América, América de Belmonte es el nombre de mi detestable madrastra. Pero es que su nombre lo detesto tanto que trato de no recordarlo. Ese nombre era el que mi madre repetía sin parar enferma, responsabilizándola a ella de la destrucción de su matrimonio. Desde joven lo pude comprender, que más cu
—No seas maleducado Andrew. Él es mi invitado. Vino conmigo — le comunico para que se controle. —Él es tu jefe. No tiene que ir contigo a ninguna parte — impone molesto apenas aguantándose. Ruego mis ojos, y le pasó por el lado por esta escena. —No seas ridículo, contrólate — le susurro cuando pa
Una madrastra en el suelo, un aparente novio que salió de la nada y más alcohol en mi sistema del que debería tener. Ese es un resumen de la escena que estoy viviendo en estos momentos. Con América desmayada, Sergio no tarda en reaccionar. Mi padre la lleva en brazos, más atrás sale gritando y alarm
Ambos salimos del espacio, y caminamos hasta su auto en silencio. Nos montamos en el mismo silencio. —¿Qué fue eso? ¿Qué quieres hacer conmigo? — cuestiono consternada. —Por ahora, llevarte a comer comida de verdad — resuelve arrancando tan fresco como una lechuga. ….. “La comida de verdad” a la
Ser una agente de bienes raíces de un proyecto de tal envergadura como el New Century, requiere de características como elocuencia, distinción, elegancia y mordacidad. Y la verdad es que Marianne Belmonte sólo finge que esos detalles son propios de su identidad mientras vende para llevarse el pan a
—Es cierto que también sabes trabajar bajo presión. No decepcionas, Marianne. —A la larga te acostumbras a cumplir expectativas irracionales. Es el requisito principal de nuestro perfil de clientes — explico con ambos montándonos en el ascensor. Le doy a subir. —Irracional, me gusta esa palabra —
Recopilo fuerzas para contenerme, pero no lo hago de la manera que quiero. No hay forma en la que Luciano me pueda acompañar a ver ese departamento. No la hay. —¡No me puedes acompañar a ver ese departamento! — la voz me sale más alta y chillona de lo que quisiera. —¿Por qué no? Yo te enseñé el mí
Esta ciudad tenía un problema de gentrificación, al que se le había ocurrido dispararse justo en el último año. En el año en el que era ajena a problemas de mortales por mi novio rico. Nunca debí acostumbrarme a esa comodidad. Ni soñar con más de lo que podía ganarme con mis propias manos. Mi madre