George sabía que había prometido que irían a comprar todo lo que le hacía falta al bebé y pensaba cumplir su palabra, de hecho, pensaba pasar el día entero con ella y el pequeño Ian, pero tenía algo muy importante que mostrarle, una sorpresa que esperaba fuera de su agrado.Y es que cuando él hacía un trato, su palabra era ley, pero en este caso, se trataba mucho más que de la necesidad de cumplir su palabra, en realidad el señor Anderson moría por ver la ilusión y felicidad en el rostro de su futura esposa a pesar de haberse tomado las libertades que se había tomado.La limusina apareció en una de las calles más céntricas de la ciudad y George no tardó en salir extendiendo la mano para ayudar a Marjorie a salir también.Marjorie tenía mucha curiosidad por la sorpresa que había mencionado George que tenía para ella, pero no era solo curiosidad sino también emoción y porque no decirlo también felicidad, ya que no recordaba hacía cuánto, alguien se había tomado la molestia de regalarle
Marjorie se pellizcó un par de veces en el brazo tratando de despertar, en el tercer intento solo un suave jadeo por el dolor que le provocó, dándose cuenta de que no estaba soñando, que realmente estaba despierta y que se había encontrado con el hombre más maravilloso del mundo.— Necesito que cargues a Ian un momento.—Por supuesto— contestó de inmediato riendo y tomando al pequeño al que de inmediato empezó a hacerle carantoñas.Solo cuando el niño fue tomado en brazos, fue que George se arrodilló frente a ella, aunque el matrimonio fuera producto de un contrato, realmente quería que ese matrimonio fuera bien, aunque le costaba admitirlo, quizá por el miedo a sufrir de nuevo.Así que sacó un pequeño estuche de terciopelo rojo, para luego hincarse en una rodilla en el suelo y así permanecer frente a su futura esposa.La pelirroja sintió que su rostro tomó el mismo color que sus cabellos, al ver a George hincado frente de ella, con un estuche en la mano y un precioso anillo de compro
—¿George estás seguro de lo que hiciste?— le preguntó Marjorie a su futuro esposo —¿Tanto así crees en mi? Ella no era una mujer que no confiara en si misma, pero en ese momento estaba temiendo no ser capaz de cumplir las expectativas de su socio y futuro esposo.— Estoy cien por cien seguro de lo que hice.— aseguró George una vez llegaron a uno de los restaurantes de los que era socio.Era uno de esos lugares donde tenían a niñeras que entretenían a los niños para que los padres pudieran comer tranquilos y, aunque Ian, todavía era muy pequeño y apenas daba guerra, sabía que era un alivio poder comer sin estar pendientes nada más que de ellos mismos.Ella no lograba sentirse a gusto, jamás había recibido tanta notoriedad como en ese día y eso hacía que se empezara a sentir un poco sobrepasada.—¿Qué pasaría si no soy tan buena como crees? Enserio yo…— Dijo Marjorie en cuanto se quedaron solos.— Lo eres, tienes un buen producto y una buena idea. Te falta una buena publicidad y yo sé
Aquella mañana todos los periódicos y revistas hablaban de lo mismo, el escándalo de George Anderson y el hijo que había mantenido secreto.Leticia estaba hecha una furia mientras leía la noticia y veía a su ex deshacerse en atenciones hacia esa mujer de la que se había burlado tantas veces.Hubo una época en la que ella habría dado cualquier cosa porque George la tratara así y dejara de ser ese hombre frío y siempre pendiente de su trabajo.Ni siquiera con ella se había arrodillado para pedirle casarse, no es que su petición de matrimonio fuera fea, pero tampoco había sido romántica, una cena entre familias y una fiesta en la que ya se suponía que ellos iban a comprometerse.En cambio, ahora mismo podía ver en las fotografías donde su exesposo salía arrodillado pidiéndole matrimonio a la gorda que había tenido un hijo con a saber quién, para sorpresa de Leticia, ese a saber quién resultó ser su ex.¿Desde cuándo estaban juntos? Al menos un año para haber podido tener un hijo, un hijo
Marjorie no entendía cómo es que alguien como el George que ella conocía, podía estar bien con alguien con una mujer como Leticia.—Escúchame bien…Después de decir aquello, el llanto de un bebé las interrumpió cuando la niñera se acercó a las dos mujeres con el niño en brazos.— Lo siento señora, pero Ian no deja de llorarMarjorie agradeció que la niñera entrara en ese momento, de no haberlo hecho, diria o haría cosas de las que después se arrepentiría.—No te disculpes y dame a mi bebé, por favor— dijo Marjorie sujetando al pequeño, quien en ese momento, sin saberlo, se convertía en su tabla de salvación. Porque mientras lo tuviera ella en los brazos, no solo se tranquilizaría, también evitaría que se le fuera a golpes a la otra mujer.Algo se rompió en el pecho de Leticia, ya que le causó mucho dolor observar a ese bebé, porque si hay algo que una madre jamás puede olvidar es a su bebé, a su hijo en los años más tiernos de su infancia y ese bebé que la nana de Evan y del nuevo hi
Marjorie, se sorprendió a sí misma ante sus propias acciones. Aunque las palabras de Leticia no eran las más adecuadas, simplemente debió dejarlas pasar.Sin embargo, su furia hizo que caminara hasta donde estaba aquella mujer y, sin tan siquiera pensarlo, la abofeteara.El ardor en su mano dolía, pero no tanto como la voz en su cabeza repitiendo una y otra vez esas palabras, a pesar de que ella intentaba racionalizarlo y decirse que no era cierto, que todo había sucedido así por una razón y que ella no era responsable de eso Su hija no se había suicidado por su culpa, mucho menos por la culpa del pequeño entre sus brazos, quién lloraba cada vez más.—No, nada de esto es tu culpa, mi amor — le decía Marjorie al pequeño bultito entre sus brazos, al cual se aferró fuertemente.Pero su irá no solo era contra Leticia, sino también contra su hijo, el joven que en ese momento se le quedaba mirándola de manera acusadora.— Sé que no debí golpear a tu madre, pero ella tampoco debió ofenderme
George no sabía como sentirse, pasó por varios estados anímicos en apenas segundos, sintió rabia, desconcierto, duda y sobretodo esas inmensas ganas de proteger a Marjorie de cualquier cosa, pero su hijo… no podía ponerse del lado de ninguno de los dos, no podía elegir, se negaba a hacerlo.— Eso estuvo mal — Admitió George — pero conozco a Leticia y te conozco a ti y estoy más que seguro de que se merecía ese golpe— él no dudó en rozar su nariz con la de ella en una caricia cariñosa — aun así… Evan siempre va a mirar por su madre y creo que le está costando mucho aceptar esta situación, aunque me dijo algo extraño.George miró hacia arriba por un instante, como quien intenta recordar algo.Marjorie sintió que el alma le volvía al cuerpo en el instante que escucho hablar de esa manera a George, por un momento creyó que iba a recriminarle el haberse comportado de esa manera.Pero no solo no la juzgó, hablaba desde su perspectiva al conocerla y llevar conviviendo ese corto tiempo juntos
Leticia no era la única persona a la que había llegado la noticia del escándalo, ese hombre era uno de los empresarios más importantes y ricos de Europa.Tanto periódicos como revistas tenían esa noticia en portada y, aunque no era partidario de leer ese tipo de noticias, no había podido resistirse al encabezado del cotilleo más grande, al parecer de los Estados Unidos, dónde un importante empresario había engañado a su perfecta esposa, con una mujer considerada no tan perfecta guiándose por los cánones de belleza del momento, no contento con ello, también habían tenido un hijo secreto.Algo tan mundano se había convertido en tendencia mundial gracias al dinero e influencia de dos de los protagonistas y el origen humilde de la tercera en discordia.Tanto era la indignación y fascinación colectiva que esa información había atravesado las fronteras, llegando hasta Europa, específicamente a Irlanda, el país natal de la pelirroja y a las manos de ese importe empresario, a quien, por un ins