Molly
"Tienes que seguir trabajando en esta empresa, Molly."
Las palabras del sr. Henry invaden mi mente, me limpio de nuevo las lágrimas que se escapan mientras observo la fotografía de él, vestido en un traje de marca y acompañado de una gran sonrisa, una sonrisa que marca muchas arrugas de su rostro, luce feliz entregándome un reconocimiento como mejor empleada del año en empresas Goldberg. Trago saliva con sentimiento y el dolor en mi pecho se instala con fuerza, dejo el portarretrato sobre mi regazo y cierro los ojos. El sollozo se escapa de mis labios sin poder evitarlo. La alarma suena distrayéndome unos momentos, abro los ojos y miro el reloj en la mesa de noche: 8:50 am, a las diez es el entierro.
Se escuchan pasos acercándose a mi habitación, es mi madre. Abre la puerta mientras da un toque con sus nudillos, su rostro muestra angustia. Me mira en silencio, entra y se sienta a mi lado.
—Necesitas un poco de color en tus mejillas, Molly. Estás pálida.
—Estoy bien, madre. —ella pasa su brazo por mis hombros y lentamente tira de mi para recargarme a su costado. Lo hago sin rechistar. Cierro los ojos y lloro por unos minutos más. Ella no dice nada, sabe que me ha dolido la partida de mi mentor, de un amigo.
—No estás bien. Puedo conducir y llevarte. —me separo de ella, me limpio las lágrimas con el dorso, busco mi bolsa y doy con ella.
—Estoy bien. Tengo que irme, después del entierro...—se me corta la voz mientras camino en busca de mi bolsa, dejo el portarretrato en la otra mesa de noche. Alcanzo mi celular y camino para la puerta, detengo mi huida. —...regresaré a la empresa. No podré venir a comer...
—Está bien, Molly. Llama cuando estés en la empresa... ¿Sí? —me vuelvo hacia mi madre quien sigue con su rostro cargado de preocupación.
—Si...—intento sonreír, pero no lo logro. Hago una mueca y salgo.
***
—Mi sentido pésame, Sebastian. —le extiendo la mano a Sebastian, el nieto menor del sr. Henry. Él arruga su frente y en lugar de aceptar mi mano, tira de ella y me abraza.
Comienza a convulsionar del llanto, mis manos lentamente responden el agarre. Sebastian era muy cercano al sr. Henry, aunque como vicepresidente hacía a la perfección su trabajo, como nieto... hacía enojar mucho a su abuelo, aunque cada pelea tenía una reconciliación, siempre fue una relación de estira y afloja, ahora, en la ausencia, ¿Con quién va a pelear?
El sr. Henry había fallecido de un infarto mientras dormía plácidamente en su cama, un día antes, me había dicho que se tomaría el día siguiente, que por fin iba a descansar, pero no sabía que sería eternamente. Casi cinco años trabajando para él, la empresa es una exportadora de vino, siempre decía que sus tierras en California eran los mejores, que un día tenía que llevarme para mostrarme el paraíso de la uva, qué cuando finalmente se retirara, iba a vivir en aquellos viñedos, que cabalgaría por los atardeceres como lo hizo de joven junto a su padre, luego con su único hijo...y que un futuro, sería el día de hacerlo con sus dos únicos nietos.
Nietos que había criado él solo cuando su único hijo y la esposa había fallecido en un accidente de carretera, les había educado, les había enseñado la empresa desde abajo, el único que se quedó a su lado fue Sebastian, quizás por ser el menor, pero el otro hermano, se había marchado a Inglaterra, dejando a su hermano y a su abuelo con la empresa en la ciudad de New York. Dice Sebastian que la última vez que su hermano vio a su abuelo, fue hace cinco años, que había terminado en una gran disputa, una que hizo que Henry Goldberg hiciera maleta y se fuese a otro continente.
—Gracias por acompañarnos, Molly, si no hubieses venido, hubiera ido por ti. —entrecierro mis ojos por encima del hombro de Sebastian, a través de mis lentes de sol veo un hombre de traje negro impecable, de su brazo una mujer rubia, delgada y luce un elegante traje negro, con sombrero y todo.
—Creo que ha llegado alguien...—la gente comienza a acercarse a la pareja, Sebastian se separa de mí, se vuelve hacia su espalda y entonces maldice entre dientes.
—Es Henry, mi hermano mayor y la bruja...es la prometida. —el hombre no deja de mirarnos, su quijada es tensa. —Pensé que no vendría, ¿Por qué tiene que pasar una tragedia para poner el pie en la ciudad? Mi abuelo muchas veces le rogó para que viniera, ¿Ahora que se ha muerto es cuando lo hace?
—No lo he conocido en persona, solo por llamadas a la empresa... —susurro sin bajar de mirar, entonces me tenso cuando empieza a avanzar hacia nosotros. Sebastian se pone a mi lado mientras se ajusta la corbata negra.
—Mierda, tarde o temprano tenemos que darnos el pésame, ¿No puedo simplemente dar la vuelta e irme?
Intenta hacerlo, pero mi mano atrapa su brazo, él se sorprende.
—Sebastian...es el funeral de tu abuelo. —su rostro se descompone, sus ojos azules comienzan a cristalizarse, intento hacer algo, pero llega su hermano.
—Sebastian. —el tono con el que usa el hermano mayor es frío, el ambiente se vuelve tenso en segundos. Sebastian pone el mismo gesto.
—Henry. —no mira a la prometida.
—Tenemos que hablar. —dice Henry sin dejar de mirar a Sebastian.
—Estoy ocupado como verás, después podemos hacerlo. ¿El lunes en la empresa?
Se hace un silencio más tenso.
—Mi sentido pésame, Sebastian. —le dice la mujer rubia a Sebastian, pero él no responde, es más, ni la mira.
—Sebastian. —advierte Henry.
Entonces, Sebastian gira su rostro unos centímetros hacia la rubia.
—Gracias. —dice de manera fría.
— ¿Y tú eres? —la rubia me mira detenidamente. Se baja un poco los lentes y me da un repaso descarado.
Sebastian se pone frente a mí.
— ¿Cuánto tiempo estarán? ¿Hasta que den lectura al testamento? —pregunta a toda prisa Sebastian, Henry se tensa más.
—Sí, nomás a la lectura y nos marchamos. —Sebastian asiente, pone una mano en el brazo de Henry y murmuran algo.
Se retiran, pero lo más escalofriante es ver como Henry no deja de mirarme. Su quijada es dura y las marcas de cómo aprieta su mandíbula es fácil de ver.
Sebastian se gira hacia mí, que sigo en mi lugar.
—Disculpa por lo de hace unos momentos, Alexandra Dorian es una...—asiento cuando no termina sus palabras.
—No te preocupes. Tengo que ir a la empresa...
Sebastian se aprieta el puente de la nariz. Luego levanta su mirada y me observa detenidamente.
—Tienes que descansar, deja la empresa por hoy.
—Hay mucho trabajo, Sebastian, además yo...—pone sus dedos en mis labios, eso me hace callar.
—Date un respiro, estamos pasando por algo fuerte, más tú...—trago saliva, retira sus dedos.
—Lo sé...—él sonríe a medias.
—Casi cinco años haciendo impecablemente tu trabajo con pasión, eres un humano no un robot...—sonrío a medias.
—Eso decía tu abuelo...—él sonríe.
—Lo sé. Anda, ve a descansar, haré que me desvíen las llamadas a mi celular para que descanses. El lunes te espero como siempre a primera hora. ¿Sí? —asiento lentamente dudando.
—Gracias. —tira de mi brazo para abrazarme, al soltarme él sigue su camino hasta la gente y recibiendo abrazos.
Camino hacia mi auto.
— ¿Molly? —escucho una voz ronca y fría a mi espalda, me giro.
— ¿Sí? —es Henry, viene hacia mí ajustando el botón de su americana, viene solo. Se retira sus lentes oscuros y yo hago lo mismo. — ¿Qué pasa, señor Goldberg? —pregunto cuando se detiene frente a mí, tiene que bajar un poco la mirada hacia mí, su frente se arruga.
—Así que tú eras la asistente personal y mano derecha de mi abuelo...—dice entre dientes, lo dice en confirmación.
—Sí, soy yo. —levanto mi barbilla.
No dice nada, simplemente me da un repaso discreto.
—El lunes quiero que me facilites toda la información de la empresa, quiero todo a primera hora en el escritorio. Lo último que te ha dejado mi abuelo.
—Sí, señor. —me tenso cuando ya no dice nada más, ahí está frente a mí, observándome en silencio. — ¿Necesita algo más?
— ¿Tú y Sebastian...? —abro mis ojos como platos.
— ¡No, no, no! Es el vicepresidente, yo solo hago mi trabajo como asistente, hago mi trabajo y…—detengo mi justificación. — ¿Por qué lo pregunta? —eso sale sin filtro.
Él se tensa más.
—Te veo el lunes a primera hora. —se gira y desaparece entre los autos.
Estoy atónita. Ahora el nieto mayor del sr. Henry...tenía un rostro, realmente existe el hombre, intento controlar mis pensamientos, fantaseaba con esa voz tan masculina cuando llamaba todos los días a las ocho de la mañana, "Molly, pásame a mi abuelo" "Molly, dile a mi abuelo que la videoconferencia es a las doce" "Molly, dile a Sebastian que conteste el maldito teléfono" "Molly... ¿Qué hace aún en la oficina?"
Finalmente entro al auto y me marcho a casa pensando en la promesa que me hizo hacerle antes de fallecer...
"No abandonar Empresas Goldberg por nada del mundo."
¿Por qué?
Molly He llegado a tiempo como siempre, con el corazón triste comienzo mi rutina, reviso correos, la agenda y cuando estoy a punto de levantarme, veo a Sebastian pasar a su oficina, parece furioso. Azota la puerta al cerrar. — ¡Molly! —grita mi nombre. Doy un respingo en mi lugar y me dirijo a la oficina que está a lado de presidencia. Toco la puerta y escucho cuando me confirma que puedo pasar. Está furioso, su vena del cuello resalta y está como un tomate, todo rojo, rojo, súper rojo. — ¿Qué pasa, señor Goldberg? —Sebastian levanta la mirada hacia a mí. Su mirada se suaviza y hace una mueca. —Perdona, no fue mi intención...—la puerta detrás de mí se abre de golpe, me hago automáticamente a un lado, quien entra es el hermano mayor de Sebastian. Le señala con un dedo índice también furioso. — ¡No vo
Molly — ¿Ya? —estoy a punto de poner mis ojos en blanco. —Sí, señor Goldberg. —entro cuando me cede el paso en señal de caballerosidad. Tomo lugar, para mi sorpresa solamente está Sebastian, el abogado, Henry y yo. El abogado comienza: —Su abuelo me dejo muy claro quienes iban a estar, así que se preguntarán por que la asistente personal está aquí. —Sebastian sonríe a medias cuando mira en mi dirección. —Tenía un especial cariño por Molly, para mí no es raro que esté aquí. —Para mí sí. —dijo Henry. —La empresa está en su mejor momento en años, es líder en exportación y el sr. Henry no quería que perdiera su momento, así qué empezaremos la lectura del testamento, esta es una carta que ha escrito para cada uno. —el abogado pasa las cartas a Sebastian quien toma la
Molly Martes. Por la mañana. Suspiro. He salido del Starbucks con mi café y el de Sebastian. Repaso una y otra vez lo que le diré, qué su hermano ha intentado besarme a la fuerza y que yo me he defendido. Sebastian sabe que sería así, él me conoce. Llegando del trabajo había hablado con mi madre de la lectura del testamento, ella insistió en no aceptar, pensando que el nieto mayor me haría la vida un infierno. Le comenté lo que el abogado y Sebastian dijo, pude explicarle por un momento lo que significaba, ella gritó y gritó acerca de haberme metido en un saco de once varas. No me ha hablado esta mañana, gruñía algo entre dientes. Sé qué no lo aprueba y no lo hará, estaba decidida a anular el procedimiento, me quedaría con lo que tengo, así me ahorraré problemas
Henry Cierro la puerta de golpe. Estoy irritado. Molesto. Su presencia me frustra y me hace querer correrla de la empresa. Recuerdo su movimiento ninja que me tomó por sorpresa, dejándome tirado sobre el suelo del elevador. — ¿Por qué arrugas tu frente? ¿Algo te molesta? Yo no…—interrumpo a Alexandra levantando una mano para que no siga. — ¿Sushi? ¿Comida española? ¿Qué quieres comer? —pregunto a toda prisa solo para evitar escuchar cómo se queja. Hoy no es un buen día. Estoy pensando que esto de quedarme fue un maldito error. “¿Qué te importa a ti si ella fue su amante? El abuelo era libre de hacer lo que quisiera con su vida. ¿Pero por qué ella?” —italiana. Que pesado es tu hermano. —dice Alexandra al dejarse caer en el sillón de cuero. Regreso a la silla que usaba mi abuelo. Alcanzo el teléfono de su base y le pido a mi chófer que nos consiga
Molly Sebastian y yo hemos devorado nuestras hamburguesas. Hemos platicado de todo un poco, de su próximo viaje a las propiedades de su abuelo que tiene en California, tendría que revisar la nueva uva que ya no tardaba en cosecharse. El sr. Henry solía hacer esos viajes con Sebastian en estos tiempos, solían irse un viernes, y regresar el día lunes a primera hora. — ¿Entonces? —pregunta cuando estoy dando el sorbo final a mi coca cola. Dejo mi vaso y alcanzo la servilleta para limpiar mi boca. — ¿Qué? —pregunto confundida. — ¿Irás conmigo? —abro mis ojos como platos. — ¿A California? —él asiente. —Hay muchas cosas que hacer en la empresa, Sebastian. —Será el viernes, saldremos al terminar los pendientes, el fin de semana no
Molly Intento no pensar en lo que ha pasado horas atrás en la oficina de presidencia. Cierro los ojos e intento no fantasear con aquel hombre. Sus ojos, sus labios húmedos, la forma en que camina, su voz...agito mi cabeza intentando despabilar todo pensamiento con Henry. Miro el libro que tengo en mis manos e intento concentrarme. Eso, sí, tengo que concentrarme en no pensar en mi jefe temporal.Pero es imposible, lanzo el libro sobre la cama y camino de un lado a otro, intentando buscar algo en que poner mi mente, quizás y pueda ir al cine...—No te la crees ni tú, Molly. — me dejo caer en la alfombra, intento doblar mis piernas en forma de aro para hacer esa posición de yoga, comienzo a hacer las respiraciones, pero ahí está, su rostro, su mandíbula tensa, sus labios... — ¡Bueno! ¿Qué es que ahora no podré hacer nada sin que me estés jodi
Henry Cierro la puerta de mi auto de un golpe, estoy a punto de arrancar, pero Sebastian se atraviesa, pone ambas manos sobre el cofre de mi auto. Su mirada centella ira. Rodea el auto para llegar a mí, bajo la ventanilla. — ¿A dónde vas? —pregunta en un tono serio. —Al hotel. Alexandra me está esperando. —él tensa su mandíbula. —Necesitamos aclarar unas cosas, nos vemos en mi departamento. —no me deja contestar. Quien diría que parece el mayor y yo el menor. Pienso por unos momentos que es lo que voy a hacer. Mando un texto rápido y corto a Alexandra informando que llegaré un poco tarde. No recibo respuesta. Veo el auto de Sebastian y lo sigo. Llegamos a su departamento, es la segunda vez que estoy en su departamento, la primera, antes de irme a Inglaterra. Se desajusta la corbata
Molly Llevamos media hora en el restaurante cerca de la empresa, es nuestra hora de comer, Sebastian había elegido este por estar más cerca y porque veníamos aquí con su abuelo. Él no se había dado cuenta que su hermano y su cuñada habían entrado después de nosotros, se han ido al privado de la segunda planta, desde ahí tienen una vista al resto del lugar. Ella luce espectacular. Es tan delgada, alta, elegante y sofisticada, obvio que son la pareja perfecta. Él no podría tener una mejor mujer en este mundo. Bajo la mirada a mi vestimenta, camisa blanca, falda gris tipo lápiz, zapatillas de tacón, hoy tengo mi cabello suelto en ondas rebeldes cayendo por mi espalda, me he puesto un poco de maquillaje, aunque no soy amante de usar mucho, ya que creo demasiado en ser natural, hoy no me vino mal ponerme un poco. Trago saliva despacio al ver como la señorita Dorian sonríe a Henry, como