—Has estado muy pensativa últimamente Cokkie —miré a mi padre.
—Claro que no. Estoy como siempre —dije acomodando mis gafas.
— ¿En serio? Porque hay un error en estas cifras.
—Es imposible —volví a revisar el documento y había cometido un error básico en la cuenta. —Es cierto lo hice, discúlpame padre.
—Jamás te equivocas cuando tiene que ver con números y es raro cuando lo haces Cornelia, ¿Que pasa contigo pequeña? —suspiré.
—Padre dime algo… &ique
CORNELIA “COKKIE”Pocas eran las veces que la familia Genco salían de su hacienda para venir a Londres, solo en ocasiones especiales como lo era la boda de Diana. Solo habían venido la tía Ariana, sus dos hijas y el hermano mayor Alejandro; su esposo y su otro hijo Héctor se habían quedado para cuidar la hacienda. Todos nos encontrábamos en la residencia McFarlan. Miraba a mi primo y admitía que Alejandro seguía igual de atractivo, podía entender porque Maeve no dejaba de verlo. Alejandro era más grande y fornido que Kaidan, su cabello de un rubio oscuro y sus ojos tan oscuros como los de mi hermano. Ellos dos se encontraban junto a mi padre y mis tíos Alaric y Theo. Mientras que mi madre y sus amigas se divertían conversando, el resto de mis primas estaban dividas en grupo. Diana estaba con Evie, las trillizas como siempre estaban juntas y Maeve estaba conmigo. — ¿Cada día Sabina y sus hermanas se vuelven más altas o solo soy yo? —preguntó Maeve mirando con disimulo a las pelirr
MILE.Los novios ya se habían ido de luna de miel. Muy pronto también tendría que irme a América, no tenía razones para quedarme en esta ciudad que no era precisamente mi favorita. Seguía en mi búsqueda de la novela: “Los amores de Casiopea” de autor anónimo, había pocos ejemplares en el mundo, creí que tendría mejor suerte en Londres pero al parecer estaba por el mismo camino. En la última biblioteca que había visitado ni siquiera conocían la novela y apenas iba saliendo de local, escuché un chillido cuando abrí la puerta. —¡Estúpido! —exclamó esa vocecita que conocía muy bien. —Señorita Cornelia que alegría verla. —¡Después de que me golpeó es lo único que se le ocurre decir! —su pequeña nariz se encontraba roja y me sentí mal por ella, aunque también me provocó gracia. —Lo lamento, pero no pude prevenir que usted entraría al mismo tiempo en que saldría. —Ya no importa, de gracias que mi libro no sufrió daños. —ella traída entre sus brazos un libro de cubierta antigua, pero
MILE Fui de visita a la residencia de los McDonall, quería saber cómo seguía el gatito huérfano y también ver los lindos ojos de la señorita Cornelia. Una sirvienta me abrió la puerta y fue la Condesa Verónica quien me recibió en el vestíbulo. —¿Señor Mile qué hace aquí? —preguntó con curiosidad. —Perdone si soy inoportuno miladi, yo fui quien ayudó a la señorita Cornelia cuando encontró a un gatito hace unos días en un callejón, solo quise saber cómo seguía el animal. —Oh, usted la ayudó con ese pobre animalito —dijo con un tono melancólico. —El minino murió, ¿no es así? —la condesa asintió. —¿Cómo está la señorita Cornelia? —Lloró toda la noche por su pequeño gato, se encerró en su habitación y no ha querido salir ni para comer o tomar agua. A todos nos tiene bastante preocupados. —sabía que era una pérdida de tiempo que Cornelia se encariñara con ese animalito que ya estaba condenado, pero Cornelia McDonall eran tan compasiva y terca que quiso hacer todo lo posible por ese p
MILE—“En ti los ríos cantan y mi alma en ellos huye como tú lo desees y hacia donde tú quieras. La mirada de su joven amante la hacían sentir una mujer débil, una que no pensaba con completa claridad. ¿Habéis sentido el deseo de querer estar con alguien hasta la muerte? Así me sentía al tenerlo tan cerca de mí, al poder admirarlo, sentir la nostalgia cuando se marchaba. Oh, Feur tan hermoso como traicionero, ¿cómo pudiste dejarme atrás…” —ella leía el libro mientras la escuchaba atentamente o eso intentaba, porque mis ojos no paraban de mirar sus labios al moverse e imaginarme de nuevo besándola como aquella vez en el parque. Después de nuestra carrera bajo la fría lluvia los dos habíamos quedado completamente empapados y con un horrible resfriado al día siguiente, pero valió la pena porque había visto a Cornelia sonreír como si volviera a ser una traviesa e inocente niña. Eso valió más que cualquier cosa y el resfriado le importó menos.—No me está escuchando señor Mile —dijo dete
MILELa señorita Cornelia no había venido por casi una semana, no dejaba de pensar en ella y la manera en la que huyó de mí. Quería disculparme por mi comportamiento tan inapropiado, no sabía que pasaba conmigo pero cada vez que me encontraba con ella actuaba de forma reprochable… Siempre la terminaba alejando de mí. Efímero: aquello que dura por un periodo muy corto de tiempo. Así es todo con Cornelia McDonall, avanzaba un paso y retrocedía mil con cada acción. Tal si le escribía una carta pudiera lograr que ella abriera las puertas que me impiden acercarme más. “Señorita McDonall mi intención nunca ha sido hacerle daño o incordiarla, pero siempre que me encuentro con usted mi juicio se nubla, tal vez eso no sea excusa… pero quiero conocerla señorita, saber sus gustos, sus aflicciones, me vuelvo loco porque nunca en mi vida había estado tan interesado en una mujer como lo estoy ahora. Admiro su serenidad, las pequeñas muestras de bondad que me ha dejado ver.Es incomprensible que m
MILEDiana y Shawn habían organizado una cena en la residencia, invitando a toda la familia McDonall; ya me había puesto a buscar una nueva casa para mudarme porque no pensaba estar bajo el mismo techo con una pareja de recién casados que necesitaban su privacidad. Estaba ansioso porque por fin volvería a ver a la señorita Cornelia después de días de ausencia. “Shawn regresó y estoy furioso por ello, sé que aún no lo has olvidado Cornelia; sentir celos de mi propio hermano no es agradable. Siempre protegí a Shawn desde que eras unos niños, cuando perdimos a nuestros padres y ahora lo veía como un rival, al menos tenía la pequeña satisfacción de que yo fui quien pudo besar tus labios por primera vez. Había sido el primero pero quería ser el último y el único en tu corazón, peco de egoísta porque quiero que seas mía y para lograrlo tendré que ser aún más perseverante, pondrás mil barreras para evitar que me acerque a ti, no quiero rendirme contigo, no aun”.Terminé de escribir la cart
COKKIEMaeve era la única a la que podía hablarle sin temores, la rubia es mi confidente, fui a hasta su hogar y ahora estábamos en su habitación contándole todos los detalles de la velada de ayer. —Tenia tantos cosas en que pensar Maeve. El deseaba fingir un compromiso pero yo no quiero nada fingido.—Tú deseas que sea un compromiso real. —aseguró la rubia —¿Por qué no se lo dices y le hablas con la verdad?—No estoy segura de mis sentimientos. —Cokkie no seas tonta, solo te costó unos días en dejar de verlo con un hombre fastidioso, unas semanas en interesarte en él y puedo asegurarte que unos meses más estarás enamorada si no es que ya lo estas. El señor Mile es guapo, rico, se interesa por ti y tus intereses, ¿qué te detiene en aceptarlo?—Eh... Este…—No tienes argumentos válidos. Deberías hablar con él y no darle verdades a medias. —¡Maeve no me ayudas!—¡No te dejas ayudar Cornelia! Dejaré que tú escojas que es lo que vas hacer Cokkie. ¿Qué es lo que harás? Dime…ݜݜݜݜݜݜݜݜݜݜݜ
DÍAS DESPUÉS. COKKIEHabía recibido una nota de parte del señor Mile, donde me pedía visitarlo en una dirección que desconocía, llevaba el libro de siempre “los amorres de Casiopea” quería que terminar de narrárselo. Cuando la diligencia me dejó frente a la casa de dos plantas, la fachada me pareció bella y sencilla, tenía grandes ventanales y un frente bien cuidado. La reja de entrada estaba abierta, caminé hacia la puerta de la casa y al golpearla fue el señor Mile quien me recibió. —Señorita McDonall —dijo con una sonrisa —Entre, por favor. Al cruzar el umbral de la puerta pude ver el interior de la casa, las escaleras y los pisos de madera se veían bien tallados, la casa aun no había sido amueblada, estaba ante un mural en blanco. —¿Le gusta? —preguntó el señor Mile. —Es una linda casa, ¿cuándo se mudará?—Apenas la termine de amueblar ya que quiero evitar incordiar a la pareja de recién casados, no es lo más apropiado que me siga quedando en aquella casa. —Y usted… ¿cuánto