Hola mis bellas, hoy quiero agradecer a todas las chicas que me siguen desde mis inicios en este bello mundo de la escritura, con todo y mis errores en las primeras y todavía jaja. Gracias por acompañarme cada día con mis aventuras, sus comentarios me animan y me hacen mucho reír. Un abrazo y las quiero un montón. Mañana tendremos dos capítulos por el día de las Madres en mi México lindo y querido.
La cena que me trajo Nathan está deliciosa, parece que aquí todos tienen el don de cocinar de manera increíble. Termino y vuelvo a acomodarme en la cama, en eso Nathan sale del baño con un pantalón de pijama y el torso desnudo. —¿Te gustó la cena? —Sí, gracias, todo estaba delicioso —contesto. —Cierto, lo estaba —confirma con una sonrisa coqueta. —¿Estás bien? —le pregunto. —El agua fría ayuda, porque ayuda —responde y camina a la salida. —No te vayas —le pido antes de que abra la puerta—. Quédate conmigo. Me mira y asiente, apaga la luz y se acomoda a mi lado en la cama, me abraza atrayéndome a su pecho. —Necesito distraerme hablando o no podré aguantar teniéndote a mi lado. —¿Por qué quieres que sea especial? —lo interrogo. —Porque es lo que te mereces y quiero que sea inolvidable. —Todo lo que tiene que ver contigo, ha sido inolvidable —murmuro—. Hasta tus regaños —digo haciendo círculos con mis dedos en su abdomen. Sonríe, toma mi mano para detenerme y me da un bes
Regresamos al rancho después de unas horas, ya que a Ian se le antojaba un helado y pasamos a comprarlo. Mitchell me contó su hermosa historia de amor y lo mucho que sufrió cuando falleció su esposo. Él era policía en Houston y perdió la vida en un asalto cuando Ian tenía dos años. Dice que le costó mucho recuperarse, pero que sus padres y Nathan la han apoyado en todo momento. —¿Dónde está Nath? —le pregunta Mitchell a su madre al regresar. —Aquí estoy, estaba ocupado poniéndoles agua a los caballos —dice entrando a la cocina. —Tío —corre Ian a sus brazos—. Fuimos por un helado. —¿Y dónde está el mío? —le pregunta. —Me lo comí —confiesa y se cubre la cara sonriendo. —Está bien, solo porqué te lo comiste tú, puedo perdonarlo. Ian lo abraza. —Ian ven a comer, aunque dudo que lo hagas con tanto helado —le dice Nathely. Nathan le da un enorme beso en la mejilla que lo hace reír y lo baja para que vaya a comer con su abuela. —Voy a refrescarme un poco —me disculpo y voy a la
No estoy muy lejos de ellos, pero lo suficiente para que no noten mi presencia ya que estoy en el pórtico y puedo escucharlos. —Apenas ayer me enteré que estabas aquí y quise pasar a saludarte —le dice la chica y puedo notar entusiasmo en su voz. —¿Cómo has estado Carmine? —le pregunta Nathan separándose de ella visiblemente incómodo. —Bien, el trabajo y los hijos me ocupan mucho tiempo —responde—. ¿Y tú? —lo interroga—. Es un milagro saber de ti, me tienes en el olvido, esperaba al menos una llamada en todo este tiempo. —También tengo mucho trabajo, por eso no había venido, este viaje fue de imprevisto —le explica Nathan—. Y sabes que no soy mucho de llamar. —Lo sé, pero realmente esperaba una llamada después de mi divorcio —murmura con tristeza—. Necesitaba apoyo. —Debió ser difícil —comenta Nathan. —Lo fue, pero me hizo entender que me precipité al casarme —expresa. —Bueno, tienes dos hijos, creo que eso compensa cualquier error. —Sí, amo a mis pequeños —se queda en s
—Milly, no le vayas a decir que no, eres la primera mujer a la que le hace una declaración tan bonita —suspira Mitchell. —Él suele dar las cosas por sentado —agrega Nathely—. Por eso nunca lo había hecho, mira que nos tiene sorprendidos a todos. Estoy nerviosa, pero muy emocionada, jamás me hubiera imaginado un detalle así de Nathan. Me pongo de pie y él hace lo mismo, paso mis manos por su cuello y me pierdo en esos ojos tan expresivos. —Un día a la vez, Nathan, y sí, acepto ser tu novia. —Un día a la vez, mi pastelito —sonríe y me da un beso para después abrazarme con fuerza. —Tengo que tomarle una foto a esta propuesta —dice Mitchell. —¡Mitch! —la recrimina Nathan. —Esto es un suceso que se tiene que guardar para la posteridad —contesta ella tomando la foto—. Ya me imagino el día que le pidas matrimonio, tenemos que estar presentes, por favor. Nathan y yo sonreímos, miro a Carmine y en este momento se ve muy incómoda. Nos sentamos a disfrutar del pastel y por supuesto
Escucho música y abro los ojos, no quisiera levantarme de la cama, pero al mirar el reloj, me doy cuenta que falta una hora para entrar al trabajo, me estoy mal acostumbrando a despertar con el tiempo justo. Me estiro en la cama y después de mirar el techo fijamente unos minutos, me pongo de pie para ir al baño. Pongo el agua tibia y me doy una ducha rápida. Al salir, me pongo mi uniforme, me maquillo un poco y dejo mi cabello suelto. Sigo la música y me sorprendo al encontrar a Nathan cantando a todo pulmón sus canciones de música country, mientras mueve algo sobre la estufa. —Buenos días, mi adorado gruñón —lo saludo. Se da la vuelta para mirarme, ya está duchado y ahora sí tiene su uniforme, que por cierto le queda muy bien. Me entrega una taza con té de canela y me da un beso en los labios. —Buenos días —me saluda—. ¿Estás lista para ir al trabajo? —Creo que sí —respondo. Preparo la mesa y después trae los platos con un delicioso pan francés, que es imposible no sabor
El timbre de la puerta nos interrumpe salvándome del interrogatorio. —¿Puedo hablar con Milly? —pregunta Bartice por el altavoz y me pongo de pie, antes de salir, miro a Dania—. Sólo somos amigos —le aclaro y todos se carcajean. Salgo y Bartice me está esperando. —¿Pasa algo? —le pregunto al notarlo nervioso. —Azari tuvo una discusión horrible con su madre y no abre la puerta de su habitación —me explica—. Disculpa que te moleste, sé que no es tu problema, pero… —Recojo mis cosas y voy para tu casa —lo interrumpo—. Solo faltan unos minutos para la hora de salida. —Gracias —dice—. Mi ex mujer está en mi casa con ella, yo aún tengo algo de trabajo y no me puedo ir todavía, aunque quisiera. —Está bien, no te preocupes. Vuelvo a la oficina, termino con los pendientes que tenía y dejo todo organizado. —¿Vas a ir a la casa de Bartice? —me pregunta Dania cuando estoy recogiendo mis cosas. —Sí, ¿te contó? —Me acaba de enviar un mensaje, ¿te puedo acompañar? —me pide—. Sé que
Terminamos de cenar y recogemos los platos. —¿Me aceptas para dormir aquí? —me pregunta y lo miro frunciendo el ceño. —¿A qué viene esa pregunta? —indago. —No sé si Hammer te lo permita —responde aguantando la risa. —Es cierto, tendría que preguntarle —sonrío y camino a la habitación quitándome la ropa en el trayecto, no tarda en alcanzarme para tomarme en los brazos y llevarme a la cama mientras no dejo de reír. —¿Y Hammer? —cuestiono. —Le pediré disculpas después —dice quitándose la ropa con prisa. De inmediato se pone el preservativo y se acomoda entre mis piernas. —Te extrañé toda la tarde —murmura entrando en mí. Tomo aire ante la sensación de sentirlo. Paso mis manos por su cuello para atraerlo y besarlo apasionadamente. —Yo también te extrañé —susurro—. Además, no poder besarte durante todo el día, no es sano. —Tienes razón, no lo es, me parece que nuestros compañeros se van a enterar en breve —dice y devora mis labios mientras se mueve lentamente. Paso mis
Al llegar al supermercado, Nathan toma el carrito mientras yo escojo algunas cosas, como él se va a ir el fin de semana compra solo lo necesario. —Nunca me había gustado tanto hacer las compras como hoy —dice mientras subimos las bolsas al jeep. —Tardamos dos horas —lo regaño—. A cada paso nos besábamos, estoy segura que los que revisan las cámaras se divirtieron de lo lindo. Me toma de la cintura y vuelve a besarme. —Estábamos recuperando los besos que no nos dimos durante el día —se justifica y todavía nos faltan muchos. Nos subimos y empieza a conducir—. ¿A dónde nos vamos a ir de luna de miel? —me pregunta sonriendo y muevo la cabeza. —Dijiste que a una isla paradisíaca . —No lo sé, estoy indeciso, ayúdame a buscar un lugar muy caro —bromea. —¿Cómo se te ocurrió hacer una apuesta? —cuestiono. —Ellos empezaron, creen que no me puedo enamorar, no se imaginan que ya lo estoy y eso que me ha costado demasiado disimular —gruñe—. Además, me siento como si estuviéramos caminand