Hola chicas, empezamos actualizaciones diarias el domingo por la tarde, mil gracias por acompañarme. Un abrazo.
—Hola Mitch —la saluda—. Estoy bien, además de loco, gracias por preocuparte. —Lo siento, me alegra que estés bien, pero ¿cómo se te ocurrió mandarle a Ian una cuatrimoto de regalo? —Fue su cumpleaños y no pude asistir —se justifica. —Por supuesto que no pudiste asistir, si siempre estás metido en el trabajo —lo regaña. Me siento muy incómoda, al parecer estoy presenciando una pelea de pareja y no me gusta para nada. —Ian tiene seis años, no puede usar la cuatrimoto. —Es pequeña, no tiene mucha velocidad, le sirve para ir practicando —explica muy quitado de la pena. —No tienes remedio —lo recrimina la mujer al otro lado de la línea—. ¿Cuándo vas a venir? Te extrañamos demasiado. —No lo sé Mitch, tengo varios casos importantes. —Es que siempre es así, necesitas darte un tiempo, no todo en la vida es trabajo. —Lo haré, te lo prometo —asegura—. Saluda a mis padres y dale un beso a mi terremoto. —Está bien, te quiero. —Y yo a ti. Corta la llamada y me mira. —Lo siento, mi h
Tomo una copa de agua para refrescarme un poco, ya que no dejo de sentirme avergonzada y acalorada. Estamos conversando cuando escuchamos que Dania toma el micrófono. —Hola a todos —saluda—, quiero darles las gracias por acompañarme en este día tan especial, para muchos podrá parecer muy extraño que esté celebrando mi divorcio, pero, —toma aire—; siempre he pensado que las cosas pasan por algo. Soy joven, quiero empezar de nuevo, y estar rodeada de mis seres queridos, me hace entender que hay muchos motivos por los cuales seguir luchando. El amor llegará, cuando tenga que llegar, y mientras tanto, celebremos que estamos vivos y que nadie nos robe nuestra felicidad jamás —levanta la copa—. Salud. Todos nos ponemos de pie y brindamos con ella. —¿Dejaste algún enamorado en Washington? —me interroga Yurem cuando tomamos asiento de nuevo. —No —respondo. —Pues parece que todos en este equipo somos solteros, tal vez sea alguna maldición —bromea Hammer. —Tú eres un mujeriego —lo
Llegamos al local y aunque sigo sin estar convencida, entramos. Nathan llena algunos papeles y pide dos armas iguales a las que usamos. Tomamos nuestros lugares, nos ponemos los lentes de seguridad y los auriculares. Nos preparan las láminas y él empieza a disparar primero mientras yo lo miro atenta. —Tú turno —me señala al acabarse las balas. Intento tomar aire y enfocar los tiros para disparar. Termino con las balas y al revisar las láminas, Nathan dio en el blanco en todos los disparos, mientras yo, solo acerté uno y no tengo ni la menor idea de a dónde se fueron los demás tiros. —No puedo —bufo, no estoy hecha para eso. —Pasaste el curso, en algún momento lo hiciste bien —se coloca a mi espalda y pone su mano sobre mi abdomen haciendo presión. El hormigueo que provoca su mano, me distrae aunque no quiera, recarga el arma y me acomoda en posición de disparo, siento su respiración sobre mi oído. —Enfoca el tiro, no dispares con miedo, piensa que ahí está el enemigo y si
Salimos de la oficina y me abre la puerta del Jeep. —¿Vas a ir de nuevo a ver a las chicas de la casa de seguridad? —le pregunto cuando se sube. —Sólo pasaré a llevar información, ya que el nuevo detective encargado del caso, me odia, y sí me ve ahí, estoy seguro que se pondrá furioso —bufa y empieza a conducir. Después de varios minutos, nos detenemos en un edificio de oficinas, se baja y me abre la puerta. Subimos al elevador y a los pocos segundos se detiene, al abrirse las puertas llegamos a una oficina muy elegante. —¡Qué sorpresa tener al detective más guapo del FBI por aquí! —exclama el chico de la recepción al vernos. —Hola, Jen —saluda Nathan un poco sonrojado por el saludo tan efusivo. —¿Están Theo y Chloe? —le pregunta. —Sí —responde y me mira—. Que hermosa acompañante traes Nathan. —Ella es la agente Harper —me presenta. —Mucho gusto —le digo y me sonríe, es un chico bastante agradable. —Nunca habías traído a nadie, ¿acaso quieres opacar mi brillo con est
El sábado por la mañana, recogen mi coche muy temprano, me explican que tardarán algunos días en solucionar la falla y ellos me van a notificar el día que me lo traigan de nuevo. Bajo al gimnasio y no tengo mucho tiempo haciendo ejercicio cuando Sheel aparece. —Hola, Milly —me saluda. —Hola —respondo intentando no seguir con la conversación. —Me gustaría invitarte al club de mi hermano, es muy popular en la ciudad, se llama Mundanus; hoy habrá un espectáculo de luces neón y te aseguro que te gustara. —Gracias Sheel, pero tengo un compromiso. —Entiendo, será en otra ocasión —se encoge de hombros—. ¿Eres algo de Blake? —¿Perdón? —cuestiono molesta por la pregunta. —¿Lo conociste aquí en el edificio? —me interroga. —Es mi vecino —contesto lo obvio sin entrar en detalles y continúo haciendo ejercicio, después de unos minutos de ignorarlo, se aleja. Termino mi rutina y subo al apartamento. Después de desayunar me quedó unas horas viendo la televisión y cuando me doy cuenta
Escucho algunos gritos y aunque estoy asustada, bajo con precaución, sigo las voces y me doy cuenta que Nathan encontró a Dania y a Bartice en una situación incómoda. —¡Les dije muy claro que no quiero este tipo de escenas en mi equipo! —les grita furioso mientras los dos se visten—. ¿No tienen casa o qué? —En mi apartamento aún está mi familia —se justifica Dania. —Y en mi casa, está mi hija —farfulla Bartice. —Pues pagan un hotel —gruñe. —Nathan… —No, quiero escuchar nada, Dania —la interrumpe—. Conoces muy bien mis reglas y tú también Bartice —lo señala—. Es increíble que el fin de semana invitaste a comer a Milly y ahora estás aquí con Dania ¿a qué estás jugando? ¿Quieres acostarte con todas las mujeres de mi equipo? ¿Mañana será Yurem? Mi cara es de completa sorpresa al escuchar sus comentarios, no tengo tiempo de decir nada, ya que Dania nos está mirando como si la hubiéramos traicionado de la peor manera. —¿Invitaste a comer a Milly? —cuestiona. —Sí, pero no es lo
—¿Qué pasa? —pregunto acercándome a la puerta. —Tú jefe —lo señala Enzo—, me está explicando a qué viene tan temprano en sábado, pero parece que no sabe qué decirme. —Te traje un té y… —me mira—. Necesito hablar contigo. Enzo no se mueve y paso por debajo de su brazo para salir. —Ahora regreso —le digo a Enzo que cierra la puerta sin estar muy convencido. Me entrega el vaso con el té. —Está semana fue un poco complicada, y no me di el tiempo para pedirte una disculpa por lo que pasó con Bartice —toma aire—. Cometí un error, y te falté al respeto con mis comentarios estúpidos. Lo miro esperando a que continúe. —No me justifico, pero como siempre les he dicho en el equipo, una relación trae problemas, y créeme que Dania y Bartice, nos han dado varios dolores de cabeza —bufa—. De verdad lo siento, tú no tenías la culpa y me comporté como un idiota. —Lo hiciste, pero también puedo entenderte. —Además, me sentía culpable al saber que te ibas en Uber, ¿o crees que no me di c
Salimos del elevador y nos subimos a su Jeep, durante el trayecto al aeropuerto voy en silencio, escuchando la letra de la música que lleva Nathan, nunca le había puesto atención, de hecho, nunca había escuchado música country, pero esa canción en especial, es muy bonita. Habla de una pareja que empezó su relación sin tener nada y dice que no necesitas mucho cuando tienes lo suficiente para vivir sin que falte el amor. Nathan está cantando y yo sigo escuchando la letra, ¿de verdad existirá el amor así? Ese que te haga feliz solo con ver sonreír a tu pareja. —Esa canción me recuerda a mis padres —comenta de pronto—. Ellos se casaron muy jóvenes, se mudaron a un pequeño pueblo de Texas y empezaron desde cero: primero tenían un restaurante, ambos son muy buenos para cocinar, y con el tiempo, el restaurante se convirtió en un rancho para vacacionar o un hotel de descanso, como quieras llamarlo. —¿De verdad? —le pregunto y asiente. —Es un lugar increíble, está rodeado de montañas y t