MILEYa era nuestro segundo día desde que habíamos llegado a New York, llevaría a Cornelia a visitar alguno de mis lugares favoritos en toda la ciudad, deseaba que la conociera para que se adaptara y terminara gustándole. Mientras Cokkie se arreglaba para salir, aprovechaba para terminar de revisar la correspondencia cuando me vi interrumpido por la señora Levin.—Mi señor, la señorita Keira Quinzel lo busca. —fruncí mi ceño. “Maldición, no llevaba ni una semana desde que regresé y esa mujer ya se había enterado” –pensé frustrado. —Dígale que vuelva en otro día. —¿Así que no piensa recibirme? Me hace sentir muy ofendida señor Mile. —dijo aquella voz cantarina que conocía muy bien, en mi rostro seguramente debió formarse una mueca al verla en el umbral de la puerta de mi estudio. La primera vez que veían a la señorita Keira Quinzel todos se embelesan por su belleza exótica: su largo y oscuro cabello, la lisa piel oliveca, su figura esbelta y siendo más alta que la mayoría de las muj
Ya pronto se haría la hora para irnos a la casa de los Porther. El señor Ian Porther un tipo astuto para los negocios y su esposa Mirena dueña de la boutique más prestigiosa de la ciudad, son muy conocidos y admirados en todo New York; su hija Carina Porther hoy cumplía dieciséis años y decidieron celebrarlo por todo lo alto. Había logrado ganarme su amistad al paso de los años, me convenía en mis negocios sus influencias en los altos mercados. Ya me encontraba peinado y vestido con un fino traje, caminé hacia la habitación de mi esposa y golpeé la puerta con suavidad. —¿Cokkie estas lista? —¡Si, si deseas pasa! —dijo al otro lado de la puerta. Al entrar la encontré sentada frente a su tocador escribiendo una carta, Cornelia volteó a mirarme con una sonrisa en sus labios —Estaba terminando de escribir para enviarlas mañana en la correspondencia. —¿Le estas escribiendo a tu familia?—Así es. —vi como bajaba la mirada y parecía triste —Ya los extraños, escribí una carta para Maeve, K
UN MES DESPUÉS. MILE. —El correo llegó, mi señor. —la ama de llaves me entregó las cartas en la mano.—Está bien, puede retirarse. —ella asintió y salió de mi estudio. Algunas cartas pertenecían a mis socios o gerentes de mis negocios fuera de América. Vi la carta que tenía como remitente el nombre de mi hermano y por poco la arrugo entre mis manos debido a los puños que se había formado. “Serénate Mile, esto no significa nada. Son solo amigos, ella es ahora tu esposa. Tuya” –pensé buscando serenarme. Me gustara o no Shawn siempre estaría en nuestras vidas, si tan solo no fuera la causa por la que mi propia esposa aún no se ha enamorado de mí no estaría así. —Mile —alcé la mirada y le sonreí. “Cokkie mi esposa, ella es mía”. pensé tranquilo —¿Llegó la correspondencia?—Si. Aquí tienes, Shawn y tu familia respondieron a tus cartas —traté de sonar tranquilo, les entregue las cartas y la vi sonreír mientras leía la que había sido escrita por mi hermano. —¡Shawn y diana planean veni
MILE. Desperté con mi bella esposa durmiendo al lado mío boca abajo. Acaricié la curva de su espalda rozando su trasero y con una sonrisa maliciosa me puse a horcajadas sobre ella para dejar besos a lo largo de su columna y espalda. Cokkie comenzó a removerse y soltar risitas. —¡No! ¡Me das cosquillas! —dijo despertando y seguí con mi jueguito —¡Mile!—¿Si esposa?—Me haces muchas cosquillas, ya basta. —se quejó riéndose. Se volteó poniéndose boca arriba dándome una perfecta vista de sus senos desnudos. Me acosté sobre su pecho y ella pasaba sus dedos entre los mechones de mi cabello. —Así me imaginé que eras tierna, dulce, apasionada.—¿Sabes que debes disculparte con tu hermano y Diana? —me recordó con voz soñolienta. —Lo sé. Actué de un modo tan desagradable y reprochable ayer, se me cae la cara de vergüenza con tu hermana, ahora debe pensar que soy un patán maltratador. —Yo hablaré con Diana, le haré entender que ayer fue un mal día para ti. —empecé a dejar besos en sus pech
MILEHabíamos pasado una noche cómoda en la cabaña. Cokkie estuvo acurrucada entre mis brazos dejándome mimarla, acariciarla, besarla y nunca me sentí más completo en toda mi vida. Ahora estábamos sentados en los pequeños escalones de la entrada, afuera de la cabaña. Abrazaba a mi esposa por la espalda pegando su espalda a mi pecho, estar lejos de la ciudad traía bastante paz y tranquilidad.Solo éramos ella y yo, hasta mañana. —¿Te digo un secreto? —susurré en su oído. —Me encantaría escuchar que secreto puede guardar usted, señor Perkins —sonreí y la besé en el espacio oculto de su cuello. —Siempre quise casarme, quería formar mi propia familia desde hace mucho. Mientras muchos de mis conocidos huían del compromiso yo lo buscaba. —¿Y por qué no te cases antes?—Porque no había encontrado a la mujer que pudiera sacudir mi mundo con solo una mirada, hasta que te conocí. Me encantaste desde el primer momento que te vi Cornelia. —¿Incluso aunque te traté con tanta descortesía? Dios
CORNELIAPasamos el día recogiendo nuestras cosas para que estuvieran listas cuando el cochero viniera a buscarnos. Hicimos el amor varias veces durante el día, disfrutando de nuestros últimos minutos de soledad en esta bonita cabaña. —¿Volveremos? —le pregunté a Mile cuando terminamos de vestirnos. —Por supuesto, siempre que deseemos estar a solas lejos del resto del mundo, éste será nuestro escondite. —sus manos rodearon mi cintura. —Nuestro espacio. —Solo nuestro —Mile se inclinó y yo le rodeé los hombros con mis brazos para conectar su boca con la mía. Jamás pensé que lo amaría de esta manera tan ciega, pasional, entregada e incondicional. Su esposo siempre tan confiable, alto, protector. Mile la excitaba solo con un beso, el modo en que su boca y lengua se movía, tan suave, a veces brusco pero siempre se hallaba deseando más de aquella deliciosa tortura. Él se alejó dejando un último beso en mis labios —Te amo —dije mirándolo a los ojos viendo como sus ojos verdes se ilumin
MILE.Llegué a la casa buscando a mi esposa. Los sirvientes me dijeron que había salido y cuando regresó se encerró en el dormitorio ordenando que nadie la molestara. Subí y entré a la habitación sin tocar, Cornelia estaba con una expresión pensativa sentada frente al ventanal.Ella volteó a mirarme con una sonrisa.—Los sirvientes me informaron que saliste. —dije acercándome a ella. Sostuve su mano y la hice ponerse de pie, abrazándola de la cintura. Cokkie echó sus brazos alrededor de mi cuello. —Fui a visitar a mi hermana. —me sentí incómodo. —Diana está embarazada, no te imaginas lo feliz que están ella y Shawn. —Me alegro por ellos, serán buenos padres —dije con sinceridad pero sabía que eso no era todo lo que ella quería decirme —Cokkie…—Hablé con Shawn, le confesé que estuve enamorada de él —todo mi cuerpo se tensó.—¿Qué fue lo que dijiste? —me alejé de ella, no supe como sentirme ¿Herido? ¿Molesto, celoso, frustrado? —¿Por qué lo hiciste? —pregunté con una tranquilidad q
SHAWN. Apenas Cokkie se fue volví a la habitación con Di, enterarme de que estaba embarazada me tomó por sorpresa que luego sustituí con alegría. ¡Seria padre! Diana iba a darme un hijo, la vi en la cama con ojeras bajo sus ojos y su tez más pálida de lo habitual debido los malestares que había tenido durante todo el día. Me senté a su lado.—¿Cómo te sientes? ¿Deseas comer algo?—pregunté con dulzura, no me gustaba verla mal de ningún modo. —No has querido probar bocado en todo el día.Ella hizo una mueca de asco.—Creo que apenas coma algo lo devolveré, todo me da nauseas. Tal vez mañana. —sus manos viajaron a su vientre plano y la vi sonreír —Es raro pensar que hay una vida creciendo aquí en mi interior. —Serás una gran madre. Siempre compresiva, dulce.—Y tú un buen padre. —Diana tenía esa manera de mirarlo que como si fuera el único, todo en ella te incitaba a cuidarla, venerarla. Diana era una diosa. Su diosa. —¿Qué sucede Shawn?—Te diré algo y quiero que me escuches hasta el