Lo que suponía sería una diligencia divertida, se ha convertido en una escena de pesadilla. Estoy siendo acorralada en contra de la pared de un baño por una desconocida que parece odiarme, y ni la conozco. La presión de sus largas uñas en mis mejillas y la forma en la que sé me está insultando en un
Sí, somos escoltadas con las trabajadoras y otros más de seguridad del sitio. En lo que nos cierran el portón detrás de nosotras, nuestros rostros de dignidad sucumben al miedo. —¿Por qué te acaban de amenazar de muerte? — pregunta temblando Giana. No es la única que está temblando. —Lo peor es
Él no responde más nada. —¿Llegaste a terminar con ella? ¿O no y he de allí su escena? — pido saber. Él no me quiere responder de nuevo. Mi molestia crece en mi estómago y me lleva a la ducha. Tomo la puerta de cristal y la abro. Con ello, pequeñas gotas de agua me mojan el rostro y la ropa. Como
La vida después de una amenaza de muerte no puede volver a ser normal. Bajo esta misma paranoia no pude pegar el ojo en la noche, también fui capaz de poner una mesa detrás de mi puerta de entrada y mantener todas mis luces apagadas durante dicha noche. Otro signo de mi paranoia es que pague un tax
—No me digas que es común que una ex lo que sea, te amenace de muerte, te acorrale junto con dos tipos en un baño, y esos dos tipos, hasta se atrevan a aporrear a tu amiga. No fui la única lastimada, a Giana también la lastimaron mientras la sujetaban para que no intercediera. No me vas a manipular
—¿Estás hablando de sentimientos? Porque de esos nunca te he dado garantía, de lo único que te he dado garantía son de hechos. Tú y yo tenemos un trato que ahora no puedes incumplir — exige. Me encojo de hombros para molestarlo más. —¿Qué harás si no lo cumplo? ¿Amenazarme como la señora Kosnikova
Controlo mi respiración y mantengo mi cuello inerte. No tengo que ser obvia con mi sentir interno, no tengo que dejar en evidencia los nervios efervescentes que me están dominando actualmente. ¿Por qué estoy nerviosa? Porque estoy viendo cómo el portón gigante de la famosa mansión Brown se está abri
—No gracias, me mantendré alejada. Será suficiente — aseguro incómoda. El auto se detiene, y un empleado me abre la puerta. Ese mismo empleado se sorprende ligeramente al verme en el auto. Es un hombre mayor que está uniformado. —Joven Luciano, desconocía que traería compañía esta vez… — saluda el