Hola mis bellas, aquí seguimos, me parece que noto un poco de celos por ahí, ¿ustedes qué opinan? Nos vemos mañana, un abrazo. ; )
Escucho algunos gritos y aunque estoy asustada, bajo con precaución, sigo las voces y me doy cuenta que Nathan encontró a Dania y a Bartice en una situación incómoda. —¡Les dije muy claro que no quiero este tipo de escenas en mi equipo! —les grita furioso mientras los dos se visten—. ¿No tienen casa o qué? —En mi apartamento aún está mi familia —se justifica Dania. —Y en mi casa, está mi hija —farfulla Bartice. —Pues pagan un hotel —gruñe. —Nathan… —No, quiero escuchar nada, Dania —la interrumpe—. Conoces muy bien mis reglas y tú también Bartice —lo señala—. Es increíble que el fin de semana invitaste a comer a Milly y ahora estás aquí con Dania ¿a qué estás jugando? ¿Quieres acostarte con todas las mujeres de mi equipo? ¿Mañana será Yurem? Mi cara es de completa sorpresa al escuchar sus comentarios, no tengo tiempo de decir nada, ya que Dania nos está mirando como si la hubiéramos traicionado de la peor manera. —¿Invitaste a comer a Milly? —cuestiona. —Sí, pero no es lo
—¿Qué pasa? —pregunto acercándome a la puerta. —Tú jefe —lo señala Enzo—, me está explicando a qué viene tan temprano en sábado, pero parece que no sabe qué decirme. —Te traje un té y… —me mira—. Necesito hablar contigo. Enzo no se mueve y paso por debajo de su brazo para salir. —Ahora regreso —le digo a Enzo que cierra la puerta sin estar muy convencido. Me entrega el vaso con el té. —Está semana fue un poco complicada, y no me di el tiempo para pedirte una disculpa por lo que pasó con Bartice —toma aire—. Cometí un error, y te falté al respeto con mis comentarios estúpidos. Lo miro esperando a que continúe. —No me justifico, pero como siempre les he dicho en el equipo, una relación trae problemas, y créeme que Dania y Bartice, nos han dado varios dolores de cabeza —bufa—. De verdad lo siento, tú no tenías la culpa y me comporté como un idiota. —Lo hiciste, pero también puedo entenderte. —Además, me sentía culpable al saber que te ibas en Uber, ¿o crees que no me di c
Salimos del elevador y nos subimos a su Jeep, durante el trayecto al aeropuerto voy en silencio, escuchando la letra de la música que lleva Nathan, nunca le había puesto atención, de hecho, nunca había escuchado música country, pero esa canción en especial, es muy bonita. Habla de una pareja que empezó su relación sin tener nada y dice que no necesitas mucho cuando tienes lo suficiente para vivir sin que falte el amor. Nathan está cantando y yo sigo escuchando la letra, ¿de verdad existirá el amor así? Ese que te haga feliz solo con ver sonreír a tu pareja. —Esa canción me recuerda a mis padres —comenta de pronto—. Ellos se casaron muy jóvenes, se mudaron a un pequeño pueblo de Texas y empezaron desde cero: primero tenían un restaurante, ambos son muy buenos para cocinar, y con el tiempo, el restaurante se convirtió en un rancho para vacacionar o un hotel de descanso, como quieras llamarlo. —¿De verdad? —le pregunto y asiente. —Es un lugar increíble, está rodeado de montañas y t
Se acomoda a mi lado y me doy la vuelta para abrazarlo, el calor de su piel me reconforta, me hace sentir segura como hace mucho tiempo no me sentía. —¿Tú te fijarías en una mujer como yo? —le pregunto con mi mano sobre su pecho desnudo. —¿Una mujer como tú? —cuestiona—. Te refieres a una chica hermosa, inteligente, trabajadora, valiente y… —se queda pensando. —¿Y? —Y que hace ruidos extraños cuando come —agrega. Sonrío y le doy un golpe en el estómago. —Eres hermosa Milly, no te menosprecies por nada, tus cicatrices deben recordarte que eres una mujer valiente que nada ha logrado derrumbar. Nos miramos fijamente y me acerco poco a poco a sus labios, estoy nerviosa, pero es mayor mi deseo por besarlo. Puedo sentir su respiración acelerada y también como su corazón late más de prisa. Humedezco mis labios y en ese momento, me besa saboreando mis labios, es un beso tierno y dulce. Con un poco de timidez le doy acceso a mi boca permitiendo que su lengua conozca cada rincón. Su
—¿Les avisaste que vendríamos? —le pregunto al bajarnos. —No. Caminamos a la casa principal, abre la puerta y ahí está la recepción. —Disculpen, pero ya no tenemos habitaciones —nos dice una mujer sin mirarnos. —¿Ni siquiera para tu hermano? —pregunta Nathan y de inmediato lo mira con asombro, se cubre la boca ahogando un grito y corre a sus brazos. —¡Nath, qué sorpresa! —exclama abrazándolo—. ¡¡Mamá, Papá, tienen que ver esto!! —grita y a los pocos minutos aparece una pareja. —Ay Nath, no lo puedo creer —lloriquea la mujer abrazándolo, me imagino que es su madre. Me conmueve porque no deja de darle besos. —¿Por qué no nos avisaste hijo? —le pregunta su padre, quién también lo abraza y le da unas palmadas en la espalda. —Estaba en San Antonio, en un interrogatorio y no pensé que terminaría tan rápido, así que decidí venir a visitarlos unos días que me puedo tomar libres. —¡Qué emoción, Nath! —exclama su madre. De pronto, todas las miradas se posan en mí y me pongo nervios
Entramos a la cocina y ahí están sus padres, nos saludamos y de inmediato nos sirven. —Disfruten la comida, ahora regresamos —se disculpa Nathely y salen a revisar algunos pedidos que les acaban de llegar. Doy el primer bocado y no puedo reprimirme para saborear la comida, está deliciosa, me hace recordar a la forma en que cocina Irina. Nathan tiene el tenedor en la boca y no me quita los ojos de encima. —Lo siento —me disculpo al pasar el bocado. —No te disculpes, pero tampoco me pidas que no te mire, porque es imposible —abre los primeros botones de su camisa como si estuviera acalorado y suelto una carcajada. —Eres un exagerado —lo recrimino y seguimos comiendo. En esta ocasión Nathan también me distrae, entre ver su camisa húmeda pegada a su pecho y ver los primeros botones abiertos, me tienen nerviosa imaginando qué se sentirá pasar mi lengua por su pecho. —¿Estás bien? —me pregunta. Asiento y sigo comiendo, jamás me hubiera imaginado que se vería tan bien vaquero.
La cena que me trajo Nathan está deliciosa, parece que aquí todos tienen el don de cocinar de manera increíble. Termino y vuelvo a acomodarme en la cama, en eso Nathan sale del baño con un pantalón de pijama y el torso desnudo. —¿Te gustó la cena? —Sí, gracias, todo estaba delicioso —contesto. —Cierto, lo estaba —confirma con una sonrisa coqueta. —¿Estás bien? —le pregunto. —El agua fría ayuda, porque ayuda —responde y camina a la salida. —No te vayas —le pido antes de que abra la puerta—. Quédate conmigo. Me mira y asiente, apaga la luz y se acomoda a mi lado en la cama, me abraza atrayéndome a su pecho. —Necesito distraerme hablando o no podré aguantar teniéndote a mi lado. —¿Por qué quieres que sea especial? —lo interrogo. —Porque es lo que te mereces y quiero que sea inolvidable. —Todo lo que tiene que ver contigo, ha sido inolvidable —murmuro—. Hasta tus regaños —digo haciendo círculos con mis dedos en su abdomen. Sonríe, toma mi mano para detenerme y me da un bes
Regresamos al rancho después de unas horas, ya que a Ian se le antojaba un helado y pasamos a comprarlo. Mitchell me contó su hermosa historia de amor y lo mucho que sufrió cuando falleció su esposo. Él era policía en Houston y perdió la vida en un asalto cuando Ian tenía dos años. Dice que le costó mucho recuperarse, pero que sus padres y Nathan la han apoyado en todo momento. —¿Dónde está Nath? —le pregunta Mitchell a su madre al regresar. —Aquí estoy, estaba ocupado poniéndoles agua a los caballos —dice entrando a la cocina. —Tío —corre Ian a sus brazos—. Fuimos por un helado. —¿Y dónde está el mío? —le pregunta. —Me lo comí —confiesa y se cubre la cara sonriendo. —Está bien, solo porqué te lo comiste tú, puedo perdonarlo. Ian lo abraza. —Ian ven a comer, aunque dudo que lo hagas con tanto helado —le dice Nathely. Nathan le da un enorme beso en la mejilla que lo hace reír y lo baja para que vaya a comer con su abuela. —Voy a refrescarme un poco —me disculpo y voy a la