La luz del sol besaba delicadamente las orillas de la isla, y la brisa marina susurraba promesas de aventura mientras Ian y Alessandra, se unieron al animado grupo de jóvenes exploradores en el punto de encuentro de la excursión. La isla de Santorini, con sus casas blancas y tejados azules, creaba un telón de fondo tan pintoresco que parecía extraído de una postal.Los líderes de la excursión, una pareja apasionada por la historia y la cultura de la isla, comenzaron compartiendo anécdotas fascinantes sobre el lugar, encendiendo aún más la chispa de interés en los ojos de los jóvenes. A medida que el grupo comenzó a moverse, cada individuo armado con cámaras y mapas, los chismes amigables y las introducciones ligeras se mezclaban con el sonido de los pasos en las adoquinadas calles.Ian y Alessandra, paseaban por las estrechas calles, deteniéndose ocasionalmente para capturar momentos con sus cámaras o simplemente para admirar la serenidad que el paisaje ofrecía. Sin embargo, era impos
Por supuesto que a Alessandra no le gustaba el chico que se había acercado a ella. Lo que realmente había disfrutado era la evidente reacción celosa de Ian.Sin embargo, los celos habían venido acompañados de una insinuación que le molestó profundamente, especialmente por la forma en que Ian se había alejado de su lado.Por su parte, Ian se encontraba extremadamente furioso, no con Alessandra, sino consigo mismo, por no tener el coraje de decirle que no sonriera a otros como lo hacía con él y, sobre todo, por no tener el valor para pedirle que fuera su novia."¡Tonto, tonto! ¡Eso es lo que eres, Ian!" se recriminaba mientras subía al lujoso yate donde supuestamente pasarían el resto de la tarde con el grupo.En algún momento, Ian había perdido de vista a Alessandra. La sola idea de que pudiera estar todavía en el puerto con ese tal Nicolás lo llenó de ansiedad, impulsándolo a bajar rápidamente en busca de ella. Alessandra, por su parte, había seguido a Ian al yate. Sin embargo, se hab
El pánico se había apoderado de Ian, pero sabía que su prioridad era mantener a Alessandra y a él mismo con vida. Nadó lejos del yate para evitar que los arrastrara hacia abajo mientras se hundía.Por más absurdo que pareciera su pensamiento, no pudo evitar reír poco después cuando la tormenta se disipó, revelando un cielo estrellado. Ian flotaba en una tabla, mientras Alessandra se encontraba sobre una puerta del yate que habían encontrado a pocos metros de ellos después del naufragio.—Dime, Alessandra, ¿me veo tan bien como DiCaprio en el Titanic? —bromeó Ian con los brazos apoyados en la tabla mientras observaba a la joven.La temperatura del agua del mar era relativamente cálida y agradable. A pesar de las circunstancias, Ian no podía evitar sentirse feliz de estar allí con ella, recreando una de las escenas icónicas de la pantalla grande que sabía que le encantaba.—Sabes, no estoy seguro si este es el momento adecuado, y sinceramente, no me importa, pero siempre he querido deci
Las aguas tumultuosas de Santorini se habían calmado tras la tormenta, dejando a Ian y Alessandra a la deriva en un mar sereno pero implacable. Agotados, sostenían un trozo de madera del naufragado yate, salvavidas en medio del inmenso mar Egeo.—Alessandra, ¿estás bien? —preguntó Ian, con voz ronca por la sal y el esfuerzo.—Sí, pero estoy cansada, Ian —respondió ella, tratando de mantenerse despierta y alerta.De repente, en la distancia, se oyó el sonido de un motor. Los ojos de Ian se iluminaron con un atisbo de esperanza. —¡Allí! ¡Es un barco! —gritó, agitando sus brazos con todas sus fuerzas.A medida que el sonido del motor se acercaba, pudieron distinguir la distintiva figura de un barco de guardacostas. La embarcación, pintada de un blanco brillante con franjas azules y rojas, se acercaba rápidamente a ellos.—¡Aquí! ¡Estamos aquí! —gritaba Alessandra, su voz llevando un tono de urgencia y alivio.El barco de guardacostas disminuyó la velocidad al acercarse, y un guardacostas
Evan corrió hacia la sala de emergencias, donde Ian y Alessandra estaban siendo atendidos. Al ver a su hijo, su alivio se transformó en una ola de emociones.—¡Ian! —exclamó Evan, precipitándose hacia él. Ian estaba sentado en una camilla, con vendajes pero consciente.—Ian, ¿estás bien? —preguntó Evan, inspeccionando a su hijo por cualquier signo de lesión grave.—Estoy bien, papá. Sólo unos rasguños y moretones —respondió Ian, intentando ofrecer una sonrisa calmada.Evan se volvió hacia Alessandra, que estaba sentada al lado de Ian. —Y tú, Alessandra, ¿cómo estás?—Un poco asustada, pero ya estamos a salvo.Evan les abrazó a ambos, sintiendo un inmenso agradecimiento por tenerlos a salvo. El miedo y la preocupación que había sentido en el camino al hospital comenzaban a disiparse, siendo reemplazados por un profundo agradecimiento.—No saben cuánto me alegra verlos a salvo —dijo Evan, su voz cargada de emoción.—Papá, ¿dónde está mamá? ¿Vino contigo? —preguntó Ian, mirando a su alr
Evan estaba frente a un detective, sentados en lados opuestos de una mesa metálica en una sala de interrogatorios austera. El detective era un hombre de mediana edad con una mirada penetrante que desviaba de unos papeles a Evan.—Señor Anderson, necesito preguntarle algo que podría ser muy importante para nuestra investigación —comenzó a hablar el detective — He estado buscando información de su esposa, pero parece que sus archivos están protegidos por el gobierno de los estados unidos, ¿Hay alguna razón para que no pueda acceder a ellos?—Entiendo por qué tiene que preguntar eso. — Dijo Evan suspirando —La verdad es que Lía y yo hemos vivido tranquilos los últimos años. Pero no siempre fue así.El detective inclinó ligeramente la cabeza, indicando a Evan que continuara.—Hace tiempo, antes de que Lía y yo nos casáramos, ella estaba en una situación peligrosa. Lía fue testigo del asesinato de sus padres a muy temprana edad... algo que la puso en peligro, ya que dicho asesino era el lí
Max, con una pistola en la mano, miró fríamente a Lía y le indicó que respondiera. Lía, temblando y con lágrimas en los ojos, tomó el teléfono — Evan —dijo Lía incapaz de no llorar al escucharlo. —Lía, ¿estás bien? ¿Dónde estás?— preguntó Evan rápidamente, nervioso al escucharla en ese estado, si hubiera tenido a los secuestradores delante él mismo los habría matado con sus propias manos.Lía no podía decirle la verdad, no con Max apuntándola con una pistola. Las palabras se le atascaron en la garganta, y apenas pudo hablar con un hilo de voz.—Michael, te echo tanto de menos. Te pienso mucho...Max se acercó al teléfono, activando un dispositivo para distorsionar su voz. —Anderson, no pierdas tu tiempo yendo a la policía —dijo con frialdad—. No te servirá de nada. Si realmente quieres recuperar a tu esposa, paga.Evan, del otro lado de la línea, apretó los puños, era incapaz de escuchar a su esposa llorar y no poder estar con ella, se sentía impotente.—¿Qué quieres? Solo dime can
Lia sabía que no podía aspirar a mucho, toda la vida se lo habían dicho, y lo cierto era, que en el fondo estaba de acuerdo con quienes opinaban así, ella debía aceptar lo que la vida quisiera darle porque no tenía derecho a más, por una simple razón, no era como las demás chicas, no era una mujer hermosa que se mereciera que los hombres le fueran detrás, le sobraban cerca de veinte quilos ¿Qué decía hermosa? Ni siquiera le quedaba bien el maldito vestido que se estaba probando.Se miraba en el espejo del probador, con aquel vestido que mostraba demasiado sus pechos, tanto que parecía que le iban a estallar y aunque no le marcaba la tripa, porque iba suelto desde la parte más alta de la cintura, se veía enorme. ¿A quién se le había ocurrido la genial idea de que ir de compras la animaría? Si ella se ponía lo primero que encontraba en el armario y solo iba a comprarse ropa cuando la que tenía se rompía y le hacía falta ropa nueva. Pero era práctica, con que le cupiera y no marcara demas