Lía siente la presión en su pecho intensificarse con cada segundo que pasa. Desde la cabaña donde se encuentra refugiada con su hijo, puede escuchar los murmullos inquietos de los guerreros de Stormwood. La tensión en el aire es sofocante, como si el bosque mismo contuviera el aliento ante la inminente tormenta.Einar le ha ordenado permanecer aquí, alejada del conflicto, protegida por varios miembros de la manada. Pero su instinto le dice que quedarse quieta es un error. Las sombras de la noche cubren el terreno, y la luna ilumina tenuemente el bosque que rodea la aldea. Desde la distancia, los aullidos de la manada rival resuenan como un canto de guerra.Lía sostiene a su hijo contra su pecho. Su pequeño duerme, ajeno a la amenaza que se cierne sobre ellos. Su corazón martillea con fuerza en su pecho. No puede seguir esperando. No cuando sabe que la manada enemiga ha venido por venganza. No cuando sabe que su hijo es su objetivo.—No puedes hacer esto, Lía —dice una voz a su lado. E
Einar corre entre los árboles, su respiración es pesada, pero su paso no se desacelera ni un instante. A su lado, Caleb se mueve con la misma urgencia, sus sentidos en alerta máxima. No hay tiempo para discusiones, no hay espacio para viejas rencillas. Solo hay un objetivo: rescatar a Lía.Desde el momento en que el alfa enemigo se la llevó, un vacío helado se ha instalado en el pecho de Einar. El miedo, un sentimiento que rara vez ha experimentado, lo atormenta con cada segundo que pasa sin ella. Caleb no es diferente. Aunque ha aceptado que Lía no lo eligió, no significa que dejará de luchar por ella. Y ahora, ambos están dispuestos a derribar a cualquiera que se interponga en su camino.—Estamos cerca —susurra Caleb, sus ojos de lobo brillando en la penumbra del bosque.El rastro de Lía es inconfundible. Su aroma dulce y familiar persiste en el aire, mezclado con el hedor de la manada rival. Pero algo no encaja.Einar se detiene abruptamente, extendiendo un brazo para frenar a Cale
La cabaña es oscura y húmeda, con un aire rancio que le revuelve el estómago. Sus muñecas están atadas con una soga gruesa, lo suficientemente fuerte como para impedirle moverse con libertad, pero no lo bastante para que no pueda idear una forma de escapar. Lía observa a los dos guardias que la vigilan. Hombres fornidos, con cicatrices en los brazos y expresiones endurecidas por la guerra. No la subestiman, y eso le dice que han escuchado historias sobre ella.Perfecto.Si creen que es peligrosa, quizás pueda usar eso a su favor.Desde que la trajeron a este lugar, ha prestado atención a cada detalle: los movimientos de los guardias, el sonido de sus pasos, el intervalo de tiempo en el que cambian de turno. No puede pelear físicamente contra ellos, pero aún tiene su mente, y en este momento, es su mejor arma.Finge respirar con dificultad, como si el miedo la estuviera consumiendo.—¿Qué es lo que quieren de mí? —pregunta con voz temblorosa.Uno de los guardias se ríe con burla.—¿De
El aire se siente espeso, cargado de tensión y peligro. El campamento enemigo está rodeado por sombras que acechan entre los árboles, listas para desatar el caos. El olor de la sangre y el sudor impregna el ambiente, pero nada de eso distrae a Einar. Su mirada está fija en Magnus, el alfa rival que lo ha desafiado y que tiene a Lía y a su hijo como rehenes.El fuego ilumina sus rostros, proyectando sombras feroces en el suelo. Magnus se pasea con confianza, los labios curvados en una sonrisa burlona.—Debo admitir que tienes agallas, Stormwood —se burla, cruzándose de brazos—. Pero no eres invencible. ¿Cuánto estás dispuesto a perder esta noche?Einar no responde. No hay necesidad de palabras. Sus ojos, oscuros y afilados como el acero, lo dicen todo. No está aquí para negociar. Está aquí para ganar.Desde la distancia, Lía observa con el corazón desbocado. Está atada, pero su mente no deja de calcular posibles maneras de liberarse. Sabe que Einar es fuerte, pero Magnus no es un opone
El campo de batalla aún huele a sangre y humo. La manada de Stormwood se mueve entre los cuerpos de los enemigos caídos, asegurándose de que la victoria sea definitiva. Aunque la pelea ha terminado, Lía no puede ignorar la sensación de inquietud que la invade. Algo en el aire no se siente del todo bien.Einar y Caleb dan órdenes a sus guerreros para reforzar las fronteras. La seguridad del territorio es la prioridad, pero Lía tiene la mirada fija en un prisionero que han capturado: un hombre de complexión fuerte, con el cabello oscuro y los ojos de un tono dorado similar al suyo. Hay algo en él que le resulta extrañamente familiar.El prisionero está de rodillas, con las manos atadas a la espalda. Sus ropas están rasgadas y tiene una herida en la ceja, pero su expresión no refleja miedo, sino curiosidad. Cuando sus ojos se encuentran con los de Lía, ella siente un escalofrío recorrerle la espalda.—Tienes los ojos de mi madre —murmura el hombre, con una voz áspera.Lía frunce el ceño
El sonido de gruñidos y golpes resuena en el campo de batalla. La luna ilumina la escena con su luz pálida, reflejándose en el sudor y la sangre que cubren a los combatientes. Einar, con el cuerpo lleno de heridas, apenas se mantiene en pie, pero no se permite ceder. Su oponente, Magnus, el alfa rival, también muestra signos de agotamiento, pero su mirada sigue cargada de rabia y determinación.Lía observa desde la distancia, su corazón latiendo con fuerza. Quisiera intervenir, pero sabe que este duelo debe resolverse entre alfas. Caleb, a su lado, también se mantiene tenso, listo para actuar si la situación se sale de control.Magnus se lanza contra Einar con un rugido feroz. Einar apenas logra esquivarlo, pero el cansancio le juega en contra. El puño de Magnus impacta en su costado, haciéndolo tambalear. El dolor es insoportable, pero Einar aprieta los dientes y se obliga a mantenerse firme.—Eres débil, Stormwood —escupe Magnus con desprecio—. Tu manada no merece un líder como tú.
El silencio de la cabaña solo es interrumpido por la respiración pesada de Einar y el crepitar del fuego en la chimenea. Afuera, la manada de Stormwood se mantiene en alerta, aún asimilando la victoria y las pérdidas que han sufrido. La muerte de Magnus ha traído un alivio momentáneo, pero la herida de Einar ha dejado una sombra de preocupación sobre todos.Caleb se apoya contra la pared, observando a Einar con una expresión seria. Nunca pensó que estaría aquí, velando por su antiguo rival, pero el destino parecía disfrutar de sus ironías.—Nunca imaginé que terminaría cuidando de ti —murmura en voz baja, cruzándose de brazos.Lía, sentada junto a la cama, acaricia suavemente la mano de Einar. Su piel sigue fría, pero su respiración es más estable que antes. Ella levanta la mirada hacia Caleb con un atisbo de cansancio en sus ojos.—No eres el único —susurra—. Pero ahora mismo, lo único que importa es que se recupere.Caleb asiente. Desde la batalla, ha pasado cada noche en la cabaña,
El sol comienza a asomarse por el horizonte, iluminando un escenario de destrucción. La manada de Stormwood ha sobrevivido al ataque, pero las heridas—físicas y emocionales—siguen abiertas. Lía camina entre los miembros caídos, su corazón latiendo con fuerza ante la devastación que la rodea. Hay cuerpos inmóviles en el suelo, algunos de los suyos, otros de la manada enemiga. Los lobos heridos reciben atención de los sanadores, pero el dolor en sus ojos es imposible de ignorar.Einar aún se recupera de sus heridas, recostado en una camilla dentro de la cabaña principal. Su duelo contra el alfa rival casi le costó la vida, y aunque lo venció, sus fuerzas se vieron llevadas al límite. Caleb, por otro lado, se ha hecho cargo de la vigilancia del territorio, asegurándose de que no haya más amenazas inmediatas. Pero la verdadera batalla ahora es otra: mantener a la manada unida después de la tormenta.Lía lo sabe.La tensión se siente en cada rincón del territorio. Algunos miembros aún desc