Las aguas tumultuosas de Santorini se habían calmado tras la tormenta, dejando a Ian y Alessandra a la deriva en un mar sereno pero implacable. Agotados, sostenían un trozo de madera del naufragado yate, salvavidas en medio del inmenso mar Egeo.—Alessandra, ¿estás bien? —preguntó Ian, con voz ronca por la sal y el esfuerzo.—Sí, pero estoy cansada, Ian —respondió ella, tratando de mantenerse despierta y alerta.De repente, en la distancia, se oyó el sonido de un motor. Los ojos de Ian se iluminaron con un atisbo de esperanza. —¡Allí! ¡Es un barco! —gritó, agitando sus brazos con todas sus fuerzas.A medida que el sonido del motor se acercaba, pudieron distinguir la distintiva figura de un barco de guardacostas. La embarcación, pintada de un blanco brillante con franjas azules y rojas, se acercaba rápidamente a ellos.—¡Aquí! ¡Estamos aquí! —gritaba Alessandra, su voz llevando un tono de urgencia y alivio.El barco de guardacostas disminuyó la velocidad al acercarse, y un guardacostas
Evan corrió hacia la sala de emergencias, donde Ian y Alessandra estaban siendo atendidos. Al ver a su hijo, su alivio se transformó en una ola de emociones.—¡Ian! —exclamó Evan, precipitándose hacia él. Ian estaba sentado en una camilla, con vendajes pero consciente.—Ian, ¿estás bien? —preguntó Evan, inspeccionando a su hijo por cualquier signo de lesión grave.—Estoy bien, papá. Sólo unos rasguños y moretones —respondió Ian, intentando ofrecer una sonrisa calmada.Evan se volvió hacia Alessandra, que estaba sentada al lado de Ian. —Y tú, Alessandra, ¿cómo estás?—Un poco asustada, pero ya estamos a salvo.Evan les abrazó a ambos, sintiendo un inmenso agradecimiento por tenerlos a salvo. El miedo y la preocupación que había sentido en el camino al hospital comenzaban a disiparse, siendo reemplazados por un profundo agradecimiento.—No saben cuánto me alegra verlos a salvo —dijo Evan, su voz cargada de emoción.—Papá, ¿dónde está mamá? ¿Vino contigo? —preguntó Ian, mirando a su alr
Evan estaba frente a un detective, sentados en lados opuestos de una mesa metálica en una sala de interrogatorios austera. El detective era un hombre de mediana edad con una mirada penetrante que desviaba de unos papeles a Evan.—Señor Anderson, necesito preguntarle algo que podría ser muy importante para nuestra investigación —comenzó a hablar el detective — He estado buscando información de su esposa, pero parece que sus archivos están protegidos por el gobierno de los estados unidos, ¿Hay alguna razón para que no pueda acceder a ellos?—Entiendo por qué tiene que preguntar eso. — Dijo Evan suspirando —La verdad es que Lía y yo hemos vivido tranquilos los últimos años. Pero no siempre fue así.El detective inclinó ligeramente la cabeza, indicando a Evan que continuara.—Hace tiempo, antes de que Lía y yo nos casáramos, ella estaba en una situación peligrosa. Lía fue testigo del asesinato de sus padres a muy temprana edad... algo que la puso en peligro, ya que dicho asesino era el lí
Max, con una pistola en la mano, miró fríamente a Lía y le indicó que respondiera. Lía, temblando y con lágrimas en los ojos, tomó el teléfono — Evan —dijo Lía incapaz de no llorar al escucharlo. —Lía, ¿estás bien? ¿Dónde estás?— preguntó Evan rápidamente, nervioso al escucharla en ese estado, si hubiera tenido a los secuestradores delante él mismo los habría matado con sus propias manos.Lía no podía decirle la verdad, no con Max apuntándola con una pistola. Las palabras se le atascaron en la garganta, y apenas pudo hablar con un hilo de voz.—Michael, te echo tanto de menos. Te pienso mucho...Max se acercó al teléfono, activando un dispositivo para distorsionar su voz. —Anderson, no pierdas tu tiempo yendo a la policía —dijo con frialdad—. No te servirá de nada. Si realmente quieres recuperar a tu esposa, paga.Evan, del otro lado de la línea, apretó los puños, era incapaz de escuchar a su esposa llorar y no poder estar con ella, se sentía impotente.—¿Qué quieres? Solo dime can
Lia sabía que no podía aspirar a mucho, toda la vida se lo habían dicho, y lo cierto era, que en el fondo estaba de acuerdo con quienes opinaban así, ella debía aceptar lo que la vida quisiera darle porque no tenía derecho a más, por una simple razón, no era como las demás chicas, no era una mujer hermosa que se mereciera que los hombres le fueran detrás, le sobraban cerca de veinte quilos ¿Qué decía hermosa? Ni siquiera le quedaba bien el maldito vestido que se estaba probando.Se miraba en el espejo del probador, con aquel vestido que mostraba demasiado sus pechos, tanto que parecía que le iban a estallar y aunque no le marcaba la tripa, porque iba suelto desde la parte más alta de la cintura, se veía enorme. ¿A quién se le había ocurrido la genial idea de que ir de compras la animaría? Si ella se ponía lo primero que encontraba en el armario y solo iba a comprarse ropa cuando la que tenía se rompía y le hacía falta ropa nueva. Pero era práctica, con que le cupiera y no marcara demas
Los ojos de Lia estaban hinchados. Cómo no estarlo cuando se había pasado la noche entera llorando hasta que por fin logró quedarse dormida bien entrada la madrugada, más por el agotamiento y la pesadez en los párpados que le causaron las lágrimas, que realmente por el sueño.— M*****a sea, ¿Cómo voy a presentarme así a la entrevista de hoy?— se preguntó mirándose al espejo, apenas podía abrir los ojos, parecía que había recibido un puñetazo en cada ojo, de no ser porque la inflamación no estaba acompañada por ese peculiar color morado que quedaba tras un golpe, nadie lo pondría en duda.Por suerte, después de ponerse un antifaz helado durante más de media hora, darse una buena ducha que la ayudó a relajarse y soltar la tensión que, a pesar de haber dormido, aún sentía en la mayoría de sus músculos y maquillarse ligeramente, ya no se notaba demasiado.Abrió el armario y casi le da un ataque al encontrarlo vacío, toda su ropa había desaparecido, apenas le quedaba la interior, alguna cha
— Verá, últimamente mi reputación ha sido manchada por algunos incidentes…— se acarició el mentón con los dedos, mostrando cierta incomodidad — desafortunados, por culpa de la indiscreción de algunas mujeres.Ella frunció el ceño, no entendía qué tenía que ver eso con ella y tampoco le gustaba que los hombres culparan a las mujeres de todo lo que les pasaba. Además, si no fuera un mujeriego empedernido, no habría chica indiscreta que lo metiera en problemas.— Pero yo…— Déjeme hablar, señorita Taylor. No puede interrumpirme a cada rato — la cortó de nuevo haciendo que se quedara muy sorprendida por lo que acababa de escuchar. ¿Ni siquiera le había dejado completar una sola frase y ella era la que no lo dejaba hablar? Ese tipo si se creía el centro del mundo — No voy a negar la evidencia y que me gusta acompañarme de varias amigas, trabajo mucho, pero también me gusta tener mi tiempo de ocio y buenas compañías y es que todavía no entiendo qué tiene que ver mi vida personal con la prof
Ni siquiera sabía qué estaba haciendo allí, en el lugar que indicaba la tarjeta, aquello era una agencia de modelos, pero no una cualquiera, una agencia de modelos XL, ¿Cómo no se había dado cuenta antes "XL beautiful", el nombre lo decía todo? A veces costaba creer que se hubiera graduado siendo la mejor programadora de su promoción.Miró a su alrededor y se maravilló con el inmenso número de fotos que adornaban las paredes, todas eran chicas, con curvas, nada normativas, como ella, pero a pesar de eso no se parecían en nada, lucían hermosas, semidesnudas o con cualquier bonito conjunto de ropa, llenas de autoconfianza y amor propio.—¿Podría ayudarme?— Le preguntó a la joven que había sentada en la recepción— estoy buscando a la señora Marjorie.— Perdone, eso no será posible, ella no se entrevista con aspirantes, si viene para las pruebas de admisión tiene que seguir por ese pasillo hasta llegar a…— No… no vengo buscando trabajo — la recepcionista levantó la mirada y la observó de