—¿George estás seguro de lo que hiciste?— le preguntó Marjorie a su futuro esposo —¿Tanto así crees en mi? Ella no era una mujer que no confiara en si misma, pero en ese momento estaba temiendo no ser capaz de cumplir las expectativas de su socio y futuro esposo.— Estoy cien por cien seguro de lo que hice.— aseguró George una vez llegaron a uno de los restaurantes de los que era socio.Era uno de esos lugares donde tenían a niñeras que entretenían a los niños para que los padres pudieran comer tranquilos y, aunque Ian, todavía era muy pequeño y apenas daba guerra, sabía que era un alivio poder comer sin estar pendientes nada más que de ellos mismos.Ella no lograba sentirse a gusto, jamás había recibido tanta notoriedad como en ese día y eso hacía que se empezara a sentir un poco sobrepasada.—¿Qué pasaría si no soy tan buena como crees? Enserio yo…— Dijo Marjorie en cuanto se quedaron solos.— Lo eres, tienes un buen producto y una buena idea. Te falta una buena publicidad y yo sé
Aquella mañana todos los periódicos y revistas hablaban de lo mismo, el escándalo de George Anderson y el hijo que había mantenido secreto.Leticia estaba hecha una furia mientras leía la noticia y veía a su ex deshacerse en atenciones hacia esa mujer de la que se había burlado tantas veces.Hubo una época en la que ella habría dado cualquier cosa porque George la tratara así y dejara de ser ese hombre frío y siempre pendiente de su trabajo.Ni siquiera con ella se había arrodillado para pedirle casarse, no es que su petición de matrimonio fuera fea, pero tampoco había sido romántica, una cena entre familias y una fiesta en la que ya se suponía que ellos iban a comprometerse.En cambio, ahora mismo podía ver en las fotografías donde su exesposo salía arrodillado pidiéndole matrimonio a la gorda que había tenido un hijo con a saber quién, para sorpresa de Leticia, ese a saber quién resultó ser su ex.¿Desde cuándo estaban juntos? Al menos un año para haber podido tener un hijo, un hijo
Marjorie no entendía cómo es que alguien como el George que ella conocía, podía estar bien con alguien con una mujer como Leticia.—Escúchame bien…Después de decir aquello, el llanto de un bebé las interrumpió cuando la niñera se acercó a las dos mujeres con el niño en brazos.— Lo siento señora, pero Ian no deja de llorarMarjorie agradeció que la niñera entrara en ese momento, de no haberlo hecho, diria o haría cosas de las que después se arrepentiría.—No te disculpes y dame a mi bebé, por favor— dijo Marjorie sujetando al pequeño, quien en ese momento, sin saberlo, se convertía en su tabla de salvación. Porque mientras lo tuviera ella en los brazos, no solo se tranquilizaría, también evitaría que se le fuera a golpes a la otra mujer.Algo se rompió en el pecho de Leticia, ya que le causó mucho dolor observar a ese bebé, porque si hay algo que una madre jamás puede olvidar es a su bebé, a su hijo en los años más tiernos de su infancia y ese bebé que la nana de Evan y del nuevo hi
Marjorie, se sorprendió a sí misma ante sus propias acciones. Aunque las palabras de Leticia no eran las más adecuadas, simplemente debió dejarlas pasar.Sin embargo, su furia hizo que caminara hasta donde estaba aquella mujer y, sin tan siquiera pensarlo, la abofeteara.El ardor en su mano dolía, pero no tanto como la voz en su cabeza repitiendo una y otra vez esas palabras, a pesar de que ella intentaba racionalizarlo y decirse que no era cierto, que todo había sucedido así por una razón y que ella no era responsable de eso Su hija no se había suicidado por su culpa, mucho menos por la culpa del pequeño entre sus brazos, quién lloraba cada vez más.—No, nada de esto es tu culpa, mi amor — le decía Marjorie al pequeño bultito entre sus brazos, al cual se aferró fuertemente.Pero su irá no solo era contra Leticia, sino también contra su hijo, el joven que en ese momento se le quedaba mirándola de manera acusadora.— Sé que no debí golpear a tu madre, pero ella tampoco debió ofenderme
George no sabía como sentirse, pasó por varios estados anímicos en apenas segundos, sintió rabia, desconcierto, duda y sobretodo esas inmensas ganas de proteger a Marjorie de cualquier cosa, pero su hijo… no podía ponerse del lado de ninguno de los dos, no podía elegir, se negaba a hacerlo.— Eso estuvo mal — Admitió George — pero conozco a Leticia y te conozco a ti y estoy más que seguro de que se merecía ese golpe— él no dudó en rozar su nariz con la de ella en una caricia cariñosa — aun así… Evan siempre va a mirar por su madre y creo que le está costando mucho aceptar esta situación, aunque me dijo algo extraño.George miró hacia arriba por un instante, como quien intenta recordar algo.Marjorie sintió que el alma le volvía al cuerpo en el instante que escucho hablar de esa manera a George, por un momento creyó que iba a recriminarle el haberse comportado de esa manera.Pero no solo no la juzgó, hablaba desde su perspectiva al conocerla y llevar conviviendo ese corto tiempo juntos
Leticia no era la única persona a la que había llegado la noticia del escándalo, ese hombre era uno de los empresarios más importantes y ricos de Europa.Tanto periódicos como revistas tenían esa noticia en portada y, aunque no era partidario de leer ese tipo de noticias, no había podido resistirse al encabezado del cotilleo más grande, al parecer de los Estados Unidos, dónde un importante empresario había engañado a su perfecta esposa, con una mujer considerada no tan perfecta guiándose por los cánones de belleza del momento, no contento con ello, también habían tenido un hijo secreto.Algo tan mundano se había convertido en tendencia mundial gracias al dinero e influencia de dos de los protagonistas y el origen humilde de la tercera en discordia.Tanto era la indignación y fascinación colectiva que esa información había atravesado las fronteras, llegando hasta Europa, específicamente a Irlanda, el país natal de la pelirroja y a las manos de ese importe empresario, a quien, por un ins
Rowan McCarthy, el rico propietario de la destilería de whisky más antigua de Irlanda, con 400 años de historia, no había dejado de darle vueltas al asunto, a lo sucedido en su pasado.«—Jamás podrás abandonarme, ¿Me escuchas, Moira? Nunca voy a permitir que te alejes de mí, antes te mato, antes viudo, que divorciado.Decía el pelirrojo mientras se sentaba al lado de su jovencísima esposa y la estrechaba contra su cuerpo para abrazarla, intentando consolarla de lo que él mismo había provocado.— Eres demasiado joven — siguió hablando el hombre — y yo debo educarte, pero te prometo, que cuando seas una buena mujer esto no volverá a ocurrir, solo debes aprender a comportarte.Ella solo lloró más fuerte mientras intentaba liberarse del abrazo de su esposo, lo que menos necesitaba en ese momento era tenerlo cerca, pero él no parecía dispuesto a ceder, es más, apretó más el agarre alrededor de su cuerpo.»— Señor, su viaje a los Estados Unidos está preparado y, tal y como pidió, logré que
— ¿Crees que esa es forma de besar a tu prometido? Fue la pregunta que le había hecho George por la manera en la que ella había evitado besarlo en la boca, atrayéndola hacia su cuerpo y encendiendo su piel.Joder, como le gustaba ese hombre, la forma en la que parecía fascinarle todo de ella, porque era tocarla y no poder dejar de hacerlo.Ni siquiera le había dado tiempo para responder tomando sus labios y así evitar que pudiera apartarlo o se defendiera.Por supuesto que un beso en la mejilla no era manera, pero si la única forma de evitar el fuego que se iniciaba cada vez que él la besaba.George no paraba de tocarla y ella no se negaba a qué la tocará, es más, ella también lo hacía. Perdiéndose en ese océano que eran los ojos de su futuro esposo y en las sensaciones que le provocaban esas manos traviesas recorriendo su codicioso cuerpo, ya que no deseaba otra cosa más que siguiera tocándola.El sonido de Jean-Paul aclarándose la garganta hizo que los dos se pusieran rojos, y se v