—¿Todo bien señorita Harper? —pregunta Nathan a mis espaldas y la sonrisa se me borra de inmediato.
—Milly —lo corrijo—. Y sí, todo está bien detective Blake.
—Nathan —me corrije—. ¿Cómo van sus perfiles?
—Muy bien, han tenido bastante movimiento.
—Perfecto —dice y se da la vuelta para detenerse con cada uno de los compañeros.
Se llega la hora de salida y vuelvo a quedarme un poco más tarde, estoy hablando con un supuesto chico de dieciocho años, que está muy interesado en mi edad, parece que le entusiasma demasiado pensar que tengo quince años.
—¿No piensas irte a descansar? —me pregunta Nathan al salir de su oficina.
—Sí, solo que hay un chico demasiado interesado en la adolescente que tengo en mi perfil —le explico y se acerca, pone una silla a mi lado y se sienta para empezar a leer la conversación.
—Puede ser un acosador, pero no sé, su forma de expresarse me confunde un poco —menciona al leer la conversación—. Parece realmente un joven inmaduro.
—Exacto, pero puede que esté tanteando el terreno —advierto—. Me pregunta por mi familia, piensa que provengo de familia latina, lo cual me indica que puede creer que al ser latina hay menos probabilidad de atención de la policía.
—Eso es verdad, muchos creen eso, ¿qué edad le pusiste a la chica en la que está interesado?
—Quince.
Sigo hablando con él tipo por medio del chat ante la atenta mirada de Nathan, hasta que pasan algunas horas.
—Creo que deberíamos irnos —sugiere Nathan—. Despídete de él, dile que tus padres te ordenaron irte a dormir y que mañana continuarán hablando.
Hago lo que me pide y apagamos las computadoras. Salimos de las oficinas y caminamos al estacionamiento.
—Buenas noches, Milly —se despide cuando llegamos a mi coche.
Me subo y enciendo el coche para empezar a conducir.
Al llegar al estacionamiento de los apartamentos, me bajo y a los pocos minutos entra el Jeep, lleva la ventanilla abierta y me doy cuenta que Nathan viene ahí; parece que mi jefe, no solo es mi vecino el cowboy, sino que también, es el que yo creía hijo de papi prepotente que conduce como un loco, espero no llevarme más sorpresas con este hombre.
(…)
En los siguientes días, he recibido varios mensajes en mis perfiles, sobre todo en los que hice de menores de edad, también sigo teniendo conversaciones con el supuesto chico de dieciocho años, está muy interesado en reunirse con la chica del perfil, y me pidió hacerlo pronto, según él, está ansioso por conocerla. Nathan quiere que posponga el encuentro por unos días más, Jang está investigando su perfil para ver si podemos dar con él antes de planear algo contundente, pero parece que él chico sabe cubrirse bien las espaldas ya que no logramos encontrar de donde proceden sus mensajes y eso nos hace pensar que hay algo malo detrás.
Yurem parece menos molesta ante mi presencia, y al menos, ya me mira cuando tiene que preguntarme algo, todos los días salimos a comer y Dario se une a nosotros en algunas ocasiones, ahora me siento más en confianza con todos ellos.
Mañana es la fiesta de divorcio de Dania, así que ya todos se fueron y como siempre, yo sigo trabajando por algunas horas más.
—¿Tienes algo que hacer? —me pregunta Nathan al salir de su oficina.
—No, ya terminé con lo que tenía pendiente.
—¿Te gustaría acompañarme a una casa de seguridad? —me pregunta—. Tengo que llevarle una información importante a una de las chicas, y me parece que ella puede darte algunos datos importantes del tipo que la atacó, por alguna razón me parece muy similar al que quiere tener un encuentro con la chica de quince años.
—Claro, vamos —digo poniéndome de pie y tomando mis cosas.
Salimos al estacionamiento y caminamos a su Jeep, estoy tentada en decirle que yo puedo irme en mi coche, pero me parece que no aceptará.
Abre la puerta para que me suba y me pongo el cinturón de inmediato, estoy nerviosa y no quiero que lo note.
Enciende el Jeep y me mira.
—¿Estás bien? —me pregunta.
—Sí —respondo.
—Te ves pálida —insiste.
—Estoy bien, vámonos —le pido antes de que me arrepienta y me baje.
Empieza a conducir, y aunque no lo hace mal, la mayor parte del tiempo va sobre el límite de velocidad, aunque disimuladamente tengo las uñas enterradas sobre el asiento.
Llegamos a un edificio de apartamentos un poco alejado, nos bajamos y sonríe al mirar mi asiento.
—¿Tan mal conduzco que casi rompes el asiento con las uñas?
—Para ser sincera, te tenía un poco de miedo, ya que te he visto llegar al estacionamiento de los apartamentos y me parecía que conducías muy… mal, pero, confieso que no fue así.
Sonríe, es la primera vez que lo veo sonreír, en sus mejillas se marcan unos hoyuelos que lo hacen ver muy sexy.
—Vamos, prometo que de regreso a la oficina voy a conducir más despacio —asegura y lo sigo.
Nathan saluda a un hombre que está en la puerta del edificio, aparentemente es el conserje, pero me imagino que es un agente encubierto; subimos al tercer piso y ahí hay dos oficiales, ellos sí tienen su uniforme y de inmediato saludan a Nathan.
—¿Todo bien por aquí? —les pregunta.
—Por supuesto detective —responde uno de ellos.
Entramos a uno de los apartamentos y hay dos jóvenes, que salen a saludar a Nathan.
—Detective —lo saluda una mujer mayor.
—Señora Campbell, ¿cómo está?
—Muy bien, tengo a mis chicas estudiando —las señala—. No se preocupe que están en buenas manos.
—De eso estoy seguro —afirma Nathan—. Ella es Emilia Harper, la nueva integrante de mi equipo —me presenta.
—Un placer —me dice la señora Campbell amable.
—Igualmente —respondo.
—La señora Campbell está retirada de trabajo social, aunque aún ayuda en algunos casos importantes —me explica Nathan.
La chica más joven tiene algunas marcas de golpes en la cara y sus ojos tienen una tristeza muy profunda, mientras los demás conversan, me acerco a ella y me acomodo en el sillón a su lado.
—Hola —la saludo y me mira.
—Hola —contesta tímida.
—Soy Milly —me presento.
—Yo soy Laura, ¿también eres detective?
—No tengo un rango tan importante, pero soy agente y trabajo con el detective Nathan.
—Sé que es un excelente detective, pero te juro que quiero que atrapen cuanto antes al maldito que me hizo esto —señala su ojo enrojecido.
—¿Qué edad tienes? —le pregunto.
—Tengo dieciséis —responde—. ¿Conoces mi caso? —me pregunta y niego con la cabeza. Abraza sus piernas y toma aire—. Conocí a Raider por internet, nunca nos habíamos visto y la verdad estaba muy entusiasmada con él, me consolaba cuando tenía problemas con mis padres, era tan romántico y tenía detalles hermosos conmigo —suspira—. Hablamos por unas semanas y me pidió conocernos, mis padres no me dejan salir mucho, por lo que falté al colegio para verlo. Me citó en un hotel, y al entrar a la habitación que me había indicado, me cubrieron la boca con un pañuelo y… desperté en el hospital al día siguiente, ya puedes imaginarte todo lo que me hizo —murmura limpiándose las lágrimas.
La opresión que siento en el pecho hace que me tiemblen un poco las manos, el mundo está demasiado enfermo.
—El detective Blake dice que lo van a encontrar pronto, pero sé que es muy difícil, porque no tengo idea de quién es, ni siquiera tenía fotos en su perfil, me dijo que tenía dieciocho años, pero no estoy segura de eso.
—Lo siento —le digo.
—¿De verdad lo sientes? —cuestiona—. No tienes idea de lo que lucho cada día para salir de esta m*****a pesadilla, no puedo dormir porque sueño que es un hombre horrible y me imagino lo peor, tuve mucha suerte al no contraer alguna enfermedad.
Tomo su mano y la presiono.
—Créeme que te entiendo, mejor de lo que puedas imaginar —aseguro y respiro profundo—. ¿Estás tomando terapia?
—Sí —responde—. Pero no sirve de nada, esos ejercicios de respiración y las tonterías que nos dice la psicóloga, me ponen peor.
—Mira, Laura, todo lo que has pasado es muy reciente y entiendo que pienses que la terapia no sirve, pero te aseguro que poco a poco vas a ir notando la diferencia, no te cierres a la ayuda, esos ejercicios que ahora te parecen tonterías, te ayudarán más de lo que te imaginas.
—Pasaste por algo parecido ¿verdad? —me interroga—. Puedo verlo en tus ojos.
—Es hora de irnos —nos interrumpe Nathan.
Me pongo de pie y Laura hace lo mismo para darme un abrazo.
—Sí tú saliste adelante, yo también lo haré —murmura para que solo yo la escuche y asiento.
Nos despedimos y salimos de los apartamentos.
—¿Tienes idea de quién es el culpable de lo qué le pasó a Laura?
—No, tenemos varios sospechosos, pero nada claro, ese chico sabe lo que hace, no dejó rastros de ningún tipo.
—¿Y en el hotel no encontraron pistas? —indago.
—Sólo dejó una pulsera de esas que quiebras y brillan en la oscuridad.
—¿Algo más?
—No, ese hotel es de intercambio de parejas y tiene fechas especiales en que los visitan personas importantes, siempre apagan las cámaras esos días.
—Que conveniente —bufo.
—Lo sé, además pagó con una tarjeta prepagada que compró una mujer y justo en esas fechas, por los eventos especiales, no piden demasiados detalles. El desgraciado dejó todo limpio antes de irse, creemos que es un experto y que no es su primera víctima.
—Tal vez nadie denuncia por miedo.
—Es lo que pensamos, y si las chicas son menores y se escaparon de sus escuelas, es probable que se queden calladas por miedo a que sus padres las reprendan.
—Que horror —gruño.
—En el caso de Laura, ella estaba inconsciente cuando la encontró la chica de limpieza. Además, compartió información personal y eso la pone en peligro, por esa razón sus padres me pidieron que la mantenga en un lugar seguro mientras encontramos algo.
—Eso será complicado.
—Demasiado, pero no pienso darme por vencido.
Asiento, realmente me agrada escuchar eso.
—Te enviaré las conversaciones que el tipo tuvo con Laura, me parece que son un poco parecidas a las que estás teniendo con el chico llamado Lucien.
—Perfecto, así puedo tener un margen de comparación.
—Te llevaré a recoger tu coche a la oficina —me informa mientras conduce—. ¿Vas a ir a la fiesta de Dania? —me pregunta.
—No lo sé —respondo dudosa.
—Deberías ir, te hace falta conocer a más personas en la ciudad.
—¿Tú conoces a Arya? —le pregunto.
—No, conozco a su padre, es un gran ejemplo para todos en el FBI.
—Lo sé, el señor Anderson es increíble.
—¿Te incomoda que te relacionen con ellos? —me interroga.
—No, son parte de mi familia y los quiero mucho, solo que me molesta cuando acusan a Enzo de algo que no es.
—Me imagino, pero lo defiendes bastante bien.
—Siempre lo haré, Enzo nunca ha tenido negocios sucios y no me gusta que se hagan comentarios malos de él.
Asiente y detiene el Jeep, en ese momento me doy cuenta que ya llegamos al estacionamiento de las oficinas.
—Nos vemos después —me despido y me bajo.
Camino hasta mi coche y me subo, Nathan sigue esperando a que me vaya, así que enciendo el coche y empiezo a conducir a los apartamentos, con él detrás de mí.
Hola mis bellas, aquí les dejo otro capítulo y las veo en Mayo con actualizaciones diarias. Mil gracias por acompañarme de nuevo. Las quiero un montón, un abrazo enorme.
Al llegar, me bajo del coche y me encuentro con Nathan en el elevador, subimos y presiona el número seis. —¿Sabías que éramos vecinos? —le pregunto. —Sí, vi tu dirección en tu archivo. —¿Tienes mucho tiempo viviendo aquí? —lo interrogo. —Tengo seis años, llegué a Florida cuando tenía tu edad, soy de Texas, de un rancho cercano a Houston. Ahora entiendo porque escucha música country, y no estaba tan equivocada con su edad, tiene treinta y dos años. —¿Aún tienes familia allá? —indago curiosa. —Sí, mis padres, mi hermana mayor y mi sobrino. El elevador se abre y caminamos por el pasillo hasta detenernos en nuestras respectivas puertas. —Espero que no seas la vecina que pide tazas de azúcar para el café —bromea. —No tomo café, prefiero el té —respondo y se ríe—. Pero si se me acaba el azúcar, es probable que te moleste —agrego. —Bueno vecina, nos vemos mañana —se despide. —Hasta mañana, vecino cowboy —me despido y suelta una risotada. —Extraño volver a usar mis botas y
—Hola Mitch —la saluda—. Estoy bien, además de loco, gracias por preocuparte. —Lo siento, me alegra que estés bien, pero ¿cómo se te ocurrió mandarle a Ian una cuatrimoto de regalo? —Fue su cumpleaños y no pude asistir —se justifica. —Por supuesto que no pudiste asistir, si siempre estás metido en el trabajo —lo regaña. Me siento muy incómoda, al parecer estoy presenciando una pelea de pareja y no me gusta para nada. —Ian tiene seis años, no puede usar la cuatrimoto. —Es pequeña, no tiene mucha velocidad, le sirve para ir practicando —explica muy quitado de la pena. —No tienes remedio —lo recrimina la mujer al otro lado de la línea—. ¿Cuándo vas a venir? Te extrañamos demasiado. —No lo sé Mitch, tengo varios casos importantes. —Es que siempre es así, necesitas darte un tiempo, no todo en la vida es trabajo. —Lo haré, te lo prometo —asegura—. Saluda a mis padres y dale un beso a mi terremoto. —Está bien, te quiero. —Y yo a ti. Corta la llamada y me mira. —Lo siento, mi h
Tomo una copa de agua para refrescarme un poco, ya que no dejo de sentirme avergonzada y acalorada. Estamos conversando cuando escuchamos que Dania toma el micrófono. —Hola a todos —saluda—, quiero darles las gracias por acompañarme en este día tan especial, para muchos podrá parecer muy extraño que esté celebrando mi divorcio, pero, —toma aire—; siempre he pensado que las cosas pasan por algo. Soy joven, quiero empezar de nuevo, y estar rodeada de mis seres queridos, me hace entender que hay muchos motivos por los cuales seguir luchando. El amor llegará, cuando tenga que llegar, y mientras tanto, celebremos que estamos vivos y que nadie nos robe nuestra felicidad jamás —levanta la copa—. Salud. Todos nos ponemos de pie y brindamos con ella. —¿Dejaste algún enamorado en Washington? —me interroga Yurem cuando tomamos asiento de nuevo. —No —respondo. —Pues parece que todos en este equipo somos solteros, tal vez sea alguna maldición —bromea Hammer. —Tú eres un mujeriego —lo
Llegamos al local y aunque sigo sin estar convencida, entramos. Nathan llena algunos papeles y pide dos armas iguales a las que usamos. Tomamos nuestros lugares, nos ponemos los lentes de seguridad y los auriculares. Nos preparan las láminas y él empieza a disparar primero mientras yo lo miro atenta. —Tú turno —me señala al acabarse las balas. Intento tomar aire y enfocar los tiros para disparar. Termino con las balas y al revisar las láminas, Nathan dio en el blanco en todos los disparos, mientras yo, solo acerté uno y no tengo ni la menor idea de a dónde se fueron los demás tiros. —No puedo —bufo, no estoy hecha para eso. —Pasaste el curso, en algún momento lo hiciste bien —se coloca a mi espalda y pone su mano sobre mi abdomen haciendo presión. El hormigueo que provoca su mano, me distrae aunque no quiera, recarga el arma y me acomoda en posición de disparo, siento su respiración sobre mi oído. —Enfoca el tiro, no dispares con miedo, piensa que ahí está el enemigo y si
Salimos de la oficina y me abre la puerta del Jeep. —¿Vas a ir de nuevo a ver a las chicas de la casa de seguridad? —le pregunto cuando se sube. —Sólo pasaré a llevar información, ya que el nuevo detective encargado del caso, me odia, y sí me ve ahí, estoy seguro que se pondrá furioso —bufa y empieza a conducir. Después de varios minutos, nos detenemos en un edificio de oficinas, se baja y me abre la puerta. Subimos al elevador y a los pocos segundos se detiene, al abrirse las puertas llegamos a una oficina muy elegante. —¡Qué sorpresa tener al detective más guapo del FBI por aquí! —exclama el chico de la recepción al vernos. —Hola, Jen —saluda Nathan un poco sonrojado por el saludo tan efusivo. —¿Están Theo y Chloe? —le pregunta. —Sí —responde y me mira—. Que hermosa acompañante traes Nathan. —Ella es la agente Harper —me presenta. —Mucho gusto —le digo y me sonríe, es un chico bastante agradable. —Nunca habías traído a nadie, ¿acaso quieres opacar mi brillo con est
El sábado por la mañana, recogen mi coche muy temprano, me explican que tardarán algunos días en solucionar la falla y ellos me van a notificar el día que me lo traigan de nuevo. Bajo al gimnasio y no tengo mucho tiempo haciendo ejercicio cuando Sheel aparece. —Hola, Milly —me saluda. —Hola —respondo intentando no seguir con la conversación. —Me gustaría invitarte al club de mi hermano, es muy popular en la ciudad, se llama Mundanus; hoy habrá un espectáculo de luces neón y te aseguro que te gustara. —Gracias Sheel, pero tengo un compromiso. —Entiendo, será en otra ocasión —se encoge de hombros—. ¿Eres algo de Blake? —¿Perdón? —cuestiono molesta por la pregunta. —¿Lo conociste aquí en el edificio? —me interroga. —Es mi vecino —contesto lo obvio sin entrar en detalles y continúo haciendo ejercicio, después de unos minutos de ignorarlo, se aleja. Termino mi rutina y subo al apartamento. Después de desayunar me quedó unas horas viendo la televisión y cuando me doy cuenta
Escucho algunos gritos y aunque estoy asustada, bajo con precaución, sigo las voces y me doy cuenta que Nathan encontró a Dania y a Bartice en una situación incómoda. —¡Les dije muy claro que no quiero este tipo de escenas en mi equipo! —les grita furioso mientras los dos se visten—. ¿No tienen casa o qué? —En mi apartamento aún está mi familia —se justifica Dania. —Y en mi casa, está mi hija —farfulla Bartice. —Pues pagan un hotel —gruñe. —Nathan… —No, quiero escuchar nada, Dania —la interrumpe—. Conoces muy bien mis reglas y tú también Bartice —lo señala—. Es increíble que el fin de semana invitaste a comer a Milly y ahora estás aquí con Dania ¿a qué estás jugando? ¿Quieres acostarte con todas las mujeres de mi equipo? ¿Mañana será Yurem? Mi cara es de completa sorpresa al escuchar sus comentarios, no tengo tiempo de decir nada, ya que Dania nos está mirando como si la hubiéramos traicionado de la peor manera. —¿Invitaste a comer a Milly? —cuestiona. —Sí, pero no es lo
—¿Qué pasa? —pregunto acercándome a la puerta. —Tú jefe —lo señala Enzo—, me está explicando a qué viene tan temprano en sábado, pero parece que no sabe qué decirme. —Te traje un té y… —me mira—. Necesito hablar contigo. Enzo no se mueve y paso por debajo de su brazo para salir. —Ahora regreso —le digo a Enzo que cierra la puerta sin estar muy convencido. Me entrega el vaso con el té. —Está semana fue un poco complicada, y no me di el tiempo para pedirte una disculpa por lo que pasó con Bartice —toma aire—. Cometí un error, y te falté al respeto con mis comentarios estúpidos. Lo miro esperando a que continúe. —No me justifico, pero como siempre les he dicho en el equipo, una relación trae problemas, y créeme que Dania y Bartice, nos han dado varios dolores de cabeza —bufa—. De verdad lo siento, tú no tenías la culpa y me comporté como un idiota. —Lo hiciste, pero también puedo entenderte. —Además, me sentía culpable al saber que te ibas en Uber, ¿o crees que no me di c