Capítulo I
Un mensaje del pasado
Margot era una joven independiente, que miraba al futuro con el deseo de absorberlo todo para sí. Era camarera en una cafetería de moda en el centro de Londres. Había llegado de Francia dos meses atrás y vivía en una buhardilla alquilada en la que apenas cabían ella y sus trastos. Pero su alegría y su optimismo no habían mermado ni tan solo un ápice. Acababa de entrar por la puerta el cliente más extraño que tenían, un hombre entrado en años, de cabellos blancos y ojos azules y penetrantes. Se apoyaba en un bastón con cabeza de carnero, de oro puro. Se sentó en su mesa de siempre, y esperó a que llegase Margot, que era la única que le gustaba de entre todas aquellas camareras agrias que le despreciaban.
-Buenos días señor Essenor, ¿tomará lo mismo de siempre?, ¿un café muy cargado, zumo de naranja y tarta de cerezas?
Preguntaba siempre por respeto, y por si algún día se le ocurría pedir algo distinto, y lo hacía con una sonrisa bien enmarcada en su afable rostro.
-Sí, hija, cómo me conoces. -Se acercó a su oído para decirle algo- me encanta la tarta de cerezas que hace Mildred y que me la sirvas con esas manos blancas de marfil que entregan ternura.
-¡Qué cosas dice señor Essenor, soy una más, es tan fácil atenderle, espero cada día a que llegue.
-¡Que buena eres conmigo!, llevo viniendo tres años a este local y no te has enfadado nunca con migo ni tenido una mala palabra para mí. Es por eso que hoy traigo algo para ti, algo muy especial.
Essenor el anciano extraño, cliente habitual de la cafetería Madinor, extrajo del bolsillo de su chaqueta un sobrecito blanco y se lo dio a Margot. Ella se quedó muy sorprendida, creyó en principio, que se trataría de una propina, pero no…era algo bien distinto. Sacó de dentro de él un papel primorosamente doblado y lo leyó.
Tres años atrás…
Harold llevaba bajo el agua de la ducha casi media hora, estaba en shock, su padre había muerto y acababa de retornar a casa desde Brighton. Estaba apenas a una hora de Londres, pero se le había antojado una eternidad. Estaba muy unido a él, y había muerto muy joven, con tan solo sesenta años. Un ataque al corazón y…Lloró profusamente, con amargura y gritó para sacar de dentro de sí el dolor que tanto le pesaba. Salió se embutió en un traje de Armani, se ajustó la corbata, y maletín en mano abandonó la casa. En Notting Hill. Trabajaba en la isla de los perros, el centro neurálgico de la economía inglesa.
Un sol débil brillaba en un vano intento de salir entre las nubes gris oscuro que amenazaban con descargar agua en breve tiempo.
-Parece que todo sale mal desde que…-habló consigo mismo en voz alta.
Sobre la mesa de madera lacada en negro, destacaba un sobre blanco vacío, lo miró sin entender la razón por la que alguien lo habría dejado allí. Se sentó y comenzó a marcar números de teléfono. Sus clientes comenzaban a estar en contacto con él. Debía mover un volumen muy grande de dinero y dar órdenes para que dos cargueros partieran abandonando puerto, para llevar los productos manufacturados a Rusia y EEUU.
-El barco debe salir de puerto de inmediato, el cargamento ha de llegar a Rusia dentro de seis días y a Estados unidos en siete. Es un cargamento delicado y el MI6 se encargará de vigilar que no sea interceptado.
Aquel sobre vacío le seguía intrigando y al volver a tomarlo entre sus dedos vio que había algo dentro. ¿Cómo era posible que no lo viese antes?, sacó la nota y la leyó:
-“Cuando leas esto seguramente estaré muerta, pero quiero que sepas que siempre fuiste mi único amor, y que me voy con un solo pensamiento, que llena mi corazón, mi amor por ti”.
- Pero ¿quién ha podio enviar este sobre?, supongo que se le quedó olvidado a alguien en mi mesa…
Harold comenzó a darle vueltas y concluyó que sin duda era de algún otro ejecutivo del edificio…pero ¿cómo saber de quién?, Salió al corredor exterior y miró en torno suyo, todos trabajaban sin despegar la mirada de sus ordenadores, así que optó por dejar el sobre clavado en el tablero de noticias que había cerca de la recepción de la planta novena, la suya. Volvió a su mesa y siguió trabajando hasta que el hambre le avisó de que debería comer algo pronto para que su estómago dejase de gritarle. Las horas pasaron rápidas, y Harold bajó a la cafetería del edificio, allí comían sus sándwiches todos ellos. Pero al salir para tomar el ascensor observó que solo había un sobre blanco en el tablero de noticias, le extrañó que nadie se lo hubiese llevado. Comió un sándwich vegetal, un té y un zumo de manzana y volvió a su despacho. En el tablero ya no estaba el sobre y sonrió, por fin alguien lo había recibido. Entró en su despacho y---¡allí estaba el sobre, con la nota dentro!
-Pero…¿qué diantres…?, -salió afuera y vio que todos trabajaban sin mirarle tan siquiera.
Era como si un mensaje misterioso viajase hasta él para decirle aquellas palabras que desde luego no podían ser para él. Nunca había tenido tiempo para tener pareja y eso del amor, que consideraba sobrevalorado no era para él. Aunque no estaría mal conocer a alguna mujer atractiva que pudiese enamorarse de él. -Se rio de sí mismo-, ¡que tontería!, -pensó-, ¿Quién se iba a enamorar de alguien como él?, Miró con mayor atención la nota y vio que había un número de teléfono en el dorso, apenas visible. Se atrevió a marcarlo y esperó nervioso a escuchar la voz del otro lado.
-¿Sí…?, dígame.
-Hola…verá tengo una nota suya en mis manos pero no entiendo…
-¿Quién es usted?
-Soy Harold, trabajo en el edificio Número nueve de la isla de los perros en Londres.
-Yo me llamo Margot, vivo en Londres también, pero creo que no le conozco, ¿me lee esa nota por favor?, no sé de qué se trata…
Harold se la leyó y la exclamación que escuchó al otro lado del teléfono, le indicó a las claras que no provenía de ella.
-Ignoro quién le ha querido gastar una broma pesada y desde luego de mal gusto, pero yo no la envié y no le conozco, ya lo siento.
-Bueno, yo no diría tanto, no me parece de mal gusto, podríamos quedar y le entregaría la nota a usted, si le parece bien naturalmente.
Margot al otro lado se lo pensó un par de minutos que Harold creyó fueron eternos, pero la respuesta fue positiva, ella también estaba intrigada y aquella voz varonil era tan agradable de oír…
-¿Qué le parece en la cafetería d ellos almacenes Fortnum and Mason?, tienen una tarta de cerezas exquisita y un té Earl gree muy bueno.
-Me parece bien ¿ a las cinco, esta tarde?
-Muy bien, allí estaré llevaré un abrigo beige y polo de cuello alto marrón.
-Bien, yo llevaré un libro de t***s azules y una margarita como separador.
La cita estaba concertada, y Harold comenzó a sentir que sus nervios siempre acerados y bajo control se le rebelaban acelerando los latidos de su corazón. Era la primera cita que tendría en sus treinta y dos años.
Londres era la ciudad de las tiendas bien decoradas, de la apariencia de un mundo de fantasía que transportaba a otros mundos a sus habitantes y a los turistas que a ella llegaban. Los almacenes Fortnum and Mason eran los más antiguos del mundo desde el siglo diecisiete. En sus catorce escaparates se representaba cada año una escena con decorados hechos por manos hábiles. Este año le tocaba a Alicia en el país de las maravillas. Harold llegó quince minutos antes y a punto estuvo de llegar al tiempo mismo que lo hacía Margot. Ambos tenían por costumbre llegar algún tiempo antes, en concreto quince minutos antes de la hora. Apenas se había acomodado en una mesa discreta junto a la ventana, cuando un atento camarero vino a tomarle nota. Y mientras lo hacía vio entrar a una mujer con un libro d etapas azules en su mano derecha, con un vestido azul por debajo de la rodilla sobre el que llevaba un abrigo de color verde pistacho. Del libro sobresalía una margarita ya algo marchita. Miró alrededor y al verle le reconoció por la ropa que el dijese que llevaría puesta.
-Perdone señor¿ es usted el señor Harold?
-¡Oh sí!, supongo que es usted la señorita Margot…
-Sí, desde luego soy yo, pero por favor siéntese la esperaba.
Margot se acomodó y cruzó los tobillos, era evidente que acababa de estrenar aquellos preciosos zapatos, que no obstante torturaban sus pies.
-Reconozco que estoy siendo atrevida y no debería, no le conozco de nada, pero su voz era tan tranquilizadora…me intrigó mucho esa nota, ¿existe de verdad?
-Sí por supuesto señorita Margot, aquí la tiene, -se la entregó para que la revisase.
Margot la leyó varias veces sin saber qué decir, era su letra, y ella no la había escrito, ¿cómo explicarlo?
-Verá parece mi letra y no obstante no lea he escrito yo, se lo aseguro.
-¿Cree usted que alguien puede estar gastándonos una broma?,¿o que quizás se trate de alguna casamentera que trabaje con alguno de nosotros?
-No sé qué decirle la verdad.
En ese preciso instante el camarero volvió para tomarle nota a la recién llegada.
-Tomaré lo mismo que el caballero por favor.
El camarero se alejó y Harold aprovechó para mirarla de arriba abajo con discreción. Era una mujer de esbelta figura, melena negra que le caía hasta la mitad de su espalda y una sonrisa seductora.
-Usted verá qué hacemos…
-No sé lo cierto es que ha sido algo imprevisto y agradable para mí, lo reconozco.
-Opino de igual manera-reconoció Margot enrojeciendo.
El camarero, trajo dos tazas lady Carlyle con bordes dorados, y una tetera a juego y las puso ante ellos, para dejar en el centro de la mesa un plato con sendos trozos de tarta de cerezas, y junto a ésta una lecherita para tomar el té con leche si así lo deseaban.
-Yo tomo el té sin leche, prefiero saborearlo sin añadirle leche,
-¿Y usted?, fue a servirle con la lecherita.
-Yo también lo tomo así, -le dijo oponiendo la palma de su mano para impedir que le leche manchase su té.
Harold observó como su invitada tomaba el trozo de tarta y lo mordía levemente, para luego llevarse a los labios la tacita de té. Nunca había tenido una cita con una mujer y menos aún con una como aquella. La conversación, como correspondía a un buen par de ingleses, comenzó por el tiempo en Londres. Fue desarrollándose hasta llegar al trabajo. Harold se explayó en aquel tema hasta que percibió que Margot comenzaba a aburrirse y cambió a uno más atractivo.
-¿Ha viajado mucho señorita Margot?
-No, solo he ido al continente para ver Madrid, es una ciudad sorprendente y muy bonita, fue por vacaciones. ¿y usted?
-Yo viajo dos veces al año por vacaciones una y por trabajo la otra, así que estoy forzado a hacerlo. -Se acercó a ella para decirle en una supuesta confidencia-, es un placer para mí, pero no lo diga a nadie, -se llevó el índice a los labios en un evidente gesto de solicitud de silencio.
Ella sonrió abiertamente y le imitó cual si realmente fuese un secreto.
La cita estaba siendo todo un éxito y Harold comenzó a relajarse y a sentirse cómodo. A Margot le ocurría otro tanto y sus sonrisas aumentaron en número significativo. Afuera comenzaba a nevar y pidieron otro té para alargar aquella cita que no sabían quién había decidido que tenía que tener lugar entre ellos dos.
Capítulo IIMargot leyó la nota y se quedó perpleja, aquello no era posible…-“Cuando leas esto seguramente estaré muerto, pero quiero que sepas que siempre fuiste mi único amor, y que me voy con un solo pensamiento, que llena mi corazón, mi amor por ti”.-“Será un loco o un acosador…-pensó sin saber qué decir”.-Señor Essenor se ha equivocado de papel, esto no es popara mí, -le dijo intentando devolverle el sobre con la nota.-Sí, hija es para ti, me lo dio para entregártelo un joven muy agradable justo cuando estaba a punto de salir de casa. Pensé que sería amigo tuyo, desde luego no lo he leído.-Pues mire…léalo usted mismo es una locura ni siquiera he tenido novio nunca, y menos uno que fuera a morirse, ¡qué triste!Essenor leyó la nota no sin cierta vergüenza por ser la correspondencia de una mujer-y agrandó los ojos, comprendiendo la extrañeza de su camarera favorita.-Ahora la comprendo Margot, -le llamó por su nombre- debe ser un error, y mire al dorso hay unas cifras escritas
Capítulo III El misterioso escritorEl periódico anunciaba en sus páginas interiores la defunción de un afamado escritor ya entrado en la vejez, que dejaba su herencia a alguien desconocido. Todos los medios de comunicación se hacían eco de la noticia, Margot lo leyó pensando sino sería el autor. Una de sus últimas novelas se titulaba” El sobre vacío”. Se decidió a visitar una librería y ver si encajaba con su estilo aquella nota. Una pena no poder agradecerle, de ser él aquel error, pues le había permitido conocer a un hombre que la gustaba pero que mucho.Había una librería bajo su casa y al volver del trabajo se acercó y entró justo antes de que cerrase su dueño.-Perdone, necesito ver una cosita no tardaré es que tenemos el mismo horario y sino no podré hacerlo señor Harrison.-Pase señorita Margot cuando termine avíseme.Se introdujo entre las estanterías, y buscó hasta encontrar el libro en cuestión. Leyó algunos párrafos y comprendió lo
Capítulo IV Algo amenaza el amorA Harold le preocupaba la falta de noticias de Margot, hacía dos días que nole respondía había ido a su casa, pero se había mudado según su casero. ¿Había sido todo, una broma pesada?, no, sus besos y sus caricias eran verdaderas, de eso estaba seguro él. Se paseaba nervioso por el despacho y su ayudante, que de habitual lo veía tras su mesa imperturbable, estaba perplejo ahora. Nunca lo había visto nervioso tan siquiera.-Peter, -le llamó Harold a su ayudante- venga tengo algo que hacer urgente y necesito su ayuda.-Dígame señor Ebelgrade, -le respondió.-Verá es un encargo de carácter personal no tengo a nadie de confianza salvo usted. Hace cinco días recibí una carta extraña,-¿Un anónimo señor?-Sí, algo así pero era más una amenaza de suicidio que contra mí, la cuestión es que había un número en el reverso y llame´, era una mujer, quedamos en Picadilly, en ese sitio tan elegante, el Criterion. Cenamos,
Capítulo V La mansión de los GreeneLa recepcionista le llevó al garage aledaño donde guardaban los tres camiones de que disponían. Harold se acercó y miró en ellos para ver algo que le diese una pista pero no sabía como convencerla para que le dijese donde tenía el registro con el nombre de su “amigo”.-Este amigo mío ¿Cuál alquilaría? ¿tiene algún registro señorita?-Ay no sé…bueno todo sea por el amor, venga le mostraré el registro estoy sola, no se lo diga a nadie se lo ruego.Le llevó de nuevo a la oficina y le enseñó el libro de registros. Allí estaba por fin el nombre que bien podía ser auténtico con suerte. Melvin Esterd. 200209 de Nothing Hill, ¡vivía cerca!, Harold se vbistio rápidamente y salió en busca de la dirección que tenía. Estaba a trea manzanas y Harold estaba en forma en unos minutos estuvo frente a la puerta. Llamó al timbre, iba bien vestido, de traje, nadie sospecharía nada malo de un hombre como él y jugaba con esa ventaja. Un hombre abrió la puerta
Capítulo VI El hastío de las mujeres-Hija, sé que no serás feliz aquí en esta casa donde tu padre manda y ordena pero habrás de acostumbrarte yo lo he hecho, se puede hacer.-Mamá tú no has sido feliz desde que tus padres, los abuelos perdieron en la bolsa su dinero y se quedaron en la ruina, él los ayudó a recuperarse a cambio de mantenerse lejos de vosotros. Desde entonces esta es tu jaula, y la mía, solo que yo conseguí salir al mundo y … hasta fui feliz por un par de días.-Hija cuéntame esa historia estamos solas y podemos ser francas.-¿Eso es lo que te ha pedio papá?-No hija, debes confiar en mí estamos en una situación muy similar.-Lo siento mamá pero cuando él habla humilla y tú callas te conviertes en su cómplice. ¿Qué estamos en la misma situación?, de eso anda tú estás así porque eres sumisa obediente al macho de la familia. Yo deseo ser feliz, bueno lo deseaba ya no importa nada.-Eso quiere decir que has conocido a alguien algún hombre que se enamoró de ti y
Capítulo VII La época de las mujeresBenjamín sentía que su tiempo se terminaba y su hija, estaba convencido de que nunca aceptaría llevar sus negocios, eran bastante turbios como todos los de los gran des magnates y ella era una idealista que creía en el Flower Power. Si Miguel no conseguía convencerla tendría que malvenderlo todo.A Betsy no le había importado nada lo que él hacía y su familia estaría encantada de saber que se moría.Miguel había trazado un plan de choque para hablar con Margot y decirle justo lo que necesitaba saber. Estaba “arreglando” un seto cuando Margot pasó por delante de él.-Señorita no se vuelva, por favor haga como que coge unas flores he de decirle algo importante.Margot sintió que alguien confiaba en ella y se arriesgaba por ella pero pronto desechó la idea Miguel era el perro fiel de su padre.-Señorita debería hacerse cargo del negocio de su padre tengo sobradas razones para creer que se muere. Por favor no reaccione
Capítulo VIII El novioBenjamín Greene estaba adquiriendo su chaqué en una sastrería en la que solo los más ricos podían comprar sus atuendos de boda.-Espero que se esmera me caso y debe ser el traje más caro y mejor diseñado de todos.-Señor,-le respondió el sastre-sin duda este será el más distinguido créame.Benjamín se recreaba ante el espejo mientras le tomaba medidas el sastre y pensaba en lo pobres que habían sido su madre y su difunto padre. Apenas tenían para mal comer y sus ropas eran de segunda mano, pero un día la fortuna llamó a su puerta al morir su tío, este le dejó una fortuna. Era como si los cielos mismos se hubiesen abierto. Él acrecentó aquella invirtiendo en bolsa y en productos financieros muy acertados. Ahora era el más rico de los que caminaban por Inglaterra. Lores y duques, sires y banqueros anhelaban ser sus amigos y relacionarse con él. Ni su falta de título nobiliario les impedía hacerlo. Aquel traje les hubiera dado de comer todo u
Capítulo IX El emporio de una mujer En los centros de control de las diferentes empresas del emporio industrial de los Greene, se percataban de que un cambio a mejor estaba acaeciendo, pero ignoraban de quién provenía. Las manufacturas crecían en las exportaciones y se estaban construyendo seis polígonos industriales nuevos en Thailandia y España. Ahora tocaba restaurar el corazón y restañar las heridas además de resolver el misterio de las cartas que permanecía en la sombra.-Harold no te lo dije porque estaba fuera de su ámbito era camarera, y eso demuestra a las claras que no quería el dinero de mis padres, siempre condicionado a hacer lo que ellos desean de mi. He vivido varios años libre de us dictados y en una buhardilla de doce metros cuadrados. Tengo poca ropa, barata y cobro una miseria.-Yo debí escucharte como lo hago ahora, pero me sentí engañado sin razón, ¿podrás perdonarme algún día?-No seas tonto no hay nada que perdonar solo