Selva negra, Sur de México.
Amparada bajo un enorme árbol y sin casi ver la luz del sol debido a la espesa vegetación, Jaquie sonrió para sus adentros recordando el porque le decían la selva negra, debido al follaje tan espeso se creaba la oscuridad a pesar de estar en pleno día. Su guía que prácticamente estaba agazapado cerca de un arbusto exploraba los árboles con gesto concentrado y ella deseó tener su experiencia, pues a su inexperta vista todo le parecía igual. Hacía días que estaba en la zona y con frecuencia el paisaje le había dejado boquiabierta y eso que había recorrido ya muchos sitios interesantes para sus fotografías. Ahora iba a la caza por así decirlo de un jaguar, quería fotografiar uno en su estado natural para su libro. No era algo sencillo y por ello se había ido bien equipada con todo lo necesario aparte de un guía autorizado y dos personas que le ayudaban con todo su equipo y que conocían el terreno como la palma de su mano. Era un tanto peligroso y ella lo sabía. Además, las autoridades estaban más estrictas, por ello había dicho que sólo iba a fotografiar la naturaleza en general, pues estaba en una reserva ecológica. Con un poco de persuasión femenina había convencido a sus ayudantes de que no haría ningún daño a nadie el que fotografiara además de la belleza típica del lugar, algunos animales propios de allí. Pero ya habían pasado tres días y el escurridizo jaguar seguía brillando por su ausencia. No se sentía completamente desanimada pues sin duda llevaba fotografías extraordinarias, pero quería llevar la imagen del felino.
Cuando de pronto, los escuchó susurrar en el dialecto local y sintió que se le erizaba la piel. Esbozó una enorme sonrisa mientras seguía con la vista hacia donde le indicaban con gestos casi imperceptibles. Tendido sobre una gruesa rama que sobresalía del río que tenían cerca y en aparente estado de relajación estaba un enorme jaguar negro. Sus ojos brillaban como diamantes, su pelaje era tan hermoso que ella quiso ir y acariciarlo, pero obvio no lo hizo. Se puso en la posición correcta y presionó el disparador de la cámara, el felino apenas se inmutó y ella sacó más fotografías. Hasta que el protagonista decidió que era demasiado, saltó a otra rama y luego a otra y se perdió en la espesura de la selva.- Ha hecho buenas fotografías señorita, le sugiero que regresemos pues se avecina la lluvia. – le dijo el guía.Pero Jacqueline seguía en un estado de fascinación que sólo sentía cuándo hacía su trabajo. Así que no contestó inmediatamente.
¿Señorita? – insistió el hombre.
Sí, por supuesto, he obtenido lo que deseaba, vámonos. – Y se dirigieron hacia el pequeño pero acogedor hotelito en el que se hospedaba.
¿Hay algún mensaje para mí? –preguntó nada mas llegar en la recepción.
Sí, ha tenido varios mensajes esta mañana. Todos de la Señora Vecchio.
¿Por qué no me extraña? – susurró para sí.
¿Cómo dice? – dijo el recepcionista siendo todo atención y galantería.
¿Podría comunicarme con ella en digamos… unos quince minutos? – le pidió.
Por supuesto que si – contestó con sonrisa algo boba.
Al llegar a su habitación fue rápidamente al baño quitándose en el trayecto la ropa que estaba muy sucia y dejándola en una bolsa en un rincón. Habían caminado varios kilómetros y se había quedado casi hundida en el barro que se había formado. En resumen, su estado era deplorable. Se bañó en tiempo record y salía justamente del baño envuelta en una toalla cuando el teléfono sonó. Se sentó y contempló el aparato con algo parecido a temor y es que algo le decía que su querida amiga traía algo entre manos, la había notado algo rara últimamente. Descolgó y enseguida al escuchar su voz sonrió contenta olvidándose por un momento de lo que había estado pensando. Allyson era más que su amiga, era su hermana, juntas habían pasado por muchas cosas y estaban muy unidas, ahora ella estaba casada con Máximo un italiano demasiado guapo y encantador, y aunque en un principio Jackie le había odiado por todos los problemas que le había causado a Ally, lo cierto es que ahora ya lo miraba como su cuñado, pues todo se había arreglado. Aunque el lograr la paz del matrimonio de Allyson había significado atravesar por mil cosas entre ellas ir a Bali y encarar al hombre que había intentado destruir el matrimonio de su amiga, todo era cosa del pasado y tanto Máximo como Ally eran muy felices y disfrutaban ya de una preciosa bebé.
¿Dónde estabas? – le dijo Allyson. – Ha sido de lo más difícil localizarte ¿sabías? ¿Por qué casi nunca me dices a donde vas?
Estoy bien, gracias ¿Y tú que tal? – Le dijo burlonamente. Al otro lado de la línea oyó un suspiro cansado.
Lo siento, ¿Cómo estás? Bueno… Me imagino que bien si puedes contestar el teléfono. Así que esta vez la selva negra ¿eh? ¿Quieres recorrer el planeta antes de cumplir los 30?
Algo así – Contestó solo para molestarla.
Muy graciosa ¿Por qué tengo que rastrearte por todo el mundo? Ya no siempre me dices a dónde vas. Te limitas a llamarme o mandar un mensaje cuando llegas a tus exóticos destinos.
Por que en tu casa se puede colar información que no deseo que sepa cierta persona.
¿Me dices que crees que Máximo le diría a esa cierta persona donde te encuentras? Peor aun ¿crees que yo se lo diría?
¿A cierta persona? No. ¿A Máximo? Oh, sé que no sería tu intención decirle nada, pero no dudo que sepa como sacarte la información sin que te percates de ello – Pudo imaginar el sonrojo de Allyson y casi rió. - Y él a su vez no dudaría en decírselo a su arrogante e insufrible primo.
Oh, vamos. ¿Por qué no hablas con él de una vez por todas?
¿Estás ablandándote con él? ¿verdad? – Le preguntó molesta.
No, claro que no. – Se apresuró a negarlo.
¿Ah no? ¿Acaso no crees que no se que mi sobrina se derrite por el tío Stefano y eso a ti te encanta?
¡No es así! – Exclamó Allyson.
No es culpa de la pequeña. Es demasiado inocente para darse cuenta de que su tío es un… idiota. Pero tú no tienes excusas.
Yo no me derrito por el primo de mi marido – Le dijo con censura en la voz. – Máximo puede decirte que él y yo aun no nos llevamos muy bien y todo es por ti, por lo que te hizo. Pero este juego del gato y el ratón que tienen va a terminar mal. Tú no huyes de los problemas ¿Por qué no lo enfrentas? Pregúntale que es lo que quiere y arregla las cosas de una vez por todas.
Es que no me interesa verlo. No tengo nada que arreglar con él.
¡Creerá que eres una cobarde! – Dijo Ally.
No me interesa lo que piense o deje de pensar.
Es que tendrás que verlo.
¿Y eso por qué? – Preguntó Jackie con la voz cargada de sospecha.
No sé cómo le han hecho para nunca coincidir en nuestra casa, es cómo si percibieras que él está por llegar y te fueras a tiempo.
Allyson… No le des vueltas al asunto ¿Por qué dices que tendré que verlo?
Tendrás que verlo algún día…
Ajá.
Es inevitable. – Insistió su amiga.
No veo por qué.
El mundo no es tan grande.
Si tú lo dices…
Es que es así.
¡Habla ya! ¡Por todos los cielos!
Te llamé para invitarte a casa.
Siempre voy a tu casa y sin invitación – Dijo exasperada.
Sí, si, lo sé. Pero es para una fiesta que daremos Máximo y yo. Hace un año que venimos de Bali y bueno, ya sabes – Le comentó y notó como la voz de Allyson empezó a oírse romántica y soñadora y puso los ojos en blanco. Siempre era lo mismo cuando empezaba a hablar de Máximo. - Cómo seguro te imaginas, Stefano está invitado…
No iré. – Dijo tajante.
Por supuesto que lo harás – Le dijo Allyson enérgica. – No me puedes hacer eso. Cuento contigo y si me entero que tienes intención de realmente no venir, iré por ti donde sea que estés y te entregaré a Stefano envuelta en papel de regalo y con moño de colores incluido.
¡No harías eso! – Exclamó ofendida.
Oh, pruébame y verás.
¡No es justo! No soy una niñita a la que le dicen lo que tiene que hacer.
Pues te comportas como una al evitarlo.
¡Está bien! Iré por que sé que significa mucho para ti. Pero no tardaré como siempre lo hago. Llegaré, estaré un momento y me iré antes de que llegue tu primo favorito.
¡No es mi primo favorito!
Claro que sí – le dijo con burla.
Jacqueline Alcántara Laurent…
Oh, has dicho mi nombre completo ¿Estoy en problemas? - respondió aun burlona.
Lo estarás si no vienes.
¿Cuándo será? – Preguntó ya derrotada.
En quince días exactamente.
Ahí estaré.
Más te vale.
¿Acaso Tengo opción?
No la tienes. Oye…
¿Sí?
Todo saldrá bien.
No lo veré.
Puede ser que si.
No lo creo.
Está bien – Volvió a oír ese suspiro cansado y sonrió. – Nos veremos en quince días.
Cómo está mi sobrina consentida? – Preguntó de pronto al recordar a la pequeña bebé que la volvía loca.
Oh, ella está bien, creciendo, está hermosa. Pero le encanta despertarse de noche y no siempre mea dormir.
No le eches la culpa a ella cuando seguro es culpa de Máximo.
Allyson rio.
Tengo que colgar. Está llorando, es hora de su comida. – Le dijo Allyson.
Oh, dale muchos besos de mi parte.
Te quiero Jack, nos vemos pronto.
¿También tú me dirás como me dicen mis compañeros de trabajo?
Suena bien. – Rio Allyson.
La verdad sí y yo también te quiero. Saludos a Máximo.
Después de colgar preparó su escaso equipaje y se dispuso a salir de allí. En realidad, sentía algo de reparo en hacerlo pues le había encantado el lugar y sobre todo no quería volver a Madrid todavía. Se mantuvo ocupada ordenando sus escasas prendas y su material de trabajo tratando de no pensar en nada más pero no era posible ¿Sería posible entrar y salir de casa de Ally sin que viera a Stefano? Era más que improbable y ella lo sabía. Entraría, felicitaría, tomaría una copa mientras charlaba con Fabricio y se marcharía inmediatamente. No, no funcionaría se dijo mientras se derrumbaba en la cama. Desde hace casi un año sabía que él deseaba hablar con ella. La había buscado en varias ocasiones y simple y sencillamente había desaparecido al saber que él estaba en el mismo sitio que ella. A veces sí que tenía mucha curiosidad por saber el por qué la buscaba. No tenía la menor idea. Máximo decía que era porque tenían cosas pendientes ¿Qué cosas? Ninguna. Se habían dicho de todo recordó con pesar. O quería volverla loca. Seguramente era eso. Allyson le había comentado que al parecer Stefano no se la sacaba de la cabeza y quería verla de nuevo para alejarla de su mente de una buena vez. Pero claro, Ally se había vuelto una romántica y aunque esa opción le emocionaba, muy a su pesar, la verdad es que también la ponía furiosa. Lo odiaba, al menos quería odiarlo.
Salir de la selva no era un asunto tan difícil, pero salir inmediatamente a esa hora del día podía resultar complicado. Tenía planes de quedarse por lo menos un día más pero finalmente decidió irse cuando después de llamar a su vecina que le regaba las plantas en su ausencia, esta le dijo que tenía un sobre enorme de un bufete de abogados con carácter de urgente. No tenía idea de que podía ser, pero no se alarmó. Afortunadamente consiguió un medio de transporte y se dirigió al aeropuerto más cercano. No ayudaba en nada que lloviera a cántaros.
Horas después contemplaba como el cielo parecía caerse a pedazos, la neblina imposibilitaba la salida de ningún vuelo y ahí estaba atrapada en el aeropuerto.Lo único que deseaba ahora e irónicamente tomando en cuenta que no quería volver, era estar en casa, tomando chocolate caliente tranquilamente en su cama para después dormir y reponerse de las extenuantes horas que había pasado fotografiando la zona y persiguiendo el escurridizo jaguar.
Pero no, su mala racha no daba tregua. No había sido sencillo encontrar quien la transportara pues el camino del hotelito a la carretera más próxima estaba en reparaciones, el viejo jeep había presentando problemas mecánicos y había tenido que ayudar a empujarlo manchando parte de su ropa de barro en el proceso.
Habiendo salido de la calurosa selva por fin y tomado el autobús que la acercó al aeropuerto ahora se encontraba con un clima muy distinto: lluvia, frío y neblina.Así que ahí estaba, sentada en una incomoda silla refunfuñando, aunque al menos no se estaba congelando. Sabiendo de los distintos tipos de climas por los que pasaría, en esos momentos llevaba suéter y una gabardina que ocultaba las manchas de barro de sus pantalones, aunque debía hacer algo con esas sucias botas y ese pelo enmarañado se dijo conteniendo una exclamación horrorizada al ver su reflejo en un escaparate que contenía folletos turísticos y que reflejaba su imagen. ¡Maldición! - Gruñó. Se levantándose y yendo a los baños. Su aspecto de vagabunda le provocó una carcajada y se puso manos a la obra, se peinó con cuidado, se hizo una trenza dejando por la paz un par de rizos rebeldes que escapaban a su control. Limpió lo mejor que pudo las botas y las manchas de sus pantalones.Después de discutir con la pobre chica
No sería la primera que lo intenta para luego vender las fotos. – Le dijo él secamente.¿Vender sus fotos? – Pregunto y se echó a reír a carcajadas.El hombre era ciertamente guapísimo pensaba ella, y estaba segura de que más de una mujer habría intentado fotografiarlo a escondidas, pero para ¿vender las fotos? ¿A quien? Ella no las vendería, se las quedaría se dijo algo divertida a pesar de la situación. Ese Dios griego tenía el ego demasiado inflado gracias a ser extremadamente guapo y encima tenía delirio de persecución. Aunque pensándolo bien ¿Qué mujer no lo perseguiría?No estoy bromeando señorita – Le advirtió.Yo menos, tenga por seguro que no lo fotografié a propósito, no tengo la menor idea de quien es usted y no me interesa averiguarlo. Borraré las fotos si es que sale en alguna ¿contento?¿Así que no tiene la menor idea de quién soy? – Le preguntó entrecerrando sus bellos ojos.¿Un lunático? – Respondió cínicamente Jackie.No le veo la gracia – Dijo apretando la mandíbula.
Se levantó con la finalidad de poner un alto a sus pensamientos y fue a la cafetería más cercana por un sándwich, esta vez preferiría el café, el de la zona era una autentica delicia. No le gustaba que la juzgaran por su apariencia, pero a veces tenía sus ventajas. Varios se hicieron a un lado al verla llegar para darle sitio en el mostrador donde nadie hacía fila y todos se agolpaban vociferando y exigiendo sus pedidos. Un joven y agobiado camarero pareció iluminársele el rostro al verla y la atendió inmediatamente provocando las quejas de otras mujeres que estaban cerca. Ella les sonrió un tanto fastidiada por las miradas y atenciones no pedidas de algunos de los hombres.Yo te invito…Siéntate a mi mesa…Le decían y ella sin hacer caso se alejó con su comida. Al llegar a su asiento cayó en la cuenta de que reaccionaba normal a las atenciones que antes la agobiaban demasiado o la enfadaban. Sí señor, Oscar era el pasado. Se sintió feliz y la noche no le pareció tan fea comió con ape
Jackie retrocedió lentamente hacia el balcón sin darle la espalda. ¡Santo cielo! No lo harás ¿verdad? – Le preguntó incrédulo. Y ella se limitó a sonreír traviesamente para ocultar su nerviosismo. Déjame salir por la puerta y todo esto será innecesario. No vengo a hacerte daño. – Le dijo dejando claro que no se iría. Eso yo no lo sé ¿Qué quiere un hombre como tú de una mujer como yo? Deseó no haber preguntado pues él le lanzó una mirada evaluadora y abiertamente interesada, rematándola con una sonrisa de lobo. Un hombre como yo quiere todo de una mujer como tú. El recuerdo de esas palabras la trajo a la realidad nuevamente. El equipo de seguridad había dispersado a las personas y ella notó que la observaban con curiosidad.
No pudo seguir diciendo más por que nuevamente se vio levantada por los aires por Stefano, la sensación era una mezcla de furia, placer y de impotencia por verse en una situación no deseada con un hombre que le provocaba sentimientos contradictorios. Se vio de nuevo sobre el hombro de Stefano quien con agilidad como si se tratara de un costal de plumas la había levantado y para su terror vio que él entraba en el lobby del Hotel sin reparo alguno. Comenzó a moverse intentando bajar y solo logró que él la apretara con más fuerza a su cuerpo. Al menos su traje quedó hecho un desastre pensó al ver el resultado de la lluvia en el. Voy a gritar. Ya hubieras empezado a hacerlo. Por mí no hay problema. No había gente en el Hotel. Seguro dormían calientitos y tranquilos en sus camas, pensó ella con añoranza deseando estar en su lugar. No tardó en darse cuenta que el gritar no remediaría nada, pues los pocos empleados que andaban por allí se limitaban a ignorar la situación como si fuera de l
El día que llegó Ally se fueron de compras para esa cena en la cual los mejores conservadores y coleccionistas de arte se presentarían, sin faltar por supuesto muchas personas de la jet set. Así que se había comprado un hermoso vestido azul en forma de túnica griega, le había costado bastante caro, pero ella solo pensaba en verse espléndida para Stefano esa noche. Había contado a Ally que salía con un guapísimo griego, cosa que había sorprendido a su amiga pues sabía que ella no era de las que se entusiasmaban por un hombre. Cuando su amiga se enteró que se trataba de Stefano Troyanos casi le da el síncope. ¡Pero si dicen que es un mujeriego! Lo sé – Había dicho tranquila. ¡Dios! ¿Y porqué estás tan tranquila? No estamos comprometidos ni vamos a casarnos o algo por el estilo – Dijo tratando de demostrar indiferencia. ¿Es una aventura? – Preguntó Ally c
No terminó de gritar por que la boca de Stefano la acallaba con prontitud, fue una invasión que no esperaba. Pero ahí estaba de pie pegada a él y de pronto empezó a luchar furiosa y a tratar de quitárselo de encima logrando que los fuertes brazos de Stefano la rodearan y apretaran con más fuerza inmovilizándola casi completamente. Su cerebro le enviaba órdenes frenéticas de que luchara por que si no tarde o temprano su cuerpo se rendiría y eso ya estaba pasando, la boca de Stefano la devoraba y de pronto se vio gimiendo de deseo. Él aflojó un poco la presión que hacía para impedir que se fuera y ella se pegó más a él si es que eso era posible. La excitación de Stefano era evidente y eso la enloqueció y la hizo olvidarse de todo, las acusaciones, la humillación, todo, había sido el verdugo de sus pensamientos, el que le había destrozado el corazón. Pero su cuerpo no registraba esa conocida información. De pronto se vio tendida en la cama, mientras él
Te han traído tu ropa – Dijo acercándose – Lastima que no la usarás… ¿Se puede saber por qué no? – Dijo Jackie agarrando de nuevo una almohada y poniéndola como escudo. Empiezo a odiar las almohadas. Ordené que te compraran ropa. – Añadió como si nada. ¡Por que hiciste eso! ¡No tenías ningún derecho! – Exclamó. Tu ropa era un desastre, no creí tuviera arreglo. Veo que no me equivoqué. – Dijo cínico al ver la mudada que estaba a punto de ponerse. – Quiero ponerme mi ropa por desastrosa que te parezca y largarme de aquí. Tenemos que hablar. ¿Otra vez? La última vez no hablamos precisamente… ¿Ah no? Pues dejaste muy en claro que soy una mujer mentirosa y traicionera ¿no es así? ¡Me equivoqué! Cosa que comprobaste en cuanto descubriste que aún era… - Se calló abruptamente. - ¿En serio pensaste que yo me acostaba con otro? ¿O todo esto no fue más que un montaje para vengarte por lo sucedido la última vez que nos vimos? Por supuesto que no, escucha…Fui un tonto, pero yo sé lo