La atmósfera en la sala de reuniones de Stormwood es densa, cargada de desconfianza y orgullo. Einar está sentado en la cabecera de la mesa, con los brazos cruzados y una mirada que podría cortar el aire. Frente a él, Caleb se encuentra recostado contra la pared, con una expresión aparentemente relajada pero con los ojos atentos, como si analizara cada movimiento. Entre ellos, Lía se mantiene de pie, su rostro sereno pero firme.—Esto no será fácil —comienza Lía, mirando a ambos hombres con determinación—, pero no tenemos otra opción. Si queremos proteger a nuestro hijo y a la manada, ustedes dos deben trabajar juntos.Einar suelta un suspiro pesado y golpea la mesa con la palma de la mano.—No necesito su ayuda, Lía. Puedo manejar a Ragnar y su manada yo solo.—¿De verdad? —responde Caleb con una sonrisa sarcástica, levantando una ceja—. Porque desde donde yo estoy, parece que Ragnar ya tiene un pie dentro de tu territorio. Si realmente tuvieras todo bajo control, no estaríamos aquí.
El sol apenas comienza a asomarse cuando Lía se encuentra en el límite del territorio de Stormwood, sosteniendo a su hijo en brazos. El bebé, ajeno al caos que los rodea, duerme profundamente, su pequeño rostro tranquilo contra el pecho de su madre. Einar está a su lado, con la mandíbula tensa y los ojos clavados en el horizonte. Detrás de ellos, un grupo de lobos de confianza carga provisiones en un vehículo discreto, preparándose para el viaje.—¿Estás segura de esto? —pregunta Einar, su voz baja pero cargada de preocupación.Lía asiente, apretando ligeramente al bebé.—No hay otra opción. Si Ragnar está tan cerca como Caleb dice, no puedo arriesgarme a que nos encuentre aquí.Einar aparta la mirada, sus manos apretadas en puños a los costados.—Debería ser yo quien los proteja. No quiero que te vayas.—Y lo harás, Einar —responde Lía, suavizando su tono—. Pero no puedo quedarme aquí y poner en riesgo la seguridad de nuestro hijo. Esto no es un adiós definitivo. Es solo hasta que la
El aire se siente pesado con la tensión cuando el aullido de advertencia resuena por todo el territorio de Stormwood. Los centinelas en la frontera han dado la señal: la manada rival está aquí. La noticia se esparce como fuego entre los lobos, y en cuestión de minutos, Einar está de pie en el centro del campamento, reuniendo a sus guerreros.—¡Todos a sus posiciones! —ordena, su voz resonando con autoridad—. Nadie cruza la primera línea sin mi señal.A su lado, Caleb permanece inmóvil, con los brazos cruzados y el ceño fruncido. Aunque no forma parte de Stormwood, su experiencia y conocimiento sobre los enemigos que se acercan lo convierten en un aliado crucial.—No van a esperar una invitación —dice Caleb con voz grave—. Ragnar no es de los que pierden el tiempo con advertencias.Einar asiente, observando el horizonte con ojos afilados. Puede sentir la presencia de los invasores incluso antes de verlos. La energía en el aire vibra con el peso de la violencia inminente, y el instinto
La noche cubre el bosque con su manto oscuro mientras Caleb y su equipo se deslizan entre los árboles con movimientos calculados. Han avanzado varios kilómetros más allá de los límites de Stormwood, adentrándose en territorio enemigo con el objetivo de obtener información crucial sobre los próximos movimientos de Ragnar. Cada paso que dan es un riesgo, pero Caleb sabe que es necesario. Si no descubren qué planea la manada rival, Stormwood podría ser tomada por sorpresa. —Manténganse alerta —murmura Caleb en voz baja, apenas un susurro entre las sombras—. No sabemos cuántos vigías podrían estar patrullando. A su lado, Ethan, un lobo experimentado y antiguo amigo de Einar, asiente con la mandíbula apretada. Detrás de ellos, otros tres guerreros siguen en formación, sus sentidos agudizados para detectar cualquier amenaza. El aire huele a peligro. Avanzan con cautela, manteniéndose en las sombras, hasta que finalmente divisan el campamento enemigo. Es más grande de lo que esperaban.
La tormenta ruge afuera, el viento azotando las paredes de la cabaña donde Lía se ha refugiado junto a su hijo. El fuego en la chimenea proyecta sombras temblorosas en las paredes, pero nada disipa la inquietud en su pecho. Desde que Caleb regresó con la noticia del plan de Ragnar, el miedo ha sido su única compañía.Einar ha hecho todo lo posible para mantenerlos a salvo. Ha redoblado la vigilancia y reforzado las defensas de la manada, pero Lía sabe que eso no será suficiente. Ragnar no solo busca venganza, sino poder. Y lo más peligroso de todo es que no se detendrá ante nada para conseguirlo.Sostiene a su hijo contra su pecho, acariciando su pequeña cabeza con ternura. Él es la razón por la que todo esto vale la pena. Es su prioridad, su mundo entero. Y si Ragnar cree que podrá usarlo como un arma contra Einar, está equivocado.No puede quedarse de brazos cruzados.El peso de la decisión cae sobre ella como una roca. Si sigue aquí,
La luna brilla tenue sobre el bosque mientras Caleb y su equipo avanzan en silencio. El aire es frío y húmedo, impregnado con el aroma de la tierra y el follaje. Cada paso está cuidadosamente calculado, cada movimiento es una coreografía de sigilo y precisión. Están en territorio enemigo, y un solo error podría costarles la vida. —Nos acercamos al límite del campamento —susurra Viktor, uno de los rastreadores más experimentados de Stormwood. Caleb asiente y alza una mano, ordenando al grupo detenerse. Se encuentran en lo alto de una colina, ocultos tras un espeso matorral que les ofrece una vista estratégica del campamento de Ragnar. Desde ahí, pueden ver las hogueras encendidas, las sombras de los guerreros moviéndose entre las tiendas y el centro del campamento, donde se levanta la mayor carpa, seguramente el refugio de Ragnar. —Cinco guardias patrullando el perímetro —murmura Viktor—. Hay más de lo que esperábamos. —Ragnar está preparándose para algo grande —responde Caleb en
Lía camina de un lado a otro dentro de la cabaña en la que se encuentra refugiada, con el corazón latiéndole con fuerza en el pecho. Afuera, el viento aúlla entre los árboles, como si la naturaleza misma tratara de advertirle que lo que está a punto de hacer es una locura.Desde que Caleb regresó con información sobre la manada rival, su angustia no ha hecho más que crecer. Ragnar planea atacar al amanecer, y su hijo es uno de sus principales objetivos. Sabe que Einar y Caleb harán todo lo posible por protegerlos, pero no puede quedarse aquí, escondida, esperando que otros peleen por ella y su hijo. No cuando él está en peligro.Se acerca a la cuna improvisada donde su bebé duerme plácidamente, ajeno a la tormenta que se avecina. Le acaricia la mejilla con suavidad, tratando de memorizar cada detalle de su pequeño rostro.—Voy a mantenerte a salvo —susurra, sintiendo una punzada en el pecho.Sabe que lo más seguro sería quedarse aquí, esperar a que Einar y Caleb se encarguen del probl
Lía siente la presión en su pecho intensificarse con cada segundo que pasa. Desde la cabaña donde se encuentra refugiada con su hijo, puede escuchar los murmullos inquietos de los guerreros de Stormwood. La tensión en el aire es sofocante, como si el bosque mismo contuviera el aliento ante la inminente tormenta.Einar le ha ordenado permanecer aquí, alejada del conflicto, protegida por varios miembros de la manada. Pero su instinto le dice que quedarse quieta es un error. Las sombras de la noche cubren el terreno, y la luna ilumina tenuemente el bosque que rodea la aldea. Desde la distancia, los aullidos de la manada rival resuenan como un canto de guerra.Lía sostiene a su hijo contra su pecho. Su pequeño duerme, ajeno a la amenaza que se cierne sobre ellos. Su corazón martillea con fuerza en su pecho. No puede seguir esperando. No cuando sabe que la manada enemiga ha venido por venganza. No cuando sabe que su hijo es su objetivo.—No puedes hacer esto, Lía —dice una voz a su lado. E