Capítulo 9. Dudas

Molly

     Llevamos media hora en el restaurante cerca de la empresa, es nuestra hora de comer, Sebastian había elegido este por estar más cerca y porque veníamos aquí con su abuelo. Él no se había dado cuenta que su hermano y su cuñada habían entrado después de nosotros, se han ido al privado de la segunda planta, desde ahí tienen una vista al resto del lugar. Ella luce espectacular. Es tan delgada, alta, elegante y sofisticada, obvio que son la pareja perfecta. 

     Él no podría tener una mejor mujer en este mundo. Bajo la mirada a mi vestimenta, camisa blanca, falda gris tipo lápiz, zapatillas de tacón, hoy tengo mi cabello suelto en ondas rebeldes cayendo por mi espalda, me he puesto un poco de maquillaje, aunque no soy amante de usar mucho, ya que creo demasiado en ser natural, hoy no me vino mal ponerme un poco. Trago saliva despacio al ver como la señorita Dorian sonríe a Henry, como su mano se va a su antebrazo tan bien trabajado y le hace un breve cariño.

     Henry Goldberg. Dios mío, simplemente podría decir que cada vez que lo veo, es un orgasmo visual. 

     — ¿Y qué opinas? —dice Sebastian, muevo discretamente mi rostro en su dirección como si estuviera pensando en lo que me ha dicho. Él espera una respuesta. "Molly, piensa, pero rápido"

—No te sabría decir. ¿Qué es lo que quieres hacer tú? —intento despistar mi falta de atención en él, él arruga su entrecejo, "m****a, me ha pillado".

—Pues eso, llevarte conmigo a los viñedos mientras Henry se hace cargo de la empresa. 

     "Eso te pasa por andar de fisgona en otra mesa" me reprendo mentalmente.

—Bueno...—alcanzo mi bebida, doy un sorbo lento para ir pensando que le voy a contestar, cuando lanzo una breve mirada, Henry me mira, su mirada azul me mira con fiereza, la prometida se cuelga de su cuello, comienza a darle beso y beso en su mejilla, luego pasa a su cuello. "Bueno, bueno, busquen un cuarto de hotel esto es un restaurante, santa m****a..." Aprieto mi mandíbula, dejo mi vaso y miro a Sebastian.

     — ¿Entonces? —pregunta. 

     —Claro, si hay alguien que se quedará a cargo en la empresa, voy. —él se levanta efusivo de su lugar y por encima de la mesa atrapa mi rostro y deja un beso en cada una de mis mejillas, estoy tan sorprendida con el gesto de Sebastian, al sentarse puedo ver un alivio en su rostro. ¿De qué me estoy perdiendo? Levanto la mirada y no encuentro a Henry ni a su prometida. Sebastian pregunta algo y cuando voy a contestar, Henry aparece, su quijada está tensa y su vena resalta en su cuello, intento mostrarme cero preocupada y con mil de nervios.

     —No me había dado cuenta que estaban comiendo en el mismo lugar que nosotros. —Sebastian levanta la mirada hacia su hermano que se queda de pie a su lado.

     —Oh, Henry. —Sebastian se nota sorprendido. —No sabía, ¿Y tú, Molly? —Niego fingiendo sorpresa, Henry se cabrea y quiero reír.

     —Provecho, nosotros ya no regresaremos a la empresa. —dice Henry algo intimidante, la rubia sonríe hacia Sebastian, quien parece no importarle demasiado.

     —Vale, vayan, diviértanse sea lo que sea que vayan a hacer. —Sebastian agita su mano en el aire desinteresado, luego retoma sus cubiertos y saca un tema, aun ahí con su hermano a su lado, ignora crudamente. Yo no digo nada, pero el ambiente se tensa, Henry me lanza una mirada fugaz, la rubia se da cuenta y luego tira de su brazo.

     —Déjalos, amor, quizás y están en una cita romántica y nosotros interrumpiendo… —Henry abre sus ojos, Sebastian detiene lo que está diciendo y mira en dirección a la mujer.

     —De hecho, eso está pasando, estamos organizando nuestro próximo viaje a los viñedos y pasar un fin de semana romántico. —Abro los ojos como platos, siento un golpe por debajo de la mesa contra mi pierna, reacciono y veo la mirada de ayuda de Sebastian, cuando miro hacia la pareja, los miro atónito.

     —Tú, anoche me has dicho que…—comienza a decir Henry mirando a su hermano.

     —Cambié de parecer, dije…—Sebastian me mira con una gran sonrisa. —…nos conocemos desde hace cinco años, sabemos nuestros gustos, hemos compartido de todo un poco me guiña el ojo, divertido. … — ¿Por qué no intentarlo? —finaliza con un movimiento de hombros.

     —Sebastian…—empiezo a hablar, pero recibo otro golpecito discreto por debajo de la mesa.     —No debiste de hablar aún, estamos…—las palabras se esfuman.

     —Viendo hacia donde nos lleva…—termina por mí Sebastian. La rubia está pálida al igual que Henry, ambos nos miran con cara de sorpresa, esa no la veían venir. —Además, soy soltero, Molly no tiene novio, somos una pareja joven, ¿Por qué no? —Sebastian comienza a cortar lo que queda de su carne, se lleva un trozo a su boca y aun con la boca cerrada, masticando, se ve divertido y seguro de lo que acaba de decir.

      Henry se desajusta la corbata.

     Mira hacia su prometida, la rodea por la cintura y la pega a su costado, le da una hermosa sonrisa y le deja un beso contra sus labios, la rubia parece estar también sorprendida a su gesto, se vuelve Henry hacia nosotros.

     —Si ese es el caso, ¿Por qué no hacemos una cita doble en los viñedos? Hace más de cinco años que no he ido. —Sebastian y yo levantamos la mirada a toda prisa hacia ellos al escuchar su propuesta.

     —Preferimos estar solos. —dice Sebastian, se vuelve hacia a mí. — ¿Verdad, Molly?

     —Yo…—la rubia se adelanta interrumpiéndome.

     —Sería genial, por fin podré conocer los viñedos que tanto hablas, amor. —Alexandra se pone de puntillas para dejar un beso contra los labios de él.

Noto a Sebastian incómodo, se afloja la corbata.

     —Como sea. —finalmente dice Sebastian. Suelta un suspiro. Deja los cubiertos a lado del plato y lanza una sonrisa fingida hacia la pareja que está de pie a nuestro lado de la mesa.

     —Perfecto. —sonríe hacia a mí Henry, luego a su hermano.

     Caminamos en silencio, Sebastian y yo, directo a la empresa, estoy molesta por lo que ha pasado en el restaurante.

     Me detengo, y Sebastian dos pasos más adelante se da cuenta que no estoy a su lado, se vuelve hacia a mí.

     — ¿Estas bien? —pregunta desde su lugar.

     — ¿Qué es lo que está pasando? ¿Cómo es que he quedado como tu...? —él camina hasta quedar frente a mí, sus manos están dentro de sus bolsillos de su pantalón de vestir. Levanta la mirada al cielo, luego la baja, abre sus ojos y me mira detenidamente.

     —Perdóname, no lo he pensado, solo quería…—no sigue hablando.

     — ¿Qué es lo que querías? —pregunto mientras me cruzo de brazos. Se acerca más y se inclina para quedar frente a frente a mi altura.

     —Estoy algo confundido, no es tu culpa. Si no quieres ir, lo pospondré y mandaré a mi hermano a los viñedos. Nosotros podemos quedarnos en la empresa.

Por un momento dudo, ya me había hecho a la idea de que por fin conocería los viñedos a pesar del miedo a las alturas y al estar sola con Sebastian y un fin de semana de desvelo.

     — ¿Confundido? —pregunto, intrigada.

     Se endereza y suelta un suspiro dramático. Mira a su alrededor y se tensa. Me mira y sin avisar ni nada, se acerca hasta a mí, y me planta un beso. Me separo y miro a nuestro alrededor, siento sonrojarme, pero es más mi cabreo, ahora ambos hermanos me besan sin mi autorización. ¡Es el colmo!

     — ¡¿Qué te pasa?! En primera, ¡No me vuelves a besar! ¿Qué te pasa? En segunda…—mira en otra dirección, luego se pasa ambas manos por su cabello. —Sé qué traes algo entre manos, no sé, pero lo sospecho—abre sus ojos como platos.

     —No, no, no. No…—me atrapa la mano para avanzar, pero me suelto de él.

     —Sebastian, te conozco. Somos amigos, no los mejores, pero nos conocemos. Siempre he pensado que tú y yo tenemos un vínculo, pero yo siempre he sentido que es solo una amistad. No tengo intenciones de ir a los viñedos como tu novia de turno, perdona, pero no, otra mujer tendrá el privilegio de serlo, pero sabes que tú y yo…. —nos señaló con el dedo índice. —solo somos dos buenos amigos, nunca nos hemos mentido, y a esta altura no lo harás o dejaremos que esto sea solo profesional. No habrá más Molly, solamente señorita Marshall.

     —Está bien. Hablemos en mi oficina. Te voy a contar algo que nadie sabe…por cierto, yo también siento este vínculo, y efectivamente somos amigos, y los amigos…se ayudan.

—Santa m****a, ¿Qué has hecho, Sebastian?

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