SHAWNMile y Cornelia no se habían separado en toda la velada. Nunca había visto a mi hermano tan enamorado, él miraba a Cornelia como si fuera su tesoro. Mientras la feliz pareja anunciaba su compromiso oficialmente a todos los invitados, me escabullí hacia el jardín de la residencia. —Shawn. —dijeron a mis espaldas —¿No irás a felicitar a tu hermano?—Uriel —dije reprimiendo mi desprecio. Nunca me había agradado Uriel, la verdad no tenía un razón es solo que la personalidad de él chocaba mucho con la mía. No podíamos ser amigos, solo nos forzábamos a ser corteses por Mile. —Ya lo felicité cuando puso el anillo en el dedo de su prometida. Él levantó una ceja. —Cualquiera pensaría que no estas feliz. —¡Tú que sabes! —respondí brusco y el rio.—Tengo curiosidad. ¿Cómo lograste que una beldad como tu esposa se fijara en ti?—Cierra tu boca si no quieres…— ¿Qué? ¿Qué harás? —preguntó con burla el rubio, mis manos ya estaban hechas puños —No eres más que un niño consentido, Mile te
CORNELIA.El conflicto que hubo entre Shawn y el señor Uriel no pasó a mayores pero si fue un mal sabor de boca para Mile, él sabía que su hermano y su mejor amigo no se toleraban y sintió que había arruinado toda la fiesta para mí. Por otro lado toda mi familia y mis tíos se hallaban felices por mi próxima boda, Maeve no paró de molestarme en toda la fiesta.Ya mi madre junto con Diana habían comenzado a hacer la lista de invitados y preparar los detalles de la boda, me integraba en la discusión solo cuando se excedían o escogían algo que no era de mi agrado ya que el diseño del vestido seria de mi completa elección. Me encontraba en el estudio de mi padre haciendo el presupuesto para la fiesta. Tan inmersa estaba entre los números que no escuché cuando alguien ingresó a la habitación. —Cokkie, querida. —Miré a mi madre —El señor Mile te está buscando, te espera en la sala Con una sonrisa cerré mi libro de cuentas y salí del estudio de mi padre prácticamente corriendo a verlo. Mile
AMÉRICA (New york) CASA PERKINS. CORNELIA Después de unos días de viaje en altamar al fin habíamos llegado a nuestro destino. Apenas cruzamos el umbral de la puerta de aquella gran casa de dos plantas, nos recibieron los empleados del servicio que constaban de cuatro mujeres y un hombre; la más mayor era la ama de llaves, la señora Gwen Levin quien tenía un cabello rubio donde se empezaban asomar canas pero seguía alta e imponía su presencia, la siguieron la señora Mary Jane quien se encargaba de la cocina, una pelirroja que se presentó como Anne Ford, dos muchachas jóvenes ambas castañas llamadas Cinthya y Jane Watson, por último el señor Franco quien era el cochero y ayudaba con los trabajos manuales. Mile me presentó como su mujer frente a todo el servicio; diciéndoles que tanto él como yo teníamos la misma autoridad en la casa. Recorrí con la mirada la decoración de mi nuevo hogar, todo parecía recién comprado. Pasamos a la habitación principal y sonreí al entrar a la espacio
MILEYa era nuestro segundo día desde que habíamos llegado a New York, llevaría a Cornelia a visitar alguno de mis lugares favoritos en toda la ciudad, deseaba que la conociera para que se adaptara y terminara gustándole. Mientras Cokkie se arreglaba para salir, aprovechaba para terminar de revisar la correspondencia cuando me vi interrumpido por la señora Levin.—Mi señor, la señorita Keira Quinzel lo busca. —fruncí mi ceño. “Maldición, no llevaba ni una semana desde que regresé y esa mujer ya se había enterado” –pensé frustrado. —Dígale que vuelva en otro día. —¿Así que no piensa recibirme? Me hace sentir muy ofendida señor Mile. —dijo aquella voz cantarina que conocía muy bien, en mi rostro seguramente debió formarse una mueca al verla en el umbral de la puerta de mi estudio. La primera vez que veían a la señorita Keira Quinzel todos se embelesan por su belleza exótica: su largo y oscuro cabello, la lisa piel oliveca, su figura esbelta y siendo más alta que la mayoría de las muj
Ya pronto se haría la hora para irnos a la casa de los Porther. El señor Ian Porther un tipo astuto para los negocios y su esposa Mirena dueña de la boutique más prestigiosa de la ciudad, son muy conocidos y admirados en todo New York; su hija Carina Porther hoy cumplía dieciséis años y decidieron celebrarlo por todo lo alto. Había logrado ganarme su amistad al paso de los años, me convenía en mis negocios sus influencias en los altos mercados. Ya me encontraba peinado y vestido con un fino traje, caminé hacia la habitación de mi esposa y golpeé la puerta con suavidad. —¿Cokkie estas lista? —¡Si, si deseas pasa! —dijo al otro lado de la puerta. Al entrar la encontré sentada frente a su tocador escribiendo una carta, Cornelia volteó a mirarme con una sonrisa en sus labios —Estaba terminando de escribir para enviarlas mañana en la correspondencia. —¿Le estas escribiendo a tu familia?—Así es. —vi como bajaba la mirada y parecía triste —Ya los extraños, escribí una carta para Maeve, K
UN MES DESPUÉS. MILE. —El correo llegó, mi señor. —la ama de llaves me entregó las cartas en la mano.—Está bien, puede retirarse. —ella asintió y salió de mi estudio. Algunas cartas pertenecían a mis socios o gerentes de mis negocios fuera de América. Vi la carta que tenía como remitente el nombre de mi hermano y por poco la arrugo entre mis manos debido a los puños que se había formado. “Serénate Mile, esto no significa nada. Son solo amigos, ella es ahora tu esposa. Tuya” –pensé buscando serenarme. Me gustara o no Shawn siempre estaría en nuestras vidas, si tan solo no fuera la causa por la que mi propia esposa aún no se ha enamorado de mí no estaría así. —Mile —alcé la mirada y le sonreí. “Cokkie mi esposa, ella es mía”. pensé tranquilo —¿Llegó la correspondencia?—Si. Aquí tienes, Shawn y tu familia respondieron a tus cartas —traté de sonar tranquilo, les entregue las cartas y la vi sonreír mientras leía la que había sido escrita por mi hermano. —¡Shawn y diana planean veni
MILE. Desperté con mi bella esposa durmiendo al lado mío boca abajo. Acaricié la curva de su espalda rozando su trasero y con una sonrisa maliciosa me puse a horcajadas sobre ella para dejar besos a lo largo de su columna y espalda. Cokkie comenzó a removerse y soltar risitas. —¡No! ¡Me das cosquillas! —dijo despertando y seguí con mi jueguito —¡Mile!—¿Si esposa?—Me haces muchas cosquillas, ya basta. —se quejó riéndose. Se volteó poniéndose boca arriba dándome una perfecta vista de sus senos desnudos. Me acosté sobre su pecho y ella pasaba sus dedos entre los mechones de mi cabello. —Así me imaginé que eras tierna, dulce, apasionada.—¿Sabes que debes disculparte con tu hermano y Diana? —me recordó con voz soñolienta. —Lo sé. Actué de un modo tan desagradable y reprochable ayer, se me cae la cara de vergüenza con tu hermana, ahora debe pensar que soy un patán maltratador. —Yo hablaré con Diana, le haré entender que ayer fue un mal día para ti. —empecé a dejar besos en sus pech
MILEHabíamos pasado una noche cómoda en la cabaña. Cokkie estuvo acurrucada entre mis brazos dejándome mimarla, acariciarla, besarla y nunca me sentí más completo en toda mi vida. Ahora estábamos sentados en los pequeños escalones de la entrada, afuera de la cabaña. Abrazaba a mi esposa por la espalda pegando su espalda a mi pecho, estar lejos de la ciudad traía bastante paz y tranquilidad.Solo éramos ella y yo, hasta mañana. —¿Te digo un secreto? —susurré en su oído. —Me encantaría escuchar que secreto puede guardar usted, señor Perkins —sonreí y la besé en el espacio oculto de su cuello. —Siempre quise casarme, quería formar mi propia familia desde hace mucho. Mientras muchos de mis conocidos huían del compromiso yo lo buscaba. —¿Y por qué no te cases antes?—Porque no había encontrado a la mujer que pudiera sacudir mi mundo con solo una mirada, hasta que te conocí. Me encantaste desde el primer momento que te vi Cornelia. —¿Incluso aunque te traté con tanta descortesía? Dios