Sebastian Goldberg
Llego a mi despacho, me retiro la pluma y la pongo entre los lápices en el vaso de cartón que Evelyn me pintó con sopa cruda y crayones, sonrío al ver su obra de arte para papá.
Después de unos momentos más, se abre la puerta y aparece Vivian, al verla, mi estómago se contrae, el saber que podría ser ella la asesina de Pharell me hace hervir la sangra.
—Sebastian. —saluda, me acerco e intento mostrar calma.
—Vivian, —le acepto el saludo de beso de mejilla—¿Qué te trae por aquí? —ella se gira y me presenta al hombre de traje con maletín.
—Es uno de mis abogados. —alzo mis cejas, acerté al imaginar que vendría con él.
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Sebastian Goldberg—¿Qué? —pregunta Emily al escuchar la grabación. —Es una maldita, —se gira para mirarme. —Tenemos que ir con la policía. —Ya viene el comandante, Yvan me acaba de traer las pruebas de la investigación, más la grabación… —Señor Goldberg, el comandante ha llegado. —anuncia Yvan. —Que pase, por favor. —asiente, después de unos momentos más, la puerta del despacho se abre y aparece el comandante. —Señor Goldberg, —saluda, respondo el saludo cuando me levanto de mi silla, me acerco a él y lo guio para que se siente en la sala, al hacerlo, le deslizo la grabación, luego un sobre con la información de la autopsia real de Pharell, as&i
Vivian Dorian —Llévate la camioneta, si preguntan por mí, estoy encerrada en mi cuarto—doy ordenes al jefe de seguridad cuando me deja en el estacionamiento, él se retira, dejándome ahí, miro a mi alrededor por si alguien nos ha seguido, pero he ido muy cuidadosa, suelto mi moño perfecto, mi cabello rubio cae por mi espalda, escucho como los tacones altos golpean el pavimento del estacionamiento, mientras camino al auto, me retiro mi joyería, la dejo caer en el bote de basura, me detengo, busco el encendedor de mi nuevo auto, presiono el botón y la alarma se retira, está a dos autos de dónde estoy de parada. Camino revisando de nuevo si no hay algo extraño en el lugar, pero no. Solo hay autos de la empresa. —Te has tardado.—escucho esas palabras, llego al auto, me retiro mis lentes d
Sebastian Goldberg Evelyn deja una rosa blanca sobre el ataúd de Alexandra, regresa a mí y busca mi mano, Emily hace lo mismo, ambas se quedan a mi lado. Nadie había venido al entierro, solo Henry, Molly, Noah y la niñera, Nancy, Emily, su madre, Evelyn y yo. El padre da unas palabras de despedida mientras dos hombres bajan el ataúd. Vivian había sido internada al psiquiátrico, había quedado mal, la culpa la llevó lejos de su propia realidad. Finalmente bajan el ataúd, había sido puesta a un lado de su padre, Pharell, sé qué él hubiese querido. Terminamos y nos retiramos, agradezco que nos hayan acompañado, así que regresamos a casa. Evelyn se había quedado dormida en mis brazos, Emily, había estado seria durante el transcurs
Molly"Tienes que seguir trabajando en esta empresa, Molly." Las palabras del sr. Henry invaden mi mente, me limpio de nuevo las lágrimas que se escapan mientras observo la fotografía de él, vestido en un traje de marca y acompañado de una gran sonrisa, una sonrisa que marca muchas arrugas de su rostro, luce feliz entregándome un reconocimiento como mejor empleada del año en empresas Goldberg. Trago saliva con sentimiento y el dolor en mi pecho se instala con fuerza, dejo el portarretrato sobre mi regazo y cierro los ojos. El sollozo se escapa de mis labios sin poder evitarlo. La alarma suena distrayéndome unos momentos, abro los ojos y miro el reloj en la mesa de noche: 8:50 am, a las diez es el entierro. Se escuchan pasos acercándose a mi habitación, es mi madre. Abre la puerta mientras da
Molly He llegado a tiempo como siempre, con el corazón triste comienzo mi rutina, reviso correos, la agenda y cuando estoy a punto de levantarme, veo a Sebastian pasar a su oficina, parece furioso. Azota la puerta al cerrar. — ¡Molly! —grita mi nombre. Doy un respingo en mi lugar y me dirijo a la oficina que está a lado de presidencia. Toco la puerta y escucho cuando me confirma que puedo pasar. Está furioso, su vena del cuello resalta y está como un tomate, todo rojo, rojo, súper rojo. — ¿Qué pasa, señor Goldberg? —Sebastian levanta la mirada hacia a mí. Su mirada se suaviza y hace una mueca. —Perdona, no fue mi intención...—la puerta detrás de mí se abre de golpe, me hago automáticamente a un lado, quien entra es el hermano mayor de Sebastian. Le señala con un dedo índice también furioso. — ¡No vo
Molly — ¿Ya? —estoy a punto de poner mis ojos en blanco. —Sí, señor Goldberg. —entro cuando me cede el paso en señal de caballerosidad. Tomo lugar, para mi sorpresa solamente está Sebastian, el abogado, Henry y yo. El abogado comienza: —Su abuelo me dejo muy claro quienes iban a estar, así que se preguntarán por que la asistente personal está aquí. —Sebastian sonríe a medias cuando mira en mi dirección. —Tenía un especial cariño por Molly, para mí no es raro que esté aquí. —Para mí sí. —dijo Henry. —La empresa está en su mejor momento en años, es líder en exportación y el sr. Henry no quería que perdiera su momento, así qué empezaremos la lectura del testamento, esta es una carta que ha escrito para cada uno. —el abogado pasa las cartas a Sebastian quien toma la
Molly Martes. Por la mañana. Suspiro. He salido del Starbucks con mi café y el de Sebastian. Repaso una y otra vez lo que le diré, qué su hermano ha intentado besarme a la fuerza y que yo me he defendido. Sebastian sabe que sería así, él me conoce. Llegando del trabajo había hablado con mi madre de la lectura del testamento, ella insistió en no aceptar, pensando que el nieto mayor me haría la vida un infierno. Le comenté lo que el abogado y Sebastian dijo, pude explicarle por un momento lo que significaba, ella gritó y gritó acerca de haberme metido en un saco de once varas. No me ha hablado esta mañana, gruñía algo entre dientes. Sé qué no lo aprueba y no lo hará, estaba decidida a anular el procedimiento, me quedaría con lo que tengo, así me ahorraré problemas
Henry Cierro la puerta de golpe. Estoy irritado. Molesto. Su presencia me frustra y me hace querer correrla de la empresa. Recuerdo su movimiento ninja que me tomó por sorpresa, dejándome tirado sobre el suelo del elevador. — ¿Por qué arrugas tu frente? ¿Algo te molesta? Yo no…—interrumpo a Alexandra levantando una mano para que no siga. — ¿Sushi? ¿Comida española? ¿Qué quieres comer? —pregunto a toda prisa solo para evitar escuchar cómo se queja. Hoy no es un buen día. Estoy pensando que esto de quedarme fue un maldito error. “¿Qué te importa a ti si ella fue su amante? El abuelo era libre de hacer lo que quisiera con su vida. ¿Pero por qué ella?” —italiana. Que pesado es tu hermano. —dice Alexandra al dejarse caer en el sillón de cuero. Regreso a la silla que usaba mi abuelo. Alcanzo el teléfono de su base y le pido a mi chófer que nos consiga