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5. Me espera el señor Anderson.

El chófer no lograba entender a su jefe, se suponía que debía mantener un perfil bajo o eso le prometió a su padre en la última discusión que les escuchó tener en la limusina y ahora nuevamente lo mandaba a buscar a una nueva conquista. Aunque debía admitir que la mujer por la cual le mando esta vez, no era igual a las que acostumbraba a frecuentar.

—Por favor, suba — le pidió a la joven una vez que salieron del estudio. No tardaremos en llegar al restaurante donde cenará con el señor Evan Anderson.

*-*-*-*-*-*-*-*-*-*

Evan estaba arreglándose frente a un espejo de cuerpo entero, su aspecto era impecable, algo que él ya sabía y no solo él, también la mujer que en ese momento lo observaba con un puchero en sus labios al no lograr que desistiera en vestirse y largarse.

—¿En serio te irás?— le preguntó una vez más la mujer, llevando una de sus manos hasta sus propios senos, acariciándolos por encima de la bata de seda que portaba esa tarde noche con la intención de provocarlo.

Tras ponerse la chaqueta del traje que luciría esa noche para la cena con la señorita Lía y prestar los gemelos en cada una de las muñecas, se volteó a ver a la mujer notando lo que hacía.

Aunque le pareció de mal gusto la forma que pretendía llamar su atención, su gesto permaneció imperturbable, no mostraba atracción y tampoco desagrado. No dijo nada, solo se acercó hasta ella y la tomó del mentón, atrayendo el rostro de su amante sin ninguna delicadeza y así poder hablarle de cerca.

—Disfruta lo que queda de la noche en la habitación, una cosa más, recuerda que has firmado un contrato de confidencialidad y que si hablas de lo sucedido tendrás un equipo de abogados sobre ti — sus palabras eran suaves, pero al mismo tiempo tenía un tono frío y autoritario que hizo que la mujer, no solo le temiera, sino que gimiera al sentir recorrer el deseo ante la presencia dominante de ese Evan.

Definitivamente, sería la última vez que la volvería a ver, como le había pasado con todas las anteriores a ella, siempre dejaban de tener encantó una vez conseguía de ellas lo que deseaba. ¿Alguna vez alguien sabría mantener su atención más de una noche?

Caminó con paso firme hasta la puerta de la suite del hotel más caro de la ciudad, saliendo de esta.

Ya fuera, tras el volante de su auto deportivo checó la hora en su celular, se le hacía tarde para llegar a su cita y aquello le molestaba, para él era muy importante su palabra y la puntualidad, sobre todo cuando se trataba de negocios y esa cita podría significar uno de los mayores negocios que haría nunca.

Había hecho que su asistente reservará una mesa para dos ese día en el mejor restaurante de la ciudad y era ahí dónde se dirigiría, apenas y llegó dos minutos antes de la hora convenida para la reserva.

Como era de esperar, tras decir su nombre, fue conducido por el mismo maitre hasta su mesa, dónde se le hizo llegar la carta de vino, nada más la solicitó.

Ahora lo único que tenía que hacer era aguardar por la señorita Lia y esperar que no solo fuera inteligente para crear app, también para tomar las oportunidades que se le presentaban, como la propuesta que le había planteado. ¿Quién rechazaría algo así?

Para Lia era extraño trasladarse en un coche tan lujoso, entró con cuidado y observó un plato de aperitivos que había en un rincón, se quedó quieta, tenía la sensación de que si tocaba algo podían regañarla como si fuera un lindo objeto de exposición. Además, estaba demasiado nerviosa como para tener hambre, ni siquiera la ansiedad que le provocaba aquella cita con su jefe, podía vencer al nudo que tenía en el estómago y esa sensación de que debía dar marcha atrás y no acudir a la cena.

— Puede tomar lo que quiera, señorita, eso es para usted — le advirtió el chófer — También hay una pequeña neverita con varias bebidas de la que puede beber lo que desee.

— No es necesario, al fin y al cabo quedé con el señor Anderson, para cenar, no estaría bien.

Tardaron poco en llegar al restaurante, si ya permanecía nerviosa antes, en el instante en el que el chófer le abrió la puerta, sus nervios se incrementaron, respiró hondo un par de veces y salió del coche para caminar al interior del restaurante.

— ¿Tiene usted reserva?— preguntó el maitre y ella asintió.

— Me espera el señor Anderson.

En el instante en el que dijo aquello, el hombre la repasó de arriba abajo. Todo el amor propio había ganado durante el día mientras la estuvieron arreglando y haciéndole la sesión de fotos, se esfumó con aquella mirada, tenía más que claro lo que sucedía y lo que pasaba por la cabeza de ese hombre.

— Venga conmigo — le pidió y ella a pesar de querer salir corriendo de allí lo siguió hasta llegar a la mesa donde un muy apuesto Evan Anderson esperaba con su cara perfecta, ojos penetrantes y esa expresión de superioridad que ya había observado por la mañana en su oficina.

Evan se levantó rápidamente de su lugar cuando la vio aparecer en compañía del maitre, evitando que este dijera algo, dejando claro que sí era la persona que él estaba esperando.

Tras darle un beso en la mejilla y abrirle el mismo la silla donde se sentaría, volvió a su lugar, quedando justo en frente de la joven.

—Espero haya considerado mi propuesta, aunque claro, antes de que me sepa tu respuesta, quiero saber un poco más de ti Lia Taylor, aparte de su desafortunado noviazgo que acaba de terminar, ¿Ha tenido algún amante más?

Por supuesto que él estaba seguro de que ella diría que sí. ¿Qué mujer rechazaría la oportunidad de estar casada con él?

Ella se quedó parada por aquel beso en su mejilla y el calor de esos labios que hicieron que su propio calor se incrementara, dándole un ligero sonrojo a su rostro.

Se sentó y lo miró a los ojos, era imposible hablarle con esos ojos penetrando su alma.

— En realidad no he tenido más novios y mucho menos amantes — aseguró ella incómoda por hablar de un tema tan personal — verá… yo le agradezco el día que pasé en esa agencia y todo lo que hicieron por mí, me ayudó mucho a sentirme mejor tras enterarme de que mi ex se va a casar con la mujer con la que me engañaba.

Tomó una copa que estaba dispuesta frente a ella con un poco de agua y se la llevó a la boca para beber, tuvo que desviar la vista para no seguir perdiéndose en esa mirada hipnótica.

— Pero yo no puedo aceptar un trato como el que me propone ¿Cómo podría casarme con alguien que no me ama?

—¿Acaso dudas sobre tu capacidad para hacer que me fijé en ti?— le preguntó sin comprender el porqué Lía Taylor hablaba de amor.

«¿Acaso no la habían engañado?»

— Usted mismo me lo dijo, no soy el tipo de mujer en la que se fijaría.— explicó sintiéndose algo incómoda por su pregunta, ya que era reconocer que ella tampoco se sentía suficiente.

—Señorita Taylor, el amor no es más que la invención de las grandes empresas para hacer crecer el consumismo, y la mejor manera que tiene la gente para evitar estar solos tras un día de trabajo. ¿No sé qué ve de malo en mi propuesta? Aunque no la ame, después de tres años usted será no solo libre, también rica como para buscar ese amor del que habla sin preocuparse.

El maitre llegó interrumpiéndolos con los entrantes de un menú degustación que Evan había pedido anteriormente y una cara y exquisita botella de vino.

Primero le dio a probar a él y tras recibir un gesto de aceptación por su parte llenó también la copa de ella.

— Pero hay tantas chicas que estarían encantadas de lo que propone, verá a mí no me gusta llamar la atención, quiero una vida tranquila y simplemente ganarme honradamente mi dinero, trabajando y nada más.

Explicó una vez volvieron a estar solos observando la comida que les habían traído y llevándose un canapé a la boca, aquella mirada la seguía intimidando de un modo que no podía comprender.

Él permanecía atento a las palabras de la mujer frente a él, tratando de entender como ella no veía la practicidad en sus palabras.

Si le costaría tres años de su vida, pero sería la señora de uno de los hombres no solo más ricos, también del más codiciado según las revistas de moda, sociedad y negocios.

— Además, no quiero ser el hazmerreír de medio mundo por sus infidelidades, porque supongo que no piensa vivir célibe durante los próximos tres años, ya tuve suficiente con mi última relación.

Se llevó la copa a los labios negando ante todos los pensamientos e imágenes que le llegaban y es que Lia podía ser muy gráfica cuando se ponía a pensar, visualizando muy claro en su mente todo lo que imaginaba.

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