Chiara se removió entre los brazos de Enzo, girando para quedar frente a él, quien estaba aferrándose a su cuerpo, como si tuviese miedo a perderla.
—Enzo, se hará tarde para que vayas a la oficina —murmuró de manera suave y cálida, renuente a separarse de ese calor tan maravilloso; pero debía por lo menos intentar despertarlo.
—No iré a la oficina Chiara, tengo planes para ti y para mí —respondió con los ojos cerrados, abrazándola mucho más fuerte contra su cuerpo.
—Aun así, es tardísimo, Enzo —insistió al ver que el hombre parecía poco dispuesto a abrir los ojos se removió con más ímpetu que antes.
—No te muevas bonita o no saldrás de la cama hoy —murmuro contra el oído de Chiara, quien sintió una co
Selena sonrió al ver a Chiara bajar por las escaleras, cuando Enzo Lombardi le había llamado, no había podido creer que le pidiera venir a casa, para ver a su amiga.—¡Chiara! —había alegría y felicidad, habían pasado meses desde la última vez que se habían visto en el restaurante y desde entonces solo se habían comunicado por mensajes de texto de vez en cuando.—¡Selena! ¿Cómo has estado? —la joven se había llevado una grata sorpresa al ver a su amiga en la sala. Se acercó para saludarla con un abrazo y un beso en ambas mejillas.—Bien, bien ¿Cómo va tu embarazo? —preguntó mientras tomaban asiento en uno de los sofás de la sala.—De maravilla, estoy esperando una niña y estoy emocionada, deseando que el tiempo vuele para p
Chiara gimió al sentir los besos de Enzo, recorrer su espalda desnuda, sus manos acariciaban su cuerpo con paciencia y amor, su entrega cada vez era mucho más profunda y placentera hasta el punto de volverse adicta las emociones y sensaciones que le embargaba el cuerpo, el alma y el corazón.—¡Enzo! —gritó el nombre de su amor, cuando él se adentra en su sensible femineidad, sentir la unión de sus cuerpos, no solo era un acto carnal sino una entrega total, única y mágica. Estaba locamente enamorada de él, nunca creyó poder tener estos sentimientos, que lejos de asustarla le hacían sentirse viva, importante y sobre todo capaz de todo por mantenerlo a su lado.—Te amo —Enzo susurro a su oído, mientras se movía dentro de su apretada intimidad, vaciando su semilla en ella.—Y yo te amo a ti, como nun
Enzo entró a la oficina, no podía molestarse con la decisión de Bianca, aunque ella y él no fueran capaces de llevarse bien personalmente, como profesional había sido entregada y su trabajo no deja lugar a dudas porque merecía el puesto. Había sido siempre su afán por meterse en su cama lo que había fracturado la posible relación que pudo haber existido entre ellos. Después de todo era sobrina de Catalina, no por sangre, pero si legalmente y no supo la verdad hasta hace unos pocos meses.—Lamento interrumpir tus vacaciones hombre; pero era imperiosa tu presencia —Dante le saludo con un apretón de manos y unas palmadas sobre el hombro.—No te preocupes Chiara ha venido conmigo.—Me alegró, estaba un poco culpable, ella casi está de ocho meses —no la había visto desde la lectura del testame
—¿Puedo cargar a mi pequeña Catalina? —preguntó con los ojos llenos de felicidad, el reflejo de la felicidad que llevaba en el corazón.Enzo levantó la mirada de su pequeña hija para ver a Chiara y sonreírle con amor. El amor más sublime que jamás había experimentado. Había amado a su difunta esposa, lo había hecho sinceramente, pero con Chiara los sentimientos eran incontrolables, la miraba y veía en ella todo lo soñado, se adueñaba de su alma y de su cuerpo.—Claro amor —se acercó a ella con Catalina dormida entre los brazos.>>Eres quien se lleva todo el crédito por esta hermosura de hija que me has dado, sin duda ha heredado tu belleza —Chiara se sonrojo, ante las palabras de Enzo. Extendió sus brazos para recibir a la pequeña bebé.&nbs
Dante Russo hizo acto de presencia en el hospital después de dejar a Bianca en su antiguo departamento donde Tommaso vivía ahora. Camino por los pasillos con un pequeño cesto de frutas y un oso para la pequeña Catalina. Llamó a la puerta, antes de entrar.—Chiara —ella levantó la mirada al ver a Dante parado en la puerta, había creído que se trataba de Enzo, jugandole una broma.—Dante, por favor pasa —sonrió al ver al imponente hombre de negocios con una cesta y un oso en la mano.—Te traje esto —dejó las cosas sobre la mesa y tomó asiento.<
Chiara observó su imagen en el espejo de su habitación. Su rostro reflejaba toda la felicidad que sentía dentro de su corazón. Su vida había cambiado desde el día que conoció a Catalina Lombardi. Nunca creyó que un día ocuparía su lugar, no había sido esa su intención, pero tras su muerte y su petición por medio de una carta. Se dio cuenta de que los sentimientos por Enzo, eran grandes, verdaderos, sus lazos eran irrompibles ahora.—Me preguntó ¿En qué piensa la mujer más hermosa de Génova? —Enzo la abrazó por la espalda, colocó su mentón sobre el hombro de Chiara. Quien sonrió con alegría—Quizás en su amante, el hombre más guapo de toda Génova, mejor aún de toda Italia —se giró entre los brazos de su amante para quedar fren
Los papeles cayeron sobre el escritorio, por mucho que tratara de centrarse en el trabajo, era imposible, su problema no eran los negocios, sino su vida privada. En quince años de casado, nunca pensó estar en esa situación, escuchar a Catalina la noche anterior, había sido revelador. Era consciente, desde el momento en que su vida se había cruzado con ella, que no sería miel sobre hojuelas. Había creído estar completamente resignado a no ser padre. —Busquemos un vientre, Enzo, quiero un hijo tuyo entre mis brazos —había pedido la noche anterior, después de hacer el amor. Pasó la mano sobre sus cabellos con frustración, nunca en quince años le había negado nada, había vivido y vivía para amarla y complacerla. ¿Pero esto? Superaba todo lo que él estaba dispuesto a hacer por ella. Bianca observó en silencio, por un largo momento antes de atreverse a preguntar. —¿Qué te pasa?
—¿Cómo fue todo? —Dante, su abogado y mejor amigo era el único que sabía sobre la cita a la clínica privada del día anterior, y como era de suponer. Había esperado en la oficina para saber los detalles de dicha cita. —Mal, Catalina es estéril, no hay óvulos que fecundar —Enzo se sirvió un whisky doble, no bebía, pero sentía que esta vez lo necesitaba con urgencia después de la pequeña discusión que había tenido con Catalina por la mañana, cuando le manifestó que no iba a renunciar a su deseo de ser madre. —Lo siento por ti y Catalina —Dante aceptó la copa que Enzo le ofrecía, se conocían desde hace quince años, cuando Enzo, sólo era un empleado en la Naviera Mancini ahora Lombardi.