“EL INICIO DE UNA AMISTAD”.
MESES ANTES…
SHAWN PERKINS.
¿Cómo inició todo? Diré que estaba cansado de américa, cansado de que mi hermano Mile me viera como un niño. Diré que Londres no fue mi primera opción, pero al final había tomado el barco y viajado hasta acá. Al llegar fue un desastre, no conocía absolutamente a nadie, al menos mi hermano había alquilado una amplia residencia para que me hospedara, el problema era que no podía encontrarla.
Intenté detener una diligencia pero los muy malditos pasaban de mí, todos tenían caras serias y de no querer que los molestaran, me encontraba perdido, estaba a punto de darme por vencido y mandar todo a la m****a hasta que la vi.
— ¿Milord, se encuentra bien?—preguntó con cierto tono de preocupación, usaba gafas redondeadas, su cabello negro recogido en un alto moño, vestido color opaco pero eso no importo ya que sus ojos robaban toda la atención.
—Estoy perdido en esta ciudad eso pasa señorita.
— ¿A dónde se dirige? —le mostré la dirección, ella tomó el papel entre sus finas y blancas manos y leyó con rapidez para luego sonreírme con calidez.
—Está un poco lejos de su destino, no se preocupe lo ayudare —ella detuvo una diligencia por mí y le entrego la dirección al cochero. Yo estaba pasmado, a ella si le prestaban atención los cocheros.
—Señorita aun no me ha dicho su nombre. Debo saber el nombre de la mujer que me rescató de estar perdido entre las calles de esta ciudad sombría.
—Cornelia McDonall, señor…
—Shawn Perkins pero dígame Shawn, nunca me han gustado las formalidades entre amigos —subí a la diligencia y la mire una última vez. —Cuando la vuelva a ver se lo recompensaré señorita McDonall.
—Yo no necesito ninguna recompensa señor Shawn, solo llegue con bien a su residencia. — dijo con una sonrisa que me pareció preciosa.
De verdad que estaba feliz por haberla encontrado y se dignara ayudarme, al parecer el destino quiso volvernos a cruzar; unos días después logré ser invitado a una velada en casa de un acaudalado lord inglés y en esa velada volví a coincidir con la señorita Cornelia, quien también estaba en compañía de su familia. Lady Cornelia seguía usando sus gafas, el cabello recogido, pero su vestido era menos triste que el que usaba unos días antes, ella al verme se sorprendió y luego se me acercó.
—El destino parece querer cruzarnos siempre señorita —le dije con una sonrisa.
—Eso parece milord. Pensé que no volvería a verlo pero como dicen, en Londres nadie se esconde —ella me atraía, se mostraba como una joven intelectual y sagaz.
La familia de Cokkie era singular, la señora McDonall mostraba una actitud afable y casi risueña. Mientras que su marido el lord Heronimo McDonall era más serio pero siempre sonreía cuando estaba cerca de su esposa. Me presenté ante ellos, la condesa me recibió con una sonrisa pero me dio la impresión de que a su esposo no le era de su agrado tenerme cerca o mejor dicho tenerme cerca de su hija, era un padre sobreprotector.
—Es mi primera vez en una fiesta de estas, ni siquiera se cual es el protocolo correcto. —le susurré a Cornelia haciéndola reír.
—Tranquilo con tal de que no tropieces o hagas algo indebido como ir a un lugar alejado con una dama, estarás bien.
—Que fácil lo haces sonar.
— ¡Lo es! —la música empezó a sonar. —Al parecer ya va a empezar el baile.
—Usted baila señorita Cornelia —pregunte pícaro.
—No, si quieres terminar con los dedos destrozados por mis tropiezos soy tu dama indicada. —adoraba cuando usaba su tono bromista. —La que baila es mi hermana.
— ¿Tu Hermana?
— ¡Cokkie! —exclamo una voz melodiosa detrás de nosotros, voltee a mirarla y supe que ya estaba perdido —Hermana ya va a empezar el baile ¡que emoción!
—Nunca entenderé tu emoción hacia tal acto Diana —respondió Cornelia con desgana, pero yo seguía embobado viéndola.
Me hubiera enamorado perdidamente de Cornelia solamente si Diana no hubiera aparecido esa noche con aquella radiante sonrisa.
—Tú amas tus libros y yo amo bailar. —ella por fin reparó en mí, sus ojos eran completamente diferentes a los de Cornelia. Mientras que los de Cokkie eran azules casi grises, los de Diana eran oscuros y seductores. —Oh, la lamento mi descortesía con usted señor…
—Perkins, Shawn Perkins. Un placer señorita. —verla por primera vez en aquella fiesta fue como encontrar una hermosa sirena naufragando. Sus ojos negros me seducían, su dulzura y carisma me atraían hacia ella. La miraba y mi corazón se aceleraba a tal punto que parecía a punto de salirse de mi pecho. Y como había dicho al principio, verla por primera vez supe que ya estaba perdido por ella.
EL COMIENZO Y FINAL DE UN AMOR”Esperaba con aire impaciente. Se había retrasado, ella siempre era puntual en nuestras citas. Trataba de ser paciente pero ya me comenzaba a ponerme ansioso, hasta que sentí como rodeaban mis ojos unas suaves y finas manos, pude reconocerla por su perfume dulce y suave.— ¿Quién soy? —preguntó con una voz juguetona. —Una señorita que se retrasó para nuestra cita. —tomé sus manos y me voltee para mirarla. —Lo siento, se me hizo difícil escapar de mamá y mi hermana. —sonreí y acaricié su mejilla. —Ya no importa, solo bésame —besarla me hacía sentir eufórico, vivo… enamorado. Junté nuestras frentes y abrí mis ojos. —Me nunca me canso de tus besos Di. Diana sonrió y volvió a besarme. No pensé que una mujer como ella fuera corresponderme, que llegaría a dejarme estar tan cerca de ella, pero lo hizo y me sentía estúpidamente dichoso. Desde el primer encuentro en aquel baile, llevábamos semanas encontrándonos a escondidas de todos. Aunque me sentía mal de
RESIDENCIA PERKINS. LONDRES, PRESENTE. MILEMi hermano me presentaría a toda la familia de la novia en una velada que se organizaría en la casa de los padres de ella. Diré que tenía curiosidad sobre la dichosa Diana McDonall, Shawn solo contaba maravillas de ella, pero yo no podía crearme un juicio sobre ella con solo los argumentos de mi hermano menor tonto y enamorado. Debía mirarla con mis propios ojos para saber si era la dama correcta para Shawn. Solo nos teníamos él y yo así fue siempre desde que nuestros padres fallecieron, quería que el fuera feliz pero con una mujer que lo ame de verdad. Terminé de arreglar mi traje y después de peinar mi cabello. Salí del dormitorio y Shawn me estaba esperando abajo al final de las escaleras y se veía apresurado. —Rápido Mile, no quiero quedar mal frente a los padres de Diana —reí.—Cálmate hermano, aún es temprano. Probablemente seamos los primeros en llegar a la dichosa velada. —salimos de la residencia, afuera nos esperaba nuestra dili
CORNELIADiana junto con su mejor amiga Evie y mi madre habían estado tan ocupadas arreglando los detalles de la boda, yo casi no participaba; me mantenía alejada para no trasmitirles mi actitud agria, respetaba su felicidad y lo que mejor que podía hacer por ella era estar lejos. —Has estado muy pensativa últimamente Cokkie —miré a mi padre.—Claro que no. Estoy como siempre —dije acomodando mis gafas.— ¿En serio? Porque hay un error en estas cifras.—Es imposible —volví a revisar el documento y había cometido un error básico en la cuenta. —Es cierto lo hice, discúlpame padre.—Jamás te equivocas cuando tiene que ver con números y es raro cuando lo haces Cornelia, ¿Que pasa contigo pequeña? —suspiré.—Padre dime algo… &ique
CORNELIA “COKKIE”Pocas eran las veces que la familia Genco salían de su hacienda para venir a Londres, solo en ocasiones especiales como lo era la boda de Diana. Solo habían venido la tía Ariana, sus dos hijas y el hermano mayor Alejandro; su esposo y su otro hijo Héctor se habían quedado para cuidar la hacienda. Todos nos encontrábamos en la residencia McFarlan. Miraba a mi primo y admitía que Alejandro seguía igual de atractivo, podía entender porque Maeve no dejaba de verlo. Alejandro era más grande y fornido que Kaidan, su cabello de un rubio oscuro y sus ojos tan oscuros como los de mi hermano. Ellos dos se encontraban junto a mi padre y mis tíos Alaric y Theo. Mientras que mi madre y sus amigas se divertían conversando, el resto de mis primas estaban dividas en grupo. Diana estaba con Evie, las trillizas como siempre estaban juntas y Maeve estaba conmigo. — ¿Cada día Sabina y sus hermanas se vuelven más altas o solo soy yo? —preguntó Maeve mirando con disimulo a las pelirr
MILE.Los novios ya se habían ido de luna de miel. Muy pronto también tendría que irme a América, no tenía razones para quedarme en esta ciudad que no era precisamente mi favorita. Seguía en mi búsqueda de la novela: “Los amores de Casiopea” de autor anónimo, había pocos ejemplares en el mundo, creí que tendría mejor suerte en Londres pero al parecer estaba por el mismo camino. En la última biblioteca que había visitado ni siquiera conocían la novela y apenas iba saliendo de local, escuché un chillido cuando abrí la puerta. —¡Estúpido! —exclamó esa vocecita que conocía muy bien. —Señorita Cornelia que alegría verla. —¡Después de que me golpeó es lo único que se le ocurre decir! —su pequeña nariz se encontraba roja y me sentí mal por ella, aunque también me provocó gracia. —Lo lamento, pero no pude prevenir que usted entraría al mismo tiempo en que saldría. —Ya no importa, de gracias que mi libro no sufrió daños. —ella traída entre sus brazos un libro de cubierta antigua, pero
MILE Fui de visita a la residencia de los McDonall, quería saber cómo seguía el gatito huérfano y también ver los lindos ojos de la señorita Cornelia. Una sirvienta me abrió la puerta y fue la Condesa Verónica quien me recibió en el vestíbulo. —¿Señor Mile qué hace aquí? —preguntó con curiosidad. —Perdone si soy inoportuno miladi, yo fui quien ayudó a la señorita Cornelia cuando encontró a un gatito hace unos días en un callejón, solo quise saber cómo seguía el animal. —Oh, usted la ayudó con ese pobre animalito —dijo con un tono melancólico. —El minino murió, ¿no es así? —la condesa asintió. —¿Cómo está la señorita Cornelia? —Lloró toda la noche por su pequeño gato, se encerró en su habitación y no ha querido salir ni para comer o tomar agua. A todos nos tiene bastante preocupados. —sabía que era una pérdida de tiempo que Cornelia se encariñara con ese animalito que ya estaba condenado, pero Cornelia McDonall eran tan compasiva y terca que quiso hacer todo lo posible por ese p
MILE—“En ti los ríos cantan y mi alma en ellos huye como tú lo desees y hacia donde tú quieras. La mirada de su joven amante la hacían sentir una mujer débil, una que no pensaba con completa claridad. ¿Habéis sentido el deseo de querer estar con alguien hasta la muerte? Así me sentía al tenerlo tan cerca de mí, al poder admirarlo, sentir la nostalgia cuando se marchaba. Oh, Feur tan hermoso como traicionero, ¿cómo pudiste dejarme atrás…” —ella leía el libro mientras la escuchaba atentamente o eso intentaba, porque mis ojos no paraban de mirar sus labios al moverse e imaginarme de nuevo besándola como aquella vez en el parque. Después de nuestra carrera bajo la fría lluvia los dos habíamos quedado completamente empapados y con un horrible resfriado al día siguiente, pero valió la pena porque había visto a Cornelia sonreír como si volviera a ser una traviesa e inocente niña. Eso valió más que cualquier cosa y el resfriado le importó menos.—No me está escuchando señor Mile —dijo dete
MILELa señorita Cornelia no había venido por casi una semana, no dejaba de pensar en ella y la manera en la que huyó de mí. Quería disculparme por mi comportamiento tan inapropiado, no sabía que pasaba conmigo pero cada vez que me encontraba con ella actuaba de forma reprochable… Siempre la terminaba alejando de mí. Efímero: aquello que dura por un periodo muy corto de tiempo. Así es todo con Cornelia McDonall, avanzaba un paso y retrocedía mil con cada acción. Tal si le escribía una carta pudiera lograr que ella abriera las puertas que me impiden acercarme más. “Señorita McDonall mi intención nunca ha sido hacerle daño o incordiarla, pero siempre que me encuentro con usted mi juicio se nubla, tal vez eso no sea excusa… pero quiero conocerla señorita, saber sus gustos, sus aflicciones, me vuelvo loco porque nunca en mi vida había estado tan interesado en una mujer como lo estoy ahora. Admiro su serenidad, las pequeñas muestras de bondad que me ha dejado ver.Es incomprensible que m