El evento benéfico se celebraba en el lujoso salón de un hotel de cinco estrellas, con una iluminación tenue y elegante que reflejaba el prestigio de los asistentes. La prensa, los empresarios más influyentes y diseñadores reconocidos estaban presentes.Alexandro Montenegro llegó con su porte imponente, vestido impecablemente con un traje negro a la medida. A su lado, Victoria y Lucía entraron con una sonrisa fingida, creyendo que tenían la situación bajo control.Lo que no sabían era que todo estaba a punto de derrumbarse.Y luego, Vanessa llegó.La conversación en la sala se apagó levemente cuando ella hizo su entrada.Llevaba un vestido rojo ajustado con una abertura en la pierna que acentuaba sus curvas y la hacía lucir como una diosa. Su cabello caía en ondas suaves, su maquillaje resaltaba su mirada y sus labios pintados de rojo eran un arma de destrucción masiva.Alexandro casi muere al verla.Sintió un golpe en el pecho, una combinación de deseo, orgullo y celos irracionales a
Vanessa escuchó voces a lo lejos. Todo se sentía confuso, como si su mente flotara entre la realidad y el sueño. Un murmullo lejano la llamaba, pero su cuerpo se negaba a responder.—¡Vanessa, despierta! —la voz de Sofía sonaba angustiada, casi al borde del llanto.—¡Dios, Vanessa, por favor! —era Alexandro. Su tono estaba cargado de desesperación.Intentó abrir los ojos, pero le pesaban. Su respiración era irregular, su cuerpo no reaccionaba. Hasta que sintió algo cálido en su mejilla... una mano firme y temblorosa. La de Alex.—Nena, mírame... —suplicó él, con la voz rota.Con un esfuerzo sobrehumano, Vanessa entreabrió los ojos lentamente. La luz de la habitación le pareció demasiado brillante, cegadora. Parpadeó varias veces hasta que, por fin, la imagen de Alex comenzó a enfocarse. Su rostro estaba tenso, sus ojos oscuros reflejaban puro alivio… y pánico.—¡Gracias a Dios! —exhaló él, acariciándole la cara con manos temblorosas.Vanessa intentó moverse, pero su cuerpo se sentía e
El hospital estaba lleno de ruido, movimiento y luces brillantes. Alexandro no soltó la mano de Vanessa ni un solo segundo mientras los médicos los atendían.—Señor Montenegro, la herida no es grave, pero necesitará algunos puntos —informó el doctor mientras le limpiaba la sangre del brazo.—Solo háganlo rápido, necesito estar con Vanessa —respondió con impaciencia, sin apartar la mirada de ella.Vanessa estaba en otra camilla, rodeada de enfermeras y un médico que le tomaba la presión.—Señorita, su desmayo no parece haber sido causado por el impacto emocional. Vamos a hacerle unos exámenes para asegurarnos.—Estoy bien —intentó decir ella, pero una enfermera ya le estaba sacando sangre.Alex, a pesar del dolor en su brazo, se removió en su camilla, sintiendo la necesidad de estar junto a ella.—¿Qué tipo de exámenes? ¿Por qué se desmayó?—Lo sabremos en unos minutos —respondió el médico con calma.Los minutos se sintieron eternos. Alex fue suturado y apenas lo liberaron, se apresuró
Después de unas horas en el hospital, a Vanessa le dieron el alta con la indicación de descansar. Alex, aún con el brazo vendado, no dejó de sostener su mano ni un solo segundo.—Te llevo a casa —dijo con determinación mientras la ayudaba a subir al auto.—Alex, estás herido… —protestó ella, mirándolo con preocupación.—Y tú estás embarazada —replicó él con una sonrisa arrogante, colocando con suavidad su mano sobre su vientre—. Creo que yo gano.Vanessa rodó los ojos pero no pudo evitar sonreír.—Siempre tienes que tener la última palabra, ¿verdad?—No, solo cuando tengo razón —respondió con una guiñada, lo que la hizo reír.El camino a casa fue tranquilo, aunque Alex no dejaba de mirarla de reojo, asegurándose de que estuviera bien. Vanessa, por su parte, descansaba con una mano sobre su vientre, todavía asimilando todo.—¿Vamos a decírselo a todos? —preguntó ella de repente, rompiendo el silencio.Alex suspiró.—Damián ya debe estar enterado porque estuvo en el hospital, pero… ¿qui
Vanessa despertó temprano, sintiendo una mezcla de emoción y nerviosismo en su pecho. Hoy era el día en que ella y Alexandro le contarían a sus familias sobre el embarazo. Aunque la noticia ya había sido recibida con gritos y abrazos por parte de Mariana y Sofía, sabía que con sus padres la situación podría ser muy distinta.Desde la cocina llegaba el aroma a café recién hecho. Se levantó despacio y caminó hacia allí, encontrándose con Alex, que ya estaba vestido, preparando el desayuno.—¿Dormiste bien? —preguntó él, dándole un beso en la frente.—Sí… aunque no puedo dejar de pensar en lo que viene —respondió ella, tomando asiento y recibiendo una taza de café descafeinado.—Va a salir bien, nena. No te preocupes —le aseguró Alex, sentándose a su lado.Vanessa sonrió con algo de duda. Sabía que sus padres probablemente reaccionarían con sorpresa, pero confiaba en su apoyo incondicional.Después del desayuno, se arreglaron y se dirigieron a casa de los padres de Vanessa. Cuando llegar
El ambiente en la mansión Montenegro era tenso, cargado de un silencio que amenazaba con explotar en cualquier momento. Después del caos de los últimos días , la herida de Alex ya estaba atendida, Vanessa se encontraba bien, y lo más importante: ahora sabían que serían padres. Sin embargo, había un asunto pendiente, uno que Alex no podía ignorar.Victoria Montenegro.Vanessa entrelazó sus dedos con los de Alex mientras caminaban por el pasillo hacia la biblioteca, donde sabían que Victoria se refugiaba después de sus derrotas. Damián caminaba a su lado, con la expresión endurecida.—¿Estás seguro de que quieres hablar con ella? —susurró Vanessa.Alex no dudó ni un segundo.—Sí. Quiero darle una última oportunidad para que haga lo correcto.—Sabes que tu mamá nunca va a aceptar la verdad.—Tal vez. Pero no quiero que después diga que nunca le dimos la opción de redimirse —respondió Alex con firmeza.Vanessa lo miró con admiración. A pesar de todo lo que Victoria había hecho, él aún te
El aire en la casa se sentía distinto después de la confrontación con Victoria. Una tensión sutil flotaba en el ambiente, como si las paredes aún resonaran con las palabras dichas. Alexandro no habló mucho en el camino de regreso, pero su mano nunca soltó la de Vanessa. Era un gesto pequeño, pero reconfortante. Sabía que ella aún estaba procesando lo que había sucedido, que las piezas del rompecabezas se movían en su cabeza tratando de encontrar sentido a todo.Cuando llegaron a casa, Mariana y Sofía ya estaban esperándolos en la sala, claramente ansiosas por noticias. Habían pasado la tarde debatiendo qué podría haber ocurrido, haciendo apuestas sobre cómo reaccionaría Victoria y preparando algo de café para la inevitable conversación.—¿Cómo les fue? —preguntó Mariana, cruzándose de brazos. Su pie golpeaba el suelo con impaciencia.—¿Victoria confesó? —añadió Sofía, inclinándose un poco hacia adelante, con los ojos brillando de expectativa.Vanessa suspiró, dejándose caer pesadament
El día que Vanessa y Alexandro se cruzaron por primera vez comenzó como cualquier otro. Para él, la rutina estaba perfectamente programada, sin espacio para imprevistos. Para ella, la vida era un torbellino de proyectos, plazos y una agenda que parecía desmoronarse cada día. Aquella tarde, en una elegante cafetería del centro, todo cambió. Alexandro Montenegro estaba allí, impecable como siempre. Su traje azul oscuro estaba hecho a la medida, resaltando su imponente figura. Alto, de hombros anchos y porte autoritario, exudaba poder con cada movimiento preciso. Su cabello oscuro estaba perfectamente peinado hacia atrás, sin un solo mechón fuera de lugar, y sus ojos grises reflejaban el mismo control absoluto que aplicaba en su vida. Esperaba su café mientras revisaba su teléfono, la mandíbula tensa y la mente en otro negocio millonario. La puntualidad era su sello, la eficiencia su regla de oro. Nunca se permitía distracciones. Hasta que ella apareció. Vanessa entró apresur