Capítulo 8

MILE

—“En ti los ríos cantan y mi alma en ellos huye como tú lo desees y hacia donde tú quieras. La mirada de su joven amante la hacían sentir una mujer débil, una que no pensaba con completa claridad. ¿Habéis sentido el deseo de querer estar con alguien hasta la muerte? Así me sentía al tenerlo tan cerca de mí, al poder admirarlo, sentir la nostalgia cuando se marchaba. Oh, Feur tan hermoso como traicionero, ¿cómo pudiste dejarme atrás…” —ella leía el libro mientras la escuchaba atentamente o eso intentaba, porque mis ojos no paraban de mirar sus labios al moverse e imaginarme de nuevo besándola como aquella vez en el parque.

Después de nuestra carrera bajo la fría lluvia los dos habíamos quedado completamente empapados y con un horrible resfriado al día siguiente, pero valió la pena porque había visto a Cornelia sonreír como si volviera a ser una traviesa e inocente niña. Eso valió más que cualquier cosa y el resfriado le importó menos.

—No me está escuchando señor Mile —dijo dete
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