La vida en Stormwood ha comenzado a estabilizarse. La manada, aunque inicialmente reticente, ha empezado a aceptar a Lía como la compañera de Einar y a su hijo como el futuro del linaje. Sin embargo, los días tranquilos son pocos para un alfa y su pareja, y ambos saben que su camino aún está lleno de retos.Un día en la manadaLía se despierta temprano, como de costumbre, con el suave murmullo del bosque entrando por la ventana. Su hijo duerme profundamente en la cuna junto a su cama, su pequeño pecho subiendo y bajando con cada respiración. Einar ya no está en la habitación; seguramente ha salido para atender los asuntos de la manada.Decide aprovechar el momento para salir al jardín y disfrutar de la calma matutina. Mientras camina, se encuentra con Freya, quien está organizando a un grupo de jóvenes para entrenar.—Buenos días, Lía —saluda Freya con una sonrisa—. ¿Vienes a unirte al entrenamiento?Lía ríe suavemente, negando con la cabeza.—Tal vez más tarde. Por ahora, solo quiero
La luz del amanecer apenas comienza a filtrarse por las ventanas de la casa principal de Stormwood. Lía está en la cocina, rodeada de silencio, preparando una infusión de hierbas para calmarse después de una noche inquieta. Su hijo duerme en su cuna, ajeno a la inquietud que atormenta a su madre. Desde hace días, Lía siente una tensión en el aire, como si algo o alguien estuviera acechando desde las sombras.Mientras el agua hierve en la tetera, un golpe suave en la puerta la saca de sus pensamientos. Se detiene, su corazón latiendo con fuerza. Mira hacia la puerta, esperando escuchar otro sonido, pero lo único que se oye es el crujido de las ramas afuera.Lentamente, se acerca y abre la puerta. El aire frío de la mañana le eriza la piel, pero no hay nadie allí. Solo un sobre marrón, con manchas de barro y bordes arrugados, descansa en el suelo. Lía lo recoge con cautela, sintiendo una mezcla de curiosidad y temor.Cierra la puerta y se sienta en la mesa, inspeccionando el sobre. No t
La tensión en Stormwood es palpable desde el amanecer. Los lobos de la manada patrullan los límites del territorio con más frecuencia, y los rumores de una amenaza externa se esparcen como fuego. Einar, de pie en la cima de una colina que domina el valle, observa el horizonte con ojos afilados. Su instinto le dice que algo se aproxima, algo que pondrá a prueba no solo su liderazgo, sino todo lo que ha construido junto a Lía.Lía, mientras tanto, está en la casa principal con su hijo en brazos. Trata de calmarse, pero las palabras de Einar la persiguen: “Una manada rival está cerca. No sabemos cuánto tiempo tenemos antes de que actúen.” A pesar de su preocupación, sabe que no puede mostrar miedo. Su hijo necesita sentir seguridad, aunque ella misma no la tenga.—¿Estás bien? —pregunta Caleb, quien se encuentra sentado en el porche, observando a Lía desde la distancia. Desde su última visita, había decidido quedarse un tiempo en Stormwood para asegurarse de que Lía y su hijo estuvieran
La mañana comienza con un aire inusual de tranquilidad en Stormwood. Lía está en la cocina, preparando el desayuno mientras su hijo duerme en la habitación contigua. La calma, sin embargo, se siente frágil, como si el bosque que rodea la manada estuviera conteniendo el aliento. Einar entra a la casa, con la camisa desabotonada y el cabello despeinado después de una patrulla nocturna. Sus ojos oscuros reflejan el peso de las últimas semanas. —¿Descubriste algo? —pregunta Lía mientras coloca una taza de café frente a él. Einar niega con la cabeza y se sienta pesadamente en una de las sillas de la mesa. —Nada concreto. Ragnar se está moviendo con cuidado. Quiere que bajemos la guardia antes de atacar. Antes de que Lía pueda responder, un golpe fuerte en la puerta principal interrumpe la conversación. Einar se pone de pie de inmediato, sus sentidos en alerta. Lía lo sigue, su corazón acelerándose mientras se acerca al umbral. Cuando Einar abre la puerta, ambos quedan sorprendidos al
La atmósfera en la sala de reuniones de Stormwood es densa, cargada de desconfianza y orgullo. Einar está sentado en la cabecera de la mesa, con los brazos cruzados y una mirada que podría cortar el aire. Frente a él, Caleb se encuentra recostado contra la pared, con una expresión aparentemente relajada pero con los ojos atentos, como si analizara cada movimiento. Entre ellos, Lía se mantiene de pie, su rostro sereno pero firme.—Esto no será fácil —comienza Lía, mirando a ambos hombres con determinación—, pero no tenemos otra opción. Si queremos proteger a nuestro hijo y a la manada, ustedes dos deben trabajar juntos.Einar suelta un suspiro pesado y golpea la mesa con la palma de la mano.—No necesito su ayuda, Lía. Puedo manejar a Ragnar y su manada yo solo.—¿De verdad? —responde Caleb con una sonrisa sarcástica, levantando una ceja—. Porque desde donde yo estoy, parece que Ragnar ya tiene un pie dentro de tu territorio. Si realmente tuvieras todo bajo control, no estaríamos aquí.
El sol apenas comienza a asomarse cuando Lía se encuentra en el límite del territorio de Stormwood, sosteniendo a su hijo en brazos. El bebé, ajeno al caos que los rodea, duerme profundamente, su pequeño rostro tranquilo contra el pecho de su madre. Einar está a su lado, con la mandíbula tensa y los ojos clavados en el horizonte. Detrás de ellos, un grupo de lobos de confianza carga provisiones en un vehículo discreto, preparándose para el viaje.—¿Estás segura de esto? —pregunta Einar, su voz baja pero cargada de preocupación.Lía asiente, apretando ligeramente al bebé.—No hay otra opción. Si Ragnar está tan cerca como Caleb dice, no puedo arriesgarme a que nos encuentre aquí.Einar aparta la mirada, sus manos apretadas en puños a los costados.—Debería ser yo quien los proteja. No quiero que te vayas.—Y lo harás, Einar —responde Lía, suavizando su tono—. Pero no puedo quedarme aquí y poner en riesgo la seguridad de nuestro hijo. Esto no es un adiós definitivo. Es solo hasta que la
El aire se siente pesado con la tensión cuando el aullido de advertencia resuena por todo el territorio de Stormwood. Los centinelas en la frontera han dado la señal: la manada rival está aquí. La noticia se esparce como fuego entre los lobos, y en cuestión de minutos, Einar está de pie en el centro del campamento, reuniendo a sus guerreros.—¡Todos a sus posiciones! —ordena, su voz resonando con autoridad—. Nadie cruza la primera línea sin mi señal.A su lado, Caleb permanece inmóvil, con los brazos cruzados y el ceño fruncido. Aunque no forma parte de Stormwood, su experiencia y conocimiento sobre los enemigos que se acercan lo convierten en un aliado crucial.—No van a esperar una invitación —dice Caleb con voz grave—. Ragnar no es de los que pierden el tiempo con advertencias.Einar asiente, observando el horizonte con ojos afilados. Puede sentir la presencia de los invasores incluso antes de verlos. La energía en el aire vibra con el peso de la violencia inminente, y el instinto
La noche cubre el bosque con su manto oscuro mientras Caleb y su equipo se deslizan entre los árboles con movimientos calculados. Han avanzado varios kilómetros más allá de los límites de Stormwood, adentrándose en territorio enemigo con el objetivo de obtener información crucial sobre los próximos movimientos de Ragnar. Cada paso que dan es un riesgo, pero Caleb sabe que es necesario. Si no descubren qué planea la manada rival, Stormwood podría ser tomada por sorpresa. —Manténganse alerta —murmura Caleb en voz baja, apenas un susurro entre las sombras—. No sabemos cuántos vigías podrían estar patrullando. A su lado, Ethan, un lobo experimentado y antiguo amigo de Einar, asiente con la mandíbula apretada. Detrás de ellos, otros tres guerreros siguen en formación, sus sentidos agudizados para detectar cualquier amenaza. El aire huele a peligro. Avanzan con cautela, manteniéndose en las sombras, hasta que finalmente divisan el campamento enemigo. Es más grande de lo que esperaban.