Tampoco la incomodidad tonta de América me hace sentir mejor. A Luciano sí que lo hace, él sí que gozaba de este tipo de torturas. En especial, esas dirigidas al pasado de América. En más de una ocasión le ha preguntado sobre su supuesta preparación como arqueóloga en Egipto, o de que si era cierto
El mundo me da vueltas, aún con los ojos cerrados y despertando, lo puedo sentir. Me había pasado de copas en lo que fue la patética boda de mi hermana. Sonrío y más me acurruco en mi pequeña cama. Es complicado enumerar cuál fue la mejor parte de esa boda infernal, si la suegra criticona, el papá h
—Muy gracioso eh. Es obvio que este departamento no compagina con tu nivel de vida. Iré a vivir contigo, PERO seguiré visitando regularmente mi departamento, es mi inversión — acuerdo con él. Parece satisfecho — Otro punto del cual discutir, ¿por cuánto tiempo se supone que durará este matrimonio?
Es un martes cualquiera, de una semana cualquiera en el trabajo. Ningún acontecimiento extravagante o siquiera relevante ha ocurrido en la jornada laboral como para mencionarlo. A excepción de que el lunes nos lo dieron libre para pasar los estragos en el cuerpo de la boda de Amanda. Mencionado ell
—¿Qué me cuentas? Inicia tú, no sabes esconder cuando te va mal — comenta. Lo triste es que decía la realidad. Era terrible manejando mis emociones y ocultándolas. —Parece que todos allá afuera saben que nos casaremos. Y… me están tratando sospechosamente bien. Hasta Maite bromeo con que la invita
—Creo captarlo. ¿Te desagradaría una ceremonia en el exterior? —No lo haría. En la noche te pasó mi lista de invitados — comenta antes de atender su celular. Lo han llamado y se concentra en esto con un rostro de fastidio. Contengo mi sonrisa mientras salgo de su oficina con una gran asignación en
Lo que suponía sería una diligencia divertida, se ha convertido en una escena de pesadilla. Estoy siendo acorralada en contra de la pared de un baño por una desconocida que parece odiarme, y ni la conozco. La presión de sus largas uñas en mis mejillas y la forma en la que sé me está insultando en un
Sí, somos escoltadas con las trabajadoras y otros más de seguridad del sitio. En lo que nos cierran el portón detrás de nosotras, nuestros rostros de dignidad sucumben al miedo. —¿Por qué te acaban de amenazar de muerte? — pregunta temblando Giana. No es la única que está temblando. —Lo peor es