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2.- Compañeros de trabajo

—¡Blake! —lo recrimina Dania—. No lo tomes en cuenta, usualmente sus mañanas no son buenas.

—Ni sus tardes —dice el chico llamado Jang.

—Ni sus noches —agrega Hammer y sueltan una enorme carcajada.

—¡Basta! —vuelve a gritar—. ¿Acaso estamos en un concurso de chistes? —bufa y todos se quedan en silencio. Se acerca a mí y su mirada va directamente a mi apellido. 

—Soy el detective Nathan Blake —se presenta, y ahora que lo tengo frente a mí, noto que él no tiene uniforme: trae un pantalón negro y una camisa del mismo color, tiene una buena estatura y un cuerpo tonificado.

—Emilia Harper —me presento y me da la mano dándome un fuerte apretón.

—Vamos a mi oficina —me pide señalando la puerta por dónde salió hace unos minutos.

Camino y él me sigue, entramos a la oficina y ahí también hay una enorme pantalla en la que salen todas las imágenes que hay en las computadoras que utilizan afuera. Me señala la silla frente a su escritorio y tomo asiento.

—Por lo que pude ver en tu expediente, tienes experiencia, aunque no directamente en algún equipo —dice y toma asiento detrás del escritorio.

—Así es, estuve trabajando en la sede de Washington ayudando a resolver algunos casos desde la oficina. 

—Lo sé, y tengo que confesar que me pareces muy joven para estar en un equipo como este, y por esa razón, estaré muy pendiente de tu desempeño.

—Lo entiendo —aseguro. 

—Soy muy estricto, y gracias a eso, hemos logrado desmantelar muchas redes, en este momento estamos trabajando en varias, pero nuestra prioridad, ahora, es una red de pedofiIia —me explica—. Dania te dará todos los detalles y te asignará un lugar de trabajo.

Asiento y me pongo de pie.

—Bienvenida al equipo, Harper —agrega. 

—Gracias, espero no defraudarlo.

—Espero lo mismo —asevera mirándome fijamente—. Aquí tienes tu arma y tu placa —las saca de un cajón de su escritorio y las pone sobre la mesa. 

Las tomo y salgo de la oficina. Dania me está esperando.

—¿Todo bien? —me pregunta y asiento—. Es como un perrito Chihuahua, ladra, pero no muerde —bromea y me hace sonreír.

—Conozco varios Chihuahuas que si muerden —aseguro y se ríe.

—Vamos a mostrarte el lugar.

Me indica cuáles computadoras usan y el trabajo que hace cada uno, Hammer y Yurem, trabajan más tiempo fuera de la oficina y solo llenan reportes. 

Ella y Jan, tienen varias redes de investigación, lo mismo que haré yo, aunque también salen en algunas ocasiones, solo Jang siempre está en la oficina es el experto en tecnología.

Hay una habitación con una mesa, refrigerador y microondas, que ellos llaman mini cafetería, también me indica donde están los baños y por último, me lleva al área en la que voy a trabajar; estaré a lado de Hammer, aunque hay bastante espacio para cada uno.

Me entrega una tarjeta para abrir la puerta y me da la clave. También una  carpeta con todas las claves para que pueda estudiar los casos en los que están trabajando y las contraseñas.

—Gracias, Dania —le agradezco y me acomodo en mi puesto. Tomo aire y enciendo las computadoras para familiarizarme con su forma de trabajar. 

Mi teléfono vibra en mi bolsillo y lo saco.

Papá: ¿Todo bien mi pequeña? 

Sonrío, mi padre siempre preocupándose por mí. Fui tan tonta al creer que solo quería molestarme, sin imaginar que lo único que hacía, era protegerme y aconsejarme de la mejor manera. Tengo mucha suerte al tener un padre como él, siempre ha sido tan atento y me arrepiento demasiado de lo mucho que lo hice sufrir, por eso ahora, soy muy apegada a él y a su esposa Irina, que también siempre se ha portado muy bien conmigo, ellos son mi fuerza cada día para seguir adelante.

Milly: Todo bien papá, estoy emocionada.

Papá: Me alegro, te mandamos un abrazo Irina y yo, mucha suerte.

Milly: Gracias, los quiero.

Dejo el teléfono a un lado, guardo mi arma en un cajón de mi escritorio y empiezo a trabajar.

Lo primero que hago es crear algunos perfiles en redes sociales, con diferentes edades, ya que eso ayuda a atraer más personas, además de investigar, también hemos atrapado a depredadores sexuales y a algunos estafadores.

—¿Necesitas ayuda para crear las imágenes de tus perfiles? —me pregunta Jang a mis espaldas. 

—No, Jang, gracias, ya tengo algunos listos, solo es cambiar las fotografías y ya sabes, cambiar un poco la apariencia —respondo y asiente.

—No olvides crear varios de menores de edad —me recuerda—. Esos son los que más atraen a los depravados.

—Lo haré, gracias.

—Te recomiendo páginas de citas, ahí se encuentra de todo —sugiere—. Muchas jovencitas los hacen y mienten en las edades. 

—Tienes razón, lo haré. 

Continúo con mi trabajo y tengo curiosidad por entrar a ver los casos que ha cerrado este equipo. Me llevo una gran sorpresa al ver todo lo que han logrado, incluso tienen el récord de aquel juez al que hundió la fiscal Lawrence; fue muy popular, ya que era toda una basura el desgraciado y parecía que nunca iba a caer, la fiscal salió en las noticias por varios días.

—Revisando mis casos —escucho a Nathan a mis espaldas y me estremezco. 

—No le veo nada de malo —respondo.

—No lo tiene, estamos orgullosos de lo que hemos logrado —farfulla—. Me gustaría que me acompañes a un lugar.

—No lo hagas Nathan, es su primer día —le pide Dania.

—Todos lo hicimos, en la academía nos familiarizamos ¿por qué ella no lo haría? —cuestiona Yurem—. Además, es familia de Enzo Carusso, tan inocente no es.

Escucharla hablar así de Enzo, realmente me molesta, siempre ha sido señalado por llevar el apellido de su padre, sin estar involucrado en sus negocios sucios. 

—Enzo Románov —la corrijo—. Solo usó el apellido de su padre cuando el FBI le pidió ayuda con una misión que ellos no podían efectuar —digo molesta, y gracias a eso, estoy viva para contarlo—. Y te aseguro que hizo un excelente trabajo. 

—Me gusta, es pequeña, pero tiene agallas —asegura Hammer—. ¿Eres soltera? —me pregunta.

—Hammer —lo recrimina Nathan—. No quiero ese tipo de bromas aquí, ya lo sabes.

—No estaba bromeando —replica Hammer y puedo escuchar como mis compañeros se ríen bajito. 

—Acompáñame —vuelve su atención de nuevo a mí. 

Me pongo de pie y lo sigo, salimos de la oficina y vamos a las escaleras que llevan al sótano, se ven algo oscuras y un poco tenebrosas. 

—¿Qué hay ahí abajo? —pregunto sintiendo escalofríos.

—Sabes que ahora que trabajas con un equipo, no siempre estarás en la oficina ¿verdad? —cuestiona y asiento—. Este trabajo es complicado, se necesita tener sangre fría por todas las cosas con las que nos encontramos, aunque estés familiarizada en la academía y en tus prácticas, nunca está por demás ver con mis propios ojos tu reacción.

Sin entender a lo que se refiere, seguimos bajando y nos detenemos frente a dos puertas, ahí, hay una placa que dice:

Equipo forense del FBI.

Abre las puertas, el olor que siento al instante, es una combinación de químicos y algo muy desagradable, que no sabría como describir. La habitación es muy fría, nos acercamos un poco más y hay varias camillas con lo que parecen cuerpos cubiertos por sábanas. 

—Tú aquí —dice un hombre con una bata blanca que está tomando algunas notas en su computadora. 

—Es la chica nueva —le explica Nathan.

—Camilla dos —señala sin mirarnos—. Accidente automovilístico, parece que fue provocado y aún no realizo la autopsia. 

Nathan camina y yo lo sigo, llegamos a la camilla y sin siquiera pensarlo, descubre el cuerpo.

La impresión hace que se me revuelva un poco el estómago, había visto algunos cuerpos, pero esté, parece que acabara de fallecer y es realmente impresionante. Es un hombre joven, tiene el lado derecho de la cara desfigurado completamente, le falta el brazo derecho y su pecho tiene contusiones. 

Paso saliva nerviosa y siento la mirada de Nathan sobre mí, aprieto mis puños enterrándome las uñas sobre las palmas, para controlar mis nervios. 

—No gritó —dice de pronto el hombre acercándose a nosotros—. Una persona débil se hubiera impresionado, el pobre hombre quedó muy mal —asegura y me sonríe—. Soy Bartice, uno de los forenses.

—Emilia Harper —me presento. 

—Bienvenida al equipo, pasaste la prueba —asevera. 

Bartice es un hombre de unos cuarenta años, muy atractivo: tiene el cabello corto y rizado, piel canela y ojos claros, es alto y delgado, su sonrisa es agradable. 

—Volvamos a trabajar —me pide Nathan cubriendo de nuevo el cuerpo.

—Espero verte de nuevo Emilia.

—Milly —lo corrijo—. Prefiero que me llamen Milly, y sí, estoy segura que nos veremos de nuevo. 

—Por supuesto —responde con una enorme sonrisa.  

Caminamos a la salida en silencio, subimos las escaleras y Nathan pone el código en la puerta para que se abra. 

—Pensé que estaría desmayada —murmura Yurem mirándome despectivamente. 

—Déjala en paz —la regaña Dania—. ¿Todo bien? —me interroga y asiento caminando a mi lugar.

Nathan se queda hablando algo con Hammer y yo me concentro en el trabajo. Hago algunos videos con material que tenemos para utilizar en las redes sociales, obviamente con ediciones, ya que son personas que no existen. 

Necesito un poco de tiempo para estudiar los posibles perfiles falsos, usualmente los hombres que buscan menores de edad, tienen imágenes religiosas, fotografías de modelos e incluso dibujos animados. En una ocasión había un tipo depravado que tenía una foto de un osito con flores, todo tierno. Me escribió a uno de los perfiles que tenía como menor de edad y me enviaba fotografías de sus partes, insistió para que nos viéramos, me citó en un parque, llevaba chocolates con droga y flores; por supuesto yo no asistí a su detención, pero logré ver su expediente y era una maldito psicópata con un horrible historial como depredador sexual. Por suerte, sigue en la cárcel y ahí se quedará por una larga temporada. 

A veces no me explico como hay personas así, pero viene Massimo a mi mente y es cuando soy consciente de porqué estoy aquí, intentando acabar con todas esas malditas plagas que no necesitamos en el mundo. 

—¿Quieres acompañarnos a comer? —me pregunta Dania. Miro el reloj y me doy cuenta que ya han pasado algunas horas—. Vamos, hay un restaurante muy cerca y tienen muy buena comida —me anima. 

—Está bien —accedo.

Salimos todos de la oficina y Dario se une a nosotros, el restaurante está a unas cuadras, así que no tardamos en llegar.

—¿Nathan no viene? —pregunta Dario.

—No estaba en la oficina, me imagino que nos alcanzará aquí —explica Dania.

Estaba tan concentrada en mi trabajo que no me dí cuenta cuando se fue. 

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