Henry
Cierro la puerta de golpe. Estoy irritado. Molesto. Su presencia me frustra y me hace querer correrla de la empresa. Recuerdo su movimiento ninja que me tomó por sorpresa, dejándome tirado sobre el suelo del elevador.
— ¿Por qué arrugas tu frente? ¿Algo te molesta? Yo no…—interrumpo a Alexandra levantando una mano para que no siga.
— ¿Sushi? ¿Comida española? ¿Qué quieres comer? —pregunto a toda prisa solo para evitar escuchar cómo se queja. Hoy no es un buen día. Estoy pensando que esto de quedarme fue un maldito error. “¿Qué te importa a ti si ella fue su amante? El abuelo era libre de hacer lo que quisiera con su vida. ¿Pero por qué ella?”
—italiana. Que pesado es tu hermano. —dice Alexandra al dejarse caer en el sillón de cuero. Regreso a la silla que usaba mi abuelo. Alcanzo el teléfono de su base y le pido a mi chófer que nos consiga comida italiana. Cuelgo y me recargo en el respaldo de la silla mirando en dirección a mi prometida.
—Sebastian es muy devoto a la educación y disciplina, creo que ya deberías de saberlo, lo conoces mejor que yo. —Alexandra tuerce sus hermosos labios, sé qué le irrita que le diga ese tipo de comentarios.
—El hecho que hayamos estudiados juntos la carrera de administración, no quiere decir que tenga conocimiento de algo más. —Baja la mirada a sus manos, como si estuviese revisando su manicure. Sé qué le ha molestado. Entonces me doy cuenta que estoy siento un cabrón con quien no debería.
Me levanto de mi lugar y me dirijo hasta ella, me siento a su lado y ella inmediatamente se acurruca a mi costado, pasa su mano sobre mi cuerpo y una pierna sobre mi regazo.
—Te pido disculpas, estoy algo…irritado. —susurro dejando un beso en su coronilla.
—Te entiendo. Estás disculpado…—levanta su rostro hacia el mío y una sonrisa se expande por su hermoso rostro. — ¿Estás irritado? Oh, yo tengo una solución…—niego con una sonrisa.
—No vamos a follar aquí, Alexa. —ella tuerce los labios y después suelta un suspiro.
—Estamos solos, así que no creo que haya problema. —Se levanta y se mete entre mis piernas, mis manos atrapan sus muñecas.
—No.
Abre sus ojos con sorpresa.
—Solo unos minutos y te vas a relajar, osito.
Niego de nuevo.
—No. —ella se suelta de mi agarre bruscamente, se aleja golpeando sus tacones contra el suelo, camina hasta los grandes ventanales de la oficina. Cierro los ojos por unos momentos para poder mantener a raya mi irritación. Me levanto y camino hacia ella, la rodeo por la espalda y siento como su cuerpo se relaja, atrapa mis manos y las acaricia.
—Nunca me has rechazado. —susurra.
—Lo sé, pero hoy no es un buen día. Tengo muchas cosas en la cabeza, recuerda que no venimos de vacaciones, la situación es demasiada diferente en esta ocasión. —intento calmar la revolución de ella, sé qué debe de estar pensando el motivo por el cual la he rechazado. —Tranquila… prometo recompensarlo. ¿Sí? —se gira hacia a mí, luego su mano se posa en mi miembro por encima de la tela de mi pantalón de vestir.
—Quiero mi recompensa ahora. —exige, sus ojos azules brillan, el aro se hace delgado.
—Alexandra…—advierto.
— ¿Por qué no? Es tu hora de almorzar. —acaricia mi miembro y es inevitable no reaccionar a su toque.
—Alexandra…—cierro los ojos cuando lo acaricia con más ímpetu. Cierro mis ojos y su mano libre se desliza por mi pecho, cuando los abro, ella está sobre sus talones, abriendo el cierre de mi pantalón, sus manos buscan ansiosas aquello que tanto adora. Saca mi miembro y lo acaricia, mi mano cae contra el vidrio de la ventana para sostener, bajo la mirada y puedo ver que está decidida a tomar su recompensa. Cierro los ojos disfrutando su caricia, luego la humedad de su boca, entreabro mis labios, suelto el aire y luego un gruñido cuando comienza a chupar, estoy…extasiado.
— ¿Te gusta? —pregunta cuando se saca mi miembro de su boca, no puedo abrir mis ojos quiero disfrutar…
—Sí…—vuelve a su boca y comienza a chupar, luego a lamer, con su otra mano comienza a subir y a bajar, preparándome para lanzarme a mi propio clímax. —Oh, sí, así…así…—acelera, estoy a punto de conseguir mi orgasmo, abro los ojos y cuando bajo la mirada para ver a mi prometida, mis ojos se abren como platos cuando no es ella, es Molly, mis manos se van automáticamente a mi miembro para cubrirlo, Alexandra cae sobre su trasero a mi brusquedad. — ¿Qué? —es lo único que digo cuando miro de nuevo y es Alexandra quien realmente estaba haciéndome sexo oral.
— ¿Qué pasa? ¿Qué viste? ¿Henry? —habla agitada, acercándose a mí. — ¿Te he lastimado? ¡Habla! —la miro en estado de shock, cierro mis ojos e intento alejar la imagen de Molly haciéndome sexo oral.
—Nada, nada, es solo que…—trago saliva, abro mis ojos de nuevo, Alexandra luce confundida.
— ¿Qué es? —exige.
Mi mano inmediatamente guarda mi miembro flácido en su interior. ¿Qué es lo que ha pasado aquí? ¿Por qué ha aparecido Molly? ¿Qué? Termino de arreglar mi pantalón, ella sigue a mi lado en espera de que hable.
—Creo que lo mejor es que regreses al hotel. Tengo mil cosas en mi cabeza y no puedo concentrarme en nada…—Alexandra se cruza de brazos, no la ha convencido.
—Lo que tienes Henry, es que no sabes mentir. ¿Qué es lo que te está pasando? Desde que hemos llegado no hemos podido tener sexo, estás demasiado centrado en la empresa…
Mi corazón acelerado se va calmando poco a poco, mis manos masajean mi rostro para calmar el dolor que ha llegado.
Alexandra camina hasta donde se encuentra su bolsa de mano y cuando la agarra, se gira hacia a mí y suelta un suspiro de frustración.
—Comes solo.
Abro mis ojos cargados de sorpresa.
—No tarda en llegar el chófer con nuestra comida…
—Comeré con mi madre, aprovecharé la visita. Nos vemos en la suite cuando termines todo el tema con la empresa.
Me levanto y me acerco a toda prisa hacia ella mientras camina a la salida.
—Cariño…—le llamo y se detiene cuando finalmente alcanza el picaporte de la puerta, se vuelve a mí, la rodeo por la cintura y empujo su cuerpo contra la puerta. —No te vayas así…
—Tienes demasiadas cosas que no me prestas atención, Henry. No eres tú. Cuando seas el de siempre, hablamos.
—Pero soy yo…
Sus ojos azules miran los míos.
—No eres el hombre que me desea. Así que, termina y nos vemos en la noche en la suite. —se alza de puntillas y deja un beso contra mis labios, se vuelve, retrocedo para que abra la puerta y salir, cuando lo hace, al cerrar lo hace con fuerza, señal de que está furiosa.
Y de que estoy en problemas.
Molly Sebastian y yo hemos devorado nuestras hamburguesas. Hemos platicado de todo un poco, de su próximo viaje a las propiedades de su abuelo que tiene en California, tendría que revisar la nueva uva que ya no tardaba en cosecharse. El sr. Henry solía hacer esos viajes con Sebastian en estos tiempos, solían irse un viernes, y regresar el día lunes a primera hora. — ¿Entonces? —pregunta cuando estoy dando el sorbo final a mi coca cola. Dejo mi vaso y alcanzo la servilleta para limpiar mi boca. — ¿Qué? —pregunto confundida. — ¿Irás conmigo? —abro mis ojos como platos. — ¿A California? —él asiente. —Hay muchas cosas que hacer en la empresa, Sebastian. —Será el viernes, saldremos al terminar los pendientes, el fin de semana no
Molly Intento no pensar en lo que ha pasado horas atrás en la oficina de presidencia. Cierro los ojos e intento no fantasear con aquel hombre. Sus ojos, sus labios húmedos, la forma en que camina, su voz...agito mi cabeza intentando despabilar todo pensamiento con Henry. Miro el libro que tengo en mis manos e intento concentrarme. Eso, sí, tengo que concentrarme en no pensar en mi jefe temporal.Pero es imposible, lanzo el libro sobre la cama y camino de un lado a otro, intentando buscar algo en que poner mi mente, quizás y pueda ir al cine...—No te la crees ni tú, Molly. — me dejo caer en la alfombra, intento doblar mis piernas en forma de aro para hacer esa posición de yoga, comienzo a hacer las respiraciones, pero ahí está, su rostro, su mandíbula tensa, sus labios... — ¡Bueno! ¿Qué es que ahora no podré hacer nada sin que me estés jodi
Henry Cierro la puerta de mi auto de un golpe, estoy a punto de arrancar, pero Sebastian se atraviesa, pone ambas manos sobre el cofre de mi auto. Su mirada centella ira. Rodea el auto para llegar a mí, bajo la ventanilla. — ¿A dónde vas? —pregunta en un tono serio. —Al hotel. Alexandra me está esperando. —él tensa su mandíbula. —Necesitamos aclarar unas cosas, nos vemos en mi departamento. —no me deja contestar. Quien diría que parece el mayor y yo el menor. Pienso por unos momentos que es lo que voy a hacer. Mando un texto rápido y corto a Alexandra informando que llegaré un poco tarde. No recibo respuesta. Veo el auto de Sebastian y lo sigo. Llegamos a su departamento, es la segunda vez que estoy en su departamento, la primera, antes de irme a Inglaterra. Se desajusta la corbata
Molly Llevamos media hora en el restaurante cerca de la empresa, es nuestra hora de comer, Sebastian había elegido este por estar más cerca y porque veníamos aquí con su abuelo. Él no se había dado cuenta que su hermano y su cuñada habían entrado después de nosotros, se han ido al privado de la segunda planta, desde ahí tienen una vista al resto del lugar. Ella luce espectacular. Es tan delgada, alta, elegante y sofisticada, obvio que son la pareja perfecta. Él no podría tener una mejor mujer en este mundo. Bajo la mirada a mi vestimenta, camisa blanca, falda gris tipo lápiz, zapatillas de tacón, hoy tengo mi cabello suelto en ondas rebeldes cayendo por mi espalda, me he puesto un poco de maquillaje, aunque no soy amante de usar mucho, ya que creo demasiado en ser natural, hoy no me vino mal ponerme un poco. Trago saliva despacio al ver como la señorita Dorian sonríe a Henry, como
Henry Había sentido algo dentro de mí, algo que parecía difícil de controlar, ¿Cómo es que ahora mi hermano ha puesto los ojos en Molly? Es como si quisiera joderme. Pero sé qué no es así. Creo que… Su voz me distrae de mis pensamientos. — ¿Está todo bien? —pregunta Alexandra al momento de detener el auto en el semáforo en rojo, me vuelvo hacia ella y asiento con una sonrisa. —Sí. ¿Estás segura que quieres viajar a los viñedos? —ella sonríe, pero es una sonrisa forzada, se cruza de piernas y comienza a jugar con el cinturón de seguridad. —Sí, quiero ir. Conocer todo lo que me has contado. —sus ojos brillan. —Quiero pasar más tiempo contigo antes de que empiece la semana de los ensayos para el evento de modelaje. Estaba pensando, —atrapa mi mano. —Ver lo de nuestro compromiso an
Molly Abro mis ojos un poco más, mis pestañas se agitan. Me cruzo de brazos y me recargo lentamente contra mi respaldo. —Estoy...pero...—Sebastian espera a que diga algo más que mi titubeo. —Lo sé, es algo con lo que cargo desde hace tiempo, nunca me lo voy a perdonar. El solo recordar... —Es el pasado. —Uno que me persigue día a día. —Suelta un suspiro— ¿Podrías, aunque sea...regalarme una sonrisa? —me tenso. — ¿Qué? —Sebastian pone esos ojos de perro triste. — ¿Sí? —sonrío sinceramente. —Gracias...—puedo ver un cierto tipo de alivio en su rostro. Pero lo que me acaba de confesar es algo que no hubiese querido saber. Aunque no soy nadie para aprobar lo que hizo, "ella", al final el que tuvo la decisión, es Sebastian, es la vida de ellos, ¿Yo qué pepino pinto aquí? Lo que m
Henry Esto no está pasando. Cierro los ojos y niego, ¿Qué es lo que acaba de pasar, Goldberg? ¿Cómo es que has dicho eso? Abro los ojos, me paso una mano por mi cabello, sus ojos están abiertos en par, sorprendida por mis últimas palabras. —Quiero decir que, —las palabras se esfuman. Ella pareciera una estatua frente a mí, —Quiero decir que, quiero que tú me digas si realmente tienes buenas intenciones con mi hermano. —pero ella no dice nada, sus mejillas se tornan a un rosa que acapara mi atención. — ¿Molly? —empiezo a preocuparme al ver que no dice nada. Mis manos se van automáticamente a sus antebrazos, ella brinca en su lugar cuando la toco, se separa de mí como si quemara. — ¿Sabe tu prometida que estás aquí? —arrugo mi entrecejo, confundido. ¿Qué tiene que ver Alexandra en esto? Bueno, creo que bastante, Henry.  
Molly Finalmente llega el viernes, un viernes que rogaba que no llegase, que se brincara directamente a lunes, el solo recordar me dan ñañaras, compartir dos días con los hermanos Goldberg y la prometida de uno de ellos, me hace querer desaparecer. — ¿Tu maleta? —pregunta Sebastian cuando sale de su oficina, son apenas las nueve de la mañana y ya está presionando con la maleta, tomo aire y lo suelto lentamente, pongo una sonrisa, él sabe que es lo que hago y niega.—No se hace, Molly. Haz prometido apoyarme.—me guiña el ojo, divertido. — ¿No puedes inventar alguna excusa? No tengo ánimos de compartir tiempo con tu hermano y mucho menos con su prometida, me mira de una manera—tuerzo mis labios y arrugo haciendo gesto ácido. Sebastian suelta una carcajada sonora. —No, no hay excusas.—vuelve a reír.,