalina —Dante aceptó la copa que Enzo le ofrecía, se conocían desde hace quince años, cuando Enzo, sólo era un empleado en la Naviera Mancini ahora Lombardi.
Chiara limpio el salón de la estética donde trabajaba desde hace poco más de un mes, suspiró cansada. Estaba profundamente agradecida con Selena, quien le había ayudado a conseguir el turno de la noche ¿Cómo le diría, que dejaría el trabajo? aún estaba pensando en eso; el trabajo en la casa Lombardi era por casi un sueño, imposible de creer, pero lo tenía y no pensaba desaprovechar la oportunidad. Su padre necesitaba el tratamiento y Chiara, necesitaba descansar un poco, trabajar hasta tarde y dormir apenas unas cuantas horas podría afectar su salud y ¿entonces quién se haría cargo de su padre? Encontrar a Catalina Lombardi, era muy parecido a ganarse la lotería. La tranquilidad que le embargó la mareo. —¿Estas bien? —Selena, la hermosa pelinegra, la sostuvo antes de que Chiara cayera al piso. —Sí, ha sido un ligero mareo —Chiara sonrió.— ¿Qué haces aquí Selena? —Selena terminaba turno a las siete de la noche, pero no era raro verla lleg
—¿Qué? —Chiara se alejó lo suficiente, hasta que sus piernas, se toparon contra la lujosa cama y cayó sentada sobre ella.—Por favor Chiara, te lo suplico, te daré todo lo que quieras Chiara, por favor te lo suplico, trae al mundo a mi hijo —Catalina cayó de rodillas ante ella—Por favor Chiara, te lo suplico—Catalina insistió, tomó las manos de Chiara entre las suyas y suplicó desde el fondo de su corazón.Chiara, no podía procesar exactamente lo que Catalina, le estaba pidiendo, pero dolía verla en el estado en el que se encontraba, le partía el corazón ver la desesperación en esos ojos verdes que parecían estar apagándose cada día más y de manera lenta y dolorosa ¿Qué debía hacer? ¿Podría negarse, podría hacerl
—¿Estás listo? —Filipo preguntó apenas Enzo, entró a la clínica, el procedimiento había dado inicio hace dos semana y no había marcha atrás, dentro de la habitación, Catalina y Chiara esperaban, habían llegado antes para que le fuera administrada la hormona hCG, para provocar la ovulación, con el fin de hacer que salga el ovocito del folículo y entrar con en contacto con el semen.—Tanto como podría estar —no manifestó su molestia hacia Chiara, no tenía caso, Catalina volvió a la vida en el preciso instante en la que esa mujer aceptó ser el vientre de alquiler, cuando él había aceptado, no podía negar que el brillo en los ojos de Catalina le habían tocado el alma, un hijo era lo que ell
Enzo observó a Chiara entrar a la biblioteca, parecía asustada y no era para menos, él no era un hombre que se dejara engañar fácilmente y podía adivinar las intenciones de Chiara al aceptar ser la madre de su hijo.—¿Pidió verme señor Lombardi? —Chiara se detuvo frente al escritorio sin levantar la mirada, tenía miedo, nunca antes había cruzado más de dos palabras con el esposo de su jefa.—Así es, tome asiento Chiara y relájese no muerdo —la chica tragó en seco, la voz demasiado amable le causaba mucho más terror que cuando se dirigía a ella con frialdad.El silencio reino por un largo momento, Chiara, no era capaz de ver a Enzo, sabía que él tenía un concepto erróneo de ella y no tenía ninguna intención de cambiar esos pensamiento