La rutina en la manada Riverstone comienza a adquirir un matiz diferente, un aire pesado que Lía no logra identificar del todo. Los primeros días después de su llegada fueron tranquilos; Caleb se mostraba amable y atento, dándole el espacio que necesitaba para adaptarse. Sin embargo, en las últimas semanas, algo ha cambiado. Las miradas de Caleb son más insistentes, sus preguntas más directas, y su actitud protectora parece haber cruzado una línea que la hace sentir incómoda. Esa tarde, Lía decide salir a caminar por el bosque que rodea la cabaña. Es un lugar que ha aprendido a apreciar, un refugio donde puede estar sola con sus pensamientos. Mientras avanza entre los árboles, escucha el crujir de hojas tras de sí. Se detiene y, al girarse, ve a Caleb caminando hacia ella. Su postura, con los brazos cruzados y los labios tensos, le provoca un nudo en el estómago. —¿Por qué estás aquí sola? —pregunta Caleb, sin preámbulos. Lía frunce el ceño, sorprendida por el tono. —Solo quería
La noche cae sobre la manada Riverstone, cubriendo el territorio con un manto de oscuridad. Todo está en silencio, excepto por los murmullos ocasionales de los guardianes apostados en los límites del territorio. Nadie nota la sombra que se desliza entre los árboles, moviéndose con precisión letal. Einar está allí. Su instinto de alfa lo ha llevado más allá de la razón, cruzando un territorio que no es el suyo, sabiendo que está arriesgando no solo su vida, sino también la seguridad de su propia manada. Pero ya no le importa. Necesita verla. Necesita hablar con Lía. Cuando alcanza la cabaña que le han descrito como su refugio, el corazón de Einar late con fuerza. Por un momento, su mano vacila sobre la puerta. ¿Qué podría decirle que la convenza de regresar? ¿Cómo reparar todo lo que él mismo rompió? Dentro de la cabaña, Lía está sentada en una silla junto al fuego, acariciando distraídamente su vientre. Su mente está llena de p
El aire de la mañana está cargado de tensión. Lía camina por el bosque cercano a la manada Riverstone, buscando un respiro de las emociones que la consumen. Desde la visita de Einar, su mente no ha tenido descanso. Él no ha intentado acercarse nuevamente, pero sabe que no se ha ido muy lejos. Cuando se detiene junto a un claro, lo siente antes de verlo. Ese peso en el ambiente, esa energía dominante que hace que su corazón lata más rápido de lo que quisiera admitir. Einar emerge de entre los árboles, su figura imponente destacando entre las sombras. —Sabía que vendrías —dice él, su voz ronca pero serena, como si estuviera esperando este momento. Lía lo mira con los ojos entrecerrados, su determinación brillando. —No he venido para reconciliarnos —responde, su tono firme. Einar avanza un paso hacia ella, pero se detiene al ver que Lía levanta una mano, indicándole que mantenga la distancia.
La noche en Stormwood es fría, y el silencio pesa como nunca antes. Einar está sentado en su oficina, rodeado de papeles que alguna vez le importaron más que cualquier otra cosa. Sin embargo, ahora están desordenados, olvidados. Su mente está atrapada en el eco de la confrontación con Lía. Sus palabras no lo dejan en paz, como una daga que sigue girando en la herida. “Si decides cambiar, será por ti, no por mí.” Einar golpea el escritorio con el puño cerrado, frustrado consigo mismo. Esa mujer, esa omega insignificante que había despreciado al principio, lo ha transformado en un caos. Él, el alfa que nunca vacilaba, que siempre tenía la última palabra, ahora se siente vulnerable y perdido. Se levanta de su silla, incapaz de quedarse quieto, y comienza a caminar por la oficina. Sus pasos retumban en el suelo de madera, pero no encuentra consuelo en el movimiento. Las palabras de su padre regresan a su mente, implacables. “Un alf
El sol se ha puesto, tiñendo el cielo con tonos rojizos y anaranjados. En la pequeña casa de Caleb, una atmósfera de calma predomina, pero bajo esa calma, algo se siente diferente. Lía está sentada en el sofá, mirando la ventana con la vista perdida. Caleb la observa en silencio desde el umbral de la puerta, consciente de que algo ha cambiado en ella, algo que no puede entender.Desde que llegaron a esta manada, Caleb ha intentado ser el apoyo constante para Lía. Ha estado a su lado, dándole el espacio que necesita, y mostrándole que puede confiar en él. Sin embargo, últimamente, algo en su comportamiento ha comenzado a inquietarlo. Hay algo en la forma en que ella habla de Einar, algo que no había notado antes.Caleb se acerca y se sienta junto a ella.—Lía —comienza, su voz suave pero firme—, hay algo que quiero preguntarte.Lía se gira para mirarlo, y por un instante, sus ojos reflejan una mezcla de tristeza y desconcierto.—¿Qué pasa, Caleb?—He estado notando que últimamente pare
Lía se arquea en la cama, los gritos de dolor llenan la habitación. Las contracciones son intensas, y su cuerpo parece no dar tregua. Siente la presión creciente, el calor en su piel y la incertidumbre en su pecho. Cada respiro es un esfuerzo, y su mente, aunque nublada por el sufrimiento, solo puede pensar en lo que está por venir: su bebé, la nueva vida que está a punto de nacer. Su teléfono, olvidado sobre la mesa de noche, comienza a vibrar. Es Caleb. Lía lo mira, pero no tiene fuerzas para contestar. Su visión se nubla momentáneamente por el dolor, y una mezcla de emociones la invade. Aunque Caleb ha estado a su lado, ella sabe que algo dentro de ella sigue atada a Einar. La realidad es que, por más que lo intente, no puede dejar de pensar en él. —Respira, Lía… Respira —murmura Caleb desde la puerta, entrando rápidamente y acercándose a ella. Su expresión es preocupada, pero Lía, en su angustia, no lo nota de inmediato. Las contracciones se intensifican, y Lía solo puede apreta
El sonido suave de la lluvia golpeando las ventanas llena la habitación, creando una atmósfera de calma en medio del caos emocional que envuelve a Lía. Ella yace en la cama, sudorosa y agotada, después de horas de dolor, pero la paz que finalmente siente no es completa. Caleb está a su lado, sosteniéndole la mano, pero su mirada es lejana, vacía de la esperanza que alguna vez tuvo.Lía lo nota. Sus ojos, normalmente tan llenos de determinación y energía, ahora están cargados de una mezcla de resignación y tristeza. Él está tratando de mantener su compostura, pero el peso de lo que está a punto de suceder está claro en su expresión.—Caleb —susurra Lía, con la voz rasposa por el esfuerzo—. ¿Estás bien?Él la mira, su mirada suavizándose por un momento antes de que se incline hacia ella y acaricie suavemente su mejilla.—Estoy bien —responde con una sonrisa forzada—. Solo quiero que estés bien.Pero no es necesario ser un experto para ver la duda en sus ojos. Lía no es tonta; sabe que C
El aire en la habitación es espeso, cargado de emociones que no se dicen en voz alta. Einar entra con pasos cautelosos, algo inusual para él. Su presencia siempre ha sido dominante, imponente, pero esta vez hay algo diferente en él: una mezcla de nerviosismo y vulnerabilidad que lo hace parecer casi humano.Lía está en la cama, pálida pero radiante. El pequeño, envuelto en una manta blanca, duerme plácidamente en sus brazos. Cuando Einar se acerca, ella lo mira con una expresión que él no puede descifrar del todo. Hay una lucha en sus ojos, una mezcla de cansancio, dolor, y algo que podría ser esperanza.—Es… él —murmura Einar, deteniéndose junto a la cama, con los puños cerrados a sus costados. No sabe qué más decir.—Sí, Einar —responde Lía suavemente, ajustando la manta alrededor del bebé. Su tono es sereno, pero sus palabras llevan un peso que lo hace sentir pequeño.Einar no sabe cómo actuar. Nunca en su vida ha sostenido a un recién nacido, y mucho menos ha sido testigo de algo