La cabaña es oscura y húmeda, con un aire rancio que le revuelve el estómago. Sus muñecas están atadas con una soga gruesa, lo suficientemente fuerte como para impedirle moverse con libertad, pero no lo bastante para que no pueda idear una forma de escapar. Lía observa a los dos guardias que la vigilan. Hombres fornidos, con cicatrices en los brazos y expresiones endurecidas por la guerra. No la subestiman, y eso le dice que han escuchado historias sobre ella.Perfecto.Si creen que es peligrosa, quizás pueda usar eso a su favor.Desde que la trajeron a este lugar, ha prestado atención a cada detalle: los movimientos de los guardias, el sonido de sus pasos, el intervalo de tiempo en el que cambian de turno. No puede pelear físicamente contra ellos, pero aún tiene su mente, y en este momento, es su mejor arma.Finge respirar con dificultad, como si el miedo la estuviera consumiendo.—¿Qué es lo que quieren de mí? —pregunta con voz temblorosa.Uno de los guardias se ríe con burla.—¿De
El aire se siente espeso, cargado de tensión y peligro. El campamento enemigo está rodeado por sombras que acechan entre los árboles, listas para desatar el caos. El olor de la sangre y el sudor impregna el ambiente, pero nada de eso distrae a Einar. Su mirada está fija en Magnus, el alfa rival que lo ha desafiado y que tiene a Lía y a su hijo como rehenes.El fuego ilumina sus rostros, proyectando sombras feroces en el suelo. Magnus se pasea con confianza, los labios curvados en una sonrisa burlona.—Debo admitir que tienes agallas, Stormwood —se burla, cruzándose de brazos—. Pero no eres invencible. ¿Cuánto estás dispuesto a perder esta noche?Einar no responde. No hay necesidad de palabras. Sus ojos, oscuros y afilados como el acero, lo dicen todo. No está aquí para negociar. Está aquí para ganar.Desde la distancia, Lía observa con el corazón desbocado. Está atada, pero su mente no deja de calcular posibles maneras de liberarse. Sabe que Einar es fuerte, pero Magnus no es un opone
El campo de batalla aún huele a sangre y humo. La manada de Stormwood se mueve entre los cuerpos de los enemigos caídos, asegurándose de que la victoria sea definitiva. Aunque la pelea ha terminado, Lía no puede ignorar la sensación de inquietud que la invade. Algo en el aire no se siente del todo bien.Einar y Caleb dan órdenes a sus guerreros para reforzar las fronteras. La seguridad del territorio es la prioridad, pero Lía tiene la mirada fija en un prisionero que han capturado: un hombre de complexión fuerte, con el cabello oscuro y los ojos de un tono dorado similar al suyo. Hay algo en él que le resulta extrañamente familiar.El prisionero está de rodillas, con las manos atadas a la espalda. Sus ropas están rasgadas y tiene una herida en la ceja, pero su expresión no refleja miedo, sino curiosidad. Cuando sus ojos se encuentran con los de Lía, ella siente un escalofrío recorrerle la espalda.—Tienes los ojos de mi madre —murmura el hombre, con una voz áspera.Lía frunce el ceño
El sonido de gruñidos y golpes resuena en el campo de batalla. La luna ilumina la escena con su luz pálida, reflejándose en el sudor y la sangre que cubren a los combatientes. Einar, con el cuerpo lleno de heridas, apenas se mantiene en pie, pero no se permite ceder. Su oponente, Magnus, el alfa rival, también muestra signos de agotamiento, pero su mirada sigue cargada de rabia y determinación.Lía observa desde la distancia, su corazón latiendo con fuerza. Quisiera intervenir, pero sabe que este duelo debe resolverse entre alfas. Caleb, a su lado, también se mantiene tenso, listo para actuar si la situación se sale de control.Magnus se lanza contra Einar con un rugido feroz. Einar apenas logra esquivarlo, pero el cansancio le juega en contra. El puño de Magnus impacta en su costado, haciéndolo tambalear. El dolor es insoportable, pero Einar aprieta los dientes y se obliga a mantenerse firme.—Eres débil, Stormwood —escupe Magnus con desprecio—. Tu manada no merece un líder como tú.
El silencio de la cabaña solo es interrumpido por la respiración pesada de Einar y el crepitar del fuego en la chimenea. Afuera, la manada de Stormwood se mantiene en alerta, aún asimilando la victoria y las pérdidas que han sufrido. La muerte de Magnus ha traído un alivio momentáneo, pero la herida de Einar ha dejado una sombra de preocupación sobre todos.Caleb se apoya contra la pared, observando a Einar con una expresión seria. Nunca pensó que estaría aquí, velando por su antiguo rival, pero el destino parecía disfrutar de sus ironías.—Nunca imaginé que terminaría cuidando de ti —murmura en voz baja, cruzándose de brazos.Lía, sentada junto a la cama, acaricia suavemente la mano de Einar. Su piel sigue fría, pero su respiración es más estable que antes. Ella levanta la mirada hacia Caleb con un atisbo de cansancio en sus ojos.—No eres el único —susurra—. Pero ahora mismo, lo único que importa es que se recupere.Caleb asiente. Desde la batalla, ha pasado cada noche en la cabaña,
El sol comienza a asomarse por el horizonte, iluminando un escenario de destrucción. La manada de Stormwood ha sobrevivido al ataque, pero las heridas—físicas y emocionales—siguen abiertas. Lía camina entre los miembros caídos, su corazón latiendo con fuerza ante la devastación que la rodea. Hay cuerpos inmóviles en el suelo, algunos de los suyos, otros de la manada enemiga. Los lobos heridos reciben atención de los sanadores, pero el dolor en sus ojos es imposible de ignorar.Einar aún se recupera de sus heridas, recostado en una camilla dentro de la cabaña principal. Su duelo contra el alfa rival casi le costó la vida, y aunque lo venció, sus fuerzas se vieron llevadas al límite. Caleb, por otro lado, se ha hecho cargo de la vigilancia del territorio, asegurándose de que no haya más amenazas inmediatas. Pero la verdadera batalla ahora es otra: mantener a la manada unida después de la tormenta.Lía lo sabe.La tensión se siente en cada rincón del territorio. Algunos miembros aún desc
Einar camina por el bosque con la cabeza en alto, el pecho firme, y cada paso que da es una demostración de su fuerza y de su dominio absoluto. Para los suyos, él es mucho más que el alfa de la manada Stormwood; es la encarnación de su legado, el protector que no teme a nadie, ni siquiera a sus enemigos más mortales. Desde temprana edad, fue educado en la dureza de los inviernos y en la rudeza de la selva, en las estrategias de lucha y en la crueldad que supone ser el líder de una manada salvaje. Einar no recuerda un día de su vida en el que no haya tenido que demostrar su valor, su destreza y su autoridad.Nació para mandar, pero con el peso del liderazgo vinieron las expectativas y, con ellas, la frialdad. Ser líder no le permitía el lujo de mostrar vulnerabilidad ni debilidad. Sus padres, los anteriores alfas, se aseguraron de que cada error fuera corregido con lecciones severas, y él aprendió que cualquier indicio de compasión o duda se pagaba caro. Esa fue la clave para convertir
Lia camina lentamente por el bosque, disfrutando de la suave brisa y el aroma a tierra húmeda que flota en el aire. Sus pasos son ligeros, casi imperceptibles; se ha acostumbrado a moverse con discreción, a ser una sombra más entre los árboles, casi invisible. En el campamento, es fácil pasar desapercibida. No se trata solo de su posición como omega, sino de su propia naturaleza; siempre ha preferido el silencio y la paz por encima de la agitación y los enfrentamientos que caracterizan la vida en la manada.Con una sonrisa tenue, Lia se detiene para observar una pequeña flor blanca que crece en la base de un árbol robusto. Su madre solía decirle que estas flores eran símbolo de esperanza, de que siempre había algo bueno incluso en los rincones más oscuros del bosque. Y aunque la vida en Stormwood puede ser dura, ella se aferra a esos pequeños destellos de belleza que encuentra en su camino, como esta flor solitaria que desafía la dureza del suelo para florecer.Lia es una joven de esp