La mañana comienza con un aire inusual de tranquilidad en Stormwood. Lía está en la cocina, preparando el desayuno mientras su hijo duerme en la habitación contigua. La calma, sin embargo, se siente frágil, como si el bosque que rodea la manada estuviera conteniendo el aliento. Einar entra a la casa, con la camisa desabotonada y el cabello despeinado después de una patrulla nocturna. Sus ojos oscuros reflejan el peso de las últimas semanas. —¿Descubriste algo? —pregunta Lía mientras coloca una taza de café frente a él. Einar niega con la cabeza y se sienta pesadamente en una de las sillas de la mesa. —Nada concreto. Ragnar se está moviendo con cuidado. Quiere que bajemos la guardia antes de atacar. Antes de que Lía pueda responder, un golpe fuerte en la puerta principal interrumpe la conversación. Einar se pone de pie de inmediato, sus sentidos en alerta. Lía lo sigue, su corazón acelerándose mientras se acerca al umbral. Cuando Einar abre la puerta, ambos quedan sorprendidos al
La atmósfera en la sala de reuniones de Stormwood es densa, cargada de desconfianza y orgullo. Einar está sentado en la cabecera de la mesa, con los brazos cruzados y una mirada que podría cortar el aire. Frente a él, Caleb se encuentra recostado contra la pared, con una expresión aparentemente relajada pero con los ojos atentos, como si analizara cada movimiento. Entre ellos, Lía se mantiene de pie, su rostro sereno pero firme.—Esto no será fácil —comienza Lía, mirando a ambos hombres con determinación—, pero no tenemos otra opción. Si queremos proteger a nuestro hijo y a la manada, ustedes dos deben trabajar juntos.Einar suelta un suspiro pesado y golpea la mesa con la palma de la mano.—No necesito su ayuda, Lía. Puedo manejar a Ragnar y su manada yo solo.—¿De verdad? —responde Caleb con una sonrisa sarcástica, levantando una ceja—. Porque desde donde yo estoy, parece que Ragnar ya tiene un pie dentro de tu territorio. Si realmente tuvieras todo bajo control, no estaríamos aquí.
El sol apenas comienza a asomarse cuando Lía se encuentra en el límite del territorio de Stormwood, sosteniendo a su hijo en brazos. El bebé, ajeno al caos que los rodea, duerme profundamente, su pequeño rostro tranquilo contra el pecho de su madre. Einar está a su lado, con la mandíbula tensa y los ojos clavados en el horizonte. Detrás de ellos, un grupo de lobos de confianza carga provisiones en un vehículo discreto, preparándose para el viaje.—¿Estás segura de esto? —pregunta Einar, su voz baja pero cargada de preocupación.Lía asiente, apretando ligeramente al bebé.—No hay otra opción. Si Ragnar está tan cerca como Caleb dice, no puedo arriesgarme a que nos encuentre aquí.Einar aparta la mirada, sus manos apretadas en puños a los costados.—Debería ser yo quien los proteja. No quiero que te vayas.—Y lo harás, Einar —responde Lía, suavizando su tono—. Pero no puedo quedarme aquí y poner en riesgo la seguridad de nuestro hijo. Esto no es un adiós definitivo. Es solo hasta que la
Einar camina por el bosque con la cabeza en alto, el pecho firme, y cada paso que da es una demostración de su fuerza y de su dominio absoluto. Para los suyos, él es mucho más que el alfa de la manada Stormwood; es la encarnación de su legado, el protector que no teme a nadie, ni siquiera a sus enemigos más mortales. Desde temprana edad, fue educado en la dureza de los inviernos y en la rudeza de la selva, en las estrategias de lucha y en la crueldad que supone ser el líder de una manada salvaje. Einar no recuerda un día de su vida en el que no haya tenido que demostrar su valor, su destreza y su autoridad.Nació para mandar, pero con el peso del liderazgo vinieron las expectativas y, con ellas, la frialdad. Ser líder no le permitía el lujo de mostrar vulnerabilidad ni debilidad. Sus padres, los anteriores alfas, se aseguraron de que cada error fuera corregido con lecciones severas, y él aprendió que cualquier indicio de compasión o duda se pagaba caro. Esa fue la clave para convertir
Lia camina lentamente por el bosque, disfrutando de la suave brisa y el aroma a tierra húmeda que flota en el aire. Sus pasos son ligeros, casi imperceptibles; se ha acostumbrado a moverse con discreción, a ser una sombra más entre los árboles, casi invisible. En el campamento, es fácil pasar desapercibida. No se trata solo de su posición como omega, sino de su propia naturaleza; siempre ha preferido el silencio y la paz por encima de la agitación y los enfrentamientos que caracterizan la vida en la manada.Con una sonrisa tenue, Lia se detiene para observar una pequeña flor blanca que crece en la base de un árbol robusto. Su madre solía decirle que estas flores eran símbolo de esperanza, de que siempre había algo bueno incluso en los rincones más oscuros del bosque. Y aunque la vida en Stormwood puede ser dura, ella se aferra a esos pequeños destellos de belleza que encuentra en su camino, como esta flor solitaria que desafía la dureza del suelo para florecer.Lia es una joven de esp
La luna brilla intensamente sobre el campamento de Stormwood, iluminando el evento que se celebra esta noche. La manada se ha reunido para conmemorar la llegada de una nueva primavera, un tiempo de renovación y esperanza. Fuegos arden en varios puntos, y las risas y los cantos de los miembros de la manada llenan el aire fresco con una energía vibrante. Sin embargo, para Lia, este festín se siente como un mar de caras desconocidas y voces lejanas.Desde la distancia, Lia observa a los otros, disfrutando de su compañía y de la música que resuena en el aire. Ella se encuentra al borde de la multitud, sintiéndose pequeña y fuera de lugar, como si la vida que se desarrolla ante ella no fuera más que un espectáculo en el que no tiene parte. Aun así, la calidez de la noche y la atmósfera festiva hacen que su corazón se llene de un ligero optimismo.Es entonces cuando su mirada se encuentra con la figura dominante de Einar. Él está en el centro del grupo, rodeado por otros alfas y guerreros,
La mañana en Stormwood comienza tranquila. El sol apenas se asoma entre los árboles altos, lanzando destellos de luz que atraviesan la bruma. Einar recorre el campamento en silencio, observando a su gente mientras entrenan y organizan sus tareas diarias. Su expresión es imperturbable, como siempre, con esa frialdad que todos conocen y temen. Es el Alfa, un líder que no muestra debilidad. La severidad es su constante, y la distancia su escudo. Sin embargo, hay algo en él que lo incomoda, algo que ha sentido desde el evento de la noche anterior. Su mente, por más que intenta alejarla, vuelve una y otra vez a una imagen inesperada: la de Lia. La simple omega que había mirado con desdén y a la que había dirigido sus palabras más duras. No es la primera vez que ha hablado de esa forma con alguien, pero con ella… algo se siente distinto. ¿Por qué esa escena insignificante se ha quedado en su mente? La voz de uno de sus guerreros interrumpe sus pensamientos. —Alfa, ¿tenemos alguna instruc
Lía está concentrada en la tarea que le asignaron: recolectar hierbas para el sanador de la manada. Es una tarea humilde, pero a ella no le importa; al contrario, disfruta de la calma y el tiempo en el bosque. La brisa fresca, los sonidos de los pájaros y el aroma de la tierra la relajan, haciéndola olvidar por un momento su posición como Omega.Al regresar, mientras atraviesa el patio principal con el cesto lleno de plantas, se cruza inesperadamente con Einar, quien va acompañado de varios miembros de su círculo cercano. La intensidad de su presencia la hace detenerse en seco. El Alfa impone respeto con solo su presencia, y sus ojos fríos y serenos la observan con esa dureza que siempre la hace sentir pequeña. Sin embargo, cuando Lía baja la cabeza en señal de respeto y trata de pasar rápidamente, su cesto se engancha en una rama baja, haciendo que varias hierbas se derramen al suelo frente a él.Einar la observa, sus ojos brillando con un destello de irritación. Ella se apresura a a